Contaminación y cáncer

Escrito por Francisco Alejandro Lagunas-Rangel

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Cada día estamos expuestos a un gran número de contaminantes ambientales que pueden repercutir en nuestra salud, facilitando el desarrollo de muchas enfermedades, entre ellas el cáncer. En este sentido, en este artículo abordo la cuestión de cómo se relacionan los contaminantes con el desarrollo y la progresión del cáncer. También analizo cómo las mezclas de dos o más contaminantes pueden ser más peligrosas para nuestra salud y cómo la ciencia puede contribuir a mejorar la legislación sanitaria actual.

Contaminantes ambientales y cáncer

Los contaminantes ambientales son componentes (ya sean químicos, físicos o biológicos) que se han liberado en el ecosistema (entorno natural o artificial) y que pueden suponer una grave amenaza para el bienestar de los seres vivos que lo habitan o que se encuentran a su alrededor. Dado que los contaminantes ambientales son, en principio, omnipresentes y muchos resistentes a la degradación, a diario estamos expuestos a numerosos de ellos. Por ejemplo, el aire atmosférico, los envases de plástico de alimentos y bebidas, los cosméticos, los protectores solares, los perfumes, los productos de limpieza, así como los productos de jardinería, contienen contaminantes. Estos contaminantes pueden entrar en nuestro cuerpo por diferentes vías, a saber, por ingestión, inhalación o absorción a través de la piel y, una vez dentro del organismo, los contaminantes pueden bioacumularse o promover una amplia gama de procesos perjudiciales para la salud. Se ha sugerido que estos compuestos son responsables de aproximadamente nueve millones de muertes al año, lo que corresponde al 16 % de todas las muertes en el mundo. De hecho, tres veces más muertes que las provocadas por enfermedades como el sida, la tuberculosis y la malaria juntas.

Las crecientes pruebas epidemiológicas, así como una mejor comprensión de los mecanismos que relacionan las sustancias tóxicas con el desarrollo de enfermedades, sugieren que la exposición a algunos contaminantes ambientales puede conducir a un mayor riesgo de desarrollar cáncer (carcinogénesis). Algunos de los contaminantes ambientales reconocidos como cancerígenos son los aceites minerales (petróleo y sus derivados), el alquitrán de hulla (naftalina), los asbestos (polvo de algunas rocas), el radón (gas emitido por el suelo o las rocas), el humo del cigarro, el benceno (solvente), la bencidina (colorantes), el cloruro de vinilo (materiales de PVC), hollín (subproducto de la combustión incompleta de materiales orgánicos), óxidos y cloruros de etileno (anticongelantes), entre otros.

Varios estudios han planteado el papel de la exposición a contaminantes ambientales en la aparición y progresión del cáncer, sugiriendo que estos compuestos pueden favorecer el desarrollo de la enfermedad, hacer que progrese más rápidamente y/o que se extienda a más tejidos y/u órganos del cuerpo.

Recientemente, también se ha sugerido que estos compuestos pueden influir en el tratamiento de los pacientes al contrarrestar los efectos de los fármacos quimioterapéuticos y la radioterapia. Esta relación podría explicarse por el hecho de que diversos contaminantes ambientales pueden promover el crecimiento sostenido de las células cancerosas, favorecer el suministro de nutrientes, impedir su muerte o facilitar su migración de un tejido a otro, entre otras cosas.

 Formas en que los contaminantes contribuyen al desarrollo y la progresión del cáncer
(Elaboración propia).

Ejemplos de contaminantes relacionados con el cáncer

De acuerdo con la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), la exposición a la contaminación es la causa del 10 % de los casos de cáncer en Europa, siendo la contaminación atmosférica, el humo de los cigarrillos, los asbestos, el radón y la radiación ultravioleta, algunas de las principales causas.

Se calcula que la contaminación atmosférica (también llamada contaminación del aire) está asociada a alrededor del 1 % de los casos de cáncer y causa alrededor del 2 % de todas las muertes por esta enfermedad. Notablemente, si consideramos solo el cáncer de pulmón, esta cifra se eleva al 9 % de las muertes. Estudios recientes han encontrado vínculos entre la exposición a largo plazo a partículas suspendidas en el aire tan pequeñas como 2.5 micrómetros y el desarrollo de leucemia en adultos y niños.

