Dr. Vinicio Granados-Soto

Escrito por Rafael Salgado Garciglia

El Dr. Vinicio Granados Soto es investigador en el Laboratorio de Neurobiología del Dolor del Departamento de Farmacobiología del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Sede Sur. Realizó sus estudios de licenciatura de Químico Farmacobiólogo (1988) en la ahora Facultad de Químico Farmacobiología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia, Michoacán). Es maestro (1991) y doctor (1994) en Ciencias en Farmacología y Toxicología por el Departamento de Farmacología y Toxicología del Cinvestav. Ha realizado estancias de investigación en el Departamento de Anestesiología de la Universidad de California, San Diego, Estados Unidos de América (1997-1998); en el Instituto de Investigaciones Químico-Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (2002-2003) y en el Departamento de Farmacología, Facultad de Medicina de Ribeirão Preto, Universidad de São Paulo, Brasil (2012-2013). Es Nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores.

El Dr. Granados-Soto lidera un grupo de investigación que realiza trabajo experimental con el objetivo de estudiar la neurobiología del dolor. Particularmente, analiza los sistemas periféricos y centrales que regulan la transmisión de información dolorosa, con el interés de determinar los mecanismos que generan el dolor en diferentes modelos de dolor experimental (inflamatorio, neuropático y disfuncional). Con estas investigaciones, el Dr. Granados-Soto ha dirigido diversas tesis tanto de licenciatura como de posgrado (maestría y doctorado), dictado conferencias y ponencias, y publicado cientos de artículos científicos, siempre abordando los mecanismos de dolor crónico que se presentan en diferentes condiciones (post-cirugía, accidentes, diabetes y cáncer).

 

Usted es químico farmacobiólogo, egresado de nuestra universidad ¿Cuál fue la motivación que lo llevó a especializarse en Farmacología y Toxicología?

Desde mis años en la universidad nació la inquietud por saber más de los mecanismos que subyacen a las funciones normales y patológicas del cuerpo. Además, en esos años conocí a los que considero mis dos motivadores principales para hacer investigación, la maestra Armida Sánchez, docente de Farmacología en la escuela, y el Dr. Gaudencio Alcántara, un entusiasta de la Farmacología. Este último me invitó a pasar una temporada en su laboratorio en la Facultad de Medicina de la UNAM. Cuando realicé el primer experimento en la rata quedé fascinado con la posibilidad de hacer «preguntas» acerca de cualquier tema de interés a las ratas. En cuanto terminé la carrera, volví a la Ciudad de México para ingresar al programa de Farmacología y Toxicología del Cinvestav.

¿Por qué estudiar el dolor?

En los últimos 20 años ha habido un avance espectacular en el conocimiento de los mecanismos que generan el dolor, así como de las vías neurales donde se integra. Desafortunadamente, esto no se ha traducido en mejores tratamientos para el paciente. Los fármacos que utilizamos actualmente para el tratamiento del dolor agudo y crónico se desarrollaron en el siglo XIX (morfina, aspirina). En el siglo XX se han desarrollado análogos de esos analgésicos pioneros. Actualmente, el tratamiento del dolor agudo no representa ningún problema; sin embargo, el tratamiento del dolor crónico es un martirio para el paciente y un reto para el médico. Particularmente, el dolor neuropático (que resulta de la lesión a las fibras nerviosas que conducen la señal dolorosa), dolor disfuncional (de origen desconocido) y dolor por cáncer representan las entidades más difíciles de tratar. La eficacia del tratamiento para estos tipos de dolor varía entre un 30 y 60 %, dejando un porcentaje alto de pacientes sin alivio. Este era el panorama en 1988 y lo sigue siendo en 2022. Mi idea ha sido estudiar diferentes blancos moleculares con el objetivo de desarrollar fármacos que alivien de manera más eficaz el dolor crónico.

 

¿Cómo se aborda el estudio experimental del dolor?

El estudio del dolor se puede abordar desde varios acercamientos. El primero es utilizar modelos de dolor en animales. En este caso, se genera dolor agudo o crónico en roedores (ratas o ratones) mediante lesiones quirúrgicas o por la administración de agentes inflamatorios, bacterias o virus. A diferencia del ser humano, los animales no tienen una expresión verbal del dolor, por lo tanto, lo que se hace es evaluar las conductas relacionadas con el dolor. Así, podemos medir la respuesta de retiro de la pata ante estímulos mecánicos o térmicos. En los últimos años se han desarrollado diferentes aparatos que permiten medir las conductas del dolor en animales sin intervención del experimentador. El segundo abordaje del estudio del dolor consiste en el uso de cultivos celulares. Generalmente en este abordaje se usan las neuronas que detectan o transmiten el dolor. Con esas neuronas se pueden hacer estudios de electrofisiología y biología molecular, entre otros. Finalmente, se puede estudiar el dolor en el ser humano (vivo o muerto). Sin embargo, para esta opción se requiere de la cooperación de la persona y solo se pueden hacer estudios no invasivos. En los últimos años ha aumentado considerablemente el uso de tejidos provenientes de la médula espinal y del ganglio de la raíz dorsal (tejidos relacionados con la detección y transmisión del dolor) de donadores recién fallecidos. La combinación de abordajes experimentales seguramente aumentará las posibilidades de desarrollar más rápido un tratamiento eficaz para reducir el dolor crónico.

