¿Alguna vez ha pasado por tu mente la idea de perder la memoria? ¿De «enloquecer»? ¿De no saber quién eres? ¿Dónde te encuentras? ¿Quiénes son las personas que te rodean y cuál es tu papel en la vida? Como especialista en salud mental, es común escuchar estos miedos entre los pacientes, los cuales pueden ser angustiantes y, evidentemente, resultan alarmantes, generan angustia y, en ocasiones, pueden ser limitantes. Pero, ¿a quién no se le ha olvidado dónde dejó la cartera, las llaves o incluso a para qué entró a una habitación? Este tipo de fallas de memoria son frecuentes y pueden tener múltiples causas, así como presentarse en las diferentes etapas de la vida. Para fines de este artículo, nos enfocaremos en explorar y en diferenciar las fallas en la memoria que vive el adulto mayor, tanto en el envejecimiento normal como en el patológico; finalmente, te daremos algunas recomendaciones para que puedas gozar de una buena memoria.
Palabras clave: Demencia, envejecimiento, memoria.
Consuelo Bernarda Martínez-Medina La memoria es como el disco duro de una computadora o el archivero de una oficina; es decir, es el lugar donde registramos, almacenamos y recuperamos la información cuando la necesitamos. En nuestro cuerpo, dicho archivero está ubicado en el cerebro, principalmente, en un área llamada hipocampo, denominado así por su similitud con el caballo de mar. Hay varios tipos de memoria, por ejemplo, podemos almacenar la información por un corto tiempo, es decir, si no vamos a necesitar dicha información, esta es desechada. A esto le llamamos memoria a corto plazo. Pero si se trata de información importante que vayamos a requerir a futuro, la guardaremos en el archivero para tenerla a la mano, pasando a ser una memoria a largo plazo. También hay acciones que recordamos de manera automática como el vestirnos, manejar o montar una bicicleta, para lo cual no necesitamos pensar conscientemente en cómo hacerlo ni expresarlo verbalmente, simplemente lo hacemos. A esto se le conoce como memoria implícita. Por otro lado, está la memoria en la que expresamos lo recordado a través del lenguaje, ya sean fechas, situaciones, recuerdos de episodios vividos o conceptos que vamos aprendiendo a lo largo de la vida. Esto se le conoce como memoria explícita. Nuestra capacidad de registrar, almacenar y recuperar la información está influenciada por nuestra percepción, atención, orientación, lenguaje, ánimo y motivación. Dichos procesos cognitivos tienen sus bases biológicas en diferentes áreas de nuestro cerebro. Es importante señalar que cualquier factor que altere alguno de estos procesos o sus bases puede alterar la memoria, por ejemplo, se ha descrito que personas que padecen depresión, al afectarse su estado de ánimo, su atención y motivación, entre otros procesos, pueden presentar también fallas en la memoria (dicho cuadro en el adulto mayor se conoce como seudodemencia); sin embargo, estas fallas en la memoria, a diferencia de las que se presentan en una persona con demencia, son reversibles tras recibir un tratamiento médico para el cuadro afectivo tipo depresivo. Tendemos a medir el envejecimiento basándonos en el número de años que tiene un individuo, incluso tenemos un término para referirnos a una persona de cierta edad que se considera vieja: adulto mayor. No obstante, ¿te has puesto a pensar cuándo inicia realmente el envejecimiento? ¿Será, efectivamente, a partir de cierta edad? ¿Qué cambios lo determinan? Finalmente, el envejecimiento es un proceso natural y dinámico que comienza desde el momento en que nacemos, donde cada órgano y tejido envejece de manera diferente. Cuando pensamos en la palabra «vejez», viene a nuestra mente una serie de características, es decir, el estereotipo acerca del envejecimiento que hemos formado de acuerdo a nuestra historia de vida; así, muchas personas relacionan la vejez con pérdida de autonomía, enfermedad, dolor, soledad, tristeza, irritabilidad, fallas en la memoria, entre otras desgracias, pero es importante aclarar que hay varias formas de envejecer. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, podemos encontrar tanto el envejecimiento saludable como el activo, en los cuales la persona envejece sin dependencia, libre de discapacidades, conservando su capacidad física, mental, social y funcional, es decir, que puede continuar su rutina habitual. Caso contrario es el envejecimiento patológico que se caracteriza por un deterioro general que va llevando a una disminución gradual de las funciones físicas y cognitivas, aumentando la probabilidad de que la persona adquiera enfermedades, discapacidad y muerte prematura. Durante el proceso de envejecimiento normal es esperado encontrar ciertos cambios físicos y psicológicos en una persona. En el adulto mayor, como parte del envejecimiento normal, podemos encontrar fallas en la memoria, también denominadas «olvidos benignos» (por ejemplo, olvidar a qué se entra a una habitación, dónde se dejan las llaves o perder una cita), que están relacionados con una