Mientras tanto, el humo del cigarro contiene más de 3 800 sustancias químicas, más de la mitad de las cuales se consideran carcinógenos potenciales. Básicamente, todo el mundo conoce al menos a una persona que fuma y, por tanto, todos estamos expuestos a este contaminante en mayor o menor medida, a menudo durante largos periodos de tiempo (de forma crónica). El humo del cigarro se ha asociado a los cánceres de pulmón, boca y garganta, esófago, estómago, colon, recto, hígado, páncreas, laringe, tráquea, riñón, vejiga urinaria, mama, cuello uterino y leucemia.

Por su parte, el asbesto es un conocido carcinógeno asociado al mesotelioma y al cáncer de pulmón, de laringe y de ovarios. Aunque su uso está restringido desde 2005, todavía está presente en algunos edificios e infraestructuras, lo que supone una exposición para quienes realizan trabajos de renovación y demolición. Además, como el asbesto puede acumularse en nuestro organismo, los cánceres pueden manifestarse muchos años después de la exposición. Se estima que el asbesto es responsable de entre el 55 y el 88 % de todos los casos de cáncer de pulmón en trabajadores del sector de la construcción.

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De manera similar, la exposición al radón durante un largo periodo de tiempo puede causar cáncer de pulmón. De hecho, se estima que veinte mil muertes por cáncer de pulmón al año están relacionadas con este gas. La exposición se produce en casas construidas con materiales que lo contienen o en aquellas que están edificadas sobre suelos ricos en radón.

En tanto, los cánceres de piel son causados principalmente por la exposición a la radiación ultravioleta, ya sea del sol o de fuentes artificiales (utilizadas en la medicina, la industria, para la desinfección o con fines cosméticos). La exposición excesiva a la radiación ultravioleta causó, en 2020, alrededor de 1.2 millones de nuevos casos de cáncer de piel no melanoma (carcinoma de células escamosas y de células basales) y 325 000 casos de melanoma cutáneo, así como entre 64 000 y 57 000 muertes prematuras por cáncer de piel no melanoma y melanoma cutáneo, respectivamente.

Por último, algunas sustancias químicas de uso común también se consideran cancerígenas, como el plomo, el arsénico, el cromo, el cadmio, la acrilamida, los plaguicidas, el bisfenol A (el recubrimiento de muchas botellas de plástico) y las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (ambas presentes en el teflón y en productos similares). Estos contaminantes se han relacionado con una gran variedad de cánceres, por lo que su uso se ha restringido ampliamente.

¿Cómo contribuyen los contaminantes al cáncer?

Los contaminantes pueden favorecer el desarrollo del cáncer y su progresión de diferentes maneras. Algunos de ellos pueden dañar directamente el material genético (ADN) de las células y provocar la aparición de mutaciones (cambios en la secuencia del ADN) que contribuyen progresivamente a la transformación de las células sanas en células cancerosas. Otros pueden hacer lo mismo, pero de forma indirecta, es decir, primero reaccionan con otras estructuras y permiten la formación de sustancias químicas que reaccionan con el ADN, como las especies reactivas del oxígeno. Además, algunos contaminantes pueden activar vías metabólicas que hacen que las células proliferen más rápidamente y, al mismo tiempo, impiden su muerte. Así, el daño que surge en la célula con cada división se acumula hasta que en algún momento se convierte en maligna. Las células también pierden su adhesión entre sí, lo que les permite migrar de un lugar a otro con mayor facilidad, por ejemplo, de un tejido a otro u órgano a otro (importante en metástasis).

Los contaminantes también pueden obstaculizar los efectos de ciertas hormonas sobre las células, impidiendo que estas maduren (se diferencien) adecuadamente. Alrededor de los tumores, algunos contaminantes pueden facilitar la formación de vasos sanguíneos que transporten nutrientes y oxígeno en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades de las células cancerosas. También pueden impedir que las células inmunitarias de nuestro cuerpo, que normalmente eliminan las células cancerosas, hagan su trabajo correctamente y, en cambio, las obligan a promover una inflamación crónica, lo que fomenta que las células malignas proliferen y que adquieran más mutaciones.

