La palabra cyborg estaba, hasta hace pocos años, reservada a las novelas y otros productos de la ciencia ficción, la literatura, el cine, los comics. Hoy tal vez deberíamos reconsiderar si esta ubicación sigue siendo del todo correcta. Cyborg (o ciborg) es el acrónimo de dos palabras inglesas: cyber por cibernético y org por organismo, es decir, un organismo cibernético. La cibernética es una ciencia que estudia los flujos de energía vinculados al control de sistemas complejos. Para nuestros fines, cibernética se refiere a la conexión de los sistemas biológicos con la tecnología.
Durante mucho tiempo se trataba de una aspiración más de la fantasía, usar dispositivos tecnológicos para reparar, aumentar y mejorar el cuerpo humano. Originalmente se visualizó como una conjunción del hombre con la “máquina” que nos permitiera regular a través de dispositivos externos las capacidades del humano para sobrevivir a condiciones extremas, como las del espacio. Pronto ese enfoque fue ampliado para considerar todo tipo de accesorios que restauraran una función perdida, como un órgano, o aumentaran nuestras capacidades, como un exoesqueleto.
El avance tecnológico, sobre todo en el área de la electrónica, pronto dejaron esta definición muy rebasada, puesto que el concepto original de Manfred Clynes y Nathan Kline, sus creadores, hacía énfasis en dispositivos como trajes, exoesqueletos, sistemas de escucha, etc., que terminaría integrándose al organismo mismo, sin embargo, la capacidad de restaurar y/o aumentar nuestras capacidades puede residir en sistemas más sencillos y muchas veces no muy evidentes.
Por supuesto, la literatura y el cine han abrevado de la visión “clásica” del cyborg, el híbrido hombre-máquina. Películas como Robocop (Paul Verhoeven, 1987), Terminator (James Cameron, 1984) dan cuenta de grandiosos personajes mitad máquina, mitad humano. Pero otras películas como Her (Spike Jonze, 2014) nos presentan la versión más “moderna” del cyborg, más como una interfaz externa que aumenta las capacidades sin necesidad de integrarse al cuerpo o Lucy (Luc Besson, 2014) que centra el incremento de las capacidades humanas hasta niveles extraordinarios en función no de artilugios, sino de una sustancia consumida por la protagonista. ¿Estos últimos casos los podemos considerar cyborgs? Hay una nueva corriente que piensa que si…
Otras destacadas cintas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982), o Ex Machina (Alex Garland, 2015) por poner sólo dos ejemplos, se orientan a analizar una de las fronteras de la utopía cyborg, la construcción de “máquinas” con inteligencia propia a las que se les ha dotado de emociones y no se distinguen del humano mismo.
La película que hoy recomendamos, o debiera decir, las películas, es ya un clásico en esta temática. Se trata de Ghost in the Shell, película en anime del japonés Mamoru Oshii (1995) y Ghost in the Shell, el alma de la máquina de Rupert Sanders (2017), una adaptación a imagen real. Ambas cintas están basadas, de manera más o menos libre (sobre todo la segunda) en el manga del mismo nombre de Shirow Masamune (1989-1991) (Planeta de Agostini ISBN 9788416543793).
Entiendo que mezclar dos cintas de calidad y originalidad muy dispar pueda ofender a los fans del manga o del anime, pero para los propósitos de esta sección creo que se vale. Shirow Masamune creó un universo muy peculiar que terminó por convertirse en un referente muy influyente del género. A partir del manga se crearon una gran cantidad de productos como series de televisión, otros mangas, películas, etc.
