¿Qué tan malas son las malezas?

Escrito por Rosario Redonda-Martínez

Es común que al escuchar la palabra maleza, pensemos en plantas «malas» que crecen en terrenos baldíos, orilla de caminos y carreteras, áreas donde se ha eliminado la vegetación original o bien, en las hierbas que invaden los terrenos de cultivo, limitan el crecimiento de las especies de interés económico y con ello provocan pérdidas a los agricultores. La palabra malezas, tiene cierto grado de certeza, y por eso, se piensa que lo mejor es eliminarlas usando herbicidas, de tal forma que lo único que se desarrolle en los sembradíos, sean las especies de interés comercial.

Aunque tenemos una idea general de lo que son las malezas y los daños que ocasionan, conviene saber qué son, cómo crecen, de dónde son, por qué se desarrollan y son abundantes en ciertas zonas, para qué sirven y con qué se comen. Con esta información, sabremos qué tan malas son las malezas.

 

¿Qué es una maleza?

En el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, encontramos lo siguiente: Maleza del latín malitia «maldad»; 1) espesura que forma la multitud de arbustos como zarzales, jarales, etc.; 2) abundancia de malas hierbas; 3) hierba mala. En resumen, con estas definiciones entendemos que las malezas, hierbas malas y malas hierbas, son sinónimos que hacen referencia a todas aquellas plantas no deseadas por el hombre.

 

¿Cómo crecen las malezas o qué formas de vida desarrollan?

Por lo general, son hierbas anuales, es decir, que nacen después de las primeras lluvias, florecen y producen semillas durante o al final de esta época, como los acahuales (Viguiera dentata o Simsia amplexicaulis), el gigantón (Tithonia tubiformis) o la aceitilla (Bidens odorata o B. pilosa); no obstante, también hay especies perennes, lo que significa que crecen, florecen y producen semillas en cualquier época del año, como el diente de león (Taraxacum officinale). Existen las que son trepadoras como las campanillas (Ipomoea) o el chayotillo (Sechium), y especies arbustivas como las jarillas amarillas (Barkleyanthus salicifolius) y blancas o de río (Baccharis salicifolia), e incluso árboles como el pirul (Schinus molle).

 

¿De dónde son las malas hierbas?

Considerando su procedencia geográfica, existen dos tipos: nativas e introducidas. Las malezas nativas se conocen como autóctonas, porque son originarias de México, mientras que las introducidas, también llamadas exóticas o alóctonas, proceden de otras regiones del mundo, tal es el caso del pasto rosado (Melinis repens) originario de África, y otras especies nativas de Europa, que actualmente se encuentran prácticamente en todo el mundo, con excepción de las regiones polares. Entre estas se encuentran el nabo, vaina o mostaza (Brassica rapa), el ricino o higuerilla (Ricinus comunis), el jaramao o rabanillo (Raphanus raphanistrum), la lechuguilla (Sonchus asper o S. oleraceus) y el diente de león.

Ahora bien, ¿cómo es que una planta nativa de Europa o África llegó a México? Tal vez parezca increíble, pero las malezas tienen una asombrosa capacidad de dispersión, ya sea a través de semillas o propágulos, es decir, plantas miniatura que se desprenden de la planta madre y cuando encuentran un sitio propicio, crecen rápidamente, como ocurre con el espinazo del diablo (Kalanchoe daigremontiana), una planta suculenta nativa de Madagascar, de la que de una sola hoja pueden originar entre 30-50 propágulos.

En el caso de las semillas, estas tienen estructuras especializadas para ser transportadas por el viento, pensemos en la «hélice» que dispersa las semillas del diente de león; otras se adhieren a la piel, plumas o pelaje de los animales, o a las llantas de los vehículos, como ocurre con las semillas de aceitilla y mirasol (Cosmos bipinnatus). Sin embargo, el mayor dispersor de malezas es el ser humano, por ejemplo, si alguien fue de viaje a otro país, encontró una planta que le gustó, decidió traerla de recuerdo pasándola de contrabando en la aduana, sin sospechar que el clima tropical de México le gustaría y se reproduciría sin mayor problema, esta llega a convertirse en una especie invasora.

En algunos casos, las malezas se introdujeron como forraje, sin sospechar que llegarían a invadir y desplazar a la vegetación nativa, tal es el caso del pasto elefante (Pennisetum purpureum), o bien, llegaron en cargamentos de cultivos o semillas importados de otro país o continente, y la inspección fitosanitaria no las detectó hasta que se observaron plantas en distintas regiones del país, como ocurrió con el botón de oro o manzanilla de campo (Senecio inaequidens), especie registrada en el centro del país en la década de 1990, y que ahora se encuentra en todo el territorio nacional, sin saber cómo llegó de Sudáfrica a México.

¿Por qué las malezas son más abundantes en algunos sitios?

