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Más que un artículo de ciencia, es un cuento corto escrito para que se reflexione, desde la mirada de un profesor de nivel medio superior, sobre el regreso a las aulas mientras la pandemia, provocada por SARS-COV-2, parece próxima a terminar y se habla de una nueva normalidad educativa.
¿Se debe recuperar el tiempo perdido o continuar con el proceso emprendido?
Luego del confinamiento, las instituciones educativas procuraron mantener el ejercicio de enseñanza a distancia, empleando la tecnología al alcance en tareas que, de manera inicial, parecían más enfocadas a mantener ocupados a los estudiantes y actuar ante la emergencia (una inesperada emergencia), que en conseguir el desarrollo de aprendizaje significativo. Este cuento lo recojo de mi experiencia personal sobre las actividades realizadas y los mensajes que se conocieron a través de las redes sociales; analizo algunos de ellos y resalto la efectividad del ejercicio de enseñanza para los estudiantes y sus profesores, quienes en conjunto, seguro presentan un ánimo renovado para regresar a la tan anhelada normalidad.
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¿Un regreso anhelado?
Estaba proFer un día sentado desayunando cereal con leche mientras miraba el noticiero. Las notas trataban sobre el cochino coronavirus; el planeta tierra ya le había dado más de una vuelta completa al sol y el tema persistía. La presentadora mencionaba la importancia de vacunarse, no solo para los adultos mayores, sino también para todos aquellos sectores de la población que fueran recibiendo «el banderazo» para hacerlo. Y cuando me vacuné, el COVID todavía estaba ahí —pensó mientras veía los reportajes—. Todo parecía indicar que el regreso a la nueva normalidad sería hasta marzo del año 2022, lo cierto es que esta oportunidad cambiaba dependiendo del mes en que se contemplaran las posibilidades.
A finales de mayo de 2021, por ejemplo, todo se miraba muy bien, ya que el proceso de vacunación avanzaba satisfactoriamente y los casos reportados iban a la baja. En junio, el panorama seguía siendo esperanzador, pues los hospitales ya no estaban saturados y la posibilidad de regresar a clases en la segunda mitad del año era más bien una realidad cercana, ya casi se podía respirar. Y ¡Pum! Ese «respirar» seguro que no usaba cubrebocas, porque durante la primera mitad del mes de julio se reportaron aumentos en los contagios, una nueva variante del virus (delta, le llamaron) y una tercera ola de COVID que, una vez más, ponía en jaque a nuestro querido y ya lastimado México. ¿Vamos a regresar a las aulas el siguiente ciclo escolar? Sí, claro, pero ¿Cuándo?
Salió proFer de su morada para acudir a su plantel, debía firmar las actas del ciclo escolar que terminaba. Muchos meses habían pasado desde la última vez que estuvo ahí para impartir clases. Con el cubrebocas puesto, como es debido y desinfectante, llegó a la parada para esperar su transporte que, curiosamente, tardó una hora en pasar. Hay cosas que no cambian —dijo para sí mientras el transporte recorría su ruta—. Después de 45 minutos llegó a su escuela. La hierba había crecido y había fango debido a las lluvias de aquellos días, pero el plantel lucía radiante. Aunque no se quitó el cubrebocas, estar en ese recinto y mirar caras conocidas fue, en definitiva, una bocanada de aire fresco. Entró a su aula y miró el calendario —jueves 19 de marzo de 2020—, una hojita que era un recordatorio de todo lo que había ocurrido en 20 meses, pero sobre todo, del tiempo que había pasado, los rostros que solían estar en ese espacio, las voces que llenaban el aire y las sombras de quienes solían estar ahí.
El tiempo avanza a su ritmo, pero cuando se mira un evento o lugar en retrospectiva, parece que el tiempo transcurrió muy rápido. «Un día como hoy pero de hace un año…» ¡Ay! Típica frase para despertar la nostalgia que guardamos en la memoria. La ocasión no era la excepción y funcionaba muy bien para tener una idea de cuánto tiempo había pasado y, sobre todo, de contemplar la posibilidad de volver a estar ahí. ¿Cuándo podremos regresar? —Se preguntó proFer—, al tiempo que tomaba la selfie del recuerdo para publicar más tarde en Facebook, en caso de que su reducido grupo de seguidores estuviera con el pendiente de saber en dónde había estado… ¡Ajá!, sí.
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¿Aprendimos algo de esta pandemia?
Además de actuar, de vez en cuando Elizabeth Taylor se aventaba una que otra frase para la hoja de calendario: «Es extraño que los años nos enseñan paciencia; que cuanto más corto el tiempo, mayor será nuestra capacidad de esperar». ¡Ájale! Ese día la señora Taylor andaba muy inspirada y su reflexión invita a pensar, ¿qué hemos aprendido de esta pandemia? La respuesta puede variar dependiendo de a quién se le pregunte, pero si se ha de meditar en torno, por ejemplo, a la escuela en tiempos de la postpandemia (a propósito de que proFer es docente), entonces es preciso reconocer la realidad y la diversidad cuando pensamos en bachillerato o escuela.
Hablar de la escuela conduce a realizar una elección para saber de cuál de todas se va a hablar. Los actores de cada una, seguro que tendrán una opinión mucho más cercana a la realidad de la que surja luego de ver los noticiarios y revisar las redes sociales, ¿qué es verdad entre tanto meme que comparten las masas? Durante la pandemia y el confinamiento, se ha hablado mucho de las y los profesores y sus esfuerzos extraordinarios para mantener el aprendizaje, aún sin asistir a las aulas, lo que sin duda es digno de reconocer. No obstante, también conviene revisar esos esfuerzos y meditar en torno a ellos. Por ejemplo, fue a través de las redes sociales que se atestiguó del esfuerzo de una profesora que le agradecía a su hijo por enseñarle a enviar un documento a imprimir; en la hoja impresa podía leerse un agradecimiento por el apoyo y la tolerancia.
