Isela E. Zermeño-Hernández Moisés Méndez-Toribio. Los bosques tienen un asombroso superpoder para recuperarse después de una catástrofe, una habilidad que se conoce como regeneración natural, permitiendo la recuperación de la cobertura vegetal. En este artículo te explicamos qué es la regeneración natural, un asombroso poder de los bosques. Hace tiempo, fui de vacaciones con mi familia. Durante el viaje vimos un incendio aparatoso en la carretera. Una de mis hijas me preguntó: ¿Qué pasa después de que se destruye un bosque, mami? ¿Las plantas vuelven a crecer o es necesario hacer algo para recuperar lo que se quemó? Estas preguntas de una niña de preescolar, con respuestas quizá muy lógicas y predecibles, tienen explicaciones complejas cuyos procesos se han descrito tras años de investigación en el campo de la ecología vegetal. Después de una catástrofe, como ese incendio que vimos, podríamos pensar que los bosques necesitarían de acciones humanas para su recuperación, como hacer plantaciones o llevar semillas. Sin embargo, les contaba a mis hijas que los bosques tienen un superpoder que les permite recuperarse casi siempre por sí solos sin la intervención humana. Este superpoder se conoce como regeneración natural y se define como aquellos cambios ocurridos en el espacio y en el tiempo, de individuos, poblaciones y especies en las comunidades vegetales que permiten la recuperación de la cobertura vegetal. Parece muy compleja esta definición, pero, en otras palabras, la regeneración natural es un mecanismo que les permite a los bosques recuperarse después de que un evento de origen natural o humano afectó al ecosistema (disturbio). Pensando en el universo de los superhéroes, sería algo así como el superpoder que tiene aquel antihéroe con capacidad de autorregenerarse (Deadpool), sí, el que lleva un disfraz rojo y usa palabras altisonantes al que, si le cortan una mano o una pierna, le crece de nuevo; si le hacen una herida, sana por sí sola; podríamos decir que sobreviviría a casi cualquier escenario. La recuperación de un bosque es un proceso complejo que depende de varios factores. Para entender cómo se recupera un bosque que ha sufrido algún disturbio, debemos partir del hecho de que los ecosistemas naturales son dinámicos, y tanto las especies como el ambiente cambian con el tiempo. Los bosques enfrentan disturbios recurrentes como el paso de huracanes, terremotos, inundaciones, incendios, heladas, sequías e incluso erupciones volcánicas. Todos estos fenómenos, de origen natural, modifican la cantidad de biomasa, la estructura de la vegetación, su composición y la diversidad de especies originales. Estos disturbios son fenómenos naturales en el planeta que regulan las poblaciones y comunidades de plantas y animales. Mientras que los poderes del antihéroe mencionado anteriormente fueron resultado de un experimento que cambió su estructura genética y logró darle algunas habilidades regenerativas, la capacidad que tienen los bosques para recuperarse ante ciertos disturbios es producto de miles de años de selección natural, adaptación y evolución de las plantas. Por ejemplo, la formación de claros por la caída de árboles o ramas grandes en bosques húmedos, o los incendios de baja intensidad en bosques templados, son disturbios que fomentan la renovación de la vegetación. Estos eventos generan condiciones y nuevos espacios que promueven el aumento de individuos y especies. En los bosques húmedos, la cantidad de luz que llega al suelo es escasa debido a las numerosas capas de vegetación (estratos) y árboles de hasta 30 metros de altura. Un dato interesante es que algunas plantas han permanecido hasta 40 años como plántulas bajo esas condiciones de penumbra. Estas «plantas bebés», de no más de un metro de altura, esperan pacientemente la formación de un claro que genere suficiente luz para crecer y alcanzar la copa del bosque. ¿Te imaginas esperar 40 años solo para comenzar a crecer? ¡Es asombroso! Una vez establecidas y desarrolladas las especies ganadoras —que generalmente son las que aprovechan mejor la luz y crecen rápidamente (pioneras)—, se generan nuevas condiciones de luz bajo su dosel. Este nuevo ambiente favorece a las especies adaptadas a crecer en condiciones sombrías (tardías). A través de este proceso las especies se sustituyen y la permanencia de uno de los ecosistemas más diversos del planeta es posible ¡Extraordinario! ¿No creen? Otro ejemplo interesante es la dinámica de los bosques templados, como los de pino, ¡sí!, esos que usamos para poner las esferas y decoraciones en Navidad. En ellos, la luz no es un factor limitante porque son bosques con solo dos o tres estratos, los pinos son menos abundantes y, en consecuencia, interfieren poco con la llegada de luz debajo de los árboles. En estos bosques, la caída de relámpagos suele ser el principal factor natural que provoca incendios forestales. La hojarasca (hojas secas) y ramas secas acumuladas en el suelo son el combustible que, ante la caída de un rayo, provoca que se propague el fuego. Cuando los incendios ocurren de manera frecuente (entre 3 y 15 años), estos afectan solo la materia orgánica acumulada, las hierbas y los arbustos. Esta dinámica ha moldeado por siglos las especies que habitan en este ecosistema y actualmente muchas especies presentan adaptaciones a los incendios, como la presencia de conos (estróbilos) que necesitan del fuego para abrirse y liberar sus semillas (serótinos). Algunas especies de pino presentan autopoda, eliminando ramas secas y reduciendo el riesgo de que un individuo muera por un incendio. Además, muchas especies que habitan los bosques templados tienen cortezas gruesas y alta capacidad de rebrotar, todas adaptaciones que les permiten sobrevivir a un incendio. El superpoder del bosque para regenerarse puede activarse siempre y cuando existan suficientes propágulos y se presenten condiciones ambientales adecuadas para el crecimiento y desarrollo de las plantas (calidad de sitio). Los