La Dra. Cortés Zavala, nació en Morelia, Michoacán, México y realizó sus estudios de licenciatura en Historia en la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) (1982), de Maestría en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y de Doctorado en Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid, España (1999). Es Profesora investigadora de tiempo completo de la UMSNH y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel II) y de la Academia Mexicana de Ciencias. Sus principales líneas de investigación son Historia del Estado, la Nación y los grupos de poder, Historia Económica y del desarrollo regional, e Historia de la Cultura, la ciencia y la tecnología, en las que ha desarrollado temas de investigación como Historia social y cultural de Michoacán y el Caribe hispano en los siglos XIX y XX.
Ha sido responsable y participado en proyectos colectivos de investigación financiados por instituciones mexicanas y de España, que han abordado ciencia, educación, industria, comercio y narrativa histórica en Puerto Rico; sobre las relaciones de México y el Caribe como «El espacio antillano: génesis, circulación y redistribución de individuos e ideas, saberes y modelos», «Los desafíos del orden en el circuncaribe hispano, 1789-1960»; así como del proyecto Memoria histórica y riqueza bicultural. 50 aniversario del Parque Zoológico de Morelia.
Es autora de libros individuales y colectivos, capítulos de libros, artículos científicos, de difusión y de divulgación científica, y ha dirigido tesis de Licenciatura, Maestría y Doctorado. Es fundadora de la revista Tzintzun Revista de Estudios Históricos (IIH- UMSNH) y fue directora de América a debate Revista de Ciencias Históricas y Sociales (FH-UMSNH).
Este año (2024), fue galardonada con la presea «Vasco de Quiroga» que la UMSNH otorga a los y las académicas por su trayectoria destacada en la Investigación Científica o en Desarrollo Tecnológico.
Empezamos con la pregunta obligada ¿Por qué estudiar Historia? Y si nos puede contar su trayectoria a través de los estudios realizados de maestría y doctorado.
Estudiar historia actualmente es tan importante, como que los jóvenes se sigan inscribiendo y preparando en otras carreras que se consideran exitosas porque sus egresados consiguen empleo con mayor facilidad. Esa fórmula pragmática de medir el prestigio social de una disciplina sobre otras, bajo el indicador de las leyes del mercado, va en contra de la necesidades de la naturaleza humana de todos los tiempos. Me refiero a la enorme necesidad de tener certeza y dar respuesta a las principales preguntas de la raza humana como especie, o como reciente ha expresado la escritora española Irene Vallejo en un artículo aparecido en el periódico Milenio: «somos la única especie que conoce el mundo anterior a nuestro nacimiento, las únicas criaturas capaces de asomarnos al misterio de los milenios antiguos. Un caballo, un gato o una pulga ignoran las peripecias de sus antepasados. Nosotros podemos reconstruir las nuestras -y las suyas-» (Milenio, México, 01 de julio de 2024).
Así que estudiar historia en el marco de la mercantilización de la cultura y la reducción del pasado a una dimensión folclórica, desde mi punto de vista, lleva implícito la urgencia de reforzar la formación de profesionistas con capacidad para comprender, explicar y trasmitir, como lo hacían nuestros ancestros en las culturas originarias, el estado actual de la sociedad, la política, la economía, el medio ambiente y la cultura, a partir del registro minucioso de los eventos y decisiones que se tomaron en el pasado y que moldearon el mundo en que vivimos y los problemas que nos aquejan.
En 1984, como egresada de la licenciatura en Historia en la Universidad Michoacana, me trasladé a la Ciudad de México con la ilusión de cursar la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, explorando dos campos del conocimiento que desde niña me han sido muy atractivos: la historia y la literatura, porque se complementan e irrumpen en descifrar el espíritu de una época. Recuerdo con mucha alegría aquellos años en el campus de la UNAM porque tuve la oportunidad de coincidir como estudiante con compañeras y compañeros puertorriqueños, colombianos, brasileños, peruanos y chilenos que, como latinoamericanos, enriquecieron mis saberes y experiencias como persona. En tanto que en las aulas despertaban mi curiosidad académica un conjunto sólido de profesores encabezados por el doctor Leopoldo Zea. Me refiero a Ignacio Díaz Ruiz, Carlos Magis, María Elena Rodríguez Ozán, Ignacio Sosa. Recuerdo con especial aprecio a los doctores Carlos Pereira, Ricardo Melgar, Juan Manuel de la Serrna y Francoise Perus, ésta última dirigió mi tesis sobre Lázaro Cárdenas y su proyectos cultural en Michoacán, la cual recibió mención honorífica en el Premio «Mariano Azuela» otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana (INEHRM). En estos años se tejieron mis principales redes académicas.
