Yo soy yo y mis parásitos

Escrito por Horacio Cano Camacho

Mientras escribo este artículo, escucho un anuncio publicitario de un jabón que promete eliminar el 99.9% de las bacterias y microorganismos de nuestra piel. Al escuchar esto, sólo puedo albergar un deseo, que, como toda publicidad, exagere las propiedades de lo que me están vendiendo y sólo sea una mentira más.

Desde siempre hemos tenido una relación muy tormentosa con “los bichos” porque su enseñanza, desde la escuela elemental, casi siempre se ha sustentado en explicarnos los males que nos provocan. Así terminamos pensando que todas las bacterias “son malas” y hay que eliminarlas, lo mismo pasa con los hongos y no se diga con nematodos, platelmintos, o cualquier otro. Los conocemos por la enfermedad o los daños que nos provocan. De manera que el comercial de que doy cuenta no hace más que explotar ese miedo que desde niños nos han sembrado.

La verdad, es que salvo los bichos asociados a enfermedades (y en ocasiones ni esos), la vasta mayoría de los microbios y pequeños bichos, permanecen desconocidos para nosotros. A los más, los biólogos los han descrito, pero cuál es su papel en el ambiente y como muchos de ellos se relacionan con nosotros, permanece poco explorado.

Las cosas están cambiando. Muchos zoólogos, microbiólogos y hasta etólogos, comienzan a revelar relaciones más complejas con esos seres con los que habitamos y son parte de nosotros.

Resulta que estos bichos no se concretan a estar sobre o dentro de nosotros, sino que influyen en como actuamos, sentimos y pensamos… Si, lo leíste bien. Los bichos hacen más cosas de lo que habíamos imaginado.

Por ejemplo, el llamado microbioma humano, se refiere a los miles de millones de bacterias, hongos, protozoarios, levaduras y un extenso número más, que viven en los tractos digestivo, respiratorio, reproductivo y también en la piel. El tamaño de su genoma (cantidad de genes) supera con mucho el genoma de la totalidad de nuestras células “humanas”. Ahora sabemos que muchas de estas criaturas juegan papeles muy importantes en nuestra salud y enfermedad, la inmunomodulación de nuestra respuesta de defensa, nuestra nutrición, incluso en nuestras preferencias de alimentos, parejas sexuales, y muchos fenómenos más.

El asunto es aun más sorprendente cuando avanzamos en la complejidad organizacional de nuestros pasajeros y nos movemos al área de nuestros parásitos. Resulta sorprendente descubrir que estos bichos nos manipulan en serio. Por ejemplo, la tenia (Taenia solium y Taenia saginata) son las tristemente famosas solitarias. Unos gusanos planos que viven en el intestino, y solamente existen para comer y reproducirse y sus huevecillos son expulsados por millones en las heces humanas, de donde parten a infestar a las vacas y los cerdos. Luego eclosionan, nos lo comemos y se insertan sus gusanillos en los músculos y el cerebro, produciendo la cisticercosis.

Los huevos de la solitaria no son infecciosos para los humanos, deben pasar por las vacas y cerdos, donde forman el quiste y solo al comerlo, se desarrolla la lombriz. Sabemos que las solitarias “impulsan” al huésped a comer más y a tener antojos de alimentos muy ricos en carbohidratos.

Otro parásito terrible es el causante de la malaria, un protozoario llamado Plasmodium que se aloja en los glóbulos rojos causando la enfermedad que más muertes provoca en el mundo. Se transmite al humano por la picadura del mosquito anofeles infectado.

El Plasmodium busca propagarse entre la población, saltando de un huésped a otro. Resulta que el parásito puede manipular el olor humano para hacerlo más atractivo para los mosquitos. Si, leyó bien. Los enfermos de malaria tienden a ser más picados por los moscos que una persona sana. Y esto es así para que el bicho pueda encontrar taxi. Una vez infestados los mosquitos, estos transmitirán la enfermedad a los siguientes candidatos. Una estrategia de miedo, sin lugar a duda…

No quiero contarles más para no arruinarle la sorpresa. Les invito a leer un libro que se dedica a analizar lo que sabemos sobre este tema. Se trata de Yo soy yo y mis parásitos, de Kathleen McAuliffe (Ed. Urano, 2020. ISBN 9788415732259), una investigación fascinante sobre los microbios que nos habitan y cuya presencia deber ser vista de una manera diferente y alejada del simplismo.

Hay indicios de que muchas enfermedades mentales que sufre la especie humana pueden tener origen en los parásitos que cargamos, incluso en la formación de asociaciones humanas y de allí a culturas pueden rastrearse a través de sus parásitos. Una vez que leas este fascinante texto, ya no te verás como antes. Incluso, los malhadados virus deberán repensarse, dado los indicios de que muchos están detrás de lo que somos, mucho más de los que hubiésemos pensado.

El libro me parece un excelente ejemplo de periodismo de ciencia, serio y atractivo a la vez. Kathleen McAuliffe es una periodista de ciencia que ha decidido profundizar en el efecto que parásitos, bacterias y otros microorganismos tienen no solo sobre la salud, sino sobre la conducta tanto de individuos como de las sociedades.

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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