La agricultura y el humano. ¿Podemos cambiar nuestro destino?

Escrito por Iván Oros Ortega y Luis Lara Pérez

Iván Oros-Ortega.
Profesor Investigador, Laboratorio de Estudios Avanzados en Agroecosistemas,
Tecnológico Nacional de México,
campus Instituto Tecnológico de la Zona Maya.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Luis Lara-Pérez.
Profesor Investigador, Laboratorio de Estudios Avanzados en Agroecosistemas,
Tecnológico Nacional de México,
campus Instituto Tecnológico de la Zona Maya.
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El humano y la agricultura

El humano apareció en la tierra hace relativamente poco tiempo, claro, si lo comparamos con la historia del planeta. Durante miles de años fuimos una especie que se comportó como las demás especies de animales. En un principio, nos dedicábamos a la caza, a la recolección de semillas, granos, hojas, frutos y flores para utilizarlos como alimento, abrigo, herramientas, etc. De esa forma empezamos a relacionarnos con la naturaleza para conseguir especies que nos pudieran brindar alivio a ciertas enfermedades o incluso ciertos gustos o placeres.

Dicho lo anterior, es fácil suponer que nuestra creatividad e inteligencia nos ayudó a sobrevivir en ese ambiente hostil y generar así estrategias para permanecer vivos en una tierra primitiva, al menos, para los seres humanos. Hasta hace unos doce mil millones de años, todavía no habíamos generado un gran impacto en nuestro planeta. Gracias a su inteligencia, el humano logró observar e imitar a las plantas, comenzó a explorar su entorno y, en un hecho maravilloso, consiguió de manera más ordenada cultivar algunos de sus alimentos.

Se estima que fue apenas hace unos diez mil años que el cultivo de alimentos se extendió de manera más amplia. Fue así, que aquellos homínidos, los cuales durante mucho tiempo presentaron un estilo nómada, ahora empezaban a inventar un sistema para sobrevivir: la agricultura. Este nuevo sistema cambió para siempre el propio destino de todo un planeta. En este andar, el humano, además de seleccionar granos y semillas, fue aún más atrevido, ya que empezó a domesticar y a alimentar distintas clases de animales. ¿Con cuál objetivo? Como herramienta de trabajo, para comerlos o, incluso, más fascinante aún, solo como compañeros.

El invento de la agricultura fue crucial para que el ser humano pudiera iniciar un impresionante desarrollo. Muchos científicos e historiadores discuten, apasionadamente, que este hecho fue el puente y el inicio de nuestro mundo civilizado. También permitió que, una recién nacida especie, se desarrollara; logró reinventar la experiencia y el entendimiento del mundo desde facetas tan diversas, como la invención de una sociedad organizada, la guerra, la política, el arte, la cultura y la ciencia.

 

 

 

La agricultura y sus consecuencias

Desafortunadamente, este avance de la humanidad trajo consigo consecuencias ambientales drásticas, directas e indirectas, como el cambio climático, la deforestación, la pérdida de fertilidad de los suelos y la desaparición local, regional y global de la biodiversidad. El concebir este mundo industrializado ha llevado a la sobreexplotación de los recursos naturales de manera intensiva. Por mínimo que parezca, el siguiente dato que les mencionaré es perturbador: entre el 2000 y el 2020, la proporción de superficie forestal del planeta disminuyó casi uno por ciento de la superficie total. Es decir, que en 20 años perdimos casi 100 millones de hectáreas de bosques a nivel mundial. Esto es comparable con la superficie total de Egipto o casi la mitad de nuestro país.

Con el desarrollo de la agricultura, así como el avance en la medicina y la invención de la industria, se promovió el crecimiento poblacional, así como una mayor longevidad, por lo que hoy día estamos muy cerca de ser diez mil millones de habitantes en el mundo. Actualmente, un tercio de la superficie terrestre está dedicado exclusivamente al establecimiento de cultivos agrícolas. Aunado a lo anterior, nuevamente con la creatividad del humano, hace unos setenta años empezamos a explotar los combustibles fósiles para incrementar la producción de alimentos. Este evento fue más notorio en épocas de crisis. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial se popularizó el uso de fertilizantes químicos y plaguicidas.

 

La importancia del suelo en el avance de la agricultura

Durante mucho tiempo creímos que el suelo era un elemento inerte y sin vida, únicamente como una estructura física que albergaba nutrientes y humedad para permitir a las plantas nacer y desarrollarse. No obstante, está bien documentado que es un elemento dinámico que alberga una impresionante biodiversidad de organismos. A pesar de lo valioso que es el suelo, desde que iniciaron los cultivos a gran escala, este recurso ha sido drásticamente dañado. Desde hace muchos años, investigadores de todo el mundo se han dado a la tarea de estudiar el suelo. Por ejemplo, descubrieron que las lombrices son imprescindibles para brindar nutrientes y estructurar el suelo.