Con excepción de arbustos y árboles, las malas hierbas tienen ciclos de vida cortos, por eso son abundantes en lugares donde se ha eliminado la vegetación original, como ocurre cuando se tala un bosque o una selva para establecer cultivos. En estos sitios, la materia orgánica es abundante y hay gran cantidad de luz, condiciones adecuadas para que germinen las semillas que arriben. Por competencia, las especies mejor adaptadas para tolerar las inclemencias del clima, serán las absolutas ganadoras para crecer, florecer, producir semillas y por tanto dejar descendencia fértil en la zona.

Las malezas cumplen con estos requisitos, en particular las introducidas, porque no tienen enemigos naturales, es decir, insectos que se las coman, o bien, producen compuestos químicos que las protegen de sus ataques. En el mejor de los casos (para ellas y el peor para nosotros), se debe también a que su información genética les permite adaptarse a cualquier tipo de ambiente, quizás de ahí viene el refrán «Hierba mala, ¡nunca muere!».

 

Pero, ¿son tan malas las malezas?

La respuesta es ¡No todas! Como se mencionó, existen malas hierbas cuyo crecimiento es propiciado por los propios agricultores, porque pueden ser fuente de alimento, mientras que a otras se les atribuyen propiedades medicinales, como la aceitilla, el diente de león y la jarilla. Pero aún hay más, existen especies de importancia melífera, como la misma aceitilla, el gigantón, el mirasol, el acahual, el cempasúchil (Tagetes erecta), la jarilla, la jara china (Baccharis heterophylla), el chayotillo, la campanilla y la vara blanca (Montanoa grandifolia).

También, hay especies que protegen los cultivos del ataque de ciertas plagas, particularmente chapulines y pulgones, función principal del gigantón, mirasol, aceitilla y acahual, o se usan como cercos vivos, tal como ocurre con jarillas y jara china. Otras tienen usos rituales, siendo el cempasúchil y el pericón (Tagetes lucida) las más conocidas y utilizadas; en el primer caso para adornar las ofrendas y tumbas en día de muertos, y en el segundo caso para confeccionar la cruz de yauhtli, empleada en otra festividad religiosa.

Malezas en un terreno baldío. Fotografía de R. Redonda-Martínez.

Las malezas, ¡también se comen!

Varias especies de plantas consideradas como malezas, son comestibles y pueden emplearse de muy diversas formas. Quizás por ello se suele decir «Lo que no mata, engorda». Las hierbas malas más utilizadas en la cocina son los quelites (Chenopodium spp.), quintoniles (Amaranthus spp.) y verdolagas (Portulaca oleracea), que se consumen solos o acompañados con carne, pescado o salsa. En zonas rurales, con la lechuguilla y el diente de león, se preparan ensaladas de manera similar a la lechuga (Lactuca sativa) que compramos en el mercado o en las tiendas de autoservicio.

Malezas melíferas. Fotografía de R. Redonda-Martínez.

Existen otras malas hierbas que se consumen de forma local en varias comunidades, entre ellas están, la hierba del piojo (Galinsoga parviflora o G. quiadrirradiata) que en Oaxaca se usa para preparar sopa de quelites o de guías de chayote (Sechium edule) y calabaza (Cucurbita pepo). También se utilizan la malva (Malva parviflora) y la violeta de campo (Anoda cristata), cuyas hojas y frutos tiernos se preparan en ensalada, o se cuecen y consumen como los quelites.

Ante este panorama, deberíamos revalorar la importancia de las malezas, en particular las nativas, y verlas como lo que realmente son, un conjunto de especies con usos muy diversos. Al manejarlas de manera tradicional, sin emplear herbicidas que afecten a otros organismos, estas pueden ser útiles como alimento ya sea para humanos, ganado o polinizadores, o bien por sus propiedades medicinales. Además, pueden utilizarse como cercas vivas, incluso cultivarse como especies ornamentales o flor de corte. Por todas estas características, muchas plantas consideradas malezas ¡No son malas! 

 

Araujo-Mondragón F. y Redonda-Martínez R. (2019). «Flora melífera de la región centro-este del municipio de Pátzcuaro, Michoacán, México». Acta Botánica Mexicana, 126: e1444.

http://abm.ojs.inecol.mx/index.php/abm/article/view/1444 

Castro-Lara D., Bye-Boettler R. y Mera-Ovando L.M. (compiladores). (2011). «Recetario de quelites de la zona centro y sur de México». UNAM-SNICS-SINAREFI, 64 p. 

Mera-Ovando L.M., Castro-Lara D. y Bye-Boettler R. (compiladores). (2011). «Especies vegetales poco valoradas: una alternativa para la seguridad alimentaria». UNAM-SNICS-SINAREFI, 215 p.

 

Rosario Redonda-Martínez, Investigador titular del Instituto de Ecología, A.C. Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Centro Regional del Bajío.

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