¿Por qué no desaparecen los feos?

Escrito por Mariana Solís-Mendoza y Omar Chassin-Noria

Si las hembras, o los machos, cuando son selectivos eligen a los apuestos o guapos, entonces, ¿por qué siguen existiendo «feos»? La respuesta está, en que los individuos menos agraciados emplean tácticas de apareamiento alternativas como esperar furtivamente, dar regalos nupciales u obligar a las hembras a aparearse con ellos. Para entender este tipo de tácticas, en este artículo exponemos ejemplos del éxito de los machos más agraciados, pero también el de los menos apuestos quienes igualmente tienen lo suyo.

En el mundo animal, al que también pertenecemos nosotros, los machos y las hembras tienen distintos comportamientos a la hora de elegir con quien aparearse ¿Siempre las hembras eligen a los más vistosos, bellos, fuertes o «guapos»?, eso dependerá de la especie animal. Un ejemplo de elección de machos atractivos es el de las aves del paraíso (familia Paradisaeidae), en la que los machos hacen grandes despliegues de cortejo con danzas elaboradas que muestran su gran plumaje y coordinación; mientras que las hembras, menos coloridas, actúan como evaluadoras de los machos que elegirán para tener sexo. Esto significa, que las hembras elegirán a los machos exitosos, aquellos que se esfuerzan por parecer más atractivos.

 

¿Por qué pasa esto?

Si a simple vista queremos distinguir el sexo biológico de los animales, te damos algunas pistas. Por lo general, los machos son más grandes, vistosos y coloridos que las hembras y se comportan distinto; sin embargo, existen algunos animales, incluidas algunas mascotas, que no presentan diferencias evidentes que nos permita diferenciarlos fácilmente. Hemos conocido varios casos en los que algún amigo le ha puesto nombre femenino a «su gata», la cual al crecer resulta ser un gato macho, o viceversa. Esta confusión en diferenciar el sexo, ocurre con otros animales y la única característica que nos da certeza para distinguirlos, es el tipo de células reproductivas que producen, es decir, los gametos. Las hembras producen óvulos que son grandes, inmóviles y ricos en nutrimentos, los cuales sirven para el desarrollo del embrión; mientras que los machos producen espermatozoides móviles, diminutos y prácticamente carentes de nutrimentos en comparación con un óvulo.

En cuanto a la reproducción, todos los organismos, independientemente del sexo que tengan, buscan obtener el máximo provecho de la inversión que hacen, ya sea energía o tiempo. La primera inversión para reproducirse será producir gametos, y para que la fertilización ocurra, tiene que existir la unión de dos de ellos, usualmente proveniente de cada sexo. En muchos protistas, la reproducción ocurre sin la presencia de machos o hembras, y las células reproductivas que se fusionan son del mismo tamaño. También existen organismos unisexuales en los que solo existen hembras, como en algunas lagartijas del género Cnemidophorus.

Muchos de los espermatozoides no lograrán fertilizar un óvulo, lo cual no representa una pérdida considerable, ya que los machos cuentan con una gran cantidad de ellos. Para que tengamos una idea, en los humanos, los machos producen por cada eyaculación aproximadamente 250 millones de espermatozoides, y solo es necesario uno para fertilizar el óvulo, las hembras en cambio, producirán unos 500 óvulos maduros a lo largo de toda su vida.

Un hijo exitoso es aquel que crece, se reproduce y pasa sus genes a las próximas generaciones. Como los padres aportan la mitad de su material genético para el hijo, ambos se benefician de igual manera si este resulta exitoso, por lo que es lógico suponer que cada uno de ellos invierte el 50 %, pero esto no suele ser así. Cada uno de los sexos busca obtener la máxima ganancia, invirtiendo el mínimo posible y en lugar de cooperar, procura que el otro invierta más que él. Es por eso que las hembras se dan a la tarea de elegir a un buen macho, mientras que estos compiten por mostrarse como el mejor, el más agraciado o al menos aparentarlo, y así obtener todas las cópulas que le sean posible sin ser selectivos.

Algunos animales invierten más que solo óvulos y espermatozoides, por ejemplo, cuidan del hijo para incrementar sus probabilidades de supervivencia, de su crecimiento y hasta de su reproducción. Esta conducta requiere mucha energía, tiempo y representa una gran inversión que puede ser realizada por la madre, el padre, ambos a la vez, o incluso, puede no presentarse. Existen casos en que los machos realizan una alta inversión en el cortejo, la competencia con otros machos y/o el cuidado parental, llegando a escenarios en los que esta inversión puede ser igual, o incluso, mayor al que realiza la hembra con el óvulo. Cuando esta situación se presenta, es posible observar un cambio en los roles sexuales comunes.

 

No siempre los machos atractivos son elegidos

En los peces pertenecientes a la familia Syngnathidae como el caballito de mar, el dragón de mar (Phyllopteryx taeniolatus) y el pez pipa (subfamilia Sygnathinae), las hembras transfieren los huevos fertilizados a una bolsa incubatriz que poseen los machos, donde los embriones son provistos de oxígeno y alimento. De esa manera las hembras quedan listas para reproducirse ¡y lo hacen!, mientras que los machos tendrán que esperar a la eclosión de sus larvas para posteriormente cuidar de sus hijos en las primeras etapas de la crianza, y solo después de eso, podrán intentar reproducirse nuevamente.

En estos casos, las hembras son más vistosas que los machos, mostrándose más grandes, coloridas y compiten con otras hembras por machos a los que cortejan activamente, es decir, hay una inversión en los roles sexuales usuales. Aquí, la táctica no es elegir al macho más vistoso, sino al que acepte incubar los huevos y cuidar de sus hijos.

