Días atrás, mientras comentaba en la oficina donde se elabora esta revista —ya pensando en este libro—, mencioné que somos un vehículo que transporta millones de organismos dentro y fuera del cuerpo. En tono jocoso, comenté que al besar o lamer otra piel, seguramente arrastramos a miles de estos «bichos» hacia nosotros. Este comentario escandalizó a la concurrencia y no lo tomaron nada bien.
Los microorganismos, en particular las bacterias, están bastante desacreditados entre la población y, en parte, esta percepción negativa tiene su origen en la manera en que estudiamos la biología en la escuela (primaria y secundaria, principalmente), especialmente la microbiología. Siempre se les asocia con enfermedades, y conocemos, si acaso, a las bacterias por su relación con los males que provocan. No obstante, la inmensa mayoría de las bacterias desempeñan funciones positivas e indispensables para nosotros y para la propia naturaleza. Esto se extiende a los hongos, los virus y, por supuesto, al extenso número de insectos, ácaros, moluscos, artrópodos y gusanos de diversos tipos que pueblan el mundo.
Así es, las bacterias juegan papeles fundamentales en la naturaleza, al grado que un suelo estéril, por ejemplo, difícilmente sostendrá la vida. Varias especies de bacterias convierten muchos minerales y nutrientes en asimilables para las plantas. Sin bacterias, ineludiblemente, las plantas mueren.
Pensemos que nuestro cuerpo se esteriliza, que de alguna manera eliminamos los millones de bacterias que nos habitan. De entrada, no vamos a digerir bien la comida, enseguida comenzaremos a sufrir problemas inmunológicos, infecciones de la piel por hongos y otras bacterias patógenas, y de inmediato seremos colonizados por seres indeseables, como amibas y otros organismos; nuestro aroma cambiará y con ello la etiqueta que nos identifica con otras personas y con nuestras mascotas.
Sin bacterias no tendríamos quesos, yogures y montones de productos para la alimentación, la industria, los medicamentos y la descontaminación y regeneración del ambiente.
De todo esto habla el libro que ahora recomendamos: Bacterias, bichos y otros amigos (Ariel, 2016) de David G. Jara, un bioquímico, investigador y docente que compagina su actividad científica con la de divulgador de la ciencia.
Este es un libro entretenido y divertido, y creo que bien debería ser leído por docentes de biología y por los propios estudiantes. Me parece una excelente forma de acercar a todos al fascinante mundo de las bacterias de manera que las entendamos en su real importancia para que dejemos de estigmatizarlas.
El libro está organizado en ocho capítulos, con títulos tan «extraños» como «El extraño mundo de las heces», «Con las manos en la masa», «La guerra de los mundos», entre otros. Estos términos, tan poco científicos, en realidad reflejan el enfoque que utiliza el autor: analiza las bacterias por las funciones en las que están implicadas. Cada capítulo se puede leer por separado y todos gozan de una estructura narrativa literaria muy interesante y cautivadora. Pongo un ejemplo. Hace unos días me ofrecieron un café kopi luwak, originario de Indonesia, es el más caro del mundo, pues llega a cotizarse en unos 10 000 pesos el kilo.
¿De dónde viene su fama y por qué un precio tan alto? Resulta que un pequeño mamífero, la civeta de las palmeras, se come los granos de café y al atravesar su tracto digestivo, este sale parcialmente digerido; las enzimas de las bacterias de su intestino atacan a los granos y eliminan sustancias que provocan el amargor y otros toques indeseables. Esto da como resultado un café dulce y con una textura especial. Los cultivadores de este producto buscan los restos de los granos entre las heces del animalito.
Narraciones como estas pueblan el texto, lo que lo hace ligero, divertido y muy fácil de entender. Un libro maravilloso que, sin duda, debería ser obligatorio en las bibliotecas de todas las escuelas. ¡Búscalo!
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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