EL INVASOR QUE LLEGÓ PARA QUEDARSE

Escrito por Alfrancis Teresa Arredondo Chávez y Omar Domínguez Domínguez

Desde los inicios de la domesticación de las especies, la humanidad ha manipulado y transportado la flora y la fauna, siendo las actividades humanas, a través de la migración, el transporte y el comercio, el principal medio de introducción de especies a regiones en las cuales no existían, facilitando el movimiento, de manera voluntaria o involuntaria, de un número siempre creciente de especies a través de barreras que de manera natural serían infranqueables para los organismos, tales como océanos, cadenas montañosas, ríos y zonas climáticamente hostiles.

Una vez que una especie es introducida a una zona a la cual no es originaria, existen dos caminos, que la especie no encuentre las condiciones adecuadas para subsistir y por lo tanto no sobreviva a la introducción, o bien que la especie encuentre las condiciones necesarias para sobrevivir, adaptarse, reproducirse y establecerse de manera exitosa en el nuevo hábitat, a veces de forma tan acelerada y agresiva que pueden provocar el colapso de sistemas completos y la extinción de especies nativas, llegando a constituirse en una invasión biológica.

A pesar de que las especies exóticas e invasoras sean de las más graves amenazas a la biodiversidad, aún existe un gran desconocimiento de este tema, ignorándose incluso el número de especies introducidas, las características que presentan alguna de estas especies y cuáles son sus impactos sobre las especies nativas, por lo que constituyen un desafío ambiental importante. Un ejemplo de ello es el Pez León (Figura 1), que ha protagonizado la invasión biológica más espectacular que se conozca en las aguas del Atlántico Occidental durante los últimos 20 años (Figura 2).

Esta especie se distribuye de manera natural en el Indo-Pacífico, incluyendo el Pacífico central y occidental y la costa oeste de Australia, los primeros avistamientos en el Atlántico datan de la década de los 80's, los cuales se cree fueron producto de la liberación en la zona de Florida de especímenes de acuario. Sin embargo, y de acuerdo con la evidencia científica, se cree que esta especie comenzó su proceso de invasión cuando algunos ejemplares fueron liberados de forma accidental en la Bahía de Biscayne (Figura 2), tras el paso del huracán Andrew en 1992. En México el primer reporte se dio en los arrecifes de Cozumel, Quintana Roo en el 2009. Para el 2013 se sabe que ya existen poblaciones bien establecidas en todas las áreas costeras del Caribe mexicano y se tienen confirmados reportes en el Golfo de México (Figura 2).

Estos peces suelen encontrarse en prácticamente cualquier ambiente marino, principalmente en arrecifes de coral y rocosos, desde la superficie hasta unos 175m de profundidad, aunque ha sido observado a profundidades mayores de 300 m. Se cree que el éxito de su invasión y su rápida propagación se debe a que no tiene depredadores naturales, presenta una reproducción muy exitosa, con una larva que viaja a la deriva trasportada por las corrientes marinas, lo que ha favorecido el avance de la especie a nueva áreas, es considerado un depredador muy eficaz, además de que las especies nativas no lo ven como una amenaza, lo que le permite cazar presas con gran facilidad.

En el Caribe ya han invadido zonas de arrecifes, pastos marinos, manglares y naufragios, además de que en algunos de estos ecosistemas se han reportado densidades altas de esta especie, estableciéndose en corto tiempo como una especie invasora. Debido al establecimiento del Pez León en el Caribe mexicano, se espera un impacto extremo en los ecosistemas arrecifales, su efecto evidente e inmediato es la depredación de la fauna local, sin embargo es poco lo que se sabe en relación a las especies que depreda, los impactos que puede tener esta depredación en la salud y funcionamiento de los ecosistemas marinos y cuanto más va a aumentar su abundancia en el Caribe mexicano.

Por tal motivo, en el Laboratorio de Biología Acuática de la Facultad de Biología, se están desarrollando investigaciones tendientes a dar respuesta a algunas de estas interrogantes. Con estas investigaciones se sabe que el Pez León se ha posicionado como un depredador tope en la trama trófica de los arrecifes del Caribe, se alimenta de al menos 100 especies de peces y 28 de crustáceos. Incluyendo un alto número de especies claves para los arrecifes, como los peces loro (Figura 3), peces herbívoros que se alimentan de las algas adheridas a los corales y tienen la función de mantener “limpios” y a raya de la proliferación de éstas, evitando que los corales sean invadidos y mueran, por lo que, al disminuir las poblaciones de estos peces debido a la invasión de este nuevo depredador, podrían perder su función ecológica y el arrecife ceder poco a poco ante el crecimiento de las algas. Otra posible consecuencia es el impacto en las pesquerías artesanales de la zona, ya que se registró la ingesta de crías y juveniles de especies de importancia económica como meros, pargos, cabrillas y langostas (Figura 4).

La erradicación del Pez León de las zonas costeras del Caribe es inviable, por tal motivo es necesario desarrollar planes de aprovechamiento de las especie, lo cual ayudará a contener sus poblaciones. En la actualidad se han desarrollado algunas estrategias para su control, incluyendo programas de vigilancia, monitoreo y extracción que han desarrollado las Áreas Naturales Protegidas, o torneos de pesca dirigidos exclusivamente a este pez, la fabricación de artesanías con partes de este invasor inesperado o la utilización como especie de consumo humano, cuya carne, por cierto, es de excelente calidad.

Biól. Alfrancis Teresa Arredondo Chávez y Dr. Omar Domínguez Domínguez, investigadores del Laboratorio de Biología Acuática, Facultad de Biología, Universidad  Michoacana De San Nicolás de Hidalgo.

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