Otro gran aprendizaje fue el que emprendimos en 1994 con mi esposo y tres hijas, cuando decidimos estudiar el Doctorado en Geografía e Historia de América en la Universidad Complutense de Madrid con una beca del CONACyT. A nuestra llegada y gracias a las cartas de presentación que nos hiciera el profesor cubano Francisco Pérez Guzmán, nos vinculamos al equipo de trabajo del Departamento de Historia de América y José Alfredo Uribe, mi esposo, al Departamento de Historia de la Ciencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, experiencias que marcaron nuestras vidas. Allí estuvimos como profesores invitados durante los años del doctorado en tanto que hacíamos nuestros cursos en la Universidad Complutense. Las instalaciones del Consejo, ubicadas en la calle de Medinacelli, en el centro de Madrid, se convirtieron en nuestra segunda casa en aquella época. Mi tiempo se dividía entre asistir a mis cursos en la universidad, ir a las conferencias y seminarios que se realizaban en el Departamento de Historia de América, a donde llegaban investigadores de todas partes del mundo. Mis visitas al Archivo Histórico Nacional se hicieron frecuentes en la medida en que avanzaba en mi tesis doctoral bajo la asesoría de la doctora Consuelo Naranjo Orovio, además de disfrutar el ver cómo crecían y se desenvolvían mis hijas en su nueva realidad.
Fueron años intensos de aprendizaje y convivencia con grandes personas. Destaco, por supuesto, a los doctores Fransciso Solano, José Luis Peset y el trabajo que realizaban en la dirección de los departamentos antes mencionados. En la Universidad al historiador y americanista respetado Manuel Ballesteros, a Pedro Pérez Herrero, Concepción Bravo Guerreira, su esposo, Leoncio Cabrera y Elena Hernández Sandoica. Adeas de tener la fortuna de hacer las más entrañables amistadas con mi profesora Consuelo Naranjo Orovio y su esposo Miguel Ángel Puig-Samper, a través de quienes me integré a los grupos de investigación y redes del americanismo europeo y latinoamericano. En el Instituto de Historia he trabajado con María Dolores González Ripoll, Salvador Bernabeu, Mónica Quijada, Antonio Satamaria, Martha Irurozqui, Víctor Peralta, Luis Miguel García Mora, Inés Roldán, Francisco Pelayo, Rafael Huertas, Miguel Cabañas y Leida Fernández. Formar parte de estas redes académicas y de intercambio fue una experiencia enriquecedora y fundamental para mi desarrollo profesional.
La vida te conduce por diferentes caminos y quizá una de las decisiones familiares más acertadas fue la de trasladarnos a Madrid a hacer el doctorado. Este hecho modificó nuestro futuro y la perspectiva de América, entendiéndola desde una visión atlántica comparada y continental, que me ha llevado a formar parte o dirigir diversos grupos de investigación internacionales. Al estudiar el nacionalismo puertorriqueño, comprendí la fuerza que tienen las ideas en la historia como parte fundamental de la memoria de los pueblos. Por tal razón considero que la Historia es una disciplina que requiere en todos los tiempos de investigadores y análisis crítico del pasado para mantener encendida la llama de la memoria y la esperanza de los hombres y mujeres en comunidad.
Estudiar el pasado no es un lujo, examinar el pasado es una necesidad humana, como construir un puente o generar acciones para detener el calentamiento global. La historia, como otras disciplinas ayuda a desarrolla habilidades que permiten evaluar más allá de las fuentes, las diferencias y semejanzas que forman parte de la memoria de los pueblos, de los discursos y las narraciones que, al contarlas, repetirlas y suscribirlas, configuran una tradición cultural. De esa tradición nace y florece la consciencia social que nos permite dar sentido y respuesta a preguntas específicas como ¿quiénes somos?, ¿cómo hemos sido? y ¿cuáles son los valores que resaltan nuestras grandezas como especia y nuestras raíces identitarias?
En cuanto a los proyectos de investigación realizados en los inicios como investigadora ¿cuál fue la motivación para realizarlos y que información histórica relevante aportó?
Mis primeros proyectos de investigación datan de la década de 1980, cuando recién se formó el Instituto de Investigaciones Históricas y, como miembro fundadora, comencé a presentarme en las convocatorias anuales emitidas por el Consejo de la Investigación Científica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Las motivaciones que guiaban mis trabajos en aquel momento estaban relacionadas con las diversas narrativas que sobre la Revolución Mexicana se construyeron entre 1910 y 1940, y el papel que en esos relatos jugaron los hombres de letras respecto de la función que debía tener el Estado como motor de la nación, entendida ésta última, como la soberanía del pueblo.