propágulos son semillas o plantas que llegaron o sobrevivieron después de un disturbio. Las principales fuentes de propágulos son: (1) el banco de semillas que son semillas acumuladas en el suelo del bosque, (2) la lluvia de semillas que son aquellas que llegan por el viento, animales o árboles semilleros que permanecieron después del disturbio y (3) el banco de plántulas y el banco de rebrotes, plantas que sobrevivieron en el suelo forestal o árboles que se rompieron y pudieron retoñar. Por otro lado, la calidad de sitio comprende los recursos disponibles para la germinación de semillas, el establecimiento y crecimiento de las plantas en el suelo, como el agua, la luz, los nutrientes y las condiciones fisicoquímicas del suelo; también incluye la presencia de interacciones bióticas como la dispersión de semillas por animales, la competencia por recursos y la depredación de semillas y plántulas. Sin embargo, la disponibilidad de propágulos y la calidad de sitio dependen a su vez de la magnitud del disturbio. Recordando nuevamente el incendio que vimos en la carretera con mis hijas, se sabe que nueve de cada diez incendios en México son causados por los seres humanos. Por lo tanto, es muy probable que haya sido originado porque alguien decidió quemar su parcela, hizo una fogata o tiró un cigarrillo en el camino y el fuego se propagó sin control. Así, los disturbios que ocurrían de manera natural cada cierto periodo de tiempo ahora son más frecuentes e intensos. Además, suceden en ecosistemas sin adaptaciones evolutivas para sobrevivir al fuego. Por ejemplo, en los bosques secos y húmedos, donde muchas especies no pueden rebrotar y sus semillas mueren al estar expuestas a temperaturas altas, un incendio se convierte en una gran amenaza. Sería el equivalente de la exposición a rayos antirregenerativos para Deadpool o a la criptonita para Superman. Con todo ello, se inhibe el proceso de regeneración, provocando la pérdida de numerosas especies de plantas y animales, además de que se pierden numerosas contribuciones que estos bosques nos ofrecen. Pensemos en la regulación de los ciclos climáticos, la infiltración de agua y recarga de los acuíferos, la provisión de alimentos y materias primas, entre otros. Todas estas contribuciones de la naturaleza se pierden al exponer a los bosques a eventos de disturbios que alteran su dinámica natural, porque, al igual que la mayoría de los superhéroes, cada ecosistema es vulnerable a diferente tipo y magnitud del disturbio. Pero, ¿por qué son cada vez más frecuentes los incendios, inundaciones, huracanes y sequías? ¿Qué papel tenemos las sociedades humanas en estos cambios globales? Cada vez se documenta mejor que al usar los recursos naturales y transformar los ecosistemas para producir alimentos, materias primas y zonas habitacionales, hemos cambiado la severidad, frecuencia, duración y magnitud de los disturbios. Por ejemplo, cada vez se deforestan más bosques para cultivos extensivos, como las plantaciones de palma de aceite en Chiapas, los pastizales para ganado en Veracruz o los cultivos de soya en Brasil. Al crear estas grandes extensiones de tierra sin cobertura vegetal, se reduce la capacidad de movimiento de los animales que dispersan semillas, como aves, murciélagos, pequeños mamíferos e incluso primates. Cuando se abandonan estas parcelas, la regeneración natural dependerá solo de las semillas acumuladas en el suelo. Pero si, además, muchas de estas plantaciones utilizan prácticas de manejo dañinas para preparar el suelo como el fuego, agroquímicos y maquinaria pesada, tampoco habrá semillas acumuladas en el suelo ni plántulas después del cultivo. Además, estas prácticas consumen agua y nutrientes, generan compactación en el suelo y eliminan interacciones bióticas importantes para el desarrollo de las plantas. Por tanto, estos sitios donde la regeneración natural debería cubrir el suelo podrían estar sin una sola planta por años. Existen casos documentados donde los campos agrícolas se llenan de una especie invasora, como el helecho petatillo (Pteridium sp), que impide el crecimiento de especies locales. Es como si el bosque hubiera perdido su superpoder y dependiera de la intervención humana para recuperarse. Por lo tanto, retomando la pregunta que hizo mi niña, podríamos decir que los bosques pueden regenerarse por sí mismos gracias a su habilidad para recuperarse de los disturbios. Sin embargo, si las actividades humanas generan disturbios nuevos, o alteran su frecuencia, duración o severidad de manera extrema, los bosques pierden este superpoder, y dependerán de las intervenciones humanas para recuperar la cobertura vegetal, funciones o servicios ecosistémicos. En este escenario, entra en juego la restauración ecológica como una práctica que ayuda a recuperar cobertura forestal, estructura, composición y funcionalidad original de un ecosistema dañado, degradado o destruido; pero esta es otra historia… que te invitamos a explorar en otro capítulo de Saber Más. Imágenes de autoría propia.
Martínez-Ramos M. y García-Orth X. (2007). Sucesión ecológica y restauración de las selvas húmedas. Boletín de la Sociedad Botánica de México, (80), 69-84. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=57708008 Zermeño-Hernández I., Pingarroni A. y Martínez-Ramos M. (2016). Agricultural land-use diversity and forest regeneration potential in human-modified tropical landscapes. Agriculture, Ecosystems & Environment, 230, 210-220. https://www.iies.unam.mx/laboratorios/ecologia-manejo-bosques-tropicales/wp-content/uploads/2016/09/Zerme%C3%B1o_et_al-2016-AEE.pdf
Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías.
Investigadora por México.
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Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
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Centro Regional del Bajío. Pátzcuaro, Michoacán.
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¿Cómo se activa el superpoder de la regeneración natural?