DR. MARIO TEODORO RAMÍREZ COBIÁN

Escrito por Roberto Carlos Martínez Trujillo y Fernando Covián Mendoza

Licenciado en Filosofía por la UMSNH, Facultad de Filosofía “Samuel Ramos”, 1979, con la tesis “Fundamentación filosófica de la estética”.

Maestro en Filosofía por la UNAM, 1986, con la tesis “M. Merleau-Ponty: la filosofía del quiasmo”. Doctor en Filosofía por la UNAM, 1994, con la tesis “La estética de Merleau-Ponty”.

Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1990 (SNI nivel III). Perfil PROMEP desde 1980. En 1999 ganó el “Premio al mérito Nicolaita”. Investigador con proyectos apoyados por el Consejo de la Investigación Científica de la UMSNH (desde 1992) y por el CONACYT (1994-1998). Ha sido Director de la Facultad de Filosofía de la UMSNH en dos periodos: 1985-1989 y 1998-2002; Actualmente es Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la misma Universidad.

Miembro del Consejo Editorial de varias publicaciones internacionales, como Chiasmi International.

Es presidente de la Asociación Filosófica de México.

 


En el internet el diario El Economista en su momento dio la noticia del fallecimiento de Luis Villoro y para subrayar al personaje hizo uso de un fragmento de un ensayo escrito por usted sobre el concepto de ideología a lo largo de la trayectoria filosófica de tan apreciado pensador mexicano. ¿Cuál fue su relación con Don Luis Villoro?

En los últimos años logramos tener una amistad muy cercana, era una persona muy generosa, muy atenta, muy amable, muy del estilo antiguo, digamos. Murió a los 91 años y desde hace unos 15 años empezamos a tener una relación sobre todo institucional. Él apoyó muchos proyectos de la comunidad de filosofía de Morelia: la revista Devenires, la creación del Instituto de Investigaciones Filosóficas, nuestro programa de doctorado…

Fue una fortuna que hayamos tenido esa relación. Al mismo tiempo, yo me puse a estudiar su pensamiento, aunque en realidad desde estudiante de licenciatura seguía sus textos -tiene algunos materiales muy buenos para iniciarse en la filosofía.

Lo leía desde entonces, pero ya en los noventas empecé a estudiar su obra de forma sistemática y a aprovechar la oportunidad del trato personal con él para hablar sobre su pensamiento. Era muy modesto, no hablaba mucho de él, yo tenía que presionarlo un poco para que habláramos de su obra, él me decía: póngase a estudiar otras cosas, deje lo mío; no, le decía, lo suyo es muy importante, es un patrimonio de la filosofía mexicana.

¿Qué les dice a sus alumnos sobre la relación de la filosofía y la vida cotidiana?

Villoro es un ejemplo de esta relación, no solamente por los compromisos políticos, por su interés por la situación del país, interés tanto teórico como práctico, reflejado en distintos momentos de su vida personal a lo largo de sus 91 años, compromiso con la democracia, con el problema indígena, con las luchas populares. Él mostró siempre una gran preocupación y una gran solidaridad con las comunidades indígenas de México.

Se lo he dicho a los alumnos, he dado varios cursos sobre el pensamiento de Villoro. De hecho hay varios jóvenes investigadores de licenciatura, maestría y doctorado que han hecho tesis sobre el pensamiento de Villoro bajo mi asesoría. Bueno, qué les diría: Villoro es un paradigma de lo que es ser un buen filósofo en México.

¿Usted cómo y cuándo decidió dedicarse a la labor filosófica?

Terminando la preparatoria me empecé a interesar por la filosofía. En aquellos tiempos era muy fuerte la presencia del marxismo, aunque tenía interés por el pensamiento marxista, tuve la fortuna de acercarme críticamente a él, nunca me impactó como doctrina o como pensamiento cerrado.

