Vamos a platicar de la serie Fundación, estrenada hace unas semanas en el sistema de televisión bajo demanda de AppleTv. Se trata de la adaptación de la saga de Isaac Asimov del mismo nombre. Aún está en desarrollo, pues apenas lleva ocho capítulos (al momento de publicarse este artículo) de los diez que componen la primera temporada, por lo cual hablaremos de lo que hasta ahora se ha visto.
De esta saga —probablemente una de las más afamadas y complejas de la llamada Ciencia Ficción «dura»— siempre se había dicho que era inadaptable, tanto para el cine como para la televisión. Y es que, si leemos la trilogía, más una serie de libros que hablan del antes y después y que se estiman en 16 en total (el número un poco vago se debe a que el autor hacía referencia en varios libros posteriores a algún aspecto de la trilogía principal y, entonces, los fans más duros los consideran parte de la saga Fundación), más una serie de detalles alrededor de la trama principal, nos daremos cuenta de que es una reflexión en torno a la historia de la humanidad, el comportamiento de las masas, los múltiples intentos civilizatorios en la historia y el valor del conocimiento científico, todo ello contado en un aparente futuro «muy distante». Esto es un reto muy grande para condensarse en unos pocos minutos.
Por otro lado, Fundación no es una «historia» muy cinematográfica que digamos, ya que no tiene los elementos de «acción» tan atractivos en el cine y la televisión de masas, tampoco historias de amor tórrido. Esto generó pánico entre los guionistas, directores y productores que no se animaban. Ahora los de la manzana mordida —que muy seguramente se encuentran entre los miles de fanáticos y son dueños de cualquier cantidad de dinero—, se arriesgaron y, además, compiten con creces con otra cadena rival que estrenó Dune, obra cumbre de la ciencia ficción llevada antes al cine con resultados desastrosos.
Fundación es una trilogía formada por «Fundación», «Fundación e imperio» y «Segunda fundación». Pero como ya lo comentaba, Asimov escribió varios textos más que dan cuenta de detalles particulares de diferentes momentos de la saga y, además, muchos fueron originalmente escritos como relatos sueltos por entregas en revistas del género.
Bien, pero ¿En dónde está la ciencia? Ya lo hemos dicho en otras entregas de esta sección, la ciencia ficción es un género literario, no es ciencia. Sin embargo, Asimov —científico, divulgador, escritor icónico del género y un elemento clave del género «duro»—, es quien se preocupa en contar con narraciones que tengan algún tipo de asidero en la ciencia real, es así como escribió un relato en el que de manera un tanto (o un mucho) desfigurada, nos habla de ciencia y reflexiona sobre ella. Vamos a ver: De manera breve diremos que estos libros narran el derrumbamiento de un imperio y el subsiguiente caos desatado en la sociedad de su tiempo. Un matemático, Hari Seldon, usando la psicohistoria, una disciplina (ficticia) que estudia el comportamiento de las masas usando complejos análisis matemáticos, descubre la inevitable caída del Imperio, una sociedad inmensa que abarca millones de mundos diseminados en toda la galaxia y cuya capital administrativa es Trántor, planeta destinado íntegramente a las tareas de administración, ciencia y cultura, pero sin capacidad de producción, lo cual la hace muy vulnerable dada su dependencia de los suministros de los otros mundos.
Los cálculos de Seldon vislumbran la lenta pero continua decadencia del Imperio que, dependiente de los mundos que explota, va generando en ellos rencores, descontento y rebelión, con el consiguiente surgimiento del sentimiento de liberación. La psicohistoria y sus analistas advierten que esta caída dará lugar a una muy larga etapa de violencia y caos antes de ser reemplazado por otro; una etapa de barbarie y oscuridad que durará milenios. Por este motivo, Seldon y los matemáticos proponen la creación de una Fundación, una sociedad ubicada en ambos extremos de la galaxia, destinada a salvaguardar el conocimiento y la cultura con la finalidad de reducir el tiempo de la oscuridad y que la humanidad renaciente de las cenizas, no tenga que iniciar de cero y aproveche el amplio nivel de ciencia y tecnología alcanzado hasta entonces para desarrollar nuevos caminos. Una especie de Babel borgiana en donde se resguarde «todo lo que es dable expresar, en todos los idiomas».
