El burro y su influencia en los mexicanos

Escrito por Mauricio Perea Peña y Selene Ramos Ortiz

Mauricio Perea-Peña.
Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Selene Ramos-Ortiz.
CONAHCyT-Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro». Es el párrafo de un libro que millones de mexicanos en la niñez tuvimos que leer y que nos llevó a conocer una criatura noble y carismática, conocida como «burro, asno, borrico, pollino», animal doméstico cuadrúpedo de la familia de los caballos, que deambulaba de manera cotidiana afuera de las casas o mercados locales mexicanos, con unos costales acuestas, ya sea de madera o tierra de encino.

En México, al comenzar el siglo XXI, desafortunadamente, el burro (Equus africanus asinus) es reconocido como uno de los mamíferos mexicanos en peligro de extinción, debido a la disminución de su uso en prácticas de transporte y carga con importancia económica; siendo una ayuda indispensable para el campesino, ha sido sustituido paulatinamente por las máquinas agrícolas y por el desarrollo de los modernos medios de transporte.

A pesar de ello, poco se ha hecho para mantener a este equino mexicano, al contrario, a través de siglos de mala alimentación (bajo nivel nutricional y barata), pérdida de poblaciones silvestres, aislamiento geográfico, cruza entre parientes cercanos y abusos en todos los sentidos, los burros presentan actualmente defectos de conformación, especialmente, de sus extremidades (patas cortas y osamenta delgada, principalmente en las hembras) comparados con sus ancestros europeos de hoy.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ONUAA), o más conocida como FAO, en 2007 señaló la desaparición de razas domésticas de ganado a finales del siglo XX, perdiendo seis de manera mensual a nivel mundial en países de primer mundo, en el caso de la especie asnal, existe un total de 156 razas de burros. Para nuestro país se ha observado un descenso dramático en las últimas cuatro décadas. A principios del siglo XXI, se registraron 581 000 individuos, de tal manera que se ha disminuido el inventario nacional de burros en un 80 %, aproximadamente. De seguir a esa velocidad —sin ser catastróficos—, el burro en México estaría en peligro de desaparecer a mediano plazo en un contexto biológico —solamente podríamos encontrarlos en museos o zoológicos—, convirtiéndose en una especie de estudio de los evolucionistas o paleontólogos.

 

 Fotografía: Ramos-Ortiz (2021)

 

¿Y qué sabemos del origen del burro doméstico?

Remontémonos primero a su origen. Darwin propuso una teoría, en la cual plantea «un único tronco común africano, del que luego derivaron todas las razas asnales actuales. Aranguren, 2002» y en realidad no estaba tan equivocado. Estudios recientes de ADN permitieron sostener el origen, arrojando datos de 259 burros domésticos de 52 países, siendo África el continente de origen, hace aproximadamente unos cinco mil años. Se conoce desde entonces, a partir del árbol genealógico asnal, que los burros han sido movilizados y muy intensamente comercializados en todo el mundo, hasta llegar a nuestro continente americano.

Los primeros burros de América los trajo Cristóbal Colón en 1502 —«sin que con esto parezca que hablamos de sus congéneres» (con el intercambio de especies)— y fueron utilizados entre los indígenas en la época colonial y aun después para el trabajo en minas, agricultura, transporte y abastecimiento de víveres a ciudades y pueblos.

 

El burro en México

Enfocándonos en tierra nacional, el origen del burro mexicano procede de la cruza de razas españolas introducidas en la Nueva España después de la conquista. Se sabe que durante más de 500 años los burros fueron criados por poblaciones indígenas y campesinas de nuestro país, llevándolos a su adaptación local por presión ambiental a las diversas regiones geográficas, ecológicas y a condiciones precarias resultado de la población que los alberga, manteniéndose actualmente así en zonas rurales, principalmente, del centro y sur de México. Además, la cría y explotación de los híbridos «mulas y burdéganos» han tenido también un impacto similar o de mayor trascendencia, debido a que heredaron características sobresalientes de los padres.

El informe sobre la situación de los Recursos Genéticos Pecuarios (RGP) de México, menciona que, en la época de los 70 del siglo pasado, más del 62 % de la superficie cultivada en territorio nacional se realizaba con tracción animal, utilizando principalmente a los equinos. Actualmente, el burro mexicano es aprovechado en un sistema de producción familiar a pequeña escala, ubicándolo en regiones de trópico seco y templado, utilizándolo como animal de trabajo, siendo en muchas ocasiones pieza fundamental en la economía familiar (transporte de materias primas y alimentos).

 

 

 

¿Por qué es importante conocer y mantener a esta especie doméstica?

El burro tiene ventajas con respecto a otras especies, entre las que destacan: su gran capacidad de adaptación a nivel local como regional; es generador de ingresos extras al ser rentado por su propietario; y no menos significativo, es un animal de trabajo, apto para cargar hasta 50 kg. Como bien se ha mencionado, la dieta del burro es más barata con respecto a los caballos, su aparato digestivo es más resistente, esto debido a que comen alimentos de la región sin tener necesidad de una dieta especial, permitiéndoles consumir más variedades de plantas y extraer de forma más eficiente el agua de los alimentos a diferencia de sus parientes equinos.

