Sistemas energéticos rurales sustentables ¿Por dónde empezar?

Escrito por Luis Bernardo López-Sosa y Carlos A. García-Bustamante

https://pixabay.com/es/photos/molino-bomba-de-agua-energ%c3%ada-e%c3%b3lica-4336241/

De forma cotidiana, existen necesidades básicas que requieren ser satisfechas en el sector residencial, el acceso al agua, la vivienda, la alimentación, el manejo de residuos y el acceso a la energía, son alguna de ellas que, dependiendo el enfoque pragmático, antropológico o ecosistémico, se pueden identificar como básicas o complementarias. El acceso a la energía es uno de los aspectos relevantes que ha causado interés en los últimos años. Tal vez de manera indirecta porque resulta frecuente escuchar sobre los altos precios de la gasolina o el gas licuado de petróleo (L.P.), o quizás porque leemos acerca de temas sobre las reformas legislativas para la energía, y en ocasiones porque vemos infomerciales relacionados con vehículos que utilizan fuentes de energía como la eléctrica o sistemas híbridos.

En cualquier caso, la energía se relaciona directamente con nuestra vida diaria: cuando nos trasladamos de un punto a otro, cuando cocinamos alimentos, cuando prendemos una lámpara para leer, cuando escuchamos música tomando clases virtuales, incluso cuando dormimos estamos interactuando con procesos vinculados a diversas formas de aprovechamiento de la energía. La energía está presente en todo lo que hacemos, y en todos los lugares, a veces en procesos eficientes y otras en escenarios totalmente opuestos.

Los sistemas energéticos

Siendo la energía tan importante en la vida de la sociedad, ha sido posible establecer, debido al desarrollo tecnológico, diversos sistemas energéticos que posibilitan que a kilómetros de distancia se produzca la energía que en este momento consumimos. Un sistema energético es el mecanismo con el que el ser humano obtiene, transforma, distribuye y utiliza la energía. Actualmente, los sistemas energéticos convencionales utilizan principalmente recursos fósiles para la producción de la mayor parte de energías que se utilizan para satisfacer las necesidades de los diferentes sectores: residencial, industrial, transporte y agropecuario. Y, aunque el esquema de suministro no es el más eficiente, sí es el que presenta la mayoría de estos sistemas, usualmente centralizados, es decir, la energía debe viajar muchos kilómetros hasta llegar al usuario final. Por ejemplo, la energía eléctrica que está consumiendo un teléfono celular ahora, probablemente proviene de una planta carboeléctrica situada a cientos de kilómetros de donde está el celular.

En estos casos, la distancia únicamente es un factor que fomenta la ineficiencia porque el uso de recursos, como el carbón, no solo es un proceso de esta naturaleza, sino que es contaminante debido a las emisiones que genera y que contribuyen al calentamiento global. Como este ejemplo, existen varios en los sistemas energéticos actuales que propician esquemas ineficientes, contaminantes y volátiles en sus costos, porque dependen de recursos no renovables y son carentes de acceso universal a la población, esto último porque generalmente los recursos energéticos fósiles están en determinados lugares y, en muchos casos, son restringidos a su explotación por un número pequeño de industrias que controlan los precios, la oferta y la demanda.

En este contexto, los sistemas energéticos convencionales no resultan tan atractivos si lo que se busca es la soberanía energética y el acceso universal a un tipo de energía que sea justa, segura, asequible y sustentable. Estos esquemas tradicionales de satisfacción de la demanda energética, ya no responden a las actuales circunstancias del consumo, el territorio y la temporalidad contemporánea.

Tanto el sector urbano como el sector rural, están inmersos en los esquemas que dictan los sistemas energéticos convencionales, aludiendo a la «convencionalidad» porque son los que predominan, no porque sean los más requeridos. Y aunque son muchas las deficiencias y particularidades de estos sistemas, los paradigmas actuales de sustentabilidad, así como la agenda 2030, dictada por la Organización de las Naciones Unidas para establecer escenarios asequibles justos y sustentables a través de los 17 objetivos para el desarrollo sostenible, demandan el surgimiento de sistemas alternativos que respondan a las necesidades actuales de la sociedad y del planeta.

