El Dr. Pedro Joseph-Nathan nació en Ciudad de México en 1941, donde realizó toda su formación académica, obteniendo en la UNAM títulos profesionales de Químico en 1963 y de Ingeniero Químico en 1964, así como su grado de Doctor en Ciencias Químicas en 1966. Fue contratado como Profesor Adjunto en el Departamento de Química del CINVESTAV-IPN en 1966, donde fue promovido a Profesor Titular en 1972 y desde 1996 es Profesor Emérito.
Ha recibido 14 premios científicos, entre ellos el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1991 del Gobierno de México. Cuando en 1984 se creó el Sistema Nacional de Investigadores, ingresó al Nivel III, en 1996 fue designado Investigador Nacional Emérito y durante 2003-2012 fue Investigador Nacional de Excelencia.
Ha impartido conferencias en 30 países de los 5 continentes, es miembro honorario o correspondiente de entidades científicas de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico y Venezuela, Profesor Honorario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, Perú y de la Universidad Nacional de Jujuy en Argentina, y es Doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México y la Universidad de Magallanes, Chile.
Es coautor de más de 480 artículos científicos originales, su afición académica es la Química de los Productos Naturales Orgánicos Latinoamericanos y entre sus logros más significativos está la creación de infraestructura científica, ya que fue responsable de la instalación y uso del primer espectrómetro de Resonancia Magnética Nuclear operado por pulsos y transformada de Fourier en México (1975-1976), del primer espectrofotómetro de absorción en el Infrarrojo operado por transformada de Fourier en Latinoamérica (1982-1983), del primer espectrómetro de Resonancia Magnética Nuclear con imán superconductor en Latinoamérica (1985-1986) y del primer espectrofotómetro de Dicroísmo Circular Vibracional instalado fuera de un país económicamente desarrollado.
¿Podría decirse que en la actualidad sigue habiendo campo abierto para las investigaciones sobre la química de los productos naturales orgánicos latinoamericanos?
¡Si! Sin duda. Esto es interminable. Obviamente va a ser terminable, pero quién sabe cuándo: si en un siglo o dos, o en la medida en que mejoran los métodos de análisis, los de separación, y en las comunicaciones; o también en medida en que haya más adentre en el campo, en que se puedan aislar substancias cada vez más minoritarias, en que se siga haciendo cosas, o en la medida en que nosotros estudiemos…
Sobre esto último, para dar un ejemplo, tal vez medio emblemático en nuestro país, recordemos: En 1852, el 23 de noviembre compareció ante la Academia Nacional de Medicina de México, Leopoldo Río de la Loza para dar a conocer un nuevo producto -precioso por el aspecto que presenta-, que en aquella época él lo llamó ácido pipitzahoico (es la perezona). Esta substancia es el primer metabolito secundario, el primer producto natural (de esos que nosotros estudiamos) aislado en un nuevo mundo, lo que valora más al trabajo pionero de Río de la Loza.
Esa molécula, aún ahora nosotros la seguimos estudiando. Tenemos publicaciones hechas en la década de los 60, 70, 80 y etcétera. Y todavía estamos haciendo trabajos con ella y, bueno, esto tiene… no sé, me da flojera hacer la resta: 2017 menos 1852 años, es el tiempo que tiene, y sigue en estudio la sustancia. Es como interminable. ¡ Yo lo considero interminable!
¿Cómo ve el futuro de la ciencia y la tecnología en México?
Un poco confuso, porque, si bien muchos grupos de investigación hemos madurado -varios en provincia, como el de la Universidad Michoacana -, al país le hace falta todavía dar el salto y meter científicos al sector productivo, a la industria, donde se debe hacer investigación científica, tecnológica, innovación. Ha sido difícil dar este paso por múltiples razones, inclusive jurídicas, que impiden o dificultan ese avance.
En México, el gobierno federal financia a través de diferentes entidades la mayoría de la ciencia que se hace. Esto es típico de un país no muy bien desarrollado, mientras que en un país desarrollado el 90% de los egresados con doctorado van al sector privado, a la industria, a generar tecnología, a buscar innovaciones; unos van para realizar investigación básica, otros simplemente a mantener activos algunos procesos productivos delicados, como es el caso de la industria farmacéutica.
