Nació en la Ciudad de México. Sus estudios de licenciatura los realizó en la UNAM y obtuvo su doctorado en la Universidad de Florida en Gainesville. Ha venido trabajando en sistemas ecológicos diversos, desde selvas húmedas tropicales a desiertos y bosques montanos.
Sus trabajos sobre ecología de comunidades y sobre los murciélagos, como indicadores y proveedores de servicios ambientales: control de plagas, polinización y dispersión de semillas, han sido usados para justificar la creación de áreas naturales protegidas o para integrar planes de su manejo. También, un trabajo, realizado en conjunto con otros colegas, sobre protocolos para enlistar especies en riesgo, es hoy una ley federal. Ha producido más de 130 publicaciones, entre ellas, 50 artículos científicos en revistas internacionales y 40 libros y capítulos de libro sobre ecología de murciélagos, conservación y diversidad de mamíferos.
Fue director general de Vida Silvestre para el gobierno federal mexicano (1995–96) y presidente de la Asociación Mexicana de Mastozoología (1997-99). En la American Society of Mammalogists, ha presidido diversos comités y sido miembro del consejo directivo (2001 a 2007). También, miembro del consejo científico asesor de Bat Conservation International y de LubeeBat Conservancy, así como fundador y director del Programa para la Conservación de los Murciélagos de México, que en 2009 cumplió 15 años. También es presidente de Bat Specialist Group de la Unión Mundial para la Conservación (IUCN).
Es investigador titular “C” del Instituto de Ecología de la UNAM, donde por más de 15 años ha enseñado, en los niveles licenciatura y posgrado, biología de la conservación y ecología de comunidades, y fungió como jefe del Departamento de Ecología de la Biodiversidad 2003-2006. Ha dirigido más de 30 tesis de licenciatura y posgrado.
Es profesor adjunto de la Universidad de Columbia en Nueva York e investigador asociado del American Museum of Natural History y del Arizona–Sonora Desert Museum. Actualmente es editor asociado de cuatro de las revistas científicas más importantes del campo de la conservación de los mamíferos en el mundo: Conservation Biology, Journal of Mammalogy, ORYX, y Acta Chiropterologica.
Forma parte del Millenium Project de las Naciones Unidas como miembro de la Fuerza de Tarea 6: Detener la Pérdida de Recursos Naturales. Continúa siendo asesor del gobierno mexicano para temas de vida silvestre.
Entre los más recientes reconocimientos se encuentra el Premio Whitley a la Conservación de la Naturaleza, que recibió en abril de 2004 de manos de la Princesa Anna de Inglaterra, además de que la Sociedad Norteamericana para el Estudio de los Murciélagos le otorgó su más alto honor, el Premio Gerrit S. Miller, que se confiere a personas en reconocimiento a un servicio y contribución extraordinarios en el campo de la biología de los murciélagos. Y, en junio de 2007, la American Society of Mammalogists le otorgó el más alto reconocimiento en conservación, el Aldo LeopoldAward, que se otorga a individuos que han realizado contribuciones extraordinarias y duraderas a la conservación de los mamíferos y sus hábitats.
Díganos de su vida como científico, particularmente investigando entre selvas húmedas tropicales, desiertos y bosques montañosos.
Yo puedo decir que soy una de las personas más felices de quienes conozco. Yo no puedo creer mi vida: Me pagan por hacer exactamente lo que quiero. Soy feliz absolutamente estando en el campo correteando animalitos o en un salón de clases o publicando artículos. Esa es exactamente mi vida.
Lo que hacemos nosotros los científicos, en la universidad o en cualquier institución académica, es generar conocimiento; crear recursos humanos para que .ese conocimiento se siga generando, y además dárselo a la sociedad, para que vea que tan útiles somos o no los investigadores. Esa responsabilidad tripartita debe permear en todos los ángulos de nuestra vida profesional.
¿Qué se requiere para llegar a ser científico? ¿Cómo se empieza?
