La utilidad de lo inútil

Escrito por Horacio Cano Camacho

Hoy vamos a platicar de un libro magnífico, La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine (El Acantilado, 2013), el cual les recomiendo ampliamente porque le viene muy bien a lo que les quiero compartir hoy.

Semanas atrás me invitaron a dar una charla sobre divulgación de la ciencia y su comunicación pública, en el Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana. Me sorprendió gratamente el interés y la muy entusiasta respuesta mostrada por estudiantes y profesores.

Cuando pasamos a las preguntas, uno de los asistentes intervino haciendo una que, a primera vista, podría parecer muy simple, incluso boba, pero que en realidad es muy compleja y sofisticada: ¿Por qué una persona cualquiera debe interesarse por saber cómo funciona una aspirina y para qué le sirve eso?

Y es cierto, uno no requiere comprender el principio activo de un medicamento para que este haga su efecto, ni nuestra vida cotidiana cambiará por conocer lo que es un agujero negro, ni por entender que genéticamente los hongos están más relacionados con nosotros que con las plantas, o que ciertos materiales pueden emitir un electrón bajo el influjo de la radiación electromagnética. Desde esa perspectiva, es más “útil” saber cambiar un tanque de gas, poner un foco, freír un huevo o tomarse a la hora y con la dosis indicada la medicina.

Vivimos rodeados de información que se emite a cada momento en cantidades abrumadoras y es de todo tipo. Nuestra vida depende más que nunca de la ciencia y de la tecnología, es decir, del conocimiento. Las economías que dominan el mundo lo son porque han aprendido a usar productivamente este conocimiento y, sin embargo, las mayorías vivimos presas de la ideología, la manipulación y las mentiras, precisamente porque no sabemos usar ese conocimiento y porque el poder se ha afanado en convencernos de la tiranía del utilitarismo: solo es útil aquello que te sirve en lo inmediato para resolver un problema, lo demás, es inútil.

Y si en la ciencia el utilitarismo es demoledor, imaginen lo que significa en la cultura y en las humanidades. ¿Para qué sirve un cuarteto de Mozart, una pintura de Van Gogh, un poema de Lope de Vega, leer la última novela de Fred Vargas o un ensayo como el que aquí presentamos? Para nada, desde la visión utilitaria.

Lo mismo podemos decir de la “inutilidad” del conocimiento sobre la síntesis y el papel del ATP, la secuenciación del genoma de las arqueas de la familia Asgard o la organización de los quarks, los gluones o los bosones. Para los ciudadanos parecería que estos saberes, que escapan de una finalidad utilitarista, son una pérdida de tiempo o, por lo menos, un divertimento poco menos que absurdo.

Cierto, los científicos obtienen este conocimiento de su esfuerzo por comprender la naturaleza, los tecnólogos le buscan aplicaciones particulares en la medicina, las comunicaciones, la energía y más aún, la ciencia, usa este conocimiento en la generación de más y más preguntas para aumentar la comprensión de esa naturaleza y los ciudadanos algún día recibiremos los beneficios, basta con que confiemos en los saberes del médico, del fabricante de teléfonos o del inventor de lavadoras. Y del músico, del pintor o el poeta… Bueno, si se puede bailar y cantar, seducir o decorar, puede ser divertido, ¡o eso nos han dicho!

Esa separación del “conocimiento útil del inútil” para la sociedad, fue la primera impostura intelectual, la forma en que el poder usó ese mismo saber para tergiversar los hechos (cualquiera, un eclipse, una hierba curativa o la crecida de un río) para adecuarlos a su visión del mundo y luego determinó cómo los medios y los gobiernos podían usar ese poder para confundir y manipular sistemáticamente a esa sociedad.

El valor de saber cómo funciona una aspirina, más allá de los médicos y los laboratorios, es el conocimiento mismo, un elemento que nos hace humanos. ¿Cómo nos impusieron la tiranía del utilitarismo? De niños somos curiosos, tenemos muchas dudas y todo un mundo por conocer; se nos ocurren preguntas provocadoras y perspicaces; tenemos entusiasmo por aprender y nunca hemos oído hablar de preguntas estúpidas.

Pero entramos a la escuela y nos entrenan en memorizar, por lo que hemos perdido el placer del descubrimiento, del asombro. Aquí ya tememos hacer preguntas “tontas”, estamos dispuestos a aceptar respuestas inadecuadas porque nos integra con los demás. Cuando somos adultos, ya nunca tenemos tiempo: hemos perdido el vigor y estamos cargados de prejuicios, temores y creencias, no admitimos nuestra ignorancia. Aceptamos las verdades de los credos religiosos, las ideologías y los prejuicios morales que les acompañan. El poder ha triunfado, nos dice que es inútil todo aquello que no produce beneficios inmediatos ¿Para qué perder el tiempo en conocimientos que no me dan nada a cambio?

A mí, saber cómo funciona el ácido acetilsalicílico (aspirina), las vitaminas o lo que sea que conozco, no me ha aportado dinero, ni siquiera me ha permitido encontrar un mejor puesto y, sin embargo, me hace más libre. Me permite liberarme de supercherías, de ser manipulado por el mercado y me capacita para tomar decisiones personales informadas, me ayuda a decidir qué camino debo tomar y apreciar el mundo en toda su complejidad.

Me genera miles de preguntas y si me aplico, me proporciona miles de respuestas que, por cierto, también me permiten cuestionarme sobre ese mismo poder que pretende imponerme su visión del mundo. Ese mismo conocimiento me provee una actitud más cívica en mi sociedad, una visión estética de mi entorno, con el que debo ser responsable, así como una coherencia intelectual que me permite ser un mejor ciudadano y no solo un cliente y un consumidor.

Nuccio Ordine defiende la importancia de la cultura y las humanidades, pero es igualmente válido para las “ciencia básica” (si tal cosa existe), argumentando que el conocimiento y la comprensión de las artes, la literatura y la filosofía, son valiosos en sí mismos, independientemente de su utilidad práctica. Ordine sostiene que el enfoque en la utilidad práctica en la educación y en la vida en general, ha llevado a una pérdida de la apreciación por lo inútil y a una disminución en el valor otorgado a las artes y a las humanidades.

Ordine nos presenta una serie de ensayos y discusiones sobre la importancia de la cultura y las artes, explora temas como la relación entre el arte y la vida, la importancia de la lectura, el valor de la poesía y la filosofía, y cómo la educación debe enfocarse en el desarrollo de la mente y el alma, no solo en la adquisición de habilidades prácticas.

En general, La utilidad de lo inútil, es un libro estimulante e inspirador que desafía las ideas convencionales sobre la educación y el valor de la cultura. Si estás interesado en la importancia de las artes y la literatura en la sociedad actual, este libro puede ser una lectura enriquecedora e informativa. Me parece especialmente útil para el personal enfocado a la educación de cualquier nivel.

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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