El 13 de mayo de 2013, la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, siglas en inglés), afirmó que los insectos son una fuente de alimentación sin explorar que puede ayudar a hacer frente a la inseguridad alimentaria mundial. Lo anterior se dio a conocer en la conferencia sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición “Bosques para la Alimentación”, impartida por Eva Muller, Directora de División de Economía Forestal, Políticas y Productos de la FAO, durante la cual se presentó el libro “Insectos comestibles: perspectivas futuras de la alimentación y la seguridad alimentaria”, en la sede de la FAO en Roma.
Eva Muller dijo: "Comer insectos no es dañino, sino todo lo contrario. Son nutritivos, tienen una gran cantidad de proteínas y son considerados un manjar en muchos países. A pesar de que no son alimentos cotidianos de la cocina occidental, los insectos actualmente complementan las dietas de unos 2 mil millones de personas y siempre han sido parte de la dieta humana en Asia, África y América Latina”.
Aunque la idea de comerse un gusano, una avispa o una hormiga en cada comida puede sonar insólita, la FAO afirma que puede reportar muchos beneficios para la salud, ya que los insectos son ricos en contenido de proteínas, grasas y minerales. Se pueden comer enteros o molidos en polvo o en pasta, o incorporados a otros alimentos.
De acuerdo con el libro, el cultivo de insectos para el consumo humano y animal es particularmente relevante en un momento en el que el crecimiento demográfico, la urbanización y la creciente clase media han provocado un aumento de la demanda de alimentos, y al mismo tiempo han dañado el medio ambiente que permite producirlos.
El Director General de FAO, José Graziano da Silva, en esa misma conferencia afirmó que los árboles en las explotaciones agrícolas y los sistemas agroforestales son fundamentales en la lucha contra el hambre y deben estar mejor integrados en las políticas de seguridad alimentaria y de uso del suelo.
Según la investigación de la FAO -realizada en colaboración con la Universidad de Wageningen (Países Bajos)-, los seres humanos consumen en el mundo más de 1,900 especies de insectos. A nivel mundial, los más consumidos son: escarabajos (31%), orugas (18%), abejas, avispas y hormigas (14%), y saltamontes, langostas y grillos (13%). Muchos insectos son ricos en proteínas y grasas buenas y tienen un elevado contenido en calcio, hierro y zinc.
Criar insectos de forma sostenible puede ayudar a evitar la sobreexplotación forestal. Algunas especies, como el gusano de la harina, ya se producen a nivel comercial, ya que se utilizan en como alimentos para mascotas, en los zoológicos y en la pesca recreativa. Si la producción estuviera a ser más automatizada, se podrían bajar los costos a un nivel en el que la industria se beneficiaría de la sustitución de harina de pescado, por ejemplo, con harina de insectos en la alimentación del ganado. La ventaja sería un aumento del suministro de pescado para el consumo humano.
Además, los insectos producen una reducida cantidad de emisiones como metano, amoníaco, gases de efecto invernadero –que originan el calentamiento climático- y de estiércol, todo lo cual contamina el medio ambiente. De hecho, los insectos pueden ser utilizados para descomponer los desechos, ayudando en los procesos de compostaje que devuelven los nutrientes a la tierra a la vez que reducen los malos olores.
Sin embargo, la legislación de la mayoría de las naciones industrializadas impide alimentar con residuos, estiércol líquido o desechos alimentarios a los animales, a pesar de que los insectos se alimentan normalmente de estos materiales. Será necesario investigar más, especialmente en lo que respecta a la cría de insectos aprovechando el vertido de residuos. Sin embargo, los científicos saben bien que los insectos son tan diferentes de los mamíferos a nivel biológico, que es muy poco probable que las enfermedades de los insectos se transmitan a los seres humanos.
Por último, en esta conferencia se indicó que el sector privado está dispuesto a invertir en la cría de insectos, pero que las regulaciones que existen a nivel mundial para el consumo humano de éstos, aún no son claras e incluso obstaculizan el desarrollo de este nuevo sector. Así mismo, en la cría y producción de insectos, debe de cuidarse la producción higiénica y el procesado para evitar el crecimiento de bacterias y otros microorganismos que pudieran afectar a la salud humana. Las normas de inocuidad alimentaria pueden ampliarse para incluir los insectos y los productos a base de insectos, y las normas de control de calidad a lo largo de la cadena de producción serán fundamentales para lograr la confianza del consumidor en los alimentos y forrajes que contengan o que procedan de insectos.
Fuentes:
http://www.fao.org/news/story/es/item/175974/icode/
http://www.fao.org/docrep/018/i3264s/i3264s00.pdf