Asimismo, encontraron diversos organismos como pequeños insectos (micro artrópodos) y grandes insectos (macro artrópodos), tales como hormigas y escarabajos, que brindan la funcionalidad al suelo. Un dato por demás relevante es que se descubrió, hace unos 140 años, la existencia de pequeños hongos que se asocian de forma simbiótica con las raíces de las plantas: los hongos micorrícicos. Las evidencias sugieren que fueron estos hongos quienes, hace unos 450 millones de años, ayudaron a que las plantas acuáticas pudieran colonizar ahora los ambientes terrestres.

En las últimas décadas, se ha descubierto que las bacterias, unos de los seres más diminutos que existen en el planeta, son vitales para mantener la fertilidad de los suelos. En los sistemas de producción agrícola, la diversidad de microorganismos incluye a bacterias que fijan un elemento que es fundamental para las plantas: el nitrógeno. Estos pequeños organismos también ayudan a las plantas a transformar algunos nutrientes y convertirlos en formas asimilables, además se encargan de transportar, a lo largo del suelo diversos, nutrientes para el desarrollo vegetal y, como buenos compañeros, son fundamentales para ayudar en momentos de estrés de las plantas. Ante este panorama, es preciso reunir toda esta información de forma sistemática y confiable, de tal suerte que nos permita contribuir de forma sostenible al desarrollo agropecuario.

 

 

 

El reto: nuevos paradigmas en la producción de alimentos

Por otra parte, la crisis alimentaria no es solo por la forma en la que producimos alimentos, sino también por la forma en que los consumimos. Estos alimentos se pierden tras la cosecha, el almacenamiento y la elaboración, principalmente en los países de primer mundo. La ganadería extensiva ha sido una de las actividades más perjudiciales para el ambiente, contribuyendo de gran forma el aumento del efecto invernadero, principalmente, por las liberaciones de un gas que se llama metano. En este sentido, producir carne tiene un costo de agua muy alto por las grandes extensiones de terreno y agua requeridas. La próxima ocasión que piensen en consumir carne, debemos pensar que un kilogramo de este producto puede costar unos quince mil litros de agua.

Sin ser pesimista, si continuamos existiendo con las prácticas convencionales, las tecnologías de producción de monocultivos en grandes extensiones dependientes de insumos químicos, así como los estilos de vida actuales, durante los próximos años, nos enfrentaremos a un mundo aún más difícil para vivir. Se agudizará una carestía alimentaria global, inflación, falta de agua, así como falta de tierra cultivable, energía y recursos en general. Hay quienes incluso mencionan que viviremos una crisis similar a la posguerra. Por ello, la sociedad, los gobiernos y las escuelas tienen el reto de construir nuevos modos (paradigmas) en la producción de alimentos.

Estos, necesariamente, deben integrar el respeto por la vida, la sociedad, la cultura, los conocimientos tradicionales como la milpa maya, o bien las chinampas, como lo hacían los mexicas, aunado a promover el uso y conservación de la biodiversidad. Estos paradigmas los han empezado a diseñar los gobiernos, los centros de investigación y las escuelas de nuestro país. Requerimos continuar con los esfuerzos por conocer los procesos que hacen funcionar la vida en los ecosistemas y la relación entre la naturaleza y el hombre.

Cubero J.I. (2018). Historia general de la agricultura. De los pueblos nómadas a la biotecnología. Editorial Almuzara, Colección Guadalmazán y Divulgación Científica, 217 p. https://agroicultura.com/general/wp-content/uploads/2021/11/Libro-Cubero-copia.pdf

Jácome A.G. (1999). Agricultura y sociedad en México: Diversidad, enfoques, estudios de caso. Universidad Iberoamericana. 333 p. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=TEbPXMoXm2QC&oi=fnd&pg=PA7&ots=G4QBFI--ld&sig=nmvKE9grwFZgKdphxaiFtaOSQ_I#v=onepage&q&f=false

Tilman D., Fargione J., Wolff B., D’Antonio C., Dobson A., Howarth R., Schindler D., Schlesinger W.H., Simberloff D. y Swackhamer D. (2001). Forecasting agriculturally driven global environmental Change. Science, 292(5515), 281-284. https://doi.org/10.1126/science.1057544