Hay que picarle a la piedra, hay que estar arrastrando el lápiz y hay que imponerse unas raspas espantosas. Te quemas las pestañas, te quedas pelón. Pero vale la pena, porque es la pasión por el mundo natural. La curiosidad por la vida ¿quién no la tiene? Todos los niños desde muy chiquititos son científicos de entrada. Ellos observan, agarran una cosa, la tiran; ven otra y la tiran, si no es que la comen, la muerden.
Esas son observaciones científicas, lo que sucede es que durante su proceso de crecimiento les matamos esa curiosidad científica, innata en todos los humanos, Quienes hemos llegado a donde estamos, es gracias a que somos científicos de entrada. Lo que tenemos que hacer es seguir impulsando esa curiosidad, esas ganas de ser científico, porque un país sin ciencia es un país sin futuro.
Recuerdo que cuando yo era chavo me decían ‘‘hay mijito, para qué vas a estudiar esos animales, mejor dedícate a algo útil’’. No hay nada más útil que estudiar animales: por qué están ahí, cuáles beneficios nos dan y cómo podemos asegurar que sigan dándose a las siguientes generaciones.
¿Qué tan importante es la labor que realizan los murciélagos en la naturaleza?
Los murciélagos son animales que tienen una muy mala imagen pública. Otros animales también: tiburones, serpientes, alacranes, arañas y más, pero ninguno de manera más injusta, infundada. Los murciélagos, a nosotros cada día de nuestras vidas nos dan algo, y ni cuenta nos damos. Quienes de la gente toman café o usan camisa de algodón, están conectados con los murciélagos, lo mismo que quienes hoy comieron un tamal, tortilla o un pozolito… ¡Vamos enseguida a clasificar esos beneficios en tres valores!
El primero es el control de plagas agrícolas. Mi laboratorio ha calculado que de Sonora a Tamaulipas existen más o menos de 20 a 40millones de murciélagos, de una sola especie. México cuenta con 138 especies (ocupa el quinto lugar en el mundo). Aquí estamos hablando de una sola, el murciélago guanero, el que cada millón de ellos, cada noche destruye diez toneladas de insectos. ¡Imaginemos qué pasaría si de la noche a la mañana perdemos a esos 20 o 40 millones de murciélagos; en unos cuantos meses ya no tendríamos allá cosechas!
Bueno, ya cubrimos el primer valor (o servicio ecosistémico) que nos dan los murciélagos. Del segundo, diríamos que si alguien ha comido un chicozapote, un zapote blanco, o uno negro, tal vez un nanche, un capulín o una ciruela de las de huesote, una pitaya o alguna de las muchas otras frutas mexicanas tropicales y subtropicales, ese está conectado con los murciélagos, porque disponemos de esas frutas gracias a que ellos han estado dispersando sus semillas durante millones de años. ¡Y no hay nadie que disperse más semillas por metro cuadrado que los murciélagos!
Lo que nos ha dicho hasta aquí da paso a preguntarle sobre otros trabajos suyos ¿En materia de conservación y diversidad, qué nos puede comentar?
La conservación es un tema que permea la sociedad en todo el mundo. Y va a seguir siéndolo. Ahora, estamos viviendo una crisis de proporciones planetarias en términos ambientales, estamos perdiendo especies, ecosistemas, la capa de ozono, y perdiendo la capacidad de enfrentar eventos climáticos fuertes, que cada vez lo serán más. En esto, la conservación es una herramienta que nos va a permitir mantener un buen estándar de vida hacia el futuro.
El hecho de reconocer la existencia de esta crisis mundial, no pretende que los jóvenes se desalienten, se decepcionen y piensen que todo es malo. Al contrario, los jóvenes son quienes deberán mantener la esperanza, la flama viva, para que el futuro del mundo sea mejor. Afortunadamente, la conciencia ambiental de los mexicanos está creciendo y en mi experiencia cada vez es menor el número de los que dicen: “¡me vale gorro que se pierda lo que sea, yo tengo mi guajolota, el día de hoy me la voy a comer!”. Los jóvenes están ya despertando y cada vez son más. Ellos vienen con muchos ánimos de rescatar lo que queda y de recuperar lo que se perdió.