disminución en la atención, pero, generalmente, la persona recuerda lo olvidado sin mayor repercusión. Dichos olvidos permanecen estables a lo largo del tiempo y, a pesar de ellos, el adulto mayor debe preservar la capacidad de aprender cosas nuevas y de llevar a cabo las actividades que se conocen como instrumentales de la vida diaria tales como usar el teléfono, manejar dinero adecuadamente, preparar la comida y hacer los quehaceres propios del hogar; lavar la ropa, tomar su medicamento correctamente y usar medio de transporte. Se espera que el adulto mayor mantenga la capacidad de entablar una conversación, comprender y seguir indicaciones, así como realizar cálculos (de acuerdo a su nivel de escolaridad), aunque dichas capacidades puedan estar disminuidas por otros factores. En contraparte, en el envejecimiento patológico, las fallas en la memoria van aumentando de manera progresiva, mientras que la capacidad de aprender cosas nuevas va disminuyendo, llegando incluso a olvidar lo aprendido previamente, por ejemplo, no saber cómo encender o manejar el carro, cómo llegar por sí mismo a casa, preparar alimentos, hacer cuentas, vestirse, etc. En el envejecimiento patológico encontramos fallas mayores en la memoria, como olvidos de nombres de personas cercanas, olvido de nombres de objetos de uso cotidiano, pérdida de cosas que nunca se encuentran. Pueden presentar desorientación (no saber en qué día, mes o año se está), olvidar lo que acaba de ocurrir, por lo que pueden repetir y/o preguntar constantemente lo mismo, teniendo dificultad para mantener una conversación de manera fluida. Pueden verse afectadas las actividades instrumentales de la vida diaria, previamente descritas, hasta llegar a afectarse las actividades más básicas de la vida, como controlar los esfínteres, usar el retrete, levantarse de la cama sin ayuda, bañarse por sí mismos, vestirse y comer. Dentro de las causas más discapacitantes de alteraciones en la memoria en el adulto mayor con envejecimiento patológico, se encuentran las demencias. En la actualidad, también se conoce como Trastorno Neurocognitivo Mayor. Dentro de este tipo de trastornos, la causa más frecuente es la enfermedad de Alzheimer, donde el principal factor de riesgo es la edad; sin embargo, existen otros tipos. En la demencia se afectan otras funciones, además de la memoria, como el lenguaje, el estado de ánimo, la personalidad, la conducta, etc. Al presente, no existe un tratamiento curativo, por lo que se vuelven enfermedades crónicas-degenerativas. Es importante aclarar que se pueden encontrar alteraciones en la memoria que pueden ser mayores a las esperadas en el envejecimiento normal, sin caer dentro de un proceso demencial, sino en un estado intermedio llamado deterioro cognitivo leve o trastorno neurocognitivo menor, y que no necesariamente evolucionará a una demencia. Aunque lo primero que viene a nuestra mente ante los olvidos es pensar que tenemos demencia, la realidad es que hay muchas otras causas de fallas en la memoria que, generalmente, son más frecuentes y tienen tratamiento, por lo que el déficit en la memoria es reversible. Dichas causas pueden ser trastornos del estado del ánimo (depresión), ansiedad, trastornos del sueño, problemas tiroideos, déficits de vitaminas, efectos secundarios de medicamentos, estados confusionales agudos tras un desequilibrio metabólico como en la deshidratación o una infección, entre otras causas. Si el adulto mayor o su familiar más cercano identifican fallas en la memoria que consideran podrían no ser «normales», se sugiere acudir con un especialista en salud mental, como el médico psiquiatra. También puede ser valorado por un geriatra (especialista en el adulto mayor) o el neurólogo (especialista en las enfermedades del sistema nervioso). Dentro de la valoración médica se realiza una historia clínica, se aplican pruebas escritas, se solicitan estudios de laboratorio y, si su médico lo considera necesario, estudios de imagen para llevar a cabo un diagnóstico lo más certero posible y poder ofrecer un tratamiento individualizado. Para gozar de una buena memoria se sugiere enfocarnos en los factores que podemos modificar, es decir, que están bajo nuestro control y directamente relacionados con la salud de nuestro cerebro y, por ende, de nuestra memoria, tales como: Recuerda: Para cuidar nuestra salud no tenemos que esperar a ser adultos mayores, la manera en la que envejecemos la estamos moldeando desde el día de hoy.
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Resumen
Estudiante de Maestría en Ciencias de la Salud,
Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas «Dr. Ignacio Chávez»,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
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¿Qué es el envejecimiento?
Memoria y envejecimiento
¿Por qué me falla la memoria? ¿Cómo buscar ayuda?
Recomendaciones para que no te falle la memoria
¿Y si se me va el avión?
Año 14 / Número 79 / 2025
RECIBIDO: 26/06/2024; ACEPTADO: 28/10/2024; PUBLICADO: 14/02/2025