El ladrón de ideas

Escrito por Dejanira Arizmendi-Aranda y Elsah Arce-Uribe

Alfred Russel Wallace es un nombre que probablemente no reconozcas, pero su impacto en la ciencia es indudable. Este científico británico es conocido como el «codescubridor» de la teoría de la selección natural, la misma que es atribuida comúnmente a Charles Darwin. Sin embargo, la historia detrás de esta teoría es mucho más compleja y llena de controversia. 

¿Quién es Alfred Russel Wallace?

Alfred Russel Wallace nació en Gales en 1823 y creció como un joven carpintero y agrimensor; no obstante, su pasión por la naturaleza lo llevó a lugares lejanos y emocionantes. Después de leer un libro popular que combinaba ciencia y teología, Wallace se dio cuenta de que, para ser un gran naturalista, tenía que salir a recolectar y estudiar seres vivos en regiones tropicales.

Wallace comenzó a interesarse en el origen de las especies y viajó al archipiélago malayo, gracias a eso, publicó más de 50 artículos científicos y notas sobre la historia natural de dicho archipiélago. Wallace era conocido por ser un naturalista metódico y fiel observador de la variación entre los individuos, lo cual lo llevó a desarrollar la idea del «refuerzo», también conocido como «efecto Wallace», donde argumentó que la selección natural podría conducir a formación de nuevas especies si las poblaciones estaban aisladas. Hoy en día, muchos de los modelos de especiación se basan en esta brillante idea.

En su expedición por las islas de Malasia, Wallace se dio cuenta de que los orangutanes tenían territorios definidos y las especies relacionadas vivían cerca unas de otras. Este descubrimiento lo llevó a escribir un trabajo llamado Sobre la ley que ha regulado la introducción de nuevas especies, donde propone la idea de que cada especie surgió al mismo tiempo y en el mismo lugar que otra especie relacionada. Esta idea es conocida como la «Ley de Sarawak» y es muy parecida a la idea de divergencia que más tarde sugería Darwin en su libro El origen de las especies, como explicación a la especiación. Wallace también investigó las islas Galápagos y planteó que fueron colonizadas por corrientes y vientos desde el continente, lo que llevó a la modificación de las especies originales. Esta explicación sigue siendo válida hasta el día de hoy.

El 8 de enero de 1858, Wallace llegó a Ternate y de allí navegó a Gilolo (actualmente Halmahera) donde sufrió las peores crisis de malaria. Entre fiebre y aburrimiento, Wallace tuvo una revelación. Tomando en cuenta el trabajo de Thomas Malthus, que habla sobre cómo en los animales los recursos disponibles limitan las poblaciones, y el trabajo de Charles Lyell, que habla sobre las eras geológicas, escribió su trabajo Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original, donde argumenta que dos factores controlan la evolución: los cambios graduales en las poblaciones y la lucha por la existencia. Wallace envió su manuscrito a Darwin para recibir su opinión. Darwin se quedó impresionado por la similitud con sus propias ideas, ya que él llevaba 18 años investigando el mecanismo de la selección natural.

 

La teoría de la selección natural

Las teorías de Darwin y Wallace no son iguales, presentan diferencias sobre el papel de la selección sexual y con respecto a si la competencia sucede principalmente entre individuos o poblaciones. La teoría evolutiva moderna, también conocida como neodarwinismo, recogió todas las ideas de Darwin, pero ignoró las críticas de Wallace sobre la selección artificial y la preservación del más apto. Si las ideas de Wallace hubieran ganado, tendríamos una teoría de la evolución muy diferente y, seguramente, nos hubiéramos orientado en direcciones insospechadas. Aunque Darwin había pensado en la selección natural mucho antes que Wallace, él no pudo entender los mecanismos de la divergencia hasta 1858.

 

La primera correspondencia entre Wallace y Darwin

A partir de aquí las cosas se ponen interesantes para ambos. El 6 de marzo de 1858, Wallace terminó su obra Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original, y el 9 de marzo la envió a Darwin. La fecha en que Darwin recibe el escrito es un asunto altamente controversial. La versión oficial es que Darwin terminó la teoría sobre la selección natural, en la que llevaba casi dos décadas trabajando, el 8 de junio de 1858 y que el manuscrito de Wallace llegó a sus manos el 18 de junio. Sin embargo, los detractores de Darwin sugieren que el manuscrito de Wallace en realidad llegó a sus manos entre el 2 y 3 de junio, dándole dos semanas para leerlo y copiar las ideas de Wallace. Esta teoría se fundamenta en que una carta que fue enviada por Wallace a uno de sus amigos, al mismo tiempo que la carta que le envió a Darwin, llegó a Londres el 2 de junio y fue entregada el día 3 de junio de 1858. Resulta interesante también que, a pesar del ordenado y detallado archivo que mantenía Darwin de su correspondencia, ni el manuscrito de Wallace, ni la carta que lo acompañaba, ni el sobre que la contenía se han encontrado. Sin embargo, curiosamente, toda la correspondencia posterior entre ambos está debidamente archivada.

