Al momento de redactar esta nota, estoy atravesando lo más álgido de una enfermedad muy seria que de tan común se nos olvida y la dejamos en la listas de molestias pasajeras. Me refiero a la gripe o influenza. Esta enfermedad es producida por un virus, llamado sin mucha imaginación, virus de la influenza. A veces confundimos gripe con resfriado y realmente son cosas distintas. Aunque la mía es una gripe leve, hay variantes muy peligrosas. Y es que los virus son así, hay una gran diversidad.
¿Qué es un virus? ¿Cuantos tipos se conocen? ¿Son realmente seres vivos? A diferencia de otros seres vivos formados por células, los virus son partículas acelulares. Están formados por un puñado de genes que pueden ser ADN o ARN y una cápsula de proteínas. En algunas ocasiones, algunos tipos de virus, presentan una cápsula impregnada de lípidos.
Un virus no es un ser vivo en el mismo sentido que un animal, una planta, ni siquiera en el de una bacteria. No tienen sistemas que organicen su metabolismo, no produce nada por sí mismo, ni se mueve, respira, se reproduce. Todas esas cualidades que le asignamos a la vida, están ausentes de un virus: ¿Entonces está vivo o no? Un virus es una partícula de información y la información es la cualidad que determina que algo esté vivo o no. El virus porta algunos genes que al entrar en una célula “normal” utilizan la maquinaria de ésta para reproducirse. Un virus no tiene un sistema que organice sus reacciones químicas, su producción de ladrillos de construcción y desde luego, no tienen un sistema productor de energía, por que estas reacciones, llamadas en conjunto metabolismo, son realizadas por las células que infectan. Un virus es el parásito perfecto: su existencia tienen sentido solo para reproducirse.
Un virus es específico de un tipo celular y de uno o unos pocos organismos. Reconoce a las células que infecta a través de los mismos sistemas de reconocimiento celular: proteínas receptoras en la membrana celular, capaces de reconocer características de la cápsula o cubierta de un virus en específico. Cuando el virus es reconocido por una célula de la que es parásito, entonces se fija a ella y le “inyecta” sus genes. Estos genes tienen varios posibles destinos. Son traducidos por la célula y replicados o copiados en un número muy grande y las proteínas que se requieren para armarse son producidas por el huésped (la célula infectada). A continuación, el propio virus destruye la célula para después invadir a las células vecinas. Este ciclo viral se denomina lítico.
Otros virus se insertan en el genoma de la propia célula invadida y allí se enmascaran durante mucho tiempo, hasta que alguna señal ambiental provoca que se active y retome el ciclo lítico. A estos virus se les llama lisogénicos.
Los virus de ADN no tienen mayor problema, mientras que los que son de ARN (como el que produce el SIDA o el de la misma influenza, llamados retrovirus) deben convertir primero su ARN en ADN para luego integrarse al genoma o ser traducidos, para ello portan una proteína llamada transcriptasa reversa que se encarga de ello.
El número de genes que forman un virus es pequeño, apenas lo necesario para formar la cápsula, integrase al genoma o convertirse en ADN. Por ello, son partículas muy pequeñas, mucho más que la célula bacteriana más pequeña conocida (micoplasma). Por esta razón, es capaz de atravesar filtros y otras barreras que suelen detener bacterias. Por esta razón, se tardaron mucho en descubrirlos, hasta la invención del microscopio electrónico (1935). Antes de ello se pensaba que eran venenos los que provocaban las terribles enfermedades virales. Y veneno, en griego se dice virus… de allí su nombre.
Los virus se clasifican por su forma (esféricos, poliédricos, bastones, gemelos) o por el tipo de células que infectan (neurovirus, enterovirus, bacteriófagos) o de plano, por la enfermedad que causan (mosaico del tabaco, rabia, influenza, inmunodeficiencia humana). Lo que sucede es que los sistemas de clasificación que hemos desarrollado para otros organismos no tienen mucho sentido a escala de los virus.
Todos los virus causan enfermedades por que son parásitos estrictos y no existe ser vivo que no sea atacado por algún tipo de virus. Entre las enfermedades virales más conocidas tenemos la gripa, los fuegos labiales, el sarampión, la viruela (por suerte ya erradicada), la varicela o viruela loca, el terrible ébola, el VIH (productor de sida), la rabia, el papiloma (verrugas) que luego está asociado al cáncer.
En fin, los virus son estructuras fascinantes. Se encuentran en los límites de lo vivo. Desconocemos aún muchas cosas, como su origen, pero cada vez sabemos más sobre su evolución, sus procesos de cambio y la manera de contenerlos. Convivimos con ello, no solo por las enfermedades que provocan, la mayor parte del genoma de muchos organismos conocidos (nosotros o el maíz) está formado por trazos de virus que alguna vez se insertaron allí. Son los llamados transposones o retro-transposones y desde hace algún tiempo se piensa que estos tienen algún papel importante en la evolución de los demás seres vivos. Ya hablaremos de ellos en algún número de Saber Más…
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