 

¿Podría decirnos cuáles son los mecanismos generales que desencadenan el dolor?

El sistema sensorial nociceptivo (una división del sistema sensorial) es el encargado de detectar las señales dolorosas, de transmitirlas al cerebro y de percibirlas de manera consciente. A su vez, este sistema también es el responsable de generar las reacciones al dolor. De manera simple, los estímulos dolorosos activan a las neuronas que detectan el dolor. Para esto, las neuronas son capaces de convertir un estímulo físico (mecánico), térmico (calor y frío) o químico (sustancia irritante) en una pequeña corriente eléctrica (potencial de acción). Este potencial de acción se conduce a lo largo de toda la neurona hasta la parte posterior de la médula espinal y es cuando se liberan diferentes sustancias (neurotransmisores). Estas sustancias se unen a receptores presentes en la neurona de proyección, lo que genera de nuevo un potencial de acción que se conduce a lo largo de esa neurona hasta un centro de relevo (tálamo) que llevará la señal a diversos centros cerebrales (área somatosensorial, corteza anterior del cíngulo, amígdala, corteza prefrontal, etc.). Estas áreas dan al dolor las cualidades que todos conocemos, localización, intensidad, tipo, angustia, miedo, sensación desagradable y la necesidad de buscar alivio.

 

¿Qué ha descubierto con sus investigaciones en estos 25 años de experiencia científica?

Durante este periodo hemos reportado varios hallazgos. Describo solo cuatro de ellos.

i) El dolor en los diabéticos se genera por la producción de metilglioxal que, a su vez, activa a la respuesta integrada al estrés.

ii) El receptor GABAA alfa 5 puede ser un blanco para desarrollar analgésicos más efectivos en mujeres.

iii) Los virus, aparte de la infección, producen dolor mediante la producción de interferón tipo 1.

iv) Hemos desarrollado dos modelos de dolor relacionados con la prediabetes y la diabetes. Estos modelos son útiles para estudiar el dolor de origen diabético.

En pacientes que cursan con dolor crónico, ¿cómo se trata en México?

El médico valora el tipo de dolor crónico que presenta el paciente (causalidad, localización, distribución, características, tipo, severidad, duración, periodicidad, circunstancias coincidentes y tratamiento previo). También se lleva a cabo una valoración psicológica y la medición del dolor mediante la escala análoga visual (regla del 0 al 10, donde 0 es ausencia de dolor y 10 es el máximo dolor posible). En función de estas variables se da el tratamiento. Si el dolor crónico es severo o muy severo, se utilizan opioides fuertes (morfina, fentanilo o buprenorfina) solos o combinados con anti-inflamatorios (diclofenaco, naproxeno, etc.) o adyuvantes (gabapentina, pregabalina, etc.). En el dolor neuropático se indican solo los adyuvantes, mientras que en el dolor por cáncer se utilizan los adyuvantes y los antidepresivos (imipramina, amitriptilina). El tratamiento del dolor crónico en México es deficiente por múltiples causas. La opiofobia (miedo irracional a la prescripción o uso de opioides), el diagnóstico erróneo del dolor, las políticas sanitarias y la falta de profesionales capacitados para tratar el dolor son las causales del mal manejo del dolor crónico en nuestro país.

 

¿Hay compuestos de plantas que tienen actividad farmacológica para el tratamiento del dolor?

Sí. Cuando se han estudiado las propiedades analgésicas de algunas plantas, se ha encontrado que contienen sustancias que alivian el dolor en animales. Sin embargo, no se recomienda ingerir estos productos debido a que no se sabe que dosis de fármaco contiene la planta, la raíz o el té de esa especie. Tampoco se sabe nada acerca de sus posibles efectos tóxicos agudos o crónicos.

 

¿Qué más debemos saber del dolor?

El dolor es un sistema de alarma que nos protege de estímulos potencialmente perjudiciales. Este sistema ha jugado un rol clave en el desarrollo evolutivo del ser humano y de todos los animales. El sistema del dolor tiene interacciones con otros sistemas en nuestro cuerpo. Así, diferentes condiciones afectan al dolor. El estrés crónico, la ansiedad y la depresión aumentan el dolor, mientras que los pacientes con dolor crónico tienen un riesgo más alto de ansiedad y depresión. En años recientes se ha demostrado que el dolor crónico produce deterioro cognitivo leve que incluye problemas de atención, ejecución, velocidad de procesamiento y memoria. El tratamiento oportuno y adecuado evita estos problemas.