Tipos de interacciones entre contaminantes (Elaboración propia).

Mezclas de contaminantes ambientales

La mayoría de los contaminantes ambientales están presentes solo en pequeñas cantidades en el medio ambiente, casi siempre por debajo de los niveles establecidos como seguros y en forma de mezclas complejas. Es importante señalar que los cócteles contaminantes pueden surgir como mezclas prefabricadas que se liberan de una fuente emisora o como mezclas que se forman al compartir el mismo espacio y combinarse, aunque se liberen de fuentes diferentes. Además, varios contaminantes pueden acumularse e interactuar en nuestro organismo a lo largo del tiempo. Cada componente de esta mezcla de contaminantes puede interactuar con otro componente de forma diferente, potenciando sus efectos nocivos o contrarrestándose mutuamente. Los principales tipos de interacciones que se producen entre los contaminantes se consideran reacciones sinérgicas, aditivas o antagónicas.

Una sinergia se produce cuando dos o más contaminantes interactúan y sus efectos nocivos se potencian hasta el punto de ser más dañinos que si se sumaran los efectos de cada contaminante. Por su parte, la aditividad describe una situación en la que el efecto global causado por una combinación de contaminantes es como si sumáramos los efectos nocivos de cada agente individual. Por el contrario, el antagonismo se produce entre dos o más contaminantes que causan efectos opuestos y, por tanto, el efecto nocivo es más débil que el de cada agente por separado. De todos estos tipos de interacciones, destacan las sinergias, ya que podrían explicar cómo las mezclas de contaminantes con concentraciones bajas o mínimas, pueden favorecer el desarrollo de diversas enfermedades y tener efectos devastadores, incluso la muerte.

Varios estudios han demostrado que existen sinergias entre los contaminantes, y que estas pueden producirse a través de una amplia variedad de mecanismos. Por ejemplo, dos compuestos pueden afectar a la misma vía metabólica, o bien la presencia de un contaminante puede favorecer la acumulación de otro en el mismo tejido, o un contaminante puede proteger a otro de la degradación. Estos mecanismos se subestiman a menudo y, por ello, ahora se duda de que las normas de calidad ambiental protejan suficientemente contra los efectos tóxicos de las mezclas de contaminantes.

Centrándonos en el tema del cáncer, algunas de las mezclas de contaminantes ambientales que se han identificado que potencian sus efectos cancerígenos son el asbesto y el humo de los cigarrillos, los microplásticos y los metales pesados (mercurio, cadmio, plomo y cromo), las mezclas de bisfenol A y las mezclas de plaguicidas organoclorados, insecticidas y herbicidas, por nombrar algunos.

Foto de Miguel Á. Padriñán: https://www.pexels.com/es-es/foto/concienciacion-sobre-el-cancer-de-mama-en-la-superficie-de-madera-verde-azulado-579474/

Regulaciones sanitarias

La normativa sanitaria actual considera los contaminantes como agentes individuales y, muy raramente, como mezclas que pueden potenciarse. Esto conduce a una subestimación del riesgo de exposición y, por tanto, las concentraciones consideradas seguras y sin efectos sobre la salud no siempre son reales.

En la actualidad, los investigadores y abogados medioambientales de todo el mundo buscan formas para mejorar la normativa que nos rige en el ámbito de la contaminación ambiental. El objetivo de todos estos esfuerzos es apoyar en la toma de decisiones y todos los implicados tienen un papel que desempeñar en la comprensión de los posibles efectos biológicos y/o sanitarios de las sustancias y en el avance de las tecnologías y metodologías, con el propósito común de proteger la salud pública. Asimismo, los gobiernos y los responsables políticos deben escuchar y tomar medidas para regular mejor los diferentes contaminantes y minimizar la exposición humana.

 

Francisco Alejandro Lagunas-Rangel. Departamento de Ciencias Quirúrgicas, Uppsala University, Uppsala, Suecia.

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Lagunas-Rangel F. A., Linnea-Niemi J. V., Kudłak B., Williams M. J., Jönsson J. y Schiöth H. B. (2022). Role of the Synergistic Interactions of Environmental Pollutants in the Development of Cancer. GeoHealth, 6(4). https://doi.org/10.1029/2021GH000552