Aventurarse en lo incierto. Cómo el control cognitivo mejora nuestras decisiones

Escrito por Sarahí del Carmen Manríquez-Calderón y Erwin Rogelio Villuendas-González

ARTÍCULO

Aventurarse en lo incierto. Cómo el control cognitivo mejora nuestras decisiones

Sarahí del Carmen Manríquez-Calderón y Erwin Rogelio Villuendas-González
Año 14 / Número 79 / 2025
RECIBIDO: 26/06/2024; ACEPTADO: 28/10/2024; PUBLICADO: 14/02/2025

Resumen

Las personas procesamos una gran cantidad de estímulos todo el tiempo, algunos provienen del entorno y otros surgen del interior de nosotros. Para impedir que una cantidad ilimitada de información general llegue a nuestra consciencia y que el cerebro sufra una sobrecarga, requerimos de un mecanismo que controle las operaciones mentales. Este mecanismo se denomina control cognitivo. A nivel conductual, este proceso cognitivo se puede evaluar con distintas pruebas diseñadas para que los participantes resuelvan un conflicto y, gracias a la tecnología actual, podemos observar las áreas de nuestro cerebro involucradas en la organización del comportamiento.

Palabras clave: Atención, control cognitivo, incertidumbre, toma de decisiones.

Sarahí del Carmen Manríquez-Calderón
Maestra en Psicología, Facultad de Psicología,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Erwin Rogelio Villuendas-González
Profesor e Investigador, Facultad de Psicología,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
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¡Imagina que te despiertas en un planeta nuevo!

Todo lo que te rodea es nuevo. Los olores, los colores, los sonidos, las cosas que se mueven, y en una de esas también los sabores (si eres lo suficientemente aventurado). Ese alud de información te abrumaría y no sabrías qué atender, porque tal vez un sonido o algo que ves, represente una amenaza. Esto no es muy diferente de lo que nos ocurre todos los días. Los seres humanos, y en cierta manera todos los seres vivos que cuenten con sistemas sensoriales, procesamos una gran cantidad de estímulos todo el tiempo. La diferencia entre sobrevivir en ese mundo nuevo y sobrevivir en el de todos los días, está en que nuestra experiencia nos permite saber qué es importante y qué no. Algunos de estos estímulos provienen del entorno y llegan a través de los sentidos (se denominan exógenos), otros, como las ideas o los pensamientos, surgen del interior de la persona (se denominan endógenos).

Como forma de adaptación y para que nuestro procesamiento sea eficiente, se requiere de una selección que nos permita identificar y filtrar los estímulos que necesitamos que lleguen a la conciencia. Si perdiéramos esa capacidad, posiblemente los canales sensoriales estarían saturados y cada una de las sensaciones agudizadas, nuestros sentidos transmitirían cualquier información, fuera o no relevante, y el solo hecho de iniciar el día sería desgastante y caótico. Esto, aunque parezca fuera de toda realidad, hace algunos años lo ejemplificó maravillosamente el neurólogo y escritor Oliver Sacks en su libro Un Antropólogo en Marte, a partir del testimonio de Temple Grandin, una de sus pacientes con autismo.

 

Entonces, ¿cómo decidimos qué información procesar y cuál no?

En los años 50, Donald Broadbent (1957) propuso un modelo según el cual solo la información relevante alcanza un nivel de atención focalizada. Esto se logra a partir de filtros atencionales que seleccionan la parte apropiada de la información recibida que se necesite, excluyendo la restante; en otras palabras, los estímulos poco importantes para realizar una tarea simplemente no se procesan (una especie de embudo en tu cabeza).

Sin embargo, este modelo no pudo explicar por qué la información que en apariencia no es relevante, y en consecuencia debería recibir pocos recursos, en realidad no se excluye por completo y sí se procesa a un nivel profundo. Más tarde se comprendió que nuestro cerebro, a través de una organización jerárquica, elige los estímulos relevantes y, al mismo tiempo, analiza la relevancia conductual del resto de la información para finalmente completar su procesamiento.

En los años que siguieron, Ulric Neisser (1975) propuso que las personas son quienes seleccionan la información que consideran pertinente en función de sus experiencias previas, así como de sus expectativas y esquemas actuales; los estímulos o pensamientos incompatibles con esos esquemas no tienen acceso a la conciencia de las personas. Existen esquemas innatos que permanecen activos (como aquellos que orientan la atención hacia ruidos importantes, dolor o eventos ambientales repentinos) y otros que se desarrollan a partir de la experiencia de las personas. Pero, ¿de qué forma lo hacemos? ¿De cuál información necesitamos ser conscientes y cuántos recursos debemos asignarle?

Tomando en cuenta que la información se procesa a través de canales con capacidad limitada y que, además, debemos regular nuestras actividades equilibrando y ordenando toda la información disponible, nuestro cerebro requiere de un mecanismo que seleccione y priorice de manera eficiente la información que necesita acceder a la conciencia. Este mecanismo se conoce como control cognitivo (CC).

 

 ¿Qué es el control cognitivo?

El control cognitivo, como prácticamente todos los comportamientos, está moldeado por la experiencia. Por ejemplo, una persona no nace sabiendo cómo actuar durante la cena en un restaurante (pregúntale a una familia que lleva niños); es la experiencia la que nos brinda expectativas sobre la información sensorial importante que requiere atención (leer el menú), acciones apropiadas (de qué forma llamar al mesero) o consecuencias esperadas (pagar la cuenta). Dicho conocimiento o experiencia, activa distintos circuitos neuronales que extraen las características relevantes de nuestras experiencias para ser utilizadas posteriormente ante situaciones similares, es decir, cuando regresamos a un restaurante.

