Una probada de ciencia

La discípula

Escrito por Horacio Cano Camacho

UNA PROBADA DE CIENCIA

La discípula

Horacio Cano Camacho

 

Hoy no vamos a hablar de un libro de ciencia, ni siquiera de divulgación científica. Voy a recomendar una novela negra… más precisamente de una novela de suspenso con elementos clásicos, un verdadero éxito de ventas y crítica que conjuga de manera brillante su origen nórdico con el canon del género. Se trata de La discípula, una historia de Hélène Gullberg (Seix Barral, 2025).

Un asesinato sacude el exclusivísimo mundo del arte. Sten Hammar, coleccionista de antigüedades, es hallado muerto en su mansión, en un pueblo cerca de Estocolmo. Lo que al principio parece un simple robo, pronto se revela como una trama mucho más enredada.

Muchos años atrás, Sten «adoptó» como aprendiz a una niña: Majja Skog, huérfana de madre y con un padre que, tras dejar su vida de marino mercante, se dedica a vender los objetos que coleccionaba su difunta esposa. Majja, solitaria e inteligente, se sumerge entre las antigüedades buscando un reflejo de su madre. Su padre, sin perspectivas y hundido en el alcohol, encarga a Sten que se haga cargo de la niña, en la que intuye un enorme potencial para el arte y las reliquias.

Hammar, que sabe que su vasta colección de objetos será lo único que deje tras de sí, encuentra atractiva la posibilidad de formar a una discípula y acepta. Así, Majja se convierte en una precoz aprendiz. Años después, la joven se trasforma en una auténtica estrella capaz de identificar piezas de colección, desenmascarar falsificaciones y demostrar un conocimiento asombroso en su campo. Sin embargo, Majja es también una marginal: una suerte de Lisbeth Salander del arte, con un aire alternativo, reservado y solitario, a la que el elitista medio cultural tolera únicamente por sus grandes capacidades.

Es entonces cuando es elegida por su casa de subastas para tasar la inmensa colección de Sten Hammar, sin que nadie sospeche el vínculo secreto que la une a él, ni los oscuros secretos que ambos compartieron.

No les cuento más. Sé que les resultará muy interesante, como a mí. Las novelas que se desarrollan dentro del mundo del coleccionismo me son particularmente atractivas. Coleccionar cosas no es simplemente reunir objetos u obras, es en realidad un estilo y un modo de vida que refleja muchos aspectos, desde económicos hasta de personalidad. Por ello, está en nuestra sección «Probada de ciencia».

El coleccionismo de arte es un fenómeno complejo que combina gusto estético, inversión económica, prestigio social y hasta obsesión personal. Te comparto algunos detalles clave.

Coleccionar implica reunir y conservar obras (pintura, escultura, fotografía, arte digital, muebles y otros objetos, etc.) siguiendo un criterio que puede ser estético, histórico, económico o emocional.

Los coleccionistas construyen relatos por medio de sus colecciones: algunos buscan una época (renacimiento, barroco, contemporáneo), otros un autor, unos más un estilo (impresionismo, arte abstracto) o incluso un tema (paisajes, retratos, objetos).

El coleccionismo no solo acumula, sino que también da valor cultural: muchas colecciones privadas terminan formando la base de museos.

 

¿Por qué se colecciona y quién colecciona? Hay muchas razones declaradas, entre las que se incluyen:

 

Pasión estética: disfrutan la contemplación de las piezas, el contacto con la belleza o la provocación artística.

Capital cultural y social: poseer arte otorga prestigio, estatus y cercanía con círculos intelectuales o de poder.

Inversión económica: muchas obras aumentan de valor con el tiempo; algunos coleccionistas funcionan casi como «inversionistas».

Preservación histórica: sienten la misión de rescatar y proteger piezas para la posteridad.

Obsesión personal: el deseo de «completar» una serie o de poseer lo único e irrepetible.

 

Las características más frecuentes que destacan en los coleccionistas han sido estudiadas y sus resultados dejan claro que no cualquier persona que acumula objetos puede ser considerada un coleccionista. Algunos de los rasgos de estas personas son:

Curiosidad y sensibilidad estética: tienen ojo para detectar calidad y originalidad.

