A mi no me gusta hacer obituarios, es más, nunca he escrito alguno, por fortuna. Pero hoy me enteré de la muerte de François Jacob, Premio Nobel de Medicina y uno de los más destacados científicos del Siglo XX. Para conmemorar a Jacob –como le decimos quienes le admiramos- les propongo leer una de sus obras, ya todo un clásico en la historia de la Biología.
Jacob murió a la edad de 92 años y podemos asegurar que tuvo una vida muy compleja e interesante. Nació en la Ciudad francesa de Nancy el 17 de junio de 1920. Estudio medicina, más por huir de la educación basada en la represión y el orden militar de entonces que dominaba la formación politécnica que por verdadera vocación. Antes de iniciar su especialidad, la Alemania nazi invadió Francia y Jacob huyó a Inglaterra en donde se alistó en la Fuerzas Francesas de Liberación. Fue trasladado a África y luego fue herido gravemente en Normandía en 1944. Como las heridas le impidieron especializarse en cirugía, se dedicó a estudiar biología, ingresando al Instituto Pasteur en 1950. Por sus servicios en la liberación, fue condecorado con el más alto honor: La Cruz de la Liberación, la Legión de Honor y la Cruz de Guerra.
Jacob conoció a un científico muy prestigiado que trabajaba con la respuesta de las bacterias a los antibióticos y comenzó a trabajar con él: se trata del Dr. André Lwoff. Al poco tiempo conoció también a Jacques Monod otro investigador de lo más interesante. Los tres obtuvieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1965 por su trabajo en el descubrimiento de los mecanismos de regulación de la expresión genética.
Además de su labor como científico, Jacob se interesó por la filosofía de las ciencias y la historia y escribió mucho acerca de ello. El libro que ahora recomiendo es fruto de este interés: La lógica de lo viviente, una historia de la herencia (TusQuets editores, colección metatemas, no. 59, 1999). La edición original, en francés es de 1970 y pudiera llegar a pensarse que se trata de un libro “viejo”, pero no es así. Su actualidad es contundente. Jacob escribió lo que se ha considerado como una de las obras más extraordinarias de la historia de la biología jamás escrita. Es un recurso muy valioso para aprender filosofía de la ciencia, historia del pensamiento, pero también para aprender a pensar.
No es un libro de hechos y discursos históricos, con fechas, parentescos, y todo eso que nos enseñan malamente que es la historia. Es, en todo caso la historia de las preguntas que posibilitaron el desarrollo de la ciencia. Jacob parte de un hecho muy inquietante: una época se define no tanto por sus conocimientos y desarrollos (inventos) sino por las preguntas que se hacen. En términos simples, los grandes descubrimientos parten de identificar los problemas y derivar las preguntas esenciales. La ciencia se desarrolla en una sociedad que se hace preguntas, que se propone problemas… no en la que sólo se aprenden cosas, datos, fechas.
Jacob nos va descubriendo como la sociedad se va haciendo preguntas, encontrando contradicciones entre las “verdades” vigentes y los problemas y hechos y como de estas contradicciones va cambiando la concepción de la vida y del ser humano. Nos describe con pasión la lucha entre la “revelación divida” y ciencia. El conocimiento sólo progresa a través de la experimentación científica. Un ejemplo, sus treinta páginas de prefacio e introducción deberían ser lecturas obligadas para cada estudiante de secundaria, por que nos haría entender que debemos cultivar las dudas, las preguntas, no las certezas. Celebremos a Jacob, su vida, sus aportes, pero hagámoslo honrando su pensamiento. Hagamos posible su lógica…
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