En el mundo, más del 40 % del territorio total corresponde a zonas áridas y semiáridas. Estas regiones se caracterizan por tener escasez de agua en el suelo y poca humedad en el aire. Podemos encontrar zonas áridas y semiáridas con temperaturas frías y calientes en todos los continentes del planeta, siendo las más importantes las que se encuentran en el desierto Antártico en el hemisferio sur, el desierto Ártico en el hemisferio norte, el desierto del Sahara y Kalahari en África, el desierto de Arabia y Siria en Oriente Medio, el desierto de Gobi en Asia, el desierto de la Patagonia en Sudamérica, el Gran desierto de Victoria en Australia y el desierto de la Gran Cuenca en Norteamérica entre Estados Unidos y México.
Es común pensar que, por tratarse de zonas áridas y semiáridas, con escasa precipitación, son lugares inhabitables. Es sorprendente que más de un tercio de la población vive en alguna zona árida o semiárida, y que llevan a cabo actividades económicas como la crianza de animales de pastoreo, la extracción de recursos naturales maderables o la agricultura de subsistencia.
México tiene dos grandes zonas áridas, el desierto de Sonora, que forma parte del desierto de la Gran Cuenca, y el de Chihuahua. También, cuenta con dos zonas semiáridas, la de Querétaro-Hidalgo y la de Tehuacán. El semidesierto de Tehuacán es el más pequeño de México, se ubica entre los estados de Puebla y Oaxaca. Este semidesierto se forma por el efecto de sombra orográfica generado por la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental, es decir, el relieve de montaña a ambos costados no permite que llegue suficiente humedad del golfo de México o del Pacífico. Las lluvias son escasas, de 0 a 40 mm en el mes más seco, y de 400 a 800 mm/año en meses lluviosos, en comparación con la Ciudad de México de 600 a 1 200 mm/año o Tabasco 2 550 mm/año. El Valle de Tehuacán se encuentra a una elevación de 1 600 m, en contraste con la Ciudad de México, que se encuentra a 2 240 m sobre el nivel del mar, y a pesar de estar muy cerca, el clima es diferente por la elevación.
Estas particularidades le han permitido al semidesierto de Tehuacán ser altamente biodiverso, con especies que solo se pueden encontrar ahí (alto grado de endemismo). La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) declaró el sitio como Reserva de la Biosfera en 2012 y Patrimonio Mundial Natural y Cultural en 2018. El 60 % de las especies de cactáceas columnares en México se encuentran en el Valle Tehuacán-Cuicatlán.
Las cactáceas aportan elementos a la gastronomía local como las tetechas o flores de las cactáceas columnares (tetechos o Neobuxbaumia tetetzo), que pueden presentarse en platillos acompañados con insectos y/o con semillas de otras especies; mientras que los garambullos (Myrtillocactus geometrizans) y pitayas (Hylocereus undatus)
son utilizadas para la elaboración de paletas congeladas, nieves o aguas frescas. Es importante mencionar que el sitio sufre una sobre extracción de estos recursos naturales, un caso es el de la biznaga (Echinocactus platyacanthus), una cactácea globosa con la que producen dulce de acitrón para los chiles en nogada o la rosca de reyes, otro caso, es la extracción de agaves para producir mezcal.
Los ecosistemas áridos y semiáridos presentan dinámicas diferentes a las de un bosque o una selva en donde el agua es abundante. Las plantas de un sitio árido o semiárido tienen espinas en lugar de hojas, las cuales le sirven de defensa contra depredadores y para evitar la pérdida del agua. Los árboles de mezquite desarrollan raíces muy profundas (freatofítas) para aprovechar la humedad del suelo profundo. Por otro lado, las zonas áridas y semiáridas son los ecosistemas más susceptibles a la degradación por el cambio climático, al pastoreo de caprinos que va de terreno en terreno en busca de comida o a la agricultura intensiva.
La salud de los suelos
Por muchos años, la humanidad ha modificado el ambiente para satisfacer sus necesidades. Una de estas actividades es la agricultura, la cual, para producir alimentos, aprovecha el recurso «suelo». Los suelos pueden desgastarse al ser utilizados para la producción de alimentos, por lo que su manejo determina si los nutrientes se mantienen o se pierden en él, en un tiempo determinado. Uno de los factores de deterioro de los suelos es el uso de agroquímicos, utilizados para aumentar la producción o para controlar plagas y enfermedades de monocultivos. Resultado de la actividad agrícola intensiva, los suelos también cambian sus propiedades físicas, químicas y biológicas, entre las que destaca la pérdida de la capacidad de retener o mantener el agua y la cantidad de organismos que viven en él.
Cuando un suelo pierde todas estas propiedades y la vida deja de existir en él, se dice que los suelos están degradados. Muchas veces estos suelos quedan sin uso debido a que no crece nada en ellos, por lo que se buscan nuevos sitios con suelos sanos para seguir produciendo alimentos, comúnmente se abren espacios en bosques, selvas, matorrales y pastizales. Si estos nuevos suelos se mantienen produciendo intensamente sin cuidados para prevenir su desgaste, llegará un punto en el que el suelo no podrá producir más alimentos y quedará «abandonado» también.