Otra de sus fascinantes cualidades es que se considera un animal social al poder convivir fácilmente con otros animales de granja por su temperamento tranquilo; es una especie longeva que puede vivir entre 30 y 40 años; es sumamente resistente a enfermedades lo que le permite adaptarse fácilmente a su entorno —hasta para vivir en el desierto—; con sus grandes orejas, detectan frecuencias de audio imperceptibles para el humano y disipan su calor corporal; y con su olfato, detectan olores a 10 km de distancia.

Es escasa la información del burro mexicano. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inició estudios en la década de 1990, pero enfocándose en el peso, edad en que empiezan a trabajar, años productivos, peso de cargas y tiempo en que las transportan. No hay investigaciones sobre estudios ecológicos, reproductivos y de manejo, aun sabiendo la disminución de las poblaciones asnales —como se ha mencionado— y su importancia en la cultura mexicana.

 

 Tomado de http://Burrolandia.mx

 

 El burro y la cultura mexicana

El burro tiene una influencia cultural en la sociedad mexicana. Podemos escuchar mencionarlo en la música popular: «Con mi burrito sabanero voy camino de Belén», «Arre borriquito, arre burro arre, anda más deprisa que llegamos tarde», o por el memorable Cri-Cri: «Ay burrito no seas burro, ni tampoco seas llorón». Verlos en películas del Cine Mexicano de Oro, donde aparecen por doquier o en los juegos populares, tales como «la lotería» o «ponle la cola al burro»; en refranes y frases de picardía mexicana dichas a menudo: «Ando como burro sin mecate», «Si te digo que la burra es parda, es porque tengo los pelos en la mano».

También tiene una gran presencia en festividades religiosas, por ejemplo, en la que se celebra el jueves de Corpus Christi, «el día de las mulas», en las pastorelas, posadas —en forma de piñatas—, villancicos y pesebres de las casas mexicanas, costumbres que también se están perdiendo.

El burro carga estigmas, ya que constantemente se hace alusión a su aspecto y es comparado por sus orejas y copete; o en una connotación negativa a su inteligencia, dado que comúnmente se asocia a la torpeza, pobreza, a la flojera o incluso es utilizado como un insulto: «Si no rebuznas, es porque no te sabes la tonada». No obstante, estos equinos son muy inteligentes, «tienen el cerebro más grande que el de los caballos». Es bien sabido que es un ícono de la población más marginada y que se asocia a la clase más baja, dando como resultado un rechazo, lo cual pueda ser determinante para su permanencia en tierras nacionales.

También es utilizado con «fines turísticos», como en Oaxaca, donde es usado para arrastrar la rueda con la que se machaca el agave en la elaboración del mezcal —aunque el proceso ya está más tecnificado—, siendo sumamente atractivo para el turista. Otro ejemplo es su uso como modelo para fotografías, en Acapulco (en la época de 1970 a 1990), donde la visita a la isla La Roqueta era de rigor para tomarse la foto dándole de beber cerveza al «burro chelero» que era patrimonio de la Nación; o en Tijuana, con el «burro-cebra», donde el asno es pintado con rayas negras y blancas para hacer referencia a la cebra, pero carga una carreta y lo acompañan con una escenografía mexicana.

Finalmente, existe en el Estado de México una organización no gubernamental (ONG) llamada «Burrolandia» donde albergan a casi 100 burros, los nombran y apadrinan para mantenerlos estables y a salvo; incluso, ya tienen su día (8 de mayo) donde se conmemora a nivel mundial, esto con el fin de resaltar la importancia de esta especie y reivindicar su papel en la sociedad.

«El burro siempre ha ayudado al hombre, en especial al marginado, en México todavía lo hace, y nunca pide nada a cambio». Se deben sumar esfuerzos para frenar su extinción, llevando a cabo una propuesta de manejo integral para mantener a esta especie carismática y con gran influencia en nuestra cultura e identidad mexicana.

Beja-Pereira A., England P.R., Ferrand N., Jordan S., Bakhiet A.O., Abdalla M.A. y Luikart G. (2004). African origins of the domestic donkey. Science, 304(5678), 1781-1781. https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.1096008

Quintero-Venegas G.J. y Rosales-Estrada P.T. (2020). Las valoraciones éticas de dos prácticas zooturísticas en México: cuestiones sobre geografía de los animales. PatryTer, 3(5), 29-40. https://www.redalyc.org/journal/6040/604063281005/604063281005.pdf

Martínez R.R., Castañón S.R., Cortez J.A.J., Cortez H.I.J., Balderas A.C., Galicia C.L. y Peralta F.B. (2019). Morfometría del burro criollo de la región de Zozutla, Puebla, México. Revista Biológica Agropecuaria Tuxpan, 7(2), 166-173. https://www.revistabioagro.mx/index.php/revista/article/view/60