 

Elegir y ser elegido

Por lo general, la hembra será quien seleccione a la pareja sexual y considerará atractivos aquellos machos con un atributo físico deseable o buena salud, ya que los hijos que heredan estas características, serán elegidos a su vez por otras hembras para tener hijos, convirtiéndose en machos exitosos. Los atributos también pueden ser un indicativo de la condición física de los machos, como la vistosa y colorida cola del pavo real que los hace bastante visibles a depredadores, el macho no solo tendrá que invertir energía en el plumaje de su cola, sino también tendrá que escapar de posibles depredadores y sobrevivir a causa de esta aparente desventaja.

Por otra parte, elegir a un macho defectuoso podría acarrear serias dificultades para la hembra y sus hijos. Un macho enfermo podría contagiar a la hembra o heredar esta carencia de salud a sus hijos, complicando su supervivencia. Un macho poco atractivo no sería seleccionado por las hembras, lo cual evitará tener descendientes que hereden ese «mal gusto». Esta preferencia por machos poco atractivos o enfermos terminaría por desaparecer.

Entonces, las hembras eligen a los mejores machos. Aunque, si somos atentos y volteamos a nuestro alrededor, observaremos perros, gatos, gallos y humanos que no son «atractivos». Entonces… ¿Por qué no desaparecen todos aquellos que no son «atractivos»?

Será porque los machos menos agraciados tienen una estrategia diferente para acceder a cópulas, al presentar comportamientos menos comunes llamados tácticas alternativas de apareamiento, con lo cual, en parte, se responde a la pregunta ¿Por qué los «feos» persisten?

 

Tácticas de apareamiento alternativas: otras formas de obtener sexo

En algunas especies de animales, como es el caso de un pez llamado Thalassoma bifasciatum, existen machos territoriales que suelen cortejar a hembras, que si los eligen, depositan sus huevos en el nido y estos serán fertilizados posteriormente por el pez que ha preparado el sitio. Por otra parte, hay machos más pequeños que no pueden tener un territorio y son similares a las hembras, por lo que esperan ocultos a que se presente una cópula y cuando la hembra ha depositado sus huevos, y el macho propietario del nido se encuentra próximo a soltar su esperma para fertilizarlos, el macho furtivo se acerca y suelta su esperma, logrando fertilizar algunos de los huevos, y todo ello, sin invertir energía en el cortejo, el cuidado de la progenie y sin el riesgo a la depredación.

Si no hemos tenido la oportunidad de observar a estos peces, es muy probable que si hayamos visto otros machos furtivos: los perros. Cuando una perra se encuentra en celo, es asediada por varios pretendientes, generalmente jóvenes, vigorosos y fuertes; y no en pocas ocasiones algún perro pequeño o feo, pero atento a tácticas de apareamiento alternativas —colarse entre los barrotes o si la perra logra esquivar el encierro—, aprovechará las peleas entre los machos más grandes, para así conseguir aparearse con ella.

Otros machos «poco agraciados» intentan convencer a las hembras ofreciéndoles regalos nupciales, los cuales consisten en alimento recolectado por el macho, secreciones salivales, esperma con nutrientes o eyaculados, entre otros. En este intercambio, ambos sexos buscarán salirse con la suya, por ejemplo, en las moscas escorpión (Panorpa sp.), las hembras intentan comerse la presa que les ha obsequiado el macho y huir antes de que pueda copular con ellas, pero si los machos lo logran y las hembras aún no terminan de comer, estos le quitarán la presa y se la comerán ellos.

Pero, hay tácticas alternativas de apareamiento más extremas. Algunos machos interceptan hembras forzándolas a copular. Es real, ¡hay violaciones en el mundo animal! Sucede en algunos saltamontes, escarabajos, mariposas, libélulas, entre otros. Esto puede representar una gran desventaja para las hembras, al eliminar su posibilidad de elegir al macho con el que se aparean. Sin embargo, la evolución biológica ha generado en las hembras algunas estrategias para impedir que la cópula forzada se efectúe, tales como genitales con formas que dificultan o impiden la penetración, o mecanismos de expulsión de gametos.

Reproducirse es toda una batalla en la que tanto machos como hembras emplean, adaptan y adoptan diversas tácticas con tal de conseguir salir victoriosos pasando sus genes a la siguiente generación.

 

 

BBC Mundo. (2017). «El pez mexicano que se cuela en el apareamiento de una pareja para pasar su ADN».

https://www.bbc.com/mundo/noticias-38931290

 

Krebs J.R. y Davies N.B. (1993). «Sexual conflict and sexual selection». En An introduction to behavioural ecology [Tercera edición], Blackwell Scientific Publications, London.

 

Macías-García C. (2002). «¿Es inevitable el conflicto entre los sexos?». ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de la Ciencia.

http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/48/es-inevitable-el-conflicto-entre-los-sexos

 

Mariana Solís Mendoza, Bióloga por la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), con estudios de maestría en ciencias en CICESE. Actualmente es estudiante del Programa Institucional de Doctorado en Ciencias Biológicas Opción Biotecnología Molecular, en el laboratorio de Análisis Genético del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología (CMEB) de la UMSNH. Desarrolla líneas de investigación de ecología, en particular en ecología de la conducta en peces, actualmente realiza su proyecto de tesis “Sistema de apareamiento en Abudefduf troschelii (Pomacentridae) y su relación con las interacciones coespecíficas y factores ambientales”. 

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Omar Chassin Noria, Profesor-Investigador de la Facultad de Biología-CMEB, en la UMSNH. Formado como Biólogo, con estudios de posgrado y actualmente interesado en la Biología Evolutiva; combinando el buceo y el análisis de la variación de los ácidos nucleicos, para encontrar nuevos patrones y procesos evolutivos en sentido amplio; con especial interés con la biología reproductiva de vertebrados marinos.

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