Fragancia

Escrito por Horacio Cano Camacho

UNA PROBADA DE CIENCIA

Fragancia

Horacio Cano Camacho

El olfato es, sin duda, un sentido subvalorado por los humanos. Tendemos a pensar que ver, escuchar o hablar superan ampliamente la capacidad de oler. De alguna manera, suponemos que el olfato es un sistema primitivo de relacionarnos con el entorno; además, estamos muy lejos de las capacidades olfativas de otras especies.

Las razones son principalmente culturales, aunque en los últimos años la neurociencia y la psicología han reivindicado su papel clave en nuestra percepción del mundo y en el comportamiento humano.

Hoy quiero recomendar una novela —más aún: una novela de corte policiaco que bien podría encajar también en la ciencia ficción—. Imaginemos que una empresa descubre el efecto que ciertos aromas tienen sobre la psique humana y utiliza ese conocimiento para manipular a las personas. En esta historia, los aromas no solo evocan recuerdos, sino que pueden generar adicción.

Se trata de Fragancia, novela de Paul Richardot (Lumen, 2025), una obra que ya ha sido caracterizada como un «thrillerodorífero» por las implicaciones que el sentido del olfato tiene en la comisión de diversos delitos.

La trama sigue la evolución de Hélias Révol, un joven aromaterapeuta que trabaja en Fragancia, una empresa exclusiva que diseña aromas capaces de revivir recuerdos. Lo logran combinando compuestos químicos con una sustancia psicotrópica llamada SVM que permite, literalmente, viajar al pasado a través de la evocación sensorial.

Hélias, aspirante a convertirse en un «olfato» —un experto sensorial de élite—, se traslada de Le Mans a la sede central en Fontainebleau con la intención de ascender. Allí entra en contacto con Nora Olsson, una directora implacable que protege celosamente los secretos de la empresa. Pero su mundo se trastoca cuando ocurre una agresión sexual: un hecho que se convierte en catalizador de una investigación policial donde los olores jugarán un papel esencial. Hélias descubre que, al igual que los recuerdos, los crímenes también tienen olor.

No les cuento más, pero es de agradecer esta visita que la novela propone al mundo de los olores. Richardot, además de ser un excelente narrador, es perfumista formado en la École Supérieure du Parfum y cofundador de Maison Violet. Su experiencia se refleja en la autenticidad con que construye este universo sensorial. Pocas novelas han logrado integrar el olor como eje discursivo con tanta riqueza, combinando ciencia real (headspace, cromatografía) con especulación literaria.

En ese sentido, Fragancia se sitúa cerca de El perfume, de Patrick Süskind, y en cuanto al manejo del misterio, recuerda a autores como Joël Dicker, especialmente en su notable La verdad sobre el caso Harry Quebert.

Durante gran parte del siglo XX se creyó que los humanos teníamos un sentido del olfato mediocre en comparación con otros mamíferos, como los perros o los roedores. Sin embargo, estudios recientes —notablemente los de Richard Axel y Linda Buck, ganadores del Nobel en 2004— demostraron que los humanos poseemos alrededor de 400 tipos de receptores olfativos funcionales, capaces de distinguir más de un billón de olores diferentes. Además, la corteza olfativa humana está fuertemente conectada con el sistema límbico, la región cerebral que regula las emociones, la memoria y el comportamiento.

El olfato es el único de los cinco sentidos que tiene una conexión directa con la amígdala y el hipocampo, áreas asociadas con las emociones y la memoria. Por ello, un olor puede transportarnos al pasado de manera inmediata y vívida —el llamado efecto Proust—. Los aromas influyen en nuestro estado de ánimo, en la atracción sexual, en la toma de decisiones y en la empatía.

En este contexto, es esencial en ámbitos que a menudo pasamos por alto: la atracción y las relaciones humanas (gracias a las feromonas y señales olfativas sutiles), la alimentación (donde el 80  % del sabor depende del olfato) y la seguridad (pues nos alerta de humo, gas o alimentos en mal estado). Sin embargo, en muchas culturas occidentales, el olfato ha sido considerado un sentido «inferior», quizá por su asociación con lo animal y lo instintivo. Y conectarnos con nuestra «animalidad» y naturaleza biológica a mucha gente le asusta.

Es probable que, en el futuro, el olfato se incorpore a terapias para tratar la ansiedad, el insomnio o la depresión, y que se desarrollen realidades virtuales olfativas que integren aromas en experiencias inmersivas.

Recomiendo mucho este libro, ya que posee una ambientación sensorialmente envolvente, con descripciones que literalmente «huelen»: los detalles sobre aromas familiares, flores, emociones, son vívidos. Los personajes están bien delineados: el contraste entre Hélias (empático, curioso) y Nora (fría, reservada) genera una tensión humana, profesional y moral muy efectiva.

Una experiencia literaria que, sin duda, invita a adentrarse en el mundo de los aromas… y quizá a agradecer que aún estemos lejos de la manipulación que narra.

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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