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¿Qué me enseña mi ciudad? Ciudades educadoras

Escrito por María de Lourdes Morales-Reynoso

ARTÍCULO

¿Qué me enseña mi ciudad? Ciudades educadoras

María de Lourdes Morales-Reynoso

 

Resumen

El concepto de ciudad educadora, surgido a principios del siglo XXI, se ha permeado en numerosos documentos y agendas internacionales. Desafortunadamente, esta idea no ha trascendido el discurso. Lo que enseña la ciudad en los hechos, con su infraestructura, servicios públicos, políticas de uso del espacio público y normas jurídicas de todo tipo, es que esa ciudad que promueve la igualdad, la equidad, la inclusión, la accesibilidad, la pluralidad y la sostenibilidad no existe. La ciudad educa en la calle, siendo ese el reto que exige un esfuerzo intergeneracional para rescatar nuestro planeta.

Palabras clave: Ciudad educativa, derechos, normas jurídicas.

 

RECIBIDO: 20/06/2024; ACEPTADO: 25/11/2024;

PUBLICADO: 18/07/2025

Origen de la ciudad educadora: La lucha de dos modelos de ciudad

En 2050, la mayoría de las personas que habitamos este planeta viviremos en ciudades, lo cual parece, en principio, algo bueno. La mayoría de los hospitales, universidades, museos, centros culturales, salas de concierto, parques y otros lugares dedicados a los servicios, la educación y el esparcimiento, se encuentran en ciudades. Estas fueron, en varios periodos de la historia de la humanidad, sinónimo de riqueza y desarrollo, al menos hasta la llegada de la Revolución industrial a finales del siglo XVIII.

En su apogeo, fue evidente que el crecimiento de las urbes no significaba necesariamente calidad de vida. Las imágenes de la pobreza urbana que surgió en lugares como Manchester, Londres o Nueva York, retrataban un deterioro de las condiciones en que las que habitaban las personas, como nunca antes se había visto. Circunstancias indignas en gran medida por el hacinamiento, los pésimos salarios y la prevalencia de condiciones de trabajo que solo favorecían a los más ricos.En esta época, en las urbes campeaban a sus anchas la ignorancia, la desigualdad y la injusticia.

Por ello, no debe extrañarnos que durante la segunda mitad del siglo veinte, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, se buscara que el nacimiento de un nuevo orden mundial se reflejara en sus ciudades. Además, el aumento en los salarios de las personas les permitió salir de los congestionados centros urbanos para instalarse en los suburbios.Estos se convirtieron en una receta mágica según la cual, la ciudad permitiría a todos una vida mejor a partir de una adecuada distribución del uso del suelo, fundamentalmente, en trabajo y vivienda.

El nuevo y flamante modelo de ciudad en Norteamérica, implicó que las afueras del centro (los suburbios) se destinaran a vivienda y el centro de la ciudad (la city o ciudad original) al trabajo y esparcimiento. Este modelo de ciudad se sostenía en un invento que no era nuevo, pero que, por primera vez, comenzaba a ser accesible para todos y no solo para los más ricos: el automóvil. Se construyeron supervías para conectar los suburbios con el centro, a fin de que la llegada al trabajo fuera rápida y eficiente. El transporte público se consideraba muerto y, en todo caso, para los pobres que no pudieran salir de la ciudad. En Nueva York, con el fin de acercar lo más posible a los automovilistas a sus trabajos, se demolieron algunos de los antiguos barrios fundamentales en la construcción de la identidad de la ciudad. El Soho, Greenwich Village y Tribeca, son algunos de los barrios que hubieran desaparecido si no se hubiera enfrentado al modelo de ciudad basado en el automóvil, el modelo de ciudad basado en la persona.

Hoy día, a través de documentos como la Carta para el Derecho a la Ciudad, la Agenda 2030 y sus diecisiete objetivos de desarrollo sostenible y, especialmente, la Carta para las Ciudades Educadoras, es evidente que este modelo de ciudad no solo no logró acabar con los problemas de las urbes, sino que maleducó a innumerables funcionarios y ciudadanos, convenciéndolos de que, en la ciudad, el automóvil es el rey y las personas sus vasallos. Exactamente, lo contrario a lo que estas cartas y leyes que el Congreso de la Unión recientemente han promovido a partir de los principios de igualdad, equidad, accesibilidad, sostenibilidad, pluralidad y justicia social.

 

El modelo de ciudad que no pone en el centro a las personas

Cada vez más ciudades tienen un discurso incluyente, sostenible, diverso y accesible. Pero una cosa es lo que los funcionarios municipales sostienen en el discurso y otra la que hacen como autoridades. ¿Qué es lo que nuestra ciudad nos enseña, en la vida cotidiana, cuando salimos de nuestras casas para ir a la escuela, al mercado, a la verdulería, al trabajo o a la farmacia?