En la lectura claramente podemos ver los referentes a la historia de la propia humanidad que Asimov siempre aceptó. El derrumbe de los grandes imperios víctimas de sus contradicciones internas, seguidas de épocas violentas y oscuras, hasta ser sucedidos por otras formas de poder y formas de ejercerlo. En la saga se vislumbran con claridad diversos procesos sociopolíticos con muchas formas de gobierno: plutocracias, teocracias, democracias, hasta el surgimiento de grupos políticos y religiosos extremistas que van minando a los imperios hasta derrumbarlos.
Hay claras referencias al incendio de la Biblioteca de Alejandría por las turbas cristianas (religión naciente y que estaba alcanzando el predominio en el Imperio romano, en medio de una lucha por el trono de Egipto); la quema de libros realizada por los cristianos cruzados tras la toma de Constantinopla de manos de los musulmanes; la quema de libros 1933 en la Bebelplatz de Berlín por los nazis y diversas modalidades de odio al saber y a la cultura desatados por los muchos fascismos en la historia reciente de la humanidad, baste recordar el incendio de la Biblioteca Nacional de Bagdad en 2003, ante la mirada impasible y el desinterés de otro imperio y su ejército, el norteamericano.
Pero la saga es optimista en torno al papel de la cultura y el conocimiento científico para lograr el renacimiento humano (en clara referencia al Renacimiento después de la «oscuridad» del Medioevo y los grandes intentos civilizatorios de las revoluciones francesa y rusa, seguidas de su inevitable caída).
En fin, la trilogía es una obra colosal y un canto al racionalismo y al humanismo y, por lo mismo, todo un reto para trasladarla a un espacio muy estrecho y confinado de la pantalla. Por ello, debió esperar al surgimiento de una nueva forma de hacer televisión, en donde el tiempo del cine se amplifica para dar la profundidad y contexto debido, sin abandonar, por supuesto, el objetivo de este medio: alcanzar al máximo público y competir con éxito frente a otras alternativas. En este sentido, no esperes que la serie sea un traslado textual de los libros. Eso crearía un pegote difícil de digerir.
Los aficionados más duros, seguro encontrarán que la adaptación a la televisión carece del «espíritu» de la saga. Las extensas reflexiones de Asimov (en los libros) acerca del valor de la ciencia y la cultura en la civilización, están muy acotadas, algo que hay que comprender, aunque realmente están presentes en muchos sentidos. Es algo normal entre el estilo literario y el de la televisión comercial: trasladar las reflexiones y las preocupaciones de Asimov, por boca de los protagonistas, es complicado para la pantalla, un medio que se alimenta de la acción vertiginosa, romance o muchas tensiones dramáticas. No soy experto, pero una adaptación «fiel» a los libros carecería de atractivo para la mayoría del público o se volvería un bocado intragable y solo terminaríamos viéndola un puñado de fans y posiblemente desertaríamos luego de unos capítulos. ¿Quién desea escuchar discursos y largas reflexiones —ficticias— sobre el valor de la ciencia en un medio orientado al entretenimiento más sencillo y muy emocionante? Ese número de fans no pagaría el costo de adaptar y producir la serie, ni usando los decorados y escenografías de Cachirulo, mucho menos desplegando recursos tecnológicos impresionantes y seguramente muy costosos. Cada medio tiene sus reglas y sus recursos. De manera que no esperemos encontrar una conversión lineal del texto a la pantalla.
Eso último se intentó con Dune, basada en la novela de Frank Herbert y dirigida por David Lynch (1984). El corte original tenía una duración de más de ¡ocho horas! Lo que la hacía inviable para el cine comercial (y de cualquier tipo) y se tuvo que recortar hasta dejarla en 137 minutos con la consiguiente pérdida de continuidad, saltos inexplicables, personajes abominables de tan acartonados y sucesos incomprensibles debido a que los antecedentes (generalmente reflexiones), fueron eliminados para ahorrar tiempo comercial. Los admiradores de la novela quedamos decepcionados y salimos de la sala de cine con una cara de ¡¿Qué pasó aquí?! Y el público primerizo que pensaba encontrarse con una nueva historia tipo La guerra de las galaxias se aburrió a mares. El resultado fue uno de los más sonados fracasos en la historia del cine.