Bien, pero nos faltó un tercer beneficio de los murciélagos, el de la polinización. En todo el territorio mexicano muchas de las plantas que tienen importancia ecológica o económica, ellos las polinizan. Quien vaya alguna vez al desierto de Sonora o al norte del estado de Michoacán y a tierra caliente, encontrará una maravilla: los cactus columnares. Estos cactus están vinculados a los murciélagos que visitan sus flores.
¿Cuál y cómo es la función de los murciélagos en el maguey agave azul?
Decía yo hace rato que quien come una pitaya está conectado con los murciélagos, igual sucede en el caso de quienes les gusta el mezcal, que también se debe a los murciélagos. Sin ellos, no tendríamos mezcal, ni tequila o bacanora; no habría pulque ni la barbacoa mexicana que se enrolla en las pencas del maguey, tampoco hubiera los mixiotes, ni los gusanos de maguey, si no fuera porque los murciélagos están polinizando las flores del agave.
El agave es un género de planta de la que hay unas 220 especies. En México tenemos 180, más que ningún otro país, la gran mayoría de las especies del agave son polinizadas por murciélagos, no nada más el agave azul tequilana, sino el agave tóbala, el espadín, cupriata…Todos los agaves que se usan para producir el mezcal son polinizados por murciélagos.
Se usan 52 especies para hacer el mezcal y cada una le da su característica. Hay agaves mezcaleros a nivel del mar y hasta a 3500 metros de altitud. Cada piso de altitud le da otras características al mezcal. Climas diferentes, suelos diferentes, procesos diferentes.
En variedades de mezcal, tenemos una riqueza mucho mayor que las variedades de vino, wisky, ron y otras muchas más bebidas. En esto, hay una fuerza económica muy importante que es impulsada en su origen por los murciélagos. Por ejemplo, más de 50 mil familias dependen de la industria regional del tequila. Y es más del doble en el caso del mezcal, el que se encuentra regado en todo el país.
Usted es reconocido internacionalmente por sus trabajos en cuanto a la conservación de la ecología y los mamíferos, ¿cómo surge su interés en ello?
Eso es historia antigua, pero la cuento rápidamente. Desde que tengo memoria, estoy con la idea de ver y estudiar animales. Mi primera palabra fue flamenco (lo puso mi mamá en el libro del bebé). Fui creciendo y los regalos que yo pedía fueron ir al campo o al zoológico a ver animales y libros de animales. Todo ese tiempo era así.
Cuando yo tenía 11 años había un programa de televisión, El premio de los 64 mil pesos, con Pedro Ferriz (el de los ovnis: Un mundo nos vigila). El caso es que dije a mi mamá: yo quiero salir en ese programa y mi mamá dijo:¿qué te pasa? estás loco, esos son para gente grande que tiene información. Yo respondí: quiero que me pregunten de mamíferos, yo puedo contestar.
Mi madre me llevó con los productores que le dijeron que ese programa era para gente con información real y que lo iba a demostrar. Pues pregúntenle al niño, a ver si tiene información, respondió mi mamá. Sacaron un libro y me empezaron a preguntar y yo a contestar. Me felicitaron y aceptaron. Así, fui el primer niño en El premio de los 64 mil pesos. Participé durante seis sábados, aquello fue en el tiempo en el que la televisión mexicana contaba con solo cuatro canales.
Ese programa lo vio el decano de quienes estudiaban a los mamíferos en México: el doctor Leonardo Villa, del Instituto de Biología de la UNAM, quien me dijo: aquí estudiamos mamíferos, ven con nosotros, te llevamos al campo y vas a estar aprendiendo de lo que hacemos. Y fui chícharo, saliendo con ellos al campo y aprendiendo de los expertos. Eso marcó mi vida, Ahí empecé y no he vuelto a ver para atrás.