Últimamente las series coreanas están cobrando protagonismo en la televisión, en especial después del éxito rotundo de El juego del calamar. Aunque hay abundancia de series de zombis, monstruos o temas medio gore, la ciencia ficción y la fantasía de terror ocupan un espacio importante en el gusto coreano. A inicios del año se estrenó una de ellas en la plataforma de Netflix. Se trata de Mar de la tranquilidad del director Park Eun-kyo, basada en el cortometraje del mismo nombre de Choi Hang-yong, estrenado en 2014. Ambos creadores están detrás de esta nueva puesta en escena, pero ahora con los recursos cuantiosos de la plataforma de televisión bajo demanda.
La serie cuenta la historia de una expedición científica que va a la Luna en busca de una muestra misteriosa en una estación coreana abandonada años atrás, luego de un accidente. Sin embargo, al llegar descubren que en la estación hubo un extraño suceso que acabó con todos y ahora amenaza al grupo expedicionario.
Con ocho capítulos en su primera temporada, esta serie oscila entre un thriller, una historia de aventuras espaciales (space opera) y una cinta de terror cósmico, todas de la mano de una historia de ciencia ficción. Mar de la tranquilidad inicia con la formación de un equipo de astronautas para recuperar una muestra en una estación espacial en la que todos los investigadores que allí trabajaban murieron hace cinco años por un accidente fatal.
Pero una parte muy interesante, además de la presentación de los protagonistas y los guiños que nos van mostrando historias muy complejas en el pasado de cada uno de ellos, es la descripción de un mundo decadente en el que las clases no privilegiadas sufren para tener acceso al agua necesaria para sobrevivir. El cambio climático y las constantes guerras han terminado por reducir la disponibilidad de agua, a tal punto que esta se convierte en el elemento que determina toda la vida de la población. La desigualdad ahora está representada en el hecho de que el «éxito» económico les permite a los ciudadanos tener acceso a volúmenes exiguos del líquido. El resto de la población debe vivir con los mililitros que le asigna el estado, suficientes para no morir de sed.
La carencia de agua, planteada en la historia, genera un ambiente de desolación que hace prever que la misión a la Luna tiene un motivo oculto relacionado con el agua. Esto lo cuento, no con el ánimo de adelantarles de qué va la historia, lo menciono porque no necesitamos avanzar mucho en la narración para intuirlo.
El argumento del agua resulta muy poderoso. Durante mucho tiempo pensamos que este era un recurso infinito, ahora sabemos que no es así. La disponibilidad de agua adecuada para el consumo humano está en riesgo por la contaminación, sobreexplotación de mantos y por los cambios en la dinámica del agua debidos a daños en la cubierta vegetal y el cambio climático global. Vamos a hablar un poco de este recurso.
El agua líquida es mucho más que una sustancia incolora, inodora e insípida. Su estructura microscópica es, literalmente, espectacular y única. Está formada por dos de los elementos más abundantes en el universo: hidrógeno y oxígeno. Aun siendo tan abundante y ligera, se trata de una substancia enormemente peculiar desde el punto de vista fisicoquímico.
El agua es el soporte de la vida y mucho más. Sirve para el transporte de substancias, actúa como lubricante, envuelve a muchas substancias para hacerlas estables, permite la transmisión de señales eléctricas y químicas entre órganos, determina la estructura funcional de las macromoléculas que construyen las células y permiten su funcionamiento, conforma la estructura de moléculas complejas y divide zonas con propiedades diferentes; además, reacciona químicamente en no pocos procesos asociados a la vida. No podemos concebir la existencia de ninguna forma de vida sin el agua.
Viendo la serie de televisión es inevitable recordar que más del 20 % de la población mundial no tiene acceso al agua en condiciones adecuadas y suficientes, y los que sí lo tenemos, enfrentamos problemas de contaminación y disponibilidad, es decir, aunque la serie nos pone en una situación extrema, no es descabellado e imposible que podamos encontrarnos en esa situación en grandes zonas del mundo (algunas ya lo están). De aquí se desprende la pregunta: si la composición y estructura del agua es tan simple, ¿por qué no la sintetizamos en el laboratorio? Si los elementos que la forman son dos de los más abundantes en el universo (primero y tercero), entonces ¿Por qué simplemente no los juntamos y listo?