Una primera impresión al respecto, conduciría a felicitar a la profesora, pero ¿En serio no sabes enviar un documento a imprimir? Antes de la pandemia, el magisterio, en general, reconocía su capacitación constante, fruto del compromiso con la educación y el aprendizaje de la niñez y juventud mexicana. Pero si no sabes ni enviar un documento a imprimir, ¿de verdad estabas capacitándote? Y si lo hacías, ¿cómo te capacitabas? El proceso de formación continua que presumían los docentes debería estar en tela de juicio para evaluar su efectividad y la celeridad con la que los profesores se preparan. Una enseñanza de la pandemia estriba, precisamente, en reconocer que no todos los profesores son tan buenos y abnegados como rezan sus eslóganes. No está mal reconocer la ignorancia personal, y a muchos, la pandemia se las hizo saber.
Presencial o a distancia, he ahí el dilema
«Ya hay que regresar a clases presenciales, a distancia ni aprendemos nada». La efectividad de la educación a distancia también ha sido cuestionada, o mejor dicho, negada. No son extraños los argumentos y los memes que aseguran que los estudiantes no han aprendido nada de lo que marcan los programas de estudio durante el tiempo que han permanecido en casa debido a la pandemia. Lo cierto es que los estudiantes se inscribieron a un curso presencial y probablemente no estén familiarizados con el estudio en línea. Dicho de otra forma: el alumno no eligió estudiar a distancia. Pero (siempre hay un pero que valga, y este «pero» lo es) conviene de nueva cuenta analizar la realidad, esta vez de los estudiantes, que en un primer momento se pueden asumir como nativos digitales, pero que la pandemia ha dejado al descubierto que no lo son. O más bien, lo son cuando les conviene. Un estudiante que comparte memes cada hora en su perfil o que graba TikToks para publicar en su muro, ¿no sabe utilizar un sistema de aprendizaje? Usar tecnología para aprender no es el fuerte de la juventud actual.
Otra verdad que dejó la pandemia al descubierto es que, aunque la tecnología es un auténtico puente entre un individuo y el conocimiento, no todos disponen de la infraestructura o los recursos para acceder a ella. Muchos estudiantes tuvieron que sumarse a la fuerza laboral de sus hogares para llevar el sustento a sus familias, por lo que ponerle atención a la explicación del profesor mientras se hacía un trabajo, es mucho pedir para cualquiera. Aun así, es posible encontrar pseudoalumnos ausentes en las plataformas de aprendizaje, pero muy presentes en sus redes sociales. Dejar de hacer es fácil, inventar pretextos también. Así que escuchar a un individuo decir que con las clases a distancia «no ha aprendido nada», conduce a recordar a Lilia Prado en la película Subida al cielo: «Cuando el panadero es malo, le echa la culpa a la harina». ¡Cuánta razón tenía Lilia!
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¿Cómo volver a la vida presencial en la escuela?
Concluyendo con sus deberes en el plantel, proFer abordó su transporte de regreso a casa, pensando en todos estos choros que han quedado escritos. Miró hacía su escuela y se dijo: ¿Cuándo habré de volver? Era algo distinto al período de aprendizaje que había tenido durante la pandemia como estudiante en la universidad, ya que su programa de estudios era a distancia antes de comenzar la cuarentena. Era la única manera de estudiar en Querétaro sin dejar de vivir en Hidalgo. ¿Cómo sería la vida universitaria luego de la pandemia? Para proFer no iba a haber mucha diferencia, es más, ya iba a egresar. Pero contempló las posibilidades a través de la ventanilla de su transporte; regresar a la escuela implicaba un protocolo más serio que un bote de gel antibacterial sobre un banco o un trapeador mojado con cloro en la entrada.
No es que estas medidas fueran vanas, en realidad eran muy necesarias, pero la certeza para poder estudiar libres de COVID debía comenzar desde el hogar. La convicción de mamá y papá para apoyar a los estudiantes y monitorearlos de manera constante era, a juicio de proFer, la premisa para poder volver. Si se deja toda la responsabilidad únicamente a la escuela, entonces no será raro hablar de casos positivos durante la primera semana. Seguramente todos hemos visto a neandertales modernos que usan cubrebocas, pero se lo quitan para toser o estornudar. Madres, padres, estudiantes, directivos y profesores habrían de conducirse previendo el acecho de estos seres, listos para hacerles frente y mantenerse a salvo.
La escuela no volverá a ser la misma, y si algo más podemos aprender de la pandemia, es que resulta preciso incorporar tecnología al ejercicio de enseñanza a fin de que esta se vuelva cotidiana para el estudiante. La tecnología para educar se tomó en cuenta ante la emergencia, como quien se ahoga en el agua y tiene que alcanzar un salvavidas. En cambio, aprender a nadar desarrolla el conocimiento necesario para usar el salvavidas cuando la ocasión lo amerite y no porque no hay otra alternativa. La preparación del personal educativo habrá de estar estrechamente orientada al uso de cursos virtuales y plataformas de aprendizaje para complementar su ejercicio cotidiano en el aula. No obstante, todo el esfuerzo que se realiza para fomentar la lectura y la investigación bibliográfica debe reforzarse, pues es una habilidad imprescindible en la vida y tal vez lo sea aún más en un ambiente educativo a distancia. Un alumno que no sabe leer preguntará en dónde está la