La creación de vida de manera “artificial” ha sido una aspiración de la humanidad desde que se comprendió que la vida era una propiedad de la materia. Propiedad que además dependía de las mismas leyes que regían el universo y, por lo tanto, susceptibles de ser entendidas a través de la física y la química, y se dejaron de lado las ideas de insuflar vida o alma por parte de seres superiores, dioses o espíritus. La creación de vida en el laboratorio es ahora un objetivo central de la biología.
Durante mucho tiempo esta aspiración se expresó en la sociedad a través de la literatura o el cine, generalmente como una reflexión sobre los “peligros” de dominar una capacidad restringida a fuerzas más allá de nuestro control. En general, esta visión imaginaba la creación de vida como una suerte de cortar y pegar partes para armar cuerpos que luego a través de la electricidad cobrarían vida. Esta imagen deriva del desconocimiento de las fuerzas reales detrás de la propiedad de vida.
A finales del Siglo XIX e inicios XX (época muy prolífica en la literatura fantástica sobre la creación de vida) se desconocía la naturaleza de la información genética, producción y naturaleza de la energía que sustenta la vida. Recordemos la hermosa historia de Frankenstein de Mary Shelley. Esto comenzó a cambiar con el descubrimiento de la estructura de la información genética y la comprensión de los principios moleculares que regulan los procesos biológicos en la segunda mitad del Siglo XX.
En el año 2010, el investigador Craig Venter y su grupo, anunciaron al mundo la creación, en el laboratorio, de una minicélula bacteriana controlada por un genoma sintetizado químicamente. Este reporte reveló la capacidad técnica lograda para sintetizar información genética, pero también mostró la enorme complejidad de la tarea de “crear” una célula, por mínima que fuese. El experimento de Venter fue en cierto sentido “chapucero” ya que partía de una célula preexistente (como un receptáculo de genes) y un material genético también preexistente, aunque químicamente generado. Pero era un gran avance, sin duda…
Meses después del trabajo de Venter se reportó otro artículo científico que dio cuenta de la creación del primer cromosoma completamente sintético, lo cual constituye otro ladrillo adicionado al edificio de la construcción de la biología sintética. Leyó bien, “Biología sintética” y nada puede parecer más contradictorio que juntar estas dos palabras: biología, como referencia a la natural, a lo existente por las fuerzas y las leyes que rigen la evolución de la materia hasta lograr las propiedades que nosotros identificamos como “lo vivo” y lo “sintético”, por contraposición a lo natural y que se consigue con la intervención del trabajo humano.
Es un tema apasionante, sin duda, y controvertido como el que más, hay que reconocerlo. De manera que sería una muy recomendable lectura el libro de hoy. Se trata de “Regenesis” de George Church y Ed Regis (Basic Books, Perseus Books Group, Philadelphia, Estados Unidos, 2012. 273 ISBN 9780465038657). Church es un brillante científico, considerado como una de los “padres” de la biología sintética moderna y en este libro hace un recuento de los descubrimientos más significativos que dan soporte a esta nueva disciplina de la biología.
El libro es una exposición muy apasionada y erudita del desarrollo, actualidad y perspectivas de la vida sintética. Tal vez el estilo provocador de Church, desde el nombre del libro (re-génesis) que supone una nueva “creación”, está conducida por nosotros, pueda llegar a chocar un poco. Pero es un recurso para enfatizar la importancia que para el futuro de la ciencia y la tecnología tiene la biología sintética.
Tal vez, por ese estilo por momentos exagera los alcances y pudiera llevar a confusión. El objetivo de la biología sintética no es repetir los mitos de Frankenstein o la Isla del Dr. Moreau y crear humanos sintéticos que terminen revelándose contra sus creadores. La idea va más hacia la producción de biofábricas y el desarrollo principalmente de técnicas de secuenciación y síntesis de ADN, trasplante genómico, o investigación en el campo de las protocélulas.
Regenesis es más una exposición de un mundo donde microorganismos diseñados por nosotros, para limpiar y restaurar suelos y aguas luego de derrames de petróleo, contaminación por metales y otras actividades industriales, mejoren el ambiente. Un mundo donde se abarate la síntesis de cualquier medicamento o vacuna que en lo sucesivo serán producto del metabolismo de células construidas para ello. Y finalmente, tal vez la parte más fantástica que real, imagina un mundo sin enfermedades, en dónde la edición genética nos permita eliminar las secuencias dañadas o potencialmente peligrosas.
Hay avances muy importantes en el campo, que, desde luego, ya no es una utopía. Este libro nos permite adéntranos de manera detallada y entretenida en estos avances. Desafortunadamente aún no hay una edición en español o por lo menos yo no la he podido localizar. Está, eso sí, disponible de inmediato como libro electrónico. Podemos adentrarnos en el tema, si es de nuestro interés, a través de otros títulos que si se encuentran en nuestro idioma: La vida emergente de Pier Luigi Luisi (Tusquets editores, S.A. ISBN 9788483832042); Bio… ¿qué? de Alberto Díaz (Siglo XXI editores, ISBN 9789871220298).
Buen tema, no lo pierda de vista, tiene implicaciones éticas, filosóficas, científicas muy importantes sobre las que es necesario discutir de manera informada y este libro puede ser un buen comienzo.