En especial, desde la historia social y regional enfoqué mis principales preocupación de investigación, las cuales estaban dirigidas al estudio de lo que sucedía en Michoacán y con los intelectuales michoacanos. Otro aspecto en que centré mi atención fue la historia cultural, las fiestas y diversiones públicas. De esos años y la siguiente década son mis libros: El Problema agrario en la novela michoacana: 1900 1940,(1982: ISBN: 968519-003-8); Lázaro Cárdenas y su proyecto cultural en Michoacán, (1995: ISBN: 968-7469-12-9) y algunos de los ensayos que inaguraron nuevas orientaciones metodológicas para abordar aspectos de la vida social y cultural de nuestro estado, como la historia del Teatro Ocampo, los inicios del cine en Michoacán y sus primeros empresarios, la prensa periódico y el nacimiento de las revistas literarias en el Colegio de San Nicolás, la vida cultural posrevolucionaria, la llegada de los refugiados europeos y el nacionalismo mexicano.
Las nuevas generaciones de historiadoras e historiadores han continuado esas contribuciones al conocimiento, incorporando nuevas preguntas y fuentes documentales relacionadas con el ordenamiento de archivos públicos y privados. Durante los años en que escribía estas obras, muchos de estos archivos aún no estaban organizados y sus documentos no estaban clasificados en expedientes.
En los proyectos de investigación que ha desarrollado actualmente ¿hacia dónde los ha dirigido?
Anteriormente, he mencionado que los caminos de la vida pueden ser sinuosos y llenos de sorpresas, pero cada giro y vuelta representa una oportunidad para aprender y crecer al interactuar con distintos grupos de especialistas y redes científicas. También he destacado que mis estudios de posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en la Universidad Complutense de Madrid enriquecieron mi perspectiva de la historia de México y América.
Actualmente, mis proyectos se centran en la historia de Puerto Rico, una nación que a lo largo de su historia no ha logrado alcanzar un Estado libre y soberano, y que permanece bajo el dominio de los Estados Unidos. Después de 126 años de colonialismo norteamericano, durante los cuales se ha impuesto el inglés como idioma oficial, Puerto Rico conserva como símbolos de resistencia e identidad el español, su cultura afroantillana y latina, y el orgullo por su historia.
Mis últimos proyectos han estado orientados hacia el Caribe y las preguntas que los especialistas en esa región se plantean en diversas asociaciones académicas a las que pertenezco, como la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (AHILA), la Caribbean Studies Association y la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe (AMEC), de la cual soy actualmente presidenta.
Uno de mis proyectos recientes es «Lecturas y lectores: El poder de la palabra y el control político en Puerto Rico, 1806-1900» (2020-2022), que documenta los momentos clave en los cuales se configuró el espacio público en Puerto Rico con el surgimiento de lectores y escritores públicos durante los siglos XIX y la primera mitad del XX. Este proyecto analiza artefactos culturales como periódicos, catálogos de librerías, manuales y libros de lectura utilizados en la enseñanza elemental, así como obras literarias y ensayos de la primera mitad del siglo XX. Además, explora cómo la lectura y la palabra escrita se legitimaron, reprodujeron, difundieron y circularon en espacios institucionales como escuelas, gabinetes de lectura, bibliotecas, museos y asociaciones literarias y científicas, convirtiéndose en medios principales de comunicación y sociabilidad.
Este proyecto se alinea con tres objetivos del proyecto dirigido por Consuelo Naranjo, «El espacio antillano: génesis, circulación y redistribución de individuos e ideas, saberes y modelos (siglos XVIII-XX)», del cual fui parte.
El segundo proyecto, que profundiza en algunas de las preocupaciones anteriores sobre el colonialismo, se titula «El coleccionismo y los inicios de la Historia Natural en la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico» (2022-2024). Este proyecto, enraizado en la experiencia caribeña, examina a lo largo del tiempo las primeras colecciones de flora, fauna y restos fósiles en la isla de Puerto Rico, desde finales del siglo XVIII hasta el XIX, con la creación de gabinetes de física y química, la apertura de cátedras en ciencias naturales y la inauguración del museo arqueológico. Se traza la historia inicial de naturalistas, etnólogos y arqueólogos en sus esfuerzos por responder preguntas sobre los inicios de la vida. Comenzaron a recolectar plantas, fósiles marinos y humanos, así como objetos de arte rupestre, siguiendo el modelo de laboratorios europeos.