David S. Goyer y Josh Friedman, creadores, guionistas y productores de la nueva serie para AppleTv, creo que aprendieron la lección y se decidieron por una adaptación libre, por lo que escribieron una historia que toma los elementos centrales, es decir, los elementos básicos de los libros y, a partir de allí, construyeron una obra nueva: Hari Seldon, un psicohistoriador que predice la caída del Imperio y un periodo de oscuridad que podría durar milenios. La solución que propone es la creación de una Fundación que albergue la Enciclopedia Galáctica, un compendio del saber que podría ayudar a que el periodo de barbarie sea menor. La serie de televisión nos cuenta el origen, entresijos y conflictos de la fundación para convertirse en eso que su creador pensó. Pero tal tarea no puede estar exenta de oposición, violencia y enemigos poderosos, tanto como de fanáticos religiosos o pueblos explotados que ven en su destrucción una victoria libertaria sobre el imperio (¿Le suena a historia contemporánea del mundo?).
Cambiaron algunos personajes, otros fueron difíciles de manejar y fueron eliminados para no forzar su inclusión y luego gastar tiempo en explicarlos. Quienes disfrutamos de los libros seguro los extrañaremos. Y por supuesto, al ser una adaptación libre, se incluyen otros que no están en la obra o directamente se «modernizaron». Esta pulida es necesaria para crear una producción bien argumentada, coherente y de fácil seguimiento.
Por supuesto, le agregan acción, tensión y amores imposibles para atraer a un público que ha sido formado en las cintas de superhéroes y salvadores de las galaxias. Como ya lo dije, esto es fácil de entender si asumimos que aún y cuando está basada en la historia de Asimov, es una nueva obra por naturaleza y propósitos, y así debemos juzgarla.
¿Cómo reflejar la inmensa historia creada por Asimov? Los libros abarcan miles de años, miles de mundos, personajes, sucesos… Hay que contenerse con lo que aparece y lo que se elimina, de otra manera le pasará lo que a la película Dune de los años 80. Estoy por descubrir si la nueva adaptación de Denis Villeneuve de esta novela legendaria, que apenas llegó al cine hace unos días, también aprendió esta lección, sobre todo porque al igual que Fundación, Dune es una novela de gran complejidad, muchos personajes y mucho contexto.
De manera que hay que ver cómo se va resolviendo la serie Fundación. Los ocho primeros capítulos que van desde el estreno hasta la publicación de este artículo, dan un aspecto más que solvente y muy digno y, desde luego, espectacular. Ha sido bien recibida por el público al que va destinada, tanto que la productora ya confirmó una segunda temporada y hay planes de realizar ocho en total y darle más extensión que en la obra original. Eso está por verse, aún es muy pronto.
En casa nos divertimos encontrando los cambios hechos por los guionistas para adaptarla y, al menos en este estreno, estos ajustes reflejan las diferencias y actualizaciones contextuales naturales para una obra que comenzó a escribirse en los años 40 del siglo pasado. Por ejemplo, el papel de la mujer se destaca mucho más, algunos androides son representados por figuras femeninas y el liderazgo de los científicos, después de Hari Seldon, es asignado a una mujer, tanto como a la guardiana de la primera fundación. Tiene una composición multiétnica, no solo necesaria para ser «políticamente correcta», sino para reflejar la diversidad natural en cientos de planetas habitados y con procesos de desarrollo y evolución muy particulares.
Tecnológicamente también se le ha dado una buena pulida, recordemos que, en tiempos de Asimov, no existía la clonación, el análisis genómico, las computadoras personales, ni las tabletas y teléfonos celulares, y los viajes espaciales estaban en sus inicios y se limitaban a la periferia muy cercana del planeta en «barriles y bañeras» recargadas y las naves espaciales para nada seguían los diseños ahora presentados. Es casi como comparar las naves de Flash Gordon, una suerte de calentadores y tinacos capaces de viajar por el espacio contra diseños ultramodernos de bufetes de artistas futuristas: el resultado, la producción, actuaciones y escenografía es nada menos que espectacular.
Hasta ahora, los resultados nos parecen muy buenos, pero seguimos recomendando también la lectura de un clásico en cualquier género literario y creemos que la serie puede ser un empujón para la reedición digna y moderna de la trilogía original.
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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