Biocostras, regeneradoras del suelo
El suelo es un recurso natural finito, formado a partir de la intemperización de las rocas, es decir, de la pulverización por aire, agua, microorganismos o plantas y que se mezcla con materia orgánica. Se requiere de 100 años para que un centímetro de suelo se forme. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) realizó una evaluación en 2002 de los suelos mexicanos en el que muestra que 44.9 % de la superficie relativa es afectada por algún proceso de degradación o deterioro.
Debido a las características de suelos de los sistemas áridos y semiáridos, estos pueden ser un buen modelo de estudio para plantear alternativas de recuperación de los suelos degradados del mundo. Su estudio nos permite conocer las dinámicas entre el tipo de suelo, las plantas, los animales, el clima, la temperatura, etc. Un elemento clave en estos ecosistemas son las biocostras. Las biocostras o costras biológicas del suelo, son un complejo de grupos de bacterias, líquenes, musgos, hongos y partículas de suelo que se encuentran en la superficie del suelo de las zonas áridas y semiáridas.
En los primeros centímetros forman un recubrimiento que protege al suelo de sufrir pérdidas por efecto del agua o del aire, o por perturbaciones por sobrepastoreo o impactos por el pisoteo de una sola persona. Las biocostras cubren más del 50 % del suelo, dependiendo del sistema árido o semiárido. Los organismos que conforman a las biocostras resisten altas temperaturas o alta radiación solar, lo hacen bajando o frenando su actividad ante la falta de agua en época de sequía y aprovechan cuando llueve o hay humedad en el aire para activarse nuevamente. Asimismo, aportan nutrientes al suelo como carbono, nitrógeno y fósforo para que las plantas los aprovechen.
Cuando un suelo se encuentra altamente degradado, como es el caso de una mina abandonada o una tierra agrícola en la que se sembró intensivamente o con pastoreo intensivo, los primeros pobladores que pueden llegar a habitarlo son las cianobacterias. Estas bacterias forman una biocostra y preparan el terreno para que, posteriormente, puedan llegar organismos como líquenes y/o musgos, que son más complejos. Dependiendo de las condiciones del sitio, la proporción de cianobacterias, musgos y líquenes en una biocostras cambia. Si el suelo carece de perturbaciones, los organismos de las biocostras, con el tiempo, serán capaces de cambiar el estado del suelo, de degradado a sano. El hecho de que un suelo se encuentre sano es importante para que las semillas que se encuentran en él o las que llegan por aire o agua o con ayuda de algún animal, tengan las condiciones adecuadas para germinar y crecer. Entonces, para que un ecosistema completo se regenere, empezando por el suelo, es necesario que primero se establezcan organismos resistentes (biocostras) que van mejorando las condiciones ambientales y que permiten la llegada a organismos más complejos, como arbustos o árboles. Los organismos formadores de biocostra pueden establecerse natural o intencionalmente (inoculación) desde otra zona árida o desde el laboratorio.
El estudio de las biocostras es de reciente interés, siendo China, Estados Unidos, Australia y España los países que más investigación tienen. En nuestro país hay poca investigación, a pesar de que más del 45 % de la superficie nacional está constituida por zonas áridas y semiáridas. Las biocostras y su conservación son altamente relevantes para mantener y mejorar el suelo en el que se establecen, para las plantas y árboles, los animales y las relaciones de interacción con factores abióticos y bióticos. Sin la existencia de las biocostras y el trabajo que hacen en el suelo, no podríamos disfrutar de una refrescante agua de garambullo o de una nieve de pitaya, de un buen mezcal, o de un buen plato con tetechas e insectos.
Resulta urgente preservar los recursos naturales de las zonas áridas y semiáridas, ya que estas son altamente susceptibles. Una forma con la que puedes contribuir la próxima vez que visites una zona árida, ya sea a pie, en bicicleta o en carro, es que te mantengas en el camino, de este modo ayudarás a la conservación de las biocostras y del sitio. Cuidemos y disfrutemos de las zonas áridas y semiáridas del país.
Melissa Báez del Ángel. Estudiante del Programa de Maestría en Ciencias Agropecuarias, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, Ciudad de México.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Angélica Jiménez-Aguilar. Profesora-Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Departamento El hombre y su ambiente, unidad Xochimilco, Ciudad de México.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Navas-Romero A.L., Martínez-Carretero E., Herrera-Moratta M. (2021). Restauración de costras biológicas del suelo: pasado, presente y futuro. Multequina, 30(2), 25-47. https://www.mendoza.conicet.gov.ar/portal/multequina/indice/pdf/30-2/03.pdf
Sosa-Quintero J., Godínez-Álvarez H., Camargo-Ricalde S.L., et al. (2022). Biocrusts in Mexican deserts and semideserts: A review of their species composition, ecology, and ecosystem function. Journal of Arid Environments, 199, 104712. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0140196322000076?via%3Dihub
Zubiaga E.B., Álvarez H.G. (2018). Infiltración en biocostras en una región semiárida del centro de México. Terra Latinoamericana, 36(4), 337-343. https://terralatinoamericana.org.mx/index.php/terra/article/view/335/480