Lo que muchas ciudades nos enseñan en la realidad, es que las actividades son más importantes, mientras más dinero o bienes generen y menos en tanto no lo hagan. Nos enseñan, sobre todo, que la vida productiva tiene prevalencia frente a la vida cotidiana. ¿Y cómo nos enseñan esto las ciudades? Promoviendo o permitiendo infraestructura excluyente; restringiendo los horarios de los servicios públicos, sobre todo del transporte; diseñando las calles para que sean un lugar de paso, no apto para la convivencia; prestando indiferencia al tamaño de los escalones para subir al transporte público; ausencia de contenedores para depositar la basura; de bancas para esperar los autobuses; con la duración del semáforo peatonal; con la prevalencia de puentes «peatonales» cuya función principal es que los autos no se detengan frente a los peatones para que estos crucen a pie de vía.

Este modelo de ciudad me enseña que las personas no son el centro de las decisiones de movilidad urbana. Que los vehículos automotores particulares tienen la preferencia frente a todos los demás. La ciudad puede tener todos los programas, discursos o incluso leyes posibles sobre la movilidad urbana, pero si las personas tienen que transitar por banquetas que no miden ni el mínimo señalado en documentos oficiales, me está enseñando otra cosa. Que peatones, ciclistas e incluso usuarios del transporte público, son usuarios de segunda en el espacio público.

Otra lección que nos procura en este modelo de ciudad, es que todos somos iguales, pero en el peor sentido posible. La igualdad que no atiende a la diferencia es uniformidad y esta deriva en exclusión. Nos lo enseña todos los días, colocando accesos a los espacios públicos que solo son aptos para personas que no viven con una discapacidad. Cuando no se toman en cuenta las diferencias entre las personas y todo se hace a partir de medidas promedio, de tal suerte que solo las personas promedio pueden disfrutar de la infraestructura pública. Esta ciudad enseña que, si no camino lo suficientemente rápido, leo lo suficientemente rápido o escucho lo suficientemente rápido, será mi culpa si no puedo ejercer mis derechos, por no cumplir con el estándar. Estándar del cual se alejan generalmente los niños, las mujeres y los adultos mayores.

Este modelo de ciudad me enseña que mi salud es importante, pero no lo más relevante. Esta ciudad no cuida que las emisiones de los automóviles y la industria disminuyan. En el mejor de los casos, las mide, sin que esta información se transforme en acciones en el marco de políticas públicas. Me enseña que es más significativo moverse que estudiar, cuando no restringe la contaminación sonora en las zonas escolares, o cuando los cruces seguros son la excepción y no la regla. Cuando no garantiza, en fin, que los niños puedan jugar en la calle, porque esta no es su lugar, sino de los automóviles.

Este modelo de ciudad puede tener un discurso que abone a la igualdad, la inclusión, la pluralidad y la sostenibilidad. Pero si su infraestructura, servicios y reglas dicen lo contrario, la historia que realmente nos cuenta es una historia de desigualdad, exclusión, contaminación, injusticia e inaccesibilidad. Una historia tan frecuente como insostenible.

 

La ciudad educadora a partir del modelo de ciudad centrado en las personas

Pero las ciudades podrían enseñarnos otras cosas. Podrían enseñarnos que el diálogo intergeneracional es fundamental para nuestra supervivencia como especie y que no tenemos la propiedad, sino el testigo o la estafeta por unos momentos antes de pasárselo a la generación venidera. Y que las ciudades juegan un papel crucial en ello, porque son las mayores generadoras de problemas, por lo que, a contrario sensu, también son la clave para su solución.

Esta es la idea que el concepto «ciudad educadora» persigue en las diversas cartas y documentos que sostienen que las ciudades son clave para la sostenibilidad, la equidad y la inclusión. La ciudad, por ejemplo, se ha convertido en muchos casos en oasis para muchas especies de insectos. Estos son esenciales para el equilibrio ecológico. Desafortunadamente, han sido arrasados por la agricultura tradicional. A través de espacios amables con los insectos y de jardines polinizadores, la ciudad puede educar a las personas sobre su protección y la importancia que tienen para el futuro de la humanidad. Los espacios verdes, además, son una muestra de equidad en la ciudad, ya que son un factor de desigualdad que trasciende la belleza de la naturaleza. La existencia de vegetación se asocia a temperaturas más bajas. Así, la existencia de árboles y plantas pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte en un mundo más caliente.

 

Reflexiones finales

La ciudad nos puede enseñar, a través de su infraestructura, de la distribución del espacio público, de la existencia o no de contaminantes de todo tipo, de la calidad y cantidad de sus espacios verdes, muchas cosas, positivas y negativas. Más allá del discurso, las ciudades educadoras son las que promueven, en lo cotidiano, el respeto a la diversidad, la inclusión de niñas, niños y adolescentes, personas mayores, mujeres y personas que viven con una discapacidad en el espacio público, la sostenibilidad y la equidad, que trasciende la uniformidad para lograr la inclusión. Esto solo será posible si la ciudad incluye a sus habitantes en un ejercicio de gobierno colaborativo, demostrando que la ciudad también enseña a gobernar.

 

María de Lourdes Morales-Reynoso. Profesora e investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de México, adscrita a la Facultad de Derecho. Toluca de Lerdo, Estado de México.

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VV. (2020). Carta de ciudades educadoras. Barcelona, Asociación Internacional de Ciudades Educadoras y Ajuntament de Barcelona. https://www.edcities.org/wp-content/uploads/2020/11/ES_Carta.pdf

 

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