¿Has visto alguna vez un programa de cocina? A mí me encantan, puedo pasar dos horas frente a la pantalla viendo cómo compiten por hacer el mejor platillo y convencer a los implacables jueces, o bien, esos tres minutos que dura un video con una receta que se ve deliciosa.
Ahora, qué pasaría si la persona que está en la pantalla te dice: «Pongamos una pizca más de Cloruro de Sodio a estas ricas albóndigas… Y ahora acompañaremos esta rica carne recién horneada con un pesto de albahaca y cilantro que ayudará a alcalinizar el pH estomacal». La verdad es que cualquiera se sentiría que está en mitad de una clase de química de bachillerato, tratando de entender por qué nos enseñan eso que es inútil, ¿o no?
Regresemos un poco a la década de los 70. Son las 6 de la tarde y todas las amas de casa (y no solo ellas) están sintonizando el mismo canal con su libreta en mano, muy atentas para no perder ni un solo detalle de la receta que la científica más conocida de la televisión en Estados Unidos de América está a punto de preparar. Termina el anuncio comercial y, ¡por fin!, se escucha: «¡Buenas noches! Esto es Cena a las 6 y hoy aprenderemos a cómo preparar una rica crema de hongos y no morir intoxicados».
Elizabeth Zott es la protagonista de la novela Lecciones de Química de Bonnie Garmus y si bien esta novela despierta la curiosidad por la relación presente entre la cocina y la química, la escritora va más allá, haciéndonos reflexionar sobre el papel de las mujeres en la ciencia y eso que hoy llamamos efecto Matilda, que es ese horrible hábito que tenían (y lamentablemente aún se llega a presentar) algunos investigadores hombres de tomar los resultados de sus colegas mujeres y presentarlos como propios sin darle el mínimo crédito a la científica.
«Eres mujer… Deberías estar en tu casa y no en un laboratorio… Seguramente solo está aquí para encontrar un marido… Tiene ese puesto solo porque es bonita…». Constantemente, comentarios como estos, y otros aún más subidos de tono, son los que recibe una profesionista cuando llega a su oficina; no obstante, la mayoría de los que hablan mal de ella, son los que van a buscarla para pedirle ayuda con una reacción que no sale o con un resultado que no pueden interpretar.
Afortunadamente, Elizabeth no se deja influenciar por los comentarios o inclusive los malos tratos. No desiste de su cariño a la química, aun después de ser despedida por estar embarazada.
Bonnie nos muestra, por medio de Elizabeth, cómo se puede llegar a transmitir el amor por la ciencia de una manera interesante y respetuosa a través de algo como un programa de cocina, pero también el lado cruel y misógino de la televisión y la academia.
Si eres como yo, un amante de la ciencia, terminarás deseando saber más de cocina, pero también reflexionando con respecto a las actitudes que existieron y que todavía existen en algunos ámbitos, pero que, afortunadamente, estamos aprendiendo a dejar atrás.
*Luis Humberto Delgado-Rangel. Doctor en Ciencias Químicas por el Instituto de Investigaciones Químico Biológicas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán, México.
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