De forma contrastante, en el sector rural —a diferencia del sector urbano— existen diversos recursos energéticos renovables como el solar, eólico, bioenergía, hidráulica, geotérmica, por mencionar algunas, y en cuyo caso muchas veces coexisten varios de ellos y es común que no sean utilizados. Lo anterior representa una oportunidad de aprovechamiento por dos razones: la primera, debido a que son recursos energéticos renovables gratuitos, con alto potencial de uso y están en disponibles de forma local; la segunda, porque su aprovechamiento representa una estrategia de generación de energía distribuida, asequible, eficiente y de menor impacto ambiental en comparación con las fuentes convencionales. Así que la posibilidad de buscar alternativas a los sistemas energéticos actuales, posee la motivación suficiente sustentada en estos recursos energéticos locales.

 

Los sistemas energéticos rurales sustentables

Si bien, el estudio de los sistemas energéticos alternativos no es reciente, ya que existen esfuerzos por tratar de estudiarlos de manera más integrada en comunidades rurales de países en desarrollo desde diferentes enfoques, lo cierto es que en años recientes su construcción e implementación se ha visualizado en entornos locales, como una estrategia de promover seguridad energética e implementar esquemas sostenibles de gestión de la energía. En particular, referirse a los entornos locales con especificidades rurales para el diseño de estos sistemas, tiene su sustento en las formas organizativas, la disposición de los recursos energéticos locales, así como la posible implementación y mejora continua de aquellas poblaciones que se administran y rigen con base en su necesidades individuales, colectivas y de servicios, pero que con la cohesión social y el sentido de comunidad y «bien común», pueden asegurar el uso sostenido de este tipo de sistemas, ya que además, son sistemas eficientes y pueden proveer la autosuficiencia, así como ser benefactores en diversas dimensiones de la sustentabilidad: social, económica y ambiental.

Un sistema energético rural sustentable debe considerar la obtención, transformación, distribución y uso de la energía de una forma sustentable, posibilitando la identificación, desarrollo, adaptación e implementación de las tecnológicas que permitan satisfacer las necesidades energéticas individuales y colectivas en comunidades, haciéndolo de manera comprehensiva, considerando los recursos energéticos disponibles para su operación, así como asumiendo la generación de menores impactos en la sostenibilidad, es decir, impactos ambientales, sociales y económicos; al tiempo que promueva los aspectos de interacción con los usuarios como su facilidad de operación, seguridad, asequibilidad, versatilidad, uso sostenido, entre otros.

Para poder lograr lo anterior, es necesario realizar evaluaciones claras y rigurosas sobre las necesidades energéticas en comunidades rurales; sus recursos energéticos disponibles de manera local y establecer una comunicación de calidad y calidez entre los actores involucrados en la formulación del sistema energético rural sustentable. Es decir, dichas evaluaciones deben estar basadas en el conocimiento social más actual, en el diálogo de saberes con los miembros de la comunidad y articularse con los procesos de cocreación y bienestar de las poblaciones objetivo.

Aunque de forma discursiva se ha abordado mucho sobre el tema de estos sistemas, aún no conocemos alguno en México cuyo uso sostenido dé muestras de su funcionamiento, no por ineficiencia, sino por la limitación social, normativa, económica y de gestión de la energía de forma convencional que ha impedido su formulación, implementación, uso sostenido y documentación. Para bien, al abordaje de este tema de interés y con potencial de impacto social, recientemente se ha sumado el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT), a través de los Programas Nacionales Estratégicos (PRONACES), en particular el que refiere a «Energía y Cambio climático», y del que se tiene una propuesta en desarrollo para codiseñar un sistema energético rural sustentable en la meseta purépecha, en Michoacán, México, a través de un grupo multidisciplinario de investigadores de diversas universidades públicas y privadas, así como miembros de comunidades indígenas con autogobiernos. Así que en los próximos años se podrán mostrar algunos de los avances que permitan fomentar la implementación, replicación y asimilación de este tipo de sistemas de gestión de la energía.

 

Luis Bernardo López-Sosa y Carlos A. García-Bustamante. Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, Universidad Nacional Autónoma de México, Morelia, Michoacán, México. 

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.,

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.