En la primera etapa, el proyecto busca rescatar las figuras de naturalistas extranjeros como Domingo Bello y Espinosa, Jorge Látimer, Leopold Krüg, Enrique Dumont y Juan Gounlanch; así como a los puertorriqueños José Julián Acosta, Agustín Stahl y Cayetano Coll y Toste en sus contextos. Una segunda etapa se dedica a observar los hallazgos realizados por cada uno de ellos y las evidencias materiales y simbólicas que los llevaron a adoptar posturas ideológico-políticas relacionadas con el darwinismo social y el positivismo. Además, los puertorriqueños propusieron la autonomía como forma de gobierno. Gran parte de este trabajo fue publicado en revistas como los Annales de la Sociedad Arqueológica Española, en ediciones de libros y en exposiciones como las Ferias de Agricultura, Industria y Comercio organizadas en la isla entre 1854 y 1882, así como en las Exposiciones Universales de 1868 a 1892.
Estos hombres de letras y ciencia, a partir de las evidencias empíricas recopiladas y mediante su acción política, contribuyeron a arraigar en el imaginario colectivo la identidad puertorriqueña, fundamentada en sus orígenes prehistóricos y las huellas taínas y caribes encontradas.
¿Podría hablarnos sobre los estudios realizados sobre nuestro estado, la ciudad de Morelia y la propia Universidad Michoacana?
Con esta pregunta me voy a referir al libro: Memoria Histórica y riqueza biocultural. 50 aniversario del Parque Zoológico de Morelia (Morelia, 2021, ISBN: 978-607-991-129-3-2), que forma parte de los resultados de un proyecto financiado por el CONAHCYT en 2020, destinado a fomentar y fortalecer las vocaciones científicas de jóvenes estudiantes de nivel medio y medio superior en el estado de Michoacán, tomando como pretexto la celebración del 50 aniversario del Parque Zoológico «Benito Juárez» en la ciudad de Morelia. El libro, fue elaborado por un equipo multidisciplinario en colaboración con la administración del parque, se centra en la recuperación y conservación del archivo histórico de la institución y en la realización de diversas actividades educativas.
El proyecto enfrentó desafíos significativos debido a la pandemia de Covid-19, lo que obligó a adaptar la propuesta inicial y a utilizar herramientas digitales para avanzar. El equipo de investigadores y estudiantes becarios de las licenciaturas de Historia, Filosofía, Comunicación, y Lenguas consultaron numerosos archivos y hemerotecas, recopilando información sobre la transformación urbana y social de Morelia.
El libro cuenta con cuatro partes, cada una con su propia estructura para facilitar su lectura. Estas partes incluyen documentos históricos, información fotográfica, entrevistas videograbadas, artículos y ensayos de diversas disciplinas. El contenido del libro ofrece una mirada holística a la historia del parque zoológico y su impacto en la comunidad moreliana.
El libro destaca cómo el Parque Zoológico «Benito Juárez» se ha convertido en un espacio comunitario de recreación, educación ambiental y estudio de fenómenos socio-ambientales y bioculturales. También explora la evolución del parque como un museo vivo y su importancia en la educación y la sustentabilidad. La obra cierra con experiencias vividas por los visitantes del zoológico y reflexiones sobre el papel de los zoológicos en el siglo XXI.
En resumen, Memoria Histórica y Riqueza Biocultural. 50 Aniversario del Parque Zoológico de Morelia es una obra integral que ofrece una visión detallada y multifacética de la historia y el impacto del Parque Zoológico «Benito Juárez» en Morelia, destacando su papel en la educación, la cultura y la sustentabilidad, la cual puedes consultar en: https://drive.google.com/file/d/1obbLh4vQ2CHX7EqawPgSR-flWUp8JKsl/view.
¿Cuál de sus libros publicados nos recomienda para leer y por qué?
Los hombres de la nación. Itinerarios de progreso económico y el desarrollo intelectual, Puerto Rico en el siglo XIX, Madrid, Docecalles, 2012 (ISBN-13: 978-84-9744-143-8), es un libro que recomiendo porque está escrito de manera accesible y bien documentado. Es adecuado tanto para académicos como para aquellos interesados en la historia social e intelectual. Desde un enfoque prosopográfico, se aborda la vida y obra de Román Baldorioty de Castro y José Julián Acosta, dos figuras fundamentales del pensamiento liberal puertorriqueño del siglo XIX, en quienes se conjugan las aspiraciones individuales y colectivas que dan cuerpo, sentido y sensibilidad a distintas concepciones ideológico-políticas para el desarrollo económico y el cambio social como resultado de una larga historia de relaciones metrópoli y su colonia.