Contra lo que podríamos pensar, el agua —tanto de los mares como la subterránea que se encuentra integrada a la estructura molecular de los minerales—, no se originó en nuestro planeta. Llegó tal vez en cometas u otros cuerpos celestes que aportaron minerales hidratados. Esto pudo ocurrir de manera tardía en el origen del sistema solar.
La posición de la Tierra respecto al Sol, jugó un papel muy importante en la conservación de esta sustancia en la forma adecuada para la vida. Mercurio y Venus están muy «cerca» del Sol y reciben un calor muy intenso, lo que provocó la sublimación del hidrógeno y el oxígeno, mientras que en Marte y hacia el exterior, el agua formó hielo y para la vida se requiere el agua líquida.
Podríamos pensar también que la Tierra tiene agua infinita, que somos un planeta de agua; sin embargo, esto es una ilusión ya que el agua representa solo el 0.02 % de la masa de la Tierra. Alguien decía que si la Tierra fuera un avión Boeing 777, el agua total del planeta equivaldría a la masa de un pasajero.
Entonces, debe quedar claro que el agua que alimenta la vida llegó de las estrellas y aquí simplemente la reciclamos. En los procesos biológicos se forma agua, muchas reacciones generan esta sustancia; no obstante, esa misma agua previamente se usó en reacciones de catálisis, de manera que el contenido neto siempre está en equilibrio. Químicamente sería «fácil» producir agua juntando hidrógeno y oxígeno, pero tendríamos que aportar energía la cual provoca la explosión del hidrógeno en presencia del oxígeno combustible… Por el momento no hay una forma segura y barata de «fabricar agua».
Ahora imaginen que en algún lugar del universo, tal vez aquí cerca, en la Luna, se descubre una molécula de agua que junta los elementos constituyentes de manera espontánea y simplemente los une, ¡eso sería genial! El oxígeno y el hidrógeno se unen mediante enlaces electrostáticos muy sencillos. El oxígeno atrae a los electrones generando una carga negativa a su alrededor, mientras que los átomos de hidrógeno que ceden electrones se quedan con una carga ligeramente positiva. Esto permite que las moléculas de agua cercanas sean atraídas y se forme la estructura. El lado positivo (hidrógeno) se une al lado negativo (oxígeno) de otra molécula mediante los llamados «puentes de hidrógeno», interacciones muy débiles. Pero esta estructura formada espontáneamente es, por ahora, imposible de replicar de forma sintética. Pero, ¿y si una molécula de agua (H-O-H) lo puede hacer atrayendo, no otras moléculas de agua como sucede en la realidad, sino átomos libres de ambos elementos?
Este es el centro del misterio en Mar de la tranquilidad y se antoja atractivo, al menos como fantasía o como cierta «posibilidad». Se trata de, obviamente, un mar sin agua, y en la serie se convierte en un nombre evocador y profundamente atrayente, ya que la Tierra se presenta cada vez más árida, con el agua racionada y distribuida de forma desigual entre las clases ricas y pobres de la humanidad, y tal parece que su futuro está ligado a lo que le ocurra a la misión espacial de la serie.
La historia es realmente convincente y los subtextos ecológicos y políticos son adecuados. La serie consigue transmitir muy bien la soledad espacial, la dificultad para sobrevivir en la inmensidad del cosmos y el tipo de personas adecuadas para explorarlo, retratando este carácter en los protagonistas. Con sus rostros iluminados artificialmente en sus trajes espaciales, los personajes parecen aún más aislados en los páramos desérticos del satélite, lejos de casa.
La serie es de un ritmo intenso e intrigante, por momentos lleno de terror. Nos va revelando las motivaciones estratégicas nacionales y empresariales de buscar una solución (o un negocio) al problema del agua en la Tierra y lo combina muy bien con las motivaciones de sus protagonistas, que van desde la justicia, el saber, hasta el interés mezquino. Acércate a ella, vale la pena… Mientras, medita sobre el problema que supone la conservación del agua y la distribución justa de este líquido, sin el cual la vida misma no es posible.
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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