Este incidente cobra relevancia si consideramos que, durante 20 años, Darwin estuvo tratando de resolver el enigma de la divergencia evolutiva sin mucho éxito. Entonces un joven naturalista llamado Wallace aparece de la nada y le envía un manuscrito que resuelve el problema. Darwin se sintió tan desorientado que incluso pensó en abandonar su investigación, pero sus amigos más cercanos, Charles Lyell y Joseph Hooker, decidieron intervenir. El problema era que Darwin no tenía nada presentable aún, por lo que juntos resucitaron un ensayo de Darwin escrito en 1844 y añadieron una carta que escribió al botánico de Harvard, Asa Gray en 1857, como prueba de que Darwin ya llevaba tiempo trabajando en su teoría antes de recibir la carta de Wallace.

 

Presentación en la Sociedad Linneana de Londres

Las contribuciones de ambos fueron presentadas por Lyell y Hooker, quienes leyeron una carta en la sesión de la Sociedad Linneana de Londres el 1 de julio de 1858, explicando lo que había pasado y por qué habían actuado de esa forma. Luego, leyeron el boceto inédito de Darwin, una carta que él había enviado al botánico Gray en 1857 y el trabajo de Wallace, en ese orden, a pesar de que las reglas establecían que el trabajo de Wallace debía leerse primero.

Antes de lanzar al mundo el boceto de Darwin de 1844, le dieron una «manita de gato». Le arreglaron la puntuación, la sintaxis y hasta reformularon algunas frases. Wallace, desafortunadamente, no recibió el mismo trato y estando en Borneo descubrió que su manuscrito había sido publicado sin su corrección previa y sin su permiso, y para rematar, Darwin nunca admitió que el manuscrito que recibió de Wallace no era para su publicación. A pesar de la creencia popular, estos dos científicos nunca escribieron juntos ni publicaron nada en coautoría en la Sociedad Linneana de Londres.

En 1860, Wallace recibió una copia de la obra de Darwin, El origen de las especies, y libre de rencores, demostrando su buen carácter, escribió «Siento mucha satisfacción al haber ayudado en la publicación de este celebrado libro». El reconocimiento público de Darwin a los logros de Wallace solo aparece como una mención hasta la tercera edición de El origen de las especies. Sin embargo, el trabajo de Wallace, publicado en los Anales de la Sociedad Linneana de Londres, al igual que el trabajo de Charles Lyell, ni siquiera fueron mencionados. Tiempo después, Darwin, finalmente, agradeció a Wallace por proporcionarle el empujón necesario con su manuscrito de Ternate para terminar su obra maestra.

 

La vida de Wallace después del incidente

Wallace regresó a Inglaterra en 1862 como un naturalista famoso, pero no tenía un trabajo estable para mantenerse económicamente, así que dependía de la venta de especímenes y de los ingresos por sus escritos. Gracias a Darwin y sus amigos, Wallace finalmente recibió una pensión anual de 200 libras esterlinas en 1881.

Wallace combinó su amor por la evolución con su espiritualidad para comprender la evolución humana y la ética. Trató de encontrar un equilibrio entre la ciencia y la religión, pero terminó siendo considerado un excéntrico que cuestionaba los valores victorianos y abogaba por el socialismo y la reforma agraria.

Asimismo, descubrió un patrón en la distribución de los animales y plantas en diferentes partes del planeta, por lo que, basado en sus observaciones, propuso la teoría del «Cinturón de Wallace» que demuestra cómo diferentes regiones del mundo están separadas por líneas geográficas que limitan la dispersión de las especies. Esta teoría es una de las contribuciones más importantes de Wallace a la biogeografía; hoy en día, todavía es estudiada y utilizada por científicos. Wallace es conocido como el padre de la biogeografía.

Finalmente, fue un pionero en la conservación biológica; sin embargo, durante su vida sus ideas no tuvieron eco. Fue hasta la década de 1990 que la conservación biológica empezó a tomar el protagonismo que merece, y ahora, el legado de Wallace sigue siendo una inspiración para todos aquellos que luchan por proteger la biodiversidad.

 

Dejanira Arizmendi-Aranda. Estudiante del Doctorado en Ciencias del Mar y Limnología, Universidad Nacional Autónoma de México.

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Elsah Arce-Uribe. Profesora Investigadora del Laboratorio de Acuicultura e Hidrobiología, Centro de Investigaciones Biológicas, Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

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Gallardo M.H. (2013). Alfred Russel Wallace (1823-1913): Obra y figura. Revista Chilena de Historia Natural, 86(3), 241-250. https://dx.doi.org/10.4067/S0716-078X2013000300002 

Gutiérrez A.G. (2015). Darwin y Wallace: ¿binomio o polinomio? Universitas Medica, 56(3), 290-299. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=231042610005 

Sarkar S. (2008). Wallace and natural selection, 1858. Resonance, 236-244. https://link.springer.com/article/10.1007/s12045-008-0037-6