Su enfoque en el progreso económico y el desarrollo intelectual de figuras clave del nacionalismo ofrece una visión multifacética de un período crucial, donde se estaban definiendo diversos aspectos de la vida ideológico-política de la menor de las Antillas hispanas, que no llegaron a consolidarse para que Puerto Rico pudiera convertirse en un Estado-nación. Igualmente, considero, y esa fue mi intención al momento de escribir el libro, que su narración se convirtiera en una clara invitación a la reflexión histórica sobre el significado del progreso y el desarrollo económico como categorías de análisis, tanto en el contexto histórico local del Caribe como en el contemporáneo de América Latina. Esta reflexión es valiosa no solo para los historiadores, sino para cualquier persona interesada en el desarrollo sostenible y equitativo de los pueblos.
De acuerdo con Consuelo Naranjo, en Los hombres de la nación, «las instituciones educativas y las prácticas científicas de una pequeña comunidad letrada se constituyen en la argamasa de una memoria identitaria frente al colonialismo ... a través de la cual la historia, como saber, se puso al servicio de la nación en Puerto Rico, y constituye hasta nuestros días el soporte más claro de su identidad cultural y destino frente al colonialismo moderno.» Por su carácter histórico y por su actualidad es que les recomiendo la lectura de este libro.
Con toda su experiencia como Historiadora ¿qué importancia tiene la divulgación científica en esta área de la ciencia?
La divulgación científica es una herramienta de comunicación que, desde mi punto de vista, permite que el conocimiento histórico llegue a un público amplio, más allá de los círculos académicos. Esto, sin lugar a dudas, democratiza el acceso a la información y hace que más personas puedan aprender y beneficiarse de los resultados y conocimientos contenidos en los estudios históricos.
En la era de la información y ante la existencia de un público cada vez más desinformado, la divulgación histórica es crucial como instrumento educativo y de formación. A través de ella se puede fomentar el pensamiento crítico y el diálogo entre públicos. La divulgación de la Historia ha sido tradicionalmente utilizada en diversos momentos para preservar la memoria colectiva desde la visión y discursos del poder. Sin embargo, también puede ser empleada para refrendar valores como el respeto al patrimonio sociocultural y ambiental del estado de Michoacán, como símbolos de su riqueza lingüística, diversidad social y cultural, diferencias lingüísticas y la riqueza histórica que hacen de diversas regiones del estado espacios de recreación reconocidos por la UNESCO.
La divulgación en Historia mantiene viva la llama de la identidad. En el estado de Michoacán, que posee una identidad rica en tradiciones históricas y culturales, considero que la divulgación de la Historia puede influir en las políticas y decisiones sociales, proporcionando esperanza y dirección en momentos de incertidumbre al poner en perspectiva los momentos actuales.
Finalmente ¿qué mensaje envía a los jóvenes que están por decidir si estudian una licenciatura en Historia?
Considero que estudiar Historia es embarcarse en un fascinante viaje a través del tiempo, explorando las vidas, culturas y eventos que han moldeado el mundo en el que vivimos hoy. Al elegir esta disciplina, te conviertes en un detective del pasado, buscando pistas y descubriendo historias olvidadas que nos ayudan a entender mejor los cambios de la sociedad actual y a imaginar el futuro.
En el siglo XXI, los jóvenes deberían ver en la Historia una área de oportunidad y un campo de desarrollo profesional porque ser historiador te permite profundizar en las raíces de la sociedad. Todos disfrutamos de relatos bien contados, y hay comunidades ansiosas por conocer su historia, por escucharla contada. Contar historias se convierte entonces en una forma de transmitir y mantener viva la memoria colectiva de las sociedades. Esto es tan significativo como curar el corazón de un enfermo, no en el sentido inmediato de salvar una vida, sino en un sentido más amplio de tener certeza de nuestros orígenes, saber de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos como sociedad en términos de vida y preservación de nuestra especie.
Ser historiador no se limita a ser una persona culta con vastos conocimientos, hábitos de lectura y habilidades de comunicación. La carrera de Historia tiene futuro en la medida en que, como parte de la educación formal, se convierte en una estrategia académica y política de los gobiernos para formar profesionales capaces de preservar la memoria colectiva y promover una sociedad más informada, democrática y consciente de los desafíos del mundo actual. Las Humanidades, incluida la Historia, no solo representan una aventura intelectual, sino que también dotan a sus profesionales con habilidades analíticas y pensamiento crítico, esenciales y socialmente útiles para abordar y justificar respuestas efectivas a los problemas contemporáneos.