Aracely Yael Valdez-Ruiz Gabriela Rodríguez-Arellanes. Aquí te hablaremos de Histoplasma capsulatum, un microorganismo que pudo originalmente ser clasificado como un protozoario, pero que realmente es un hongo capaz de infectar a caballos y perros. La confusión fue debido al dimorfismo que presenta, ya que es un hongo filamentoso y levaduriforme unicelular, de ahí considerarlo «doble cara». Causa la histoplasmosis, una micosis con síntomas muy parecidos a los del resfriado común. En los casos más graves, puede provocar insuficiencia respiratoria o la muerte. Durante la construcción del canal de Panamá, un investigador de nombre Samuel Taylor Darling se encontraba buscando protozoarios del género Leishmania para identificar la causa de muerte de varios trabajadores. En noviembre de 1905, mientras realizaba la necropsia a un hombre que había fallecido de una enfermedad que producía fiebre e inflamación del hígado, observó en el microscopio las células alveolares (del pulmón) y notó que dentro de ellas se encontraban unos microorganismos ovalados, de 1 a 6 micras de diámetro, protegidos por una cápsula translúcida. Ante este descubrimiento, y el reporte de más muertes por esta enfermedad, Darling clasificó al microorganismo como un protozoario, pues era muy similar a lo que encontraba cuando reportaba leishmaniasis, y le llamó Histoplasma capsulatum. El nombre científico elegido por Darling para el nuevo patógeno es bastante descriptivo. El nombre del género está compuesto por el prefijo de origen griego histo, que significa ‘tejido’, indicándonos que el microorganismo fue encontrado en los tejidos; y plasma, haciendo referencia a una sustancia translúcida observada alrededor de este. Cambiando del griego al latín, capsulatum es la parte del nombre que se refiere a la especie y viene de cápsula, refiriéndose a que el (supuesto) protozoario descrito tenía una cápsula, dando la apariencia de estar envuelto. Los hallazgos de Darling no fueron más que el inicio de muchos otros estudios que se realizaron en torno a H. capsulatum. En 1912, en Brasil, Henrique Da Rocha Lima revisó los trabajos de Darling y los comparó con los suyos hechos en caballos. Sus cuidadosas observaciones le hicieron notar que no se trataba de un protozoario, por lo que reasignó este microorganismo al reino de los hongos (Fungi), manteniendo el nombre científico propuesto por Darling. En 1939, William De Monbreum, confirma que se trata de un hongo y demuestra que es capaz de infectar a otros animales, como los perros, y describe una de las principales características de este hongo: el dimorfismo. Dimorfismo (di=dos; morfo=forma) es una manera de decir que un ser vivo tiene dos versiones o formas. H. capsulatum es considerado dimórfico debido a que puede hallarse como un hongo filamentoso y multicelular (similar al que observamos en el pan enmohecido) cuando coloniza sustratos en el ambiente exterior (por ejemplo, excremento de aves o murciélagos), o como un hongo levaduriforme unicelular (forma de levadura) cuando infecta el sistema respiratorio de los mamíferos hospederos. ¿Qué provoca el cambio de forma en este hongo? Al parecer, los niveles de temperatura, pH y potencial de óxido reducción, entre otros, asociados al cambio de ambiente desencadenan el cambio de forma. La forma filamentosa del hongo crece favorablemente en lugares como cuevas y otros refugios de murciélagos, sitios de descanso de aves silvestres, corrales de aves de granja y nidos de palomas en iglesias, debido a su alto contenido de nutrientes como nitrógeno y fósforo. En estos espacios, la temperatura moderadamente cálida (25 °C a 30 °C), la humedad relativa mayor al 60 % y la poca incidencia de luz, conforman un ambiente ideal para el desarrollo de este hongo. Es ahí donde el micelio (como se conoce a esta forma de crecimiento filamentoso) produce esporas unicelulares de dos tamaños llamadas macro y microconidios, que son las que se dispersan en el aire y, al ser inhalados por algún mamífero, pasan a la fase de levadura. Una vez dentro del hospedero, la levadura es atacada y comida por los macrófagos del sistema inmune, quienes al recorrer los tejidos del cuerpo transportan en su interior al nuevo patógeno. Así se produce la enfermedad de Darling, también conocida como micosis del viajero, enfermedad de las cuevas o histoplasmosis pulmonar. La histoplasmosis es, por tanto, una micosis (mico= hongo; sis= infección) sistémica con síntomas muy parecidos a los del resfriado común que, como mencionamos al principio de este artículo, en los casos más graves puede provocar insuficiencia respiratoria o la muerte. Como ya se ha mencionado, el excremento de aves como gallinas, palomas, zanates o estorninos, así como el guano de murciélagos, son los sustratos más frecuentes en donde H. capsulatum se desarrolla en fase micelial. Entonces, ¿es un riesgo tener aves de corral, convivir con palomas o visitar cuevas donde habitan murciélagos? La respuesta corta es sí, pero el nivel de riesgo varía según las circunstancias. Por un lado, parece que las condiciones ambientales, como el frío, el calor y la humedad extremos, reducen las probabilidades de encontrar la forma micelial del hongo. Para que se desarrolle la enfermedad intervienen, además, factores como las características inmunológicas del hospedero, la cantidad de esporas inhaladas y la capacidad infectiva del hongo. Si bien H. capsulatum es un hongo que podemos encontrar en el ambiente, no es un hecho que vayamos a desarrollar histoplasmosis una vez que entramos en contacto con él. Como ya se mencionó, dependerá de muchos factores. Por ejemplo, si alguien que se encuentra inmunosuprimido (con las defensas bajas) se expone a una mínima cantidad de esporas, es probable que se enferme, como ocurre con muchas personas que padecen SIDA. Por el contrario, si alguien goza de un sistema inmune eficiente e inhala una cantidad considerable de esporas, es posible que no manifieste síntomas, ya que su cuerpo lo resolverá. Ahora bien, si una persona inmunocompetente (excelente sistema inmune) inhala esporas de un hongo con una gran capacidad de infectar, existe alguna posibilidad de que desarrolle la enfermedad. Al no existir vacunas y ser un hongo con el que podemos convivir sin saberlo, compartimos estas medidas para poder tener una sana convivencia con aves o murciélagos que puedan refugiarse cerca de nuestras casas o en los sitios que visitamos.
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Estudiante de biología,
División Académica de Ciencias Biológicas,
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Villahermosa, Tabasco.
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Académico Titular, Laboratorio de Inmunología de Hongos,
Unidad de Micología, Departamento de Microbiología y Parasitología,
Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México.
Ciudad de México.
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