La ciencia ha comenzado a destacar el papel crucial de la microbiota intestinal en la salud de nuestros órganos y sistemas, incluido el sistema nervioso. La microbiota es el conjunto de microorganismos que habitan en el intestino y que nos acompañan desde el nacimiento hasta la muerte. La alimentación, especialmente con el consumo de fermentos —alimentos transformados por microorganismos— es clave para adquirir y mantener una microbiota saludable. En años recientes, el consumo de fermentos ha crecido, aumentando la ingesta de microorganismos beneficiosos para la microbiota. En este artículo exploramos si los fermentos pueden impactar la microbiota intestinal y, a su vez, contribuir al bienestar psicológico y a la salud del sistema nervioso.
Palabras clave: Alimentación, eje microbiota-intestino-cerebro, salud mental.
Isaac G-Santoyo Desde que nacemos, el cuerpo comienza a ser colonizado por miles de microorganismos que nos acompañarán hasta el último suspiro de vida, incluso más allá de él. Millones de bacterias, virus, hongos y otros microbios forman un ecosistema increíblemente diverso, distribuyéndose en piel, órganos, cavidades y mucosas. De todos ellos, los microorganismos más abundantes son los que residen en el intestino, conformando lo que se conoce como la microbiota intestinal. Estos microorganismos producen millones de moléculas que no solo permiten la comunicación entre ellos, sino que también controlan la actividad de una gran diversidad de células del sistema gastrointestinal, un sistema que desempeña funciones como la absorción de nutrientes o la modulación de señales de hambre y saciedad. Además, estas moléculas promueven la maduración y educación del sistema inmunitario, y recientemente se ha descubierto que también interactúan con numerosos tipos de neuronas y otras células del sistema nervioso, tanto periféricas como las que se encuentran en el cerebro. Las moléculas producidas por la microbiota intestinal incluyen mensajeros químicos, clave en la comunicación y en el funcionamiento adecuado del sistema nervioso. Por ejemplo, pueden producir directamente serotonina, fundamental para regular el estado de ánimo, la conducta del dormir y el apetito; dopamina, que está asociada con la motivación y sensaciones de placer, a la vez que juega un papel importante en la coordinación de movimientos; finalmente, ácido gamma-aminobutírico (GABA), un neurotransmisor fundamental del sistema nervioso central, ya que se encarga de disminuir la actividad de las neuronas cerebrales. Todos estos elementos químicos son cruciales para la regulación de emociones y de funciones cognitivas. La microbiota intestinal también puede influir en el funcionamiento del sistema nervioso de forma indirecta a través de moléculas que solo estos microorganismos pueden producir y las cuales activan o inhiben células del sistema nervioso. Un ejemplo son los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), producidos gracias a la digestión bacteriana de fibras, granos y otros productos vegetales. Finalmente, los microbios intestinales pueden influir en la permeabilidad de la barrera hematoencefálica que protege al cerebro de sustancias potencialmente dañinas, así como activar o inhibir la función inmunitaria, lo que influye en diferentes rutas de comunicación con el sistema nervioso. Al igual que cualquier ecosistema, la salud de la microbiota intestinal depende del tipo de organismos que la conforman, su diversidad y las redes de comunicación que establecen. Cuando alguno de estos elementos se altera por perturbaciones ambientales, como el uso de antibióticos o cambios en la dieta, la microbiota intestinal puede entrar en una condición conocida como disbiosis. Estas disbiosis pueden estar relacionadas con estados de salud mental desfavorables, como la depresión o la ansiedad, así como con enfermedades degenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, e incluso con trastornos del desarrollo como el autismo. Los estudios clínicos sobre la relación entre el consumo de fermentos y la salud mental son relativamente recientes, pero han arrojado resultados prometedores. Por ejemplo, uno de los trabajos pioneros encontró que el consumo de yogur fermentado durante cuatro semanas promovía una reducción significativa de la actividad en áreas del cerebro asociadas con el procesamiento emocional. Más recientemente, se mostró que el kéfir, un fermento de la leche, consumido durante ocho semanas, mejoró los síntomas depresivos en personas con síndrome de colon irritable, un trastorno que a menudo se asocia con ansiedad y depresión. Los fermentos también pueden influir en la salud mental a través de la reducción de la inflamación sistémica. La inflamación crónica de bajo grado es un factor de riesgo conocido para enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, el Alzheimer o trastornos del neurodesarrollo como el espectro autista. Los fermentos pueden reducir la permeabilidad intestinal e incluso de la barrera hematoencefálica, disminuyendo así la inflamación y sus efectos negativos sobre estos padecimientos. Utilizando ratones como modelo, se observó que el consumo regular de kéfir mejora los síntomas de ansiedad y depresión, y estos efectos estarían relacionados con cambios en la composición de la microbiota intestinal y con una reducción en la inflamación sistémica. No obstante, los estudios en humanos sobre estos efectos son escasos y, en la mayoría de los casos, se sabe poco del efecto de estos fermentos en la abundancia y diversidad de los microorganismos de la microbiota intestinal, antes y después de su consumo regular. Lo que sí sabemos es que muchos de los fermentos que se consumen en el mundo, son producidos por microorganismos que pueden formar parte de esta microbiota intestinal y que