Para ver el mar bailar

Escrito por Valeria Miranda Arizmendi y Elizabeth Carvajal Millán

Valeria Miranda-Arizmendi.
Estudiante de Doctorado en Ciencias,
Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. (CIAD, A.C.),
Laboratorio de Biopolímeros.
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Elizabeth Carvajal-Millán.
Profesor-Investigador del
Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. (CIAD, A.C.),
Laboratorio de Biopolímeros.
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Desde la playa hasta alta mar y desde la superficie hasta sus insondables abismos, los océanos han sido fuente de inspiración, de fantasía y sobre todo de recursos valiosos para nuestra civilización. La humanidad tiene en su haber muchas historias míticas y deidades temibles inspiradas por los misterios del mar. La ciencia nos ayuda a develar los océanos desde una perspectiva diferente y objetiva, pero no menos apasionante e inspiradora. Hogar de millones de especies de plantas y animales, el ecosistema marino constituye un pilar fundamental en el equilibrio de la vida en nuestro planeta. Los organismos marinos nos inspiran con su belleza, nos alimentan el alma y la imaginación, al tiempo que sostienen las zonas costeras del planeta. Estos seres vivos son fuente de un sinfín de moléculas con estructuras y características diversas que han resultado de interés para su uso en la industria alimentaria, farmacéutica y cosmética, entre otras.

Fotografía: Valeria Miranda-Arizmendi. Edición: Jorge A. Márquez-Escalante.

 

La gran variedad de organismos en el océano representa una vasta fuente de valiosos recursos como las algas marinas. Desde las más grandes y frondosas macroalgas, hasta las minúsculas e imperceptibles a simple vista microalgas, son una fuente importante de compuestos con diversas aplicaciones, algunas de ellas con un impacto sorprendente en el beneficio de la salud humana. En este sentido, algunas algas marinas son fuente fundamental de múltiples moléculas que, por sus características, pueden ser utilizadas en el desarrollo de diversos materiales para la administración de fármacos, la cicatrización de heridas y la regeneración de tejidos, entre otras aplicaciones. No obstante, nuestro conocimiento es aún limitado. En el caso de algunas algas y otros organismos marinos, la información científica disponible es dispersa y en algunos casos incipiente. Además, las características de organismos marinos como las algas pueden variar dependiendo de la especie y de sus condiciones de crecimiento, por ejemplo, la temperatura del agua. Así, es posible que distintas regiones del mundo conduzcan a diferencias entre dichos organismos. Esto, a su vez, podría ampliar el abanico de aplicaciones de las moléculas que contienen. De esta manera, sin duda alguna, estudiar los océanos y los compuestos que nos ofrece amplía las fronteras del conocimiento del universo marino, el cual es menos conocido que la Luna.

Aproximadamente un 71 % de nuestro planeta está cubierto por océanos y mares, los cuales favorecen el desarrollo de la vida. Esto explica por qué los océanos y las zonas costeras son tan importantes para asegurar tanto la alimentación como las condiciones ambientales y recreativas para las comunidades humanas. No obstante, las actividades humanas son la causa principal del deterioro del sistema marino.

En México, la superficie marina representa el 65 % respecto al 35 % de la superficie terrestre. Los océanos que comprenden esta región marina son el Pacífico y el Atlántico. La ubicación entre estos cuerpos oceánicos es privilegiada y explica en buena medida la amplia gama de recursos y ecosistemas marinos de nuestro país. Son tan diversos que en los océanos existen más de 300 especies de medusas, corales y anémonas; más de 4000 especies de moluscos (pulpos, caracoles y almejas); y más de 5000 especies de crustáceos (camarones, cangrejos, jaibas y langostas). También se han reportado aproximadamente 2 500 especies de peces, incluyendo tiburones y rayas; cerca de 50 especies de mamíferos marinos; y 11 especies de tortugas y cocodrilos. Una parte de estas especies es utilizada para alimentación humana, especialmente el camarón, el atún, el huachinango, la lisa, el mero y la sardina.