Siendo estudiante del Colegio de San Nicolás se fundó la Escuela de Filosofía en un pequeño salón y estuvo allí la primera generación, en el segundo patio del Colegio, ahí conocí a los compañeros y al director y me empecé a interesar por la filosofía. Esa fue la cuestión personal, y de base: un interés por el pensamiento, un gusto por el pensamiento, que desde entonces empecé a forjar. Desde el principio me interesaron diversas corrientes filosóficas y varios pensadores, contemporáneos y clásicos: como Herbert Marcuse, Hegel, Husserl, Gilles Deleuze, y desde luego Maurice Merleau-Ponty, pensador francés vinculado a la fenomenología y el existencialismo sobre quien realicé mis tesis de maestría y de doctorado. He trabajado diversos campos filosóficos como la Estética, la Filosofía de la cultura, la filosofía mexicana, la filosofía política, la ontología, etc. En los últimos años me he ocupado del estudio del pensamiento de Villoro y he seguido desarrollando mi interés por la filosofía francesa con pensadores como Jean-Luc Nancy y Quentin Meillassoux.

Aun cuando usted ha dicho que es un “lector insaciable de cualquier cosa que diga filosofía”, un tema recurrente en su quehacer profesional es la Filosofía de la Cultura. ¿Por qué es así?

Esta idea de la filosofía de la cultura nació hace más de 20 años, allá por principios de los noventas. Desde fines de los ochentas empezó a pensarse el tema de la cultura a raíz de la crisis de los paradigmas modernos: el positivismo, el cientificismo, el mismo marxismo, que tenían una concepción finalmente despectiva del problema cultural y de la diversidad cultural.

En particular, nosotros, en la Escuela de Filosofía, éramos una comunidad muy pequeña, muy cerrada y queríamos abrirnos a que más gente de otras áreas del conocimiento se acercara a nosotros. Creamos entonces el programa de Maestría en Filosofía de la Cultura con el propósito de promover la interdisciplinariedad, el diálogo de la filosofía con otras ciencias, con otras profesiones y así recibimos estudiantes de otras carreras.

Fue nuestro interés, por una parte, volver a pensar nuestra realidad concreta, la realidad mexicana desde la filosofía, que ya se había intentado por otros pensadores en el siglo XX, como José Vasconcelos, Antonio Caso y desde luego Samuel Ramos. Desarrollamos así el estudio de esa tradición de filósofos mexicanos interesados por la realidad mexicana y la cultura mexicana.

Fue un reencuentro con la tradición filosófica de México, con la idea de que no podemos hacer filosofía en el aire, o pensando en Europa como si fuéramos europeos. Sí nos interesa la filosofía europea, pero nos interesa ver como aterrizarla en México, cómo se ha pensado desde México filosóficamente.

Y sobre la Filosofía de la Ciencia ¿cuál es la actualidad que se percibe?

Bueno, la filosofía de la ciencia fue muy importante en el siglo XX, incluso desde el siglo XIX, porque había que hacer una defensa del pensamiento científico frente al pensamiento oscurantista, religioso, de la antigüedad, tradicionalista.

Pero creo que hubo un exceso de valoración y de interés por la ciencia, al grado que se llegaron a descuidar otros aspectos de la cultura y de la realidad humana, como el moral, el político, el estético, etcétera. Creo que la filosofía de la ciencia sigue siendo muy importante por la manera que se vincula con el resto de los saberes, pero ya no tiene la predominancia que tenía hace unos 30 o 40 años.

¿Desde su perspectiva, cual es la relación que guardan las humanidades, en este caso la filosofía, y las ciencias duras?

En los últimos años se ha replanteado también este tema. Hubo en el siglo XX una oposición entre las humanidades y las ciencias duras, como la física y las matemáticas, pero ha habido mucha crítica a ese modelo cientificista, al positivismo. Por ejemplo, se ha dado una revaloración del lenguaje como un medio esencial e insustituible del conocimiento.

Sin lenguaje no habría conocimiento, el lenguaje es un producto histórico-cultural de la actividad humana. El lenguaje no es ciencia, es creatividad humana, trabajo colectivo, y el lenguaje media toda nuestra visión del mundo, nuestra comprensión de la realidad. Un científico podrá tener muchos datos y mucha matemática, pero si no sabe hablar, si no sabe comunicarse en lo mínimo, pues ninguna trascendencia va a tener su actividad, su conocimiento.

Varias corrientes de la filosofía han insistido en esto, afortunadamente ha habido un cambio en el propio campo de la epistemología que se ha vuelto menos cerrado y más abierto a los aspectos humanos, éticos, lingüísticos, culturales, y hasta estéticos de la actividad científica.