han sido estudiados por sus efectos sobre la salud. Algunos de ellos, incluso, han sido denominados «psicobióticos» para enfatizar su posible influencia benéfica en la salud mental. Entre los microorganismos presentes más comunes, se encuentran bacterias lácticas como Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus. plantarum y Lactobacillus bulgaricus; bifidobacterias como Bifidobacterium bifidum, Bifidobacterium longum y Bifidobacterium animalis; levaduras como Saccharomyces cerevisiae o Saccharomyces boulardii, y hongos como Aspergillus oryzae o Rhizopus oligosporus. Todos estos microorganismos han sido ampliamente estudiados por su capacidad para producir ácidos grasos de cadena corta u otros componentes neuroactivos como GABA, acetilcolina y glutamato, así como por su capacidad de modulación del sistema inmunitario, promoviendo pro o anti inflamación a nivel local e incluso a nivel del sistema nervioso central. Los fermentos naturales en México son una muestra de la rica diversidad culinaria del país. Los más estudiados, en cuanto a los microorganismos que los producen y sus posibles beneficios, son el tepache, bebida fermentada a partir de la cáscara y el corazón de la piña; el pulque, fermento elaborado a partir del aguamiel, el jugo extraído de la planta de maguey; el pozol, producido a partir de maíz fermentado; el chilate, hecho a base de cacao, arroz, canela y piloncillo, y, recientemente, se está explorando el colonche, bebida fermentada de la tuna cardona (tuna roja) que se consume en la región conocida como Gran Tunal en los estados de Guanajuato, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas y Jalisco. A estos fermentos se les han descrito diferentes propiedades benéficas en la población mexicana, tales como el aumento en la producción y biodisponibilidad de nutrientes como calcio, hierro, vitaminas (B, principalmente) y aminoácidos esenciales. Por otro lado, también se ha descrito que pueden tener beneficios antioxidantes y antiinflamatorios, lo que podría contribuir a la prevención de enfermedades crónicas asociadas al sistema nervioso. A pesar de existir evidencia que sugiere que la incorporación de estos microorganismos a través del consumo de fermentos puede ser una estrategia prometedora para promover la salud de la microbiota, el número de trabajos clínicos que evidencian cambios en la microbiota, en su salud y en la salud de quienes los consumen, es extremadamente escaso; en cuanto a los fermentos de origen mexicano, aún no hay investigaciones. El estudio de la microbiota está dirigiendo gran parte de sus esfuerzos hacia un mayor conocimiento de la ciencia aplicada de la microbiota en la salud humana, con énfasis en el uso de fermentos. Además de la necesidad de mayor evidencia, es crucial consumir fermentos de manera adecuada y segura. Algunos, si no se preparan correctamente, pueden contener microorganismos patógenos, por lo tanto, se recomienda seguir prácticas seguras de fermentación y buscar fermentos que cumplan con estándares de calidad. La intersección entre fermentos, microbiota y salud mental representa un campo de investigación fascinante y prometedor. La idea de que lo que comemos puede influir en nuestro cerebro y emociones, abre nuevas posibilidades para la prevención y el tratamiento de trastornos mentales. Aunque todavía queda mucho por descubrir, la evidencia actual sugiere que incluir fermentos en la dieta podría ser un paso simple, pero poderoso hacia una mejor salud mental. Con el avance continuo de la ciencia, es posible que, en el futuro, los fermentos sean reconocidos no solo por sus beneficios digestivos, sino también como una herramienta clave en el cuidado de la mente. Aquí, el estudio de la microbiota con el uso de fermentos tradicionales mexicanos será clave, no solo para explorar sus efectos en la salud, sino también para cambiar la percepción social de estos productos. El consumo de fermentos tradicionales en nuestro país tiene un valor cultural significativo y forman parte de la identidad gastronómica popular del México contemporáneo que formó parte de ese México precolombino.
Mayer E. (2017). Pensar con el estómago: Cómo la relación entre digestión y cerebro afecta a la salud y el estado de ánimo. Grijalbo. https://www.amazon.com.mx/Pensar-est%C3%B3mago-relaci%C3%B3n-digesti%C3%B3n-cerebro-ebook/dp/B072R47555 Morais L.H., Schreiber IV H.L. y Mazmanian S.K. (2021). The gut microbiota–brain axis in behavior and brain disorders. Nature Reviews Microbiology, 19(4), 241-255. https://doi.org/10.1038/s41579-020-00460-0 Yong E. (2017). Yo contengo multitudes: Los microbios que nos habitan y una mayor visión de la vida. Debate. https://archive.org/details/yocontengomultit0000yong
Resumen
Profesor Titular, Laboratorio de Neuroecología Cognitiva,
Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, Coyoacán. Ciudad de México, México.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.La microbiota intestinal: Un ecosistema complejo que hace vibrar a nuestro cerebro
Fermentos y salud mental
Los fermentos son alimentos que han sido transformados por la acción de microorganismos como bacterias, hongos o levaduras, a través de un proceso llamado fermentación. Durante este proceso, los microorganismos descomponen azúcares y otros componentes del alimento, produciendo compuestos como ácidos grasos de cadena corta, gases y alcoholes. Como resultado, los fermentos son ricos en microorganismos vivos llamados probióticos y en una variedad de compuestos bioactivos.
Fermentos naturales mexicanos, ¿una perspectiva local para promover la salud?
¿Hacia dónde vamos?
Conclusiones prometedoras
Fermentos, microbiota y salud mental: un vínculo sorprendente
Año 14 / Número 79 / 2025
RECIBIDO: 11/11/2024; ACEPTADO: 29/11/2024; PUBLICADO: 14/02/2025