La historia se desarrolla en un futuro hipótetico, alrededor del año 2029; para esa fecha se tiene la capacidad de incorporar implantes y equipos electrónicos para aumentar las capacidades naturales del humano o reparar secciones dañadas. La historia se centra en la creación de un grupo antiterrorista en la policia de Japón. Este grupo, conocido como la Sección 9, opera en secreto. El personaje central y líder de este grupo es la Mayor Makoto Kusanagi, una chica que luego de un terrible atentado es “reconstruida” como una cyborg. Este nuevo cuerpo artificial le permitirá ser capaz de realizar hazañas sobrehumanas especialmente requeridas para su trabajo. Makoto junto a otros de su tipo investiga y combate crimenes tecnológicos y criminales cibernéticos.
A partir del planteamiento anterior, las dos variantes de la historia desarrollan caminos con algunas particularidades en las cuales nos centraremos por ahora. En general, la Sección 9 busca hackers o individuos violentos que han cometido atentados y a partir de esta premisa va desarrollando una reflexión sobre la inteligencia artificial, lo que es humano y lo que no y la conciencia de sí mismo que un cyborg puede adquirir.
La película a imagen real fichó a Scarlett Johansson como recurso taquillero y a una pléyade de actores famosos entre los que destacan Juliette Binoche, Takeshi Kitano, Michael Pitt. La presencia de una actriz famosa, pero indudablemente occidental disgustó profundamente a los fans quienes vieron un intento de “blanquear” la historia y una expropiación cultural. Fuera de estos elementos, la cinta funciona por su gran calidad visual y tecnológica y ciertamente, la presencia de Johansson (y de Binoche) destaca la tendencia del cine hollywoodense a pensar en la taquilla antes que en la naturaleza de la historia. El manga es una historia japonesa, con un estilo totalmente japonés, personajes afines a su cultura, de manera que lo más sensato hubiera sido incorporar una actriz japonesa, de paso, más creíble... aunque en honor a la verdad, Johansson no lo hace mal, se apropia bien del personaje y para los canones del cine más comercial es una película muy solvente. En fin, para los fans nunca será suficiente.
Lo interesante en ambas cintas es que funciona como un recurso para establecer esta muy seria reflexión sobre el futuro de la fusión de la tecnología con lo humano. Un aspecto interesante de los cyborgs de la Seccion 9 es que todos tienen “alma” (Ghost), la capacidad de generar autoconciencia, emociones e individualidad. Esa alma se encuentra conectada a una gran computadora central que la puede remover e incluso sustituir con el ghost de un humano. La gran utopía del mundo cyborg es la posibilidad de digitalizar los pensamientos y almacenarlos en un cerebro electrónico, liberando al humano así de cualquier “atadura” física. En la historia que hoy comentamos, esto es posible, de manera que los replicantes son indistinguibles de los propios humanos.
A medida que transcurren sus búsquedas, aparecen las dudas en la propia Mayor Makoto Kusanagi, lo que la lleva a cuestionarse su propia identidad. En ello hay una indudable influencia de Blade Runner, o más especificamente en la novela en la que esta película está inspirada: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick (Catedra, España ISBN 9788437634555). Toda la historia tiene un estilo muy bien definido y que podemos clasificar sin duda como ciberpunk, con clara influencia del citado Philip Dick, pero también de William Gibson y su Neuromante (Minotauro, España, ISBN 9788445076620).
El manga, la historia llevada al anime con todas sus secuelas, en partícular las dirigidas por Mamoru Oshii (Ghost in the Shell y Ghost in the Shell 2 Innocence) y la película de Hollywood destacan por su acento en las consecuencias éticas y filosóficas de la fusión entre hombre y máquina, la inteligencia artificial llevada a su máxima posibilidad y un futuro distópico, todos estos elementos típicos del ciberpunk: un futuro tecnologicamente muy avanzado coincidente con una gran soledad y depresión. No existe una frontera clara entre el hombre y sus creaciones que lleva a cuestionarse constantemente qué es un humano.
Vea estas cintas, lea el manga original y medite sobre las consecuencias del desarrollo tecnológico. Es un buen tema de reflexión y conversación para una tarde de café. Y es probable que los cyborgs ya estén entre nosotros y sería bueno pensárselo más…