La imaginación es parte del conocimiento científico, porque el científico tiene que elaborar esquemas, hacer gráficas, ilustrar teorías. Hay un elemento estético en la actividad científica. También se requiere imaginación, creatividad para encontrar las hipótesis, las posibles respuestas a un problema.

El pensamiento científico se ha abierto a las humanidades, y las humanidades han aceptado que es necesario la objetividad y el rigor teórico. No es necesario ser un positivista de hechos y datos, pero sí se requiere también rigor dentro del conocimiento humanista. Hay un acercamiento entre estas dos vías que iban en oposición, hay ya ciertos cruzamientos entre ambas.

¿Cuáles son las actividades principales que realiza el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Michoacana que usted dirige?

El Instituto es joven -ya no tan joven-, pero tenemos un grupo pequeño de investigadores que estamos buscando la manera de hacerlo crecer. Muchas actividades se realizan en conjunto con la Facultad de Filosofía, que es la fuente de donde surge el instituto, como un proyecto para aprovechar los recursos que hay para la investigación, que luego no llegan a las facultades sino a los institutos, y nosotros venimos haciendo investigación desde hace 30 años.

Es un trabajo de investigación reconocido ya a nivel nacional y regional, por lo menos, si no mundial. En Latinoamérica y en España hay reconocimiento del trabajo que hemos venido haciendo. Y hay que seguir trabajando y reforzando las líneas de investigación, así como nuestras publicaciones y eventos.

De las actividades que usted ha realizado y realiza, ¿cuáles destaca y qué persigue con ellas?

He tratado de moverme en todos los campos de la actividad académica: la investigación, que nunca he abandonado; la docencia, que tengo ganas de retomarla, porque siempre es muy motivador estar en contacto con los jóvenes; las publicaciones, el trabajo de gestión, el administrativo; construir proyectos institucionales; ampliar nuestra relación con la comunidad filosófica nacional, que la hemos logrado bastante en los últimos años, y con la comunidad filosófica internacional.

En fin, mostrar el valor de la filosofía para la vida humana, la vida social, la vida cultural, el valor del pensamiento crítico, que no es pura negación, sino que también conlleva afirmación del diálogo, del sentido de la comprensión y del entendimiento interhumano.

La divulgación del conocimiento se advierte en usted como una acción constante a través del periodismo y las conferencias. Desde una perspectiva general ¿qué falta o pudiera ser prescindible en nuestro medio michoacano?

Tenemos recursos capacidad, voluntad, gusto, nos falta más sistema, más organización, también más credibilidad de la sociedad, de las instituciones. Afortunadamente en este XVII Congreso Internacional de Filosofía de la Asociación Filosófica de México en Morelia (en un receso se dio esta entrevista) logramos captar el interés de las autoridades, tanto del Estado como de la Universidad Michoacana.

Porque este evento no es solamente una cuestión académica de filósofos profesionales, sino que aquí se habla de cosas que pueden tener interés e impacto en la sociedad, más en una sociedad como la nuestra, la michoacana, en una situación tan difícil, conflictiva y problemática… Pero somos parte de esta sociedad y mostramos con nuestro trabajo que Michoacán tiene potencia, capacidad intelectual, artística, cultural, y creemos que esta debe ser la base de la solución de nuestros problemas.

Una última pregunta ¿Qué opina usted sobre las revistas electrónicas?

Creo que es el futuro del conocimiento. Para agenciarse información los medios electrónicos son rápidos, ágiles, funcionales. Ahora hay un descontrol, una diversidad de cosas en internet que luego no es fácil ubicar qué es válido y qué no.

Es cuestión de irnos acostumbrando, de ir aprendiendo ciertos tips para encontrar lo que es bueno y lo que no. También que las propias revistas logren seriedad, formalidad y ciertos criterios y códigos que permitan ubicarlas. Creo que vamos a ir corrigiendo y aprendiendo, son tecnologías todavía novedosas y tenemos que ir a ellas, son parte de la democratización del conocimiento y del crecimiento y mejora de nuestra sociedad. La revista Devenires de la Comunidad de Filosofía está en línea, es gratis y también se imprime.

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