Paciencia y perseverancia: esperan años para conseguir una pieza específica.

Red de contactos: mantienen relaciones con galeristas, artistas, críticos, casas de subastas.

Criterio propio: más allá de modas, un coleccionista consolidado sigue su instinto.

Competitividad: el deseo de tener «lo mejor» o lo más raro impulsa la puja en subastas.

Tensión entre emoción y racionalidad: la pasión por una obra puede chocar.

 

También hay tipos de coleccionistas y, la verdad, es un mundo amplio.

El estético: compra por amor al arte, sin pensar demasiado en el valor económico.

El inversor: ve el arte como un activo, casi como acciones o bienes raíces.

El especialista: se concentra en un autor, escuela o tema.

El ecléctico: mezcla estilos, épocas y formatos, siguiendo su intuición.

El filántropo: colecciona con el propósito de donar o abrir un museo.

 

Pero, ¿cuál es el impacto que el coleccionismo tiene en el mundo del arte?

Definen tendencias: lo que un gran coleccionista adquiere puede elevar el prestigio de un artista.

Influyen en el mercado: crean burbujas de precios en torno a ciertos nombres.

Preservan la memoria cultural: sin coleccionistas, muchas obras se hubieran perdido.

 

La literatura policíaca se ha encargado de sacar a la luz una categoría especial de coleccionismo: el extremo. Personas que reúnen y atesoran objetos extraños y de manera compulsiva o que están asociados a crímenes, objetos que solo se pudieron obtener mediante la comisión de ilícitos, o de alguna manera coligados con ciertas parafilias muy extrañas. Este coleccionismo extremo puede decir mucho sobre ciertos rincones oscuros del ser humano y se caracteriza por acumular de manera desproporcionada objetos, muchas veces sin límites claros de espacio, dinero o funcionalidad.

A diferencia del coleccionismo «normal», donde hay un criterio estético, histórico o temático, en el extremo la acumulación puede perder sentido y volverse un fin en sí mismo. Puede abarcar desde objetos triviales (juguetes, botellas, cómics) hasta arte de alto valor económico.

Algunos coleccionistas extremos se arruinan económicamente por adquirir obras que consideran imprescindibles para completar su colección. Se han documentado casos en los que compran varias versiones de una misma pieza o persiguen obsesivamente a un artista específico. En el mercado del arte, esto se traduce en pujas millonarias en subastas, a veces impulsadas más por el deseo de «ganar» que por la lógica de inversión o la apreciación estética.

 

Características del coleccionista extremo:

Obsesión por la completitud: sienten que deben tener todo de una categoría.

Dificultad para desprenderse: aunque una obra ya no encaje en la colección, no la venden.

Elevada tolerancia al riesgo: gastan más allá de sus posibilidades.

Identidad ligada a la colección: sienten que su valor personal está en lo que poseen.

Competitividad intensa: no soportan que otro coleccionista obtenga una pieza deseada.

 

Límites entre pasión y patología

La psicología distingue el coleccionismo extremo del acaparamiento patológico (hoarding).

*En el coleccionismo hay un criterio organizador, aunque sea obsesivo.

*En el acaparamiento, el desorden y la acumulación sin sentido predominan.

 

Se habla de trastorno de coleccionismo compulsivo cuando la conducta interfiere con la vida personal, social o económica del individuo.

Hay varios casos célebres, algunos con resultados o consecuencias «positivas» para la sociedad. Por ejemplo, Peggy Guggenheim, considerada una coleccionista «extrema» en cuanto a volumen y obsesión, aunque su pasión derivó en la fundación de un museo. También están los casos de Henry Clay Frick o Isabella Stewart Gardner, cuyas colecciones privadas fueron el resultado de décadas de compras compulsivas y hoy son museos de referencia.

En el mundo contemporáneo, algunos multimillonarios han creado colecciones desmedidas de arte contemporáneo que funcionan como vitrinas de poder económico y social.

La discípula es una historia que asocia mucho de los elementos aquí tratados. Me parece una buena manera de comenzar a comprender esta subcultura que pervive entre nosotros y es más frecuente de lo que pensamos.

 

Horacio Cano Camacho
Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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