Ponernos a pensar en “que hubiera pasado si…” casi siempre carece de sentido. No podemos regresar el reloj o el calendario y corregir lo que salió mal. Se antoja una tarea inútil… o no.
En la literatura hay un subgénero llamado ucronía. En este se recrea una suerte de historia alternativa en la que se nos muestran hechos posibles pero que no han sucedido realmente. Lo interesante es que parten de un hecho histórico real. En este momento pienso en El conquistador, una novela de Federico Andahazi en la que Quetza, un joven aventurero y muy inteligente mexica adelantándose a los grandes viajeros, es el primer hombre que logra unir ambos continentes, descubriendo un nuevo mundo: Europa. La historia desde luego es interesante ¿cómo habría cambiado el mundo de ser los aztecas los descubridores?¿estaríamos nosotros aquí? Quetza nos cuenta la barbarie que ve en Europa: la adoración a un hombre brutalmente clavado a una cruz, personas quemadas en hogueras ante multitudes que festejan como salvajes y ambiciones desmedidas de riquezas y poder.
Héctor Cahavarría escribio un cuento muy delicioso llamado Crónica del Gran Reformador en el que imagina un mundo en donde cuatro amigos profesionistas viajan por accidente al pasado azteca. En este mundo son tomados por dioses y ellos aprovechan su nueva posición y actuan para limar los aspectos “rasposos” de la cultura mexica como los sacrificios humnos, las guerras perenes o el poder de las tanatocrácias y van introduciendo la ciencia, la tecnología, la historia, la filosofía y con ello moldean un mundo diferente al que fue…
Las ucronias son juegos interesantes que nos permiten mirarnos en otras circunstancias. En famoso qué hubiera pasado si… cobra ahora sentido. Al menos en el nivel de reflexión filosófica. La ucronía, como lo dijimos, parte de un hecho histórico real o más o menos real en donde despliega un plano temporal alternativo que puede discurrir paralelo al plano temporal original o ser totalmente independiente.
Ejemplos de ello podemos encontrar en todos lados: que los aztecas derrotaron definitivamente a los invasores españoles en la famosa noche triste; que a Robespeirre no le cortaron la cabeza y el directorio no triunfó cambiando el destino de la Revolución francesa; que Hitler ganó la guerra o que Lev Trotsky no fue desplazado por Stalín en la Revolución rusa. Las posibilidades son infinitas. Viajar al pasado para cambiar el presente es muy recurrente en la literatura de Ciencia Ficción.
La ucronía, como género es una fuente de ideas y de reflexiones, no sobre el futuro alternativo mismo, sino sobre el presente por que nos permite analizar y contrastar las consecuencias de diversos hechos aparentemente simples.
Philip K. Dick es uno de los más prolificos escritores de ciencia ficción (36 novelas, 126 cuentos cortos y numerosos ensayos) y paradojicamente uno de los menos conocidos. En sus obras logra anticipar ciertos temas que hoy están en el debate, como la tirania de las drogas, la inteligencia artificial y el vínculo con sus creadores, la importancia central de los medios de comunicación en la configuración de la sociedad actual, la pastilla de la felicidad (prozac), entre otros. Además, P. K. Dick es un maestro de la ucronía.
No es un autor fácil, nos plantea muchas ideas para reflexionar, a veces con un humor y un estilo deficil de seguir. Pero vale mucho la pena. Dick se interroga constantemente sobre la realidad, la naturaleza del ser humano y de nuestras creaciones y las rasones de nuestra presencia en el universo. En la película o mejor dicho, la serie de televisión que hoy recomendamos Dick hace una reflexión ucronica: imaginemos un mundo de la posgruerra (la segunda guerra mundial) en donde las potencias del Eje triunfaron.
Si. Nazis y japoneses ganaron la guerra y ahora se dividen al mundo. En “El hombre en el castillo” (1961 y publicada en español por Editorial Minotauro), Philip K. Dick nos lleva a un mundo alternativo en el cual el Eje ha derrotado a los Aliados en la segunda guerra mundial y los Estados Unidos han sido invadidos y divididos entre los vencedores. Mientras los nazis se han anexionado la costa atlántica, donde han instaurado un régimen de terror, la costa pacífica permanece en manos japonesas, un poco más “suaves” pero igualmente opresivos. En el centro se encuentra una zona “libre”, sujeta a la administarción nazi pero que dispone de ciertos espacios para el trafico, el espionaje y la economia subterránea. También de cierta actividad política de los colaboracionistas, muy parecida a la francia de Vichy. En esta América invadida, los nativos son ciudadanos de segunda clase a pesar de que su cultura es admirada por los vencedores, a quienes encantan los relojes de Mickey Mouse o la Coca-Cola.
La vida en los Estados Unidos es oprobiosa, como seguramente es en todo el mundo. La oposición real a la tirania están representada por un hombre enigmático que vive en la clandestinidad en la montañas. Allí escribe y publica sus libros, más bien historias de amor rosas pero que de alguna manera constituyen un momento y un espacio de esperanza en un mundo terrible. Hasta que escribe su texto fundamental “La langosta se ha posado” en la que crea una ucronía en la que el Presidente Roosevelt no fue asesinado y los Aliados ganan la guerra. Una ucronía dentro de otra ucronía… muy de Philip K. Dick.
En fin, no les cuento más. Lean este libro, tal vez junto con la novela Ubik (1969, también en Minotauro), las mejores y más emblemáticas obras de este autor tan complejo como interesante.
Amazon, la poderosa tienda en línea, ha creado un sistema de distribución de contenidos (Amazon Prime) como Netflix o Apple. Además de la distribución de lo popular, tienen contenido propio. Amazon lanzó en 2016 ‘The Man in the High Castle’ una ambiciosa adaptación del libro de Philip K. Dick. La primera temporada fue muy exitosa, aun para los que no conocen a Dick y eso llevó a Amazon Prime a planificar una segunda, ya disponible y la tercera que se anuncia proximamente.
La serie es una adaptación libre del texto de Dick. Podemos notar ciertas concesiones a la televisión, incluso situaciones que para nada ocurren en la historia original. Esto no es un problema en si. Una película o un programa de televisión son obras por derecho propio y pueden inspirase en otro trabajo pero introducir modificaciones para adecuarse al medio o a las ideas creativas de director y guionistas. Podemos encontrar adaptaciones muy buenas, muy fieles y hasta obras legendarias que se independizan de la fuente inspiradora. Philip K. Dick ha recibido muchas adaptaciones y plagios. Algunas son de culto (aun cuando se dan sus libertades, o tal vez por ello) como Blade Runner o Minority Report, mientras que otras me parecen desastrosas y hasta olvidables y es que Dick es muy complejo.
De manera que Amazon asumió el reto y me parece que sale bien librado si aceptamos que Dick no es nada fácil. El resultado es bueno, en general. Una obra llena de tensión, amor, espionaje, lealtad y …poca filosofía para mi gusto.
Pero creo que tal como con el libro, la serie puede ser una oprtunidad para reflexionar en torno al significado de ciertas victorias contra el totalitarismo, sobre todo en una época en la que están brotando como hongos bajo la lluvia el nacionalismo radical, los fundamentalismos religiosos de todo especie y el aislacionismo cultural y económico.
Y quién sabe, tal vez El hombre en el castillo se su ingreso a la ucronía como género y una buena manera de entender el mundo desde los planteamientos que estas historias nos hacen.
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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