Nuestro organismo está habitado por alrededor de 1,500 especies de bacterias que conviven en armonía y pesando alrededor de 2 kilos, es lo que comúnmente llamamos “Flora Intestinal”, la cual comienza a desarrollarse después de nuestro nacimiento. Estos microorganismos nos benefician realizando diferente tipos de funciones, tales como la síntesis de vitaminas, digestión de nutrientes complejos que nosotros mismos no somos capaz de digerir como por ejemplo la fibra y también neutralizan microorganismos patógenos evitando que se adhieran a las paredes del intestino y así evitar efectos nocivos a la salud.
Como hemos podido apreciar, tener una flora estable y bien equilibrada es garantía de salud, pero una mala higiene acompañada de una mala alimentación y falta de ejercicio pueden provocar su desequilibrio, lo cual puede prevenirse administrando bacterias benéficas por medio de cultivos microbianos como el yogurt, los cuales reciben el nombre de probióticos, palabra que deriva del latín “pro” que significa 'por' o 'en favor de', y del griego “bios” que quiere decir vida, por lo que el término probiótico significa a favor de la vida.
Los probióticos han cambiado la percepción que se tenía anteriormente respecto a las bacterias. Hoy en día sabemos de su importancia y de los beneficios que nos aportan sin dejar de mencionar que realizan diferentes actividades benéficas que aún no conocemos, pero que no estamos lejos de saber.
Para que un microorganismo sea considerado como probiótico debe de reunir ciertas características como por ejemplo colonizar el intestino delgado y grueso, no ser tóxico, ser seguro para uso alimentario y clínico, y aportar beneficios a la salud del huésped. Entre estos últimos están el evitar el desequilibrio de la flora intestinal, evitar la colonización de microorganismos patógenos, producción de vitaminas del complejo B, reducir la incidencia y duración de las diarreas, apoyar al sistema inmunológico y así como reducir los niveles de colesterol en sangre, entre otras.
Los agentes probióticos más comerciales están compuestos por células viables de bacterias ácido-lácticas pertenecientes a los géneros Bifidobacterium y Lactobacillus, las cuales son componentes importantes de la microflora gastrointestinal humana. Estos microorganismos están presentes en todos los productos lácteos fermentados.
Este tipo de bacterias requieren cierto tipo de alimento que estimule selectivamente su crecimiento y entre estos nutrientes se hallan la fibra, proteínas no digeribles, lípidos y ácidos grasos insaturados, entre otros. Estos nutrientes son llamados prebióticos. Así, los probióticos son microorganismos benéficos al ser humano y los prebióticos son los alimentos que consumen los probióticos. Una de las características de los prebióticos es que son nutrientes que no son degradados por nosotros y por tanto llegan intactos al intestino grueso, y ahí estimulan el desarrollo y metabolismo de la flora intestinal y así ejercer un beneficio a la función intestinal.
La utilización de los probióticos ha sido recomendada para personas con tratamiento de antibióticos, ancianos, mujeres en el embarazo, quemaduras, disturbios intestinales y para mejorar la intolerancia a la lactosa. Aún no ha sido posible establecer una dosis general para los probióticos, la cual debe ser basada en estudios que muestren un beneficio para la salud en humanos. Sin embargo, frecuentemente se menciona que en alimentos elaborados con este tipo de bacterias benéficas debe haber por lo menos 10 millones de células viables por cada 100 mililitros, pero la dosis dependerá del microorganismo utilizado, de la forma de consumo y del efecto que se desee obtener.
Productos con alta cantidad de probióticos son el yogurt y las leches fermentadas. Recuerda: ¡Los probióticos ayudan a tu sistema digestivo, y los tienes que alimentar con prebióticos como la fibra!
M.C. Rafael Zamora Vega es Profesor de la Facultad de Químico Farmacobiología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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