Michoacán es un estado con mucha riqueza agrícola -ustedes lo saben mejor-, que tiene poca industria agrícola, que la entidad es exportadora neta de frutas y otras por el estilo, pero sin un valor agregado: Esto, por ejemplo, es algo que la comunidad científica debería empezar a investigar. A mí me hubiera gustado hacerlo aquí.
¿Cómo podrán las universidades públicas latinoamericanas repercutir más con su quehacer en el desarrollo social, económico, cultural, político…?
Sus problemáticas son diferentes. Durante 15 años fui coordinador internacional de redes temáticas del Programa iberoamericano de Ciencia y Tecnología, constituido por el rey Juan Carlos (1982 más o menos), durante los preparativos para la conmemoración del 500 aniversario del descubrimiento de América. Ya no está muy activo, pero fue firmado por los organismos de ciencia y tecnología de 19 países latinoamericanos, y de España y Portugal.
Yo viajé mucho -algo así como millón y medio de kilómetros por aire-, a reuniones de este programa en casi todos los países latinoamericanos. Puedo decir que sus problemáticas son muy diferentes: en sus mecanismos de apoyo a ciencia y tecnología, o en las proporciones de dinero dedicado a ciencia básica y aplicada. No hay forma de contestar fácilmente.
Quiero agregar que un país como Chile invierte muy poco en ciencia básica, pero mucho en lo referente al sector agrícola. Precisamente, por ser un país que no puede industrializarse como México por falta de energéticos; sus problemas son muy diferentes a los nuestros.
¿Cuáles de sus obras académicas le han reportado mayor satisfacción?
En la Universidad Michoacana, lo que he hecho para la formación de recursos humanos ha sido con las mejores intenciones y realizado de la mejor manera posible, desde cuando vine por primera vez a Morelia, tal vez en 1969. A través de los años, en mí laboratorio muchos estudiaron y se graduaron.
Ellos lograron licenciaturas, tesis profesionales, maestrías, doctorados, hubo publicaciones… De aquellos, algunos profesores investigadores del Instituto de Investigaciones Químico-biológicas de esta universidad, ya están jubilados, Virgilio Mendoza, entre ellos, Esther García Garibay que llegó a ser Secretaria General, Rosa Elba Norma del Río, Juan Diego Hernández…
Muchos han pasado por nuestros laboratorios en la Ciudad de México, donde tenemos a siete auxiliares de investigacin, todos egresados de aquí. Creo que la satisfacción es ver que en esta universidad aquella semilla cuajó, se solidificó, tiene vida propia, camina sola.
Díganos algo sobre lo que considera han sido sus mejores momentos como investigador científico.
Es indudable que las satisfacciones son los mejores momentos y que los satisfactores imprevistos son algo que es significativo. No es adulación, pero el que a mí me pidan una entrevista de este tipo es un factor significativo, porque está implícito un reconocimiento de parte de quien la pida. Sí, los momentos agradables son aquellos imprevistos. En la conferencia decía que algunos de los logros espectaculares son los que uno no espera, como cuando publicaron una foto mía en el calendario del 2012 editado por el Instituto de Química de la UNAM, donde aparezco manejando un aparato de resonancia magnética nuclear, (foto tomada en 1968).
Otro caso: hay un libro sobre resonancia magnética nuclear que escribí hace muchos años (1970) que tiene una pasta amarillo huevo, un color muy llamativo. Un día mis hijos, niños de 6, 8, 10 años, viendo la televisión lo descubrieron: “!Papá, papá, tu libro está en la telenovela!”, fui a ver y exactamente era mi libro en una telenovela que se llamó “El extraño retorno de Diana Salazar” con Lucía Méndez. Usaron el libro, pero obviamente no por la ciencia que tenía dentro, sino lo usaron por la pasta de notorio color amarillo huevo.
Y un caso más: el doctorado Honoris Causa que me otorgó esta universidad, eso fue totalmente inesperado, nunca formé recursos humanos en espera de recompensa. Fue de esas sorpresas agradables.
¿Qué circunstancias mediaron cuando decidió ser científico?
