El cine es muy rico en películas sobre catástrofes. Las hay de muchos tipos, incendios, derrumbes, volcanes, epidemias, hasta apocalipsis zombis. De manera que hablar de otra pudiera parecer ocioso. Pero la película de la cual hablaremos hoy es distinta. Y no lo es por su factura, pues es posible que no sea la mejor o la más espectacular. En realidad, nunca sabemos que pasó que desató la tragedia y eso, de entrada, la hace diferente.
¿Una película sobre una catástrofe mundial que nunca nos dice qué pasó? Vaya, resulta extraño. Pero así es La carretea, cinta de John Hillcoat (USA, 2009), un director que hemos conocido en varios capítulos de la serie anti tecnológica The Black Mirror (Reino Unido, 2017). La película está protagonizada por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee, y pequeñas apariciones de Charlize Theron, Rovert Duval, Guy Pierce, entre otros.
Su argumento es “sencillo”: El planeta ha sido arrasado por un cataclismo y, en medio de la desolación, un padre (Mortensen) y su hijo (Smit-McPhee) se dirigen hacia la costa en busca de un lugar seguro donde asentarse. Durante el viaje se cruzarán con otros supervivientes: unos se han vuelto locos, otros se han convertido en caníbales.
Para hablar de esta película debemos acercarnos a la novela en la que está basado el guión. Se trata de “La Carretera”, exitoso libro de Cormac McCarthy, con la cual obtuvo el Premio Pulitzer de ficción (2006). Esta es una novela que sólo puedo calificar de magnifica, pero desoladora. Es la breve historia de un hombre y su hijo que, siguiendo la carretera, huyen hacia el mar en busqueda de esperanza, pues hay rumores de que allá la civilización aun existe. El mundo es un paisaje calcinado, en donde el instinto de sobrevivencia ha llevado a los pocos habitantes que quedan, a la locura.
El libro, como la película, están narrados en tercera persona y en esta historia nadie, ni ningún lugar tienen nombre, el padre es “El hombre” y su hijo “El chico”. Tampoco hay una referencia y menos una crónica de la catastrofe. El mundo calcinado hace pensar en un holocausto nuclear, pero no hay nada que lo confirme, sólo se intuye que hace algún tiempo, algo muy terrible ocurrió.
En las historias lineales, fáciles, que en general caracterizan a las películas y libros del género, lo primero que encontraremos serán argumentos que expliquen la debacle, le den verosimilitud. Ciudades abandonadas ante un fenómeno, aguas contaminadas, la ausencia de sol, deben tener alguna explicación, pero no en esta novela de ciencia ficción postapocalíptica. Cuando salió el libro, muchos criticaron esta falta de “argumento”, ¿qué lo causó? ¿quién tuvo la culpa? ¿quién disparó primero? Cormac McCarthy, que suele ser muy huraño con la prensa, sólo dijo “ante una tragedia que está por terminar con el mundo ¿importa quién tuvo la culpa?” y yo estoy de acuerdo…
Importa sí, el carácter del padre, sus esfuersos por proteger a su hijo, por enseñarle a sobrevivir, por darle esperanza. Importa sí, el carácter del hijo, su disposición a aprender todo y a darle algún sentido a sus vidas. Importa el empeño de ambos para protegerse del mal que los rodea. Hay una insistencia del padre porque su hijo comprenda y sepa diferenciar el bien del mal. El chico representa la esperanza, el hombre, el ultimo intento por preservar lo que queda de la ética, de civilización.
Regresemos a la película. El trabajo de dirección, la fotografía, y en particular, las actuaciones de ambos protagonistas me parecen impecables. Capaces de envolvernos en una historia demencial, en dónde no hay espacio para la esperanza, pero algo se puede atisbar, muy en el fondo. Las interpretaciones son admirables y nos resultan conmovedoras.
Lo más interesante es que nos mueve a una reflexión: ¿Tendremos que esperar una catastrofe para considerar qué debemos cambiar en el mundo? Tal vez si, aunque no debiera ser necesario. Tenemos ya varias decadas advertidos por la ciencia de las causas, las consecuencias y las formas de refrenar el cambio climático global. Hace varios años, los científicos, epidemiólogos, virólogos, advirtieron del riesgo inminente de una pandemia de coronavirus, empujada por el cambio de uso del suelo, ciertas prácticas culturales y desde luego, el propio cambio climático. Pero hemos hecho poco con esa información valiosa.
He percibido estos días (escribo este artículo en lo álgido de la pandemia de Covid-19), una tendencia a “buscar culpables”. Donald Trump dice en EUA (cuando no minimiza el peligro), que el “virus chino” no nos tocará… en un claro intento de asociar un problema de salud pública a su enemigo comercial; otros creen ver las huellas de un plan demencial para desacerse de la población y de sus clientes de parte de empresas muy difusas; otros buscan en las acciones de sus gobiernos la causa de la tragedia, pero muy pocos ofrecen alternativas viables.
La verdad, no importa quién tuvo la culpa, en estos momentos importa que debemos hacer para proteger a la humanidad y reponernos en algún momento de las consecuencias, pero fundamentalmente, importa que sepamos sacar las lecciones valiosas que la naturaleza pareciera querernos dar…
La película que ahora les recomiendo, asi como la novela en que está basada es desoladora, pero nos permite reflexionar para buscar que debemos hacer para que siga siendo solo una historia de ciencia ficción posapocalíptica que mirar una tarde de primavera…
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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