Considerando que recibimos información todo el tiempo, es necesario que seamos eficientes monitoreando estímulos y evitando la pérdida de señales críticas. Sin embargo, para impedir que una cantidad ilimitada de información general llegue a nuestra consciencia y que el cerebro sufra una sobrecarga, debemos recurrir a dos mecanismos principales: 1) Generar respuestas automáticas constantemente (p. ej. cambiar la velocidad del auto mientras manejamos), y 2) Detectar y resolver conflictos para facilitar la toma de decisiones.

Cuando una persona tiene que inhibir o bloquear respuestas, llevar a cabo un cambio de tareas o justo en el momento en el que tiene que seleccionar una respuesta, difícilmente estará segura al 100 % de la opción elegida; la toma de decisiones siempre tiene lugar en condiciones de incertidumbre. Esta incertidumbre, como se podrá deducir, es proporcional al número de respuestas en competencia entre las que se debe elegir: a mayor número de respuestas compitiendo, mayor incertidumbre.

El control cognitivo es un sistema de capacidad limitada que utiliza distintas estrategias cognitivas relacionadas con la selección de estímulos. Dado que solo se puede controlar un proceso sin la interferencia de otro, los sistemas atencionales (alerta, orientación y control ejecutivo) funcionan como moduladores del control cognitivo, permitiendo que se cumplan los objetivos establecidos. Estos procesos dependen de la actividad coordinada de grupos neuronales distribuidos en diferentes regiones del sistema nervioso central, y sirven al control cognitivo para reducir la incertidumbre, influyendo en el procesamiento de la información que accede a la conciencia, así como en las respuestas.

Por ejemplo, a nivel temporal, la alerta nos permite anticipar la próxima información que debemos procesar (estar preparados ante la inminente llegada de un estímulo), la orientación selecciona la información más relevante e importante que requiere ser procesada (dirigir nuestra atención al estímulo que nos importa, ignorando el resto de estímulos) y el control ejecutivo actúa para sesgar la parte relevante de la tarea en las etapas de procesamiento y respuesta (elegir la respuesta correcta a pesar de que existan más estímulos en competencia).

 

¿Es posible realizar una evaluación del control cognitivo?

A nivel conductual, el control cognitivo se puede evaluar con distintas pruebas diseñadas para que los participantes resuelvan un conflicto. Por ejemplo, en la tarea de Stroop (Stroop, 1935) se les muestra a los participantes una lista de palabras que son nombres de colores, escritas con una tinta de color distinto al nombre. Esta tarea es compleja debido a que las personas deben responder priorizando un proceso voluntario (denominación: responder cuál es el color de la tinta), suprimiendo, prácticamente al mismo tiempo, un proceso automático (lectura del nombre del color). Como estos estímulos participan en una especie de competencia, es necesario poner en marcha procesos de control (control cognitivo) que sean capaces de resolver este conflicto.

Otras investigaciones, especialmente las más recientes, también utilizan tareas como la Backward Majority Function Task-Masked (por sus siglas en inglés, MFT-M). En esta tarea, los participantes deben indicar con la mayor rapidez y precisión posible la dirección (izquierda o derecha) de la mayoría de las flechas presentadas en conjunto. Al procesar información en presencia de distractores irrelevantes para realizar una tarea específica, las personas deben filtrar activamente la información que distrae o inhibir las respuestas competitivas para implementar con precisión una respuesta; el desempeño eficiente en estas tareas se debe a la flexibilidad mental que permite el control cognitivo.

 

¿Se puede ver el control cognitivo en el cerebro?

Afortunadamente, sí. Desde hace algunas décadas, se han desarrollado técnicas de neuroimagen estructural y funcional para estudiar la anatomía y el funcionamiento del cerebro. Dichas técnicas permiten, entre otras cosas, relacionar la anatomía de las estructuras con los diferentes procesos cognitivos. En el caso del control cognitivo, muchas investigaciones lo relacionan con la corteza prefrontal o áreas específicas de esta, como la corteza cingulada anterior. Estas importantes estructuras trabajan de forma coordinada con otras que se ubican en partes más profundas de nuestro cerebro (como los ganglios basales), permitiéndonos sentir, percibir estímulos, así como preparar y ejecutar una conducta.

 

Hay que investigar más sobre el control cognitivo

El control cognitivo es un proceso de orden superior vinculado con la atención, la memoria, las funciones ejecutivas y la inteligencia. Nos permite seleccionar los pensamientos y las acciones apropiadas para cumplir con determinados objetivos, lo cual necesitamos hacer todos los días. A pesar de que su estudio en neurociencias no es nuevo, en fechas recientes, distintas investigaciones están desarrollando modelos que intentan explicar su funcionamiento de forma más precisa a través de su relación con otros procesos cognitivos.

Finalmente, es relevante seguir generando conocimiento vinculado con este complejo proceso para: 1) Validar nuevos modelos sobre control cognitivo que son capaces de explicar deficiencias en la coordinación de operaciones mentales, como resultado de un déficit funcional en áreas dentro de la red de control cognitivo, y 2) Desarrollar nuevas formas de evaluación que beneficien a la neuropsicología y a otros campos de la psicología.

 

 

Fan J. (2014). An information theory account of cognitive control. Frontiers in Human Neuroscience, 8, 680, 1-16. https://doi.org/10.3389/fnhum.2014.00680

 

Funes M. y Lupiáñez J. (2003). La teoría atencional de Posner: Una tarea para medir las funciones atencionales de Orientación, Alerta y Control Cognitivo y la interacción entre ellas.(2), 260-266. https://reunido.uniovi.es/index.php/PST/article/view/8117/7981

 

Sacks O. (1995). Un antropólogo en Marte. Barcelona: Anagrama. https://www.anagrama-ed.es/libro/compactos/un-antropologo-en-marte/9788433966889/CM_257