La Ciencia en el Cine

PASAJEROS

Escrito por Horacio Cano Camacho

Dejemos de lado por un momento nuestro escepticismo e imaginemos que podemos viajar por el espacio. Pensemos que vamos a un planeta que se encuentra a 4 años luz (la estrella más próxima al sistema solar está a esa distancia). Ahora tensemos aún más nuestra imaginación y pensemos que podemos movernos a la velocidad de la luz. Viajar a ese hipotético lugar nos llevará …cuatro años. Y estar encerrado cuatro años tiene implicaciones psicológicas, fisiológicas, y de muchos otros tipos, todas muy profundas. Ahora sumemos lo que implica en gasto de energía, la eliminación de gases de desecho, la producción de agua, oxígeno, nitrógeno y otros elementos que requerimos para vivir. Hay que producirlo a bordo por que cargarlo desde la tierra sería totalmente impráctico. Sumemos la comida, la convivencia, el ejercicio. ¡Uf! Se antoja una tarea imposible.

Pero dejemos la fantasía un momento y azumamos, de acuerdo a la física, que no podemos viajar a la velocidad de la luz, pero lo podemos hacer, digamos, a un 10% de la misma, lo cual es razonable. Entonces nuestros cuatro años se convierten en 400. Y eso multiplica los problemas.

¿Y qué tal si a los viajeros los ponemos en una especie de hibernación o animación suspendida? Se reduciría la demanda de muchas cosas… comida, oxigeno, agua… digo que se reduciría, no eliminaría. Aunque estemos dormidos seguimos respirando, construyendo, eliminando. El metabolismo disminuye, no se anula y para ello se utilizan las reservas energéticas almacenadas en el cuerpo. En la realidad, los animales que presentan esta capacidad no pasan de meses en esta condición y para ello acumulan cantidades ingentes de materiales biológicos a partir de lo que comen en los meses previos. Pensar en una máquina que nos proporcione lo que necesitamos durante nuestra hibernación en el espacio implica que la maquina lo sacó de algún lugar, esto es, que se cargó en la nave de antemano o se genera allí, pero de materiales previamente surtidos. ¿De qué tamaño sería la nave para llevar todo esto que se requiere durante 400 años? ¿y si la tripulación se compone de no cuatro o diez personas, sino de 5000 o más? Esto lo digo porque nadie monta un viaje tan extraordinario para mandar a una sola persona.

Cualquier persona que ha estado postrada en una cama durante unos días o semanas o conoce a quien lo ha estado, sabe que la inmovilidad genera una gran cantidad de problemas, desde lesiones hasta daños orgánicos. Para evitarlo, en los hospitales se trabaja con terapia física (activa y pasiva) constante. Bien, ya resolvimos en nuestro viaje imaginado el asunto de reducir al mínimo el metabolismo y la dotación de elementos para sustentar la vida durante 400 años, ahora, ¿cómo mantengo la integridad del organismo sin movimiento?  Eso implica más máquinas, más energía, más espacio… Sumemos las vicisitudes y los peligros del espacio y no tenemos muchos argumentos para ser optimistas respecto a estos viajes.

A lo que quiero llegar es a que entendamos que para moverse por el espacio no bastan las salidas y recursos fáciles. Que mantener a una tripulación 1, 10, 100 o 400 años aun y cuando esté dormida no es cualquier cosa.

En la película que ahora comentamos se plantea este problema. Pasajeros (Passengers) es un film norteamericano estrenado en 2016 y dirigido por el noruego Morten Tyldum con un guión original de Jon Spaihts (Prometeo). Tyldum saltó a la fama con dos películas de éxito comercial: Headhunters (2011) sobre una novela de género negro del escritor Jo Nesbø y The imitation game (2014) llamada en México El código enigma sobre la vida del científico Alan Turing.

La película es protagonizada por Chris Pratt (Guardianes de la galaxia y Los siete magníficos) y Jennifer Lawrence (Los juegos del destino y Los juegos del hambre). También aparecen en papeles muy discretos, el galés Michael Sheen haciendo de un robot cantinero muy simpático y el norteamericano Laurence Fishburne que sale de muerto… Dos actores y un solo escenario. Vaya que aburrido…

La verdad es una película palomera para un domingo por la tarde. El argumento es sencillo: Ávalon es una nave que viaja a un planeta lejano con 5000 personas a bordo más 250 tripulantes, todos en hibernación. El viaje está programado para durar 120 años es alterado por un campo de asteroides que al impactar con la nave le provocan daños lo que conduce a que las computadoras despierten al pasajero Jim Preston (Chris Pratt) 90 años antes de tiempo. Imaginen, solo en la enorme nave por 90 años. Eso enloquece y desequilibra a cualquiera. Su única compañía es un Barman robótico llamado Arthur (Michael Sheen).

El problema es que no hay forma de volver a “dormirse” y la tripulación que pudiera tener una solución también está dormida. Para fines prácticos está y estará sólo hasta que muera… Despertar a los pasajeros es condenarlos a morir en la soledad del espacio o por agotamiento de los recursos en una nave no programada para tener pasajeros vivitos y coleando.

Aquí entran en escena las reflexiones del pasajero solitario respecto a despertar a algún otro si no quiere enloquecer o terminar suicidándose. Y vaya que es un dilema ya que no hay forma de revertir tal acción… No quiero contarles más, se trata de una película muy bien realizada, la nave y su viaje son espectaculares, los hipotéticos desarrollos tecnológicos son muy interesantes, buenos efectos especiales y los protagonistas son muy monos. Si bien se trata de una película que puede quedar inscrita en el de romance o aventura. Nos cuenta una relación romántica marcada por el conflicto ético generado por una decisión tomada en una situación extrema y Pasajeros es una historia en este sentido, aunque para mi gusto se desaprovecha.

Pasajeros sin duda abreva de algunos clásicos como 2001, una odisea en el espacio de Stanley Kubrick o de novelas como Aurora de Kim Stanley Robinson, pero se queda muy lejos de ellas, seguramente la deriva comercial de Hollywood que exige historias edulcoradas, tramas fáciles y finales felices junto a estrellas rutilantes está detrás de las debilidades de la película.

Pero tiene muchos elementos de una cinta de ciencia ficción y estos son muy interesantes. No recurre a las soluciones fáciles sacadas de la fantasía, el viaje dura lo que debe en la realidad, es decir, muchos años; no puede sostener por tanto tiempo a una población activa; los problemas para la nave comienzan cuando la computadora falla, lo cual sucede muy a menudo en artilugios mandados al espacio; las comunicaciones con la tierra están vedadas en la práctica por el tiempo que tarda la señal de la ida y vuelta (años), entre otras cosas. Además, así sea lateralmente por que el romance azucarado lo enmascara, nos plantea algunos elementos importantes de reflexión, como la respuesta a la soledad, la experiencia de vivir en espacios cerrados, la responsabilidad sobre los compañeros de viaje, el egoísmo, los dilemas éticos, etc.

Para mi gusto pudo sacarse más de la historia que por momentos se convierte en un drama cursi, digno de la serie friends o similares, sin embargo, es una buena oportunidad para plantearse algunas preguntas de lo que supone un viaje de tal alcance por el espacio. Y esto me parece lo fundamental, aprovechar una historia romántica con tintes de ciencia ficción para hacernos preguntas…