Probablemente, la decisión final de ser científico no se encuentra muy bien definible en el tiempo, porque hay cosas que yo hice que no eran, digamos, comunes de hacer, y eso me fue induciendo a una selección de actividades en la vida…
Yo tuve buenos maestros de química y física en la secundaria y en la preparatoria también, donde me llamaron la atención unos aparatos, ya muy viejos en aquella época (1957). Era instrumentación científica del siglo XIX, con la cual Porfirio Díaz había equipado a algunas universidades, entre ellas a la actual Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde en los laboratorios de física de su Colegio Carolino noté que algunos de esos instrumentos estaban en malas condiciones y era relativamente fácil repararlos. Entonces, reparando algunos de ellos, yo invertí mucho de mi tiempo libre en lugar de ir a, no sé, al cine o al billar…
Los instrumentos existen, están en un museo en la Universidad Autónoma de Puebla. Eso, más el curso de química, la afición por las matemáticas, hicieron que me decidiera por estudiar para ingeniero químico. Ingresé a la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de México en 1959. Antes, mucho antes de terminar la carrera, decidí ingresar al Instituto de Química de esa propia universidad… Fue todo un proceso.
¿Cómo ha sido su relación con la Universidad Michoacana, la que está cumpliendo su primer centenario como institución autónoma?
Ha sido intensa; vine por primera vez en 1969, cuando un egresado de aquí estaba haciendo la maestría en mi laboratorio, quien, por interés de la Escuela en Químico-farmacobiólogo, me trajo aquí, a dar un par de charlas.
De alguna manera hicimos simbiosis la universidad y yo y desde entonces he estado viniendo, ya últimamente no tanto porque ahora los jóvenes van para allá, pero hubo épocas en las que yo venía dos veces al año y hay otras en las que vine cuatro o cinco. Ha sido una relación benéfica, como lo fue la participación nuestra (de Manuel Ortega y mía), en la creación del Instituto de Investigaciones Químico-Biológicas, porque allá en México hicimos parte de la “tenebra” necesaria para que esto se pudiera hacer en aquella época.
En materia de divulgación de la ciencia y la técnica, en la UMSNH la hemos extendido al internet, mediante la publicación de la revista electrónica Saber Más ¿Qué opina o qué sugiere sobre la utilización de las posibilidades de este medio para ese propósito?
El internet es una herramienta muy útil, mas yo no tengo sugerencias concretas, porque lo que debe cumplir este medio depende de las necesidades y las mentalidades locales, aunque el internet pueda ser visto en todo el mundo. Entonces, hay que satisfacer lo más posible las necesidades de la gente local.
Algunas herramientas, que yo he visto son útiles en varias instituciones de países desarrollados son: poner cursos en línea, y poner tópicos selectos de temáticas dadas. Por ejemplo: alguien puede buscar en internet la palabra estereoquímica… y si la UMSNH tiene un buen documento sobre ese tópico, el robot de google lo va a detectar… y la gente se va a conectar.
Empiecen a complementar cosas que no están en Wikipedia. Por ejemplo, subir tópicos sobre… Empiecen por toda la flora y la fauna de Michoacán, las partes histórica y antropológica… Este es un estado muy rico en tradiciones populares, cultura, artesanía, pongan recetas de comida típica pero bien detalladas, promuevan su universidad y a su localidad, lo mejor que puedan. Eso es lo que yo les podría sugerir.
Además de su labor como académico, ¿Qué otras actividades le recrean?
Oigo música clásica, camino un poco… A veces me gusta estar solo, porque me permite reflexionar, tomar decisiones. Yo puedo soltarme en un sofá, estar solo dos-tres horas, sin ruido, pensando cómo hacer cosas o escuchando música clásica… La parte deportiva para mí está medio prohibida porque tengo muy mala vista, a mí se me pierde el balón de basquetbol, no piense que la pelotita de golf, no, el balón de basquetbol. Eso genera ciertas limitaciones. Pero yo camino: en las ciudades tonteo un poco por las calles para volverlas a ver; en Morelia, donde he estado no sé cuántas veces, vuelvo a entrar a la catedral para verla, a recordar cómo es, y si tengo suerte a escuchar el órgano, si está sonando, y cosas por el estilo…Viajo mucho o bien, viajaba. Le puedo decir que para revisar una tesis o escribir una publicación, es arriba de un avión: nadie molesta, excepto la sobrecargo que de repente le suelta a uno la charola con la comida. Nadie molesta.
Muchas gracias, doctor.