Los océanos juegan un papel trascendental en nuestro planeta; regulan el clima, producen oxígeno, sostienen una gran biodiversidad y proporcionan bienestar a la humanidad a través de alimento y prácticas culturales y recreativas. Sin embargo, el océano enfrenta los efectos negativos del cambio climático y la contaminación marina, lo cual lleva al desplazamiento o a la pérdida de diversas especies y la degradación de este medio. Desafortunadamente, si no se toman medidas, es posible que para el año 2050 en el mar tengamos más plástico que peces y que en este siglo desaparezcan los arrecifes de coral. A pesar de la importancia de los océanos y la urgencia por su conservación, la investigación oceánica representa menos del 5 % de la investigación científica de todo el planeta.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 5 de diciembre de 2017, el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible de 2021 a 2030. Este plan busca que las naciones trabajen juntas para desarrollar investigación científica que permita la protección de los océanos y sus recursos, y la vinculación de las ciencias oceánicas con las necesidades de la sociedad. Se plantea también encontrar soluciones científicas que permitan revertir el deterioro de los océanos. Para lograrlo se considera promover la investigación científica en temas relativos al océano, establecer un puente de diálogo ciencia-política-sociedad y fomentar la cooperación entre las cuencas oceánicas. Los resultados esperados de estas actividades son el contar con un océano limpio, saludable y resiliente que proteja a los ecosistemas marinos, así como un océano predecible, mejor conocido, seguro y aprovechado de forma sostenible y del cual se tenga acceso abierto a información.

Fotografía: Elizabeth Carvajal-Millán. Edición: Jorge A. Márquez-Escalante.

 

Este decenio favorecerá, sin duda, también a la sociedad, ya que se desarrollarán temas tales como la gestión y adaptación de zonas costeras, el establecimiento de áreas marinas protegidas y la gestión de pesquerías, así como la investigación y el desarrollo y los sistemas de alerta temprana sobre el océano, entre otros. Para que esta iniciativa sea exitosa se requiere la participación de científicos, responsables de políticas, sociedad civil, patrocinadores y el sector privado. Los resultados permitirán construir una comunidad de ciencias oceánicas global e inclusiva con acceso abierto a la información. Se contará con un enfoque oceánico mundial más integrado y sostenible que favorezca comprender y atender el sistema oceánico.

Históricamente, la economía relacionada con los océanos ha permitido generar una gran cantidad de empleos y ganancias en el planeta, pero el deterioro del sistema marino se ha visto grandemente afectado. Dedicar diez años al estudio de las ciencias oceánicas es, sin lugar a duda, una oportunidad única para abordar los grandes problemas presentes y prevenir los que podrían llegar en los años siguientes. Con esta iniciativa se busca que las comunidades costeras en el mundo puedan contar con un mejor uso de los recursos costeros, una reducción de peligros naturales relacionados con el océano y una mejor calidad de vida.

Este decenio busca detener los efectos negativos de las actividades humanas sobre los océanos con el fin de que las generaciones futuras puedan conocer este preciado recurso y no tengan solamente imágenes o recuerdos de lo que un día fue. Esperemos que este plan sea exitoso para que nuestros nietos puedan seguir disfrutando la belleza de los océanos. Ojalá este proyecto nos asegure que en el futuro podamos todavía, como dice la vieja canción de Charles Trenet… ver el mar bailar (https://www.youtube.com/watch?v=m13hKbg5KD8).

 

Agradecimiento: Al proyecto «Estudio de las características macromoleculares y las propiedades gelificantes y bioactivas de los polisacáridos sulfatados de algas marinas» (319684) financiado por Ciencia Básica y/o Ciencia de Frontera Modalidad: Paradigmas y Controversias de la Ciencia 2022, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). A la Q.B. Alma Campa, al Dr. Agustín Rascón y a la Dra. Yubia De Anda por sus valiosas aportaciones en la revisión de este escrito.

Comisión Oceanográfica Intergubernamental. (2019). La ciencia que necesitamos para el océano que queremos. El Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030). 23 p. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000265198_spa

Arenas-Fuentes V., Bazán-Guzmán C., Díaz-Castañeda V., Escobar-Briones E., García-Abad M.C, Gaxiola-Castro G., Lara-Lara J.R., Robles-Jarero G., Sosa-Ávalos R., Soto-González L.A., Tapia-García M., Valdez-Holguín J.E. (2008). Los ecosistemas marinos. En Capital Natural de México, vol. I: Conocimiento actual de la biodiversidad. CONABIO, México, pp. 135-159. https://www.researchgate.net/publication/281831120_Nunez_Lara-Lara_JR_et_al_2008_Los_ecosistemas_marinos_en_Capital_natural_de_Mexico_vol_I_Conocimiento_actual_de_la_biodiversidad_Conabio_Mexico_pp_135-159

Miranda-Arizmendi V., Fimbres-Olavarría D., Miranda-Baeza A., Martínez-Robinson K., Rascón-Chu A., De Anda-Flores Y., Lizardi-Mendoza J., Méndez-Encinas M.A., Brown-Bojorquez F., Canett-Romero R. y Carvajal-Millán E. (2022). Sulfated Polysaccharides from Chaetoceros muelleri: Macromolecular Characteristics and Bioactive Properties. Biology, 11(10), 1476. https://doi.org/10.3390/biology11101476