La Ciencia en el Cine

BLADE RUNNER O ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?

Escrito por Horacio Cano Camacho

Crear vida siempre ha sido una aspiración humana, y la literatura lo refleja muy bien. Hasta ahora, se trataba de una aspiración más bien ingenua. El Golem, en la leyenda judía de Praga (allá por 1550) fue creado de arcilla que luego fue animado por la Cábala para defender a los judíos de las muy numerosas amenazas de la intolerancia. Incluso en nuestras tierras existen diversas leyendas de creación de criaturas de maíz, lodos y toda suerte de materiales a los que se les insufla vida a través de conjuros y magia.

A finales del siglo XIX, tiempo en que se contó ya con una fuerza física real, capas de mover máquinas, se pensó que ésta sería la solución para crear vida, más allá de las inocentes e inservibles oraciones: se trataba de la electricidad, energía que sorprendió y cautivó a todo mundo. Es la electricidad la fuerza que iniciará la vida en el cuerpo de una nueva criatura. Pero no es de arcilla su cuerpo, sino de tejido que alguna vez fue “vivo”. Y por supuesto, esto se reflejó en la literatura. Se trata de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, un texto que se insertó en el imaginario popular y fue el evento fundador de toda una corriente que asumió la creación de la vida o su transformación en manos de los “científicos” como el eje de maravillosas historias. Son herederos de Shelley, La Isla del doctor Moreau de H.G. Wells, El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde de R.L. Stevenson, La Eva futura de Auguste Villiers de l'Isle-Adam y hasta El hombre invisible del mismo H.G. Wells.

Estos libros han sido profusamente representados en el cine y a su vez han generado todo una corriente cinematográfica sobre el terror de la creación humana, por que inevitablemente, según la moraleja de estas historias, al invadir los terrenos de la creación que no nos están permitidos, la cosa termina en catástrofe: Las creaciones se revelen a sus creadores.

Y así llegamos a la película que ahora recomendamos. También inició como un libro, un verdadero libro de ciencia ficción de culto. Se trata de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick. Publicado en 1968, se convirtió en la semilla de un género llamado cyberpunk, mismo que presenta un futuro distópico, por contraposición al mundo utópico, muestra una realidad en donde la tecnología lo domina todo, con sus grandes avances y capacidades, en contraste con una sociedad rota, sin esperanzas. En el género es la Tierra y no el espacio, quien ocupa el lugar central. Una tierra contaminada, destruida por catástrofes y generalmente en guerra entre la grandes corporaciones y un grupo de antihéroes (hackers normalmente).

La historia de ¿Sueñan los androides… (nombre por lo demás irónico y con un humor extraño, muy de Philip K. Dick) se centra en un mundo devastado por la guerra, la contaminación y la extinción de la diversidad de plantas y animales. En donde la tecnología lo es todo, incluso la fuente de animales (una suerte de robots que simulan animales). En este ambiente de mega ciudades que ocupan cientos de kilómetros, Rick Deckard, un policía especializado en cazar androides, que violando las reglas llegan a la Tierra en donde tienen prohibido estar, es asignado a “retirar” a un grupo de androides de la serie Nexus-6 que han escapado de sus confinamientos en el espacio e incursionado en nuestro planeta. Esta serie es tan perfecta, una conjunción entre robótica, cibernética e ingeniería genética, que es casi imposible distinguirlos de los propios humanos. El sueño perfecto de la creación que deja a la literatura fundacional de los Frankenstein y las criaturas del Dr. Moreau en el plano de la ingenuidad…

Este libro es sin duda una de las mejores obras de ciencia ficción jamás escrita y una referencia de casi todo el género posterior. Constituye una pesadilla tecnológica, un thriller, un libro ambientalista, una novela de aventuras y un alegato sobre la responsabilidad ética con nuestras creaciones. Nos plantea una reflexión muy compleja sobre los límites de los vivo y lo artificial que ahora comienza a transformarse en una discusión real con el advenimiento (¿o consolidación?) de la biología sintética y la ingeniería genética.

Esta novela, que al igual que su hija directa Neuromante de William Gibson, se pensó jamás podrían ser llevadas al cine, fue asumida como un reto por Ridley Scott y estrenada en 1982, unos días después de la muerte de Philip K. Dick que no alcanzó a ver su estreno, aunque si un avance de 25 minutos del cual comentó “Era mi mundo interior: lo habían captado perfectamente”.

Ridley Scott venía de dirigir esa cinta gótica de terror futurista Alien y tenía una muy bien ganada fama por su rigor y calidad. Scott logró varios aciertos antes de emprender la grabación de la película. Primero, eligió una adaptación libre del texto original, cambiando algunos referentes geográficos (de San Francisco a los Ángeles) y el papel de Rick Deckard, que en la novela es un hombre más común, es transformado en la película en una suerte de antihéroe más complejo. El nombre del libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? No era precisamente fácil de asumir para una película comercial y fue sustituido por Blade Runner, tomado con licencia de una novela de ciencia ficción e ingeniería genética escrito por William S. Burroughs, aunque de temática diferente.

Ya con un nombre más atractivo, reclutó a Moebius, un historietista e ilustrador francés de culto quien le imprimió su sello alucinante a la cinta, creando un universo nunca visto antes y que reflejaba con toda claridad la delirante visión del futuro de Dick. Cuenta William Gibson (uno de los padres del ciberpunk) que cuando fue a ver la película, tuvo que abandonar la sala, asustado e impresionado por que alguien entró en sus pensamientos y captó de idea de la megaciudades de sus pesadillas en su novela Neuromante...

Otro acierto de Scott fue el reparto, en especial la elección de Harrison Ford para el papel de Rick Deckard, el mercenario cazador de androides y Rutger Hauer, quien da vida al Replicante Roy Batti, líder de los androides (replicantes, en la novela), también Sean Young y Daryl Hanna en el papel de replicantes están excelentes... al igual que Edward James Olmos, en el papel de Gaff, un policía enigmático…

Syd Mead, un diseñador industrial se encargó de la producción y a la vez, de introducir cuanto artilugio del futuro se le ocurrió (autos, computadoras, vestuarios, hasta puestos callejeros de fritangas), creando junto a Moebius un ambiente de crisis ambiental y logros tecnológicos, el mundo distópico, ni más ni menos, todo a través de maquetas y trucos impresionantes para recrear la atmósfera contaminada y opresiva.

El actor Rutger Hauer aportó, además de su papel, dos detalles que ya pasaron a la historia del cine: un discurso final, que no estaba en el guión ya que él improvisó frente a cámaras y una paloma que vuela en una de las escenas más hermosas e inquietantes de la película (y del cine, diría yo).

La película también tuvo una consecuencia inesperada. Generó una fiebre por leer a Philip K. Dick. Aunque este autor era muy prolífico, tanto en novelas como cuentos, su calidad era apreciada en pequeños círculos de fans. De hecho, era de todos sabido que Dick se conocía y leía más en Europa que en los mismísimos Estados Unidos, cosa, al parecer muy cierta. Después de la película las editoriales reeditaron sus obras y se realizaron traducciones a muchos idiomas, permitiendo a todos disfrutar de su vasta obra. Sólo que Dick ya no pudo disfrutar de su bien ganada fama… Luego de este film, Dick se convirtió en uno de los autores más traducido al cine y de los más pirateados (sin darle el crédito), incluso en películas de enorme éxito comercial…

La música también es un acierto. La banda sonora es uno de los mejores trabajos del músico griego Vangelis quien luego sacó un disco con una versión un tanto diferente a la cinta… lástima, en la película es más impresionante.

Blade Runner fue un fracaso comercial, de acuerdo a lo que se esperaba al invertir tanto dinero. Como que era demasiado sofisticada para un público alucinado con la Guerra de las galaxias, Encuentros cercanos del tercer tipo y esas películas de marcianitos chacoteros y en muchos sentidos, lejano a la ciencia ficción real. Pero a su fracaso económico le siguió su elevación al altar del culto. Millones de fans en todo el mundo, discusiones, foros, libros, debates y mitos en torno a la película le han dado su merecido lugar. Sin duda se trata de una de las mejores películas de ciencia ficción que se han filmado y nunca es tarde para verla y mejor aún, leer el libro y la obra de Philip K. Dick, una reflexión acerca del futuro, de la tecnología y la relación con nuestras creaciones.

Consiga la película, de preferencia el llamado corte del director, ya que circulan diversas versiones, la mayoría piratas. Es una película excepcional en todos sentidos, hasta en las miles de historias que se cuentan de las dificultades de su rodaje. Y prepárese, todo indica que habrá un Blade Runner 2 a estrenarse en el 2017. Esta secuela se sustenta, según algunos, en varios “misterios” planteados por la cinta original, como la posibilidad de que Rick Deckard sea a su vez un replicante, o la aparición en una escena de un pequeño unicornio plateado… en fin, no sé qué pensar. Mejor vuelvo a leer el libro por enésima vez o mirar la cinta en otra sesión de un sábado por la tarde, una buena taza de café y todas las ganas de reflexionar un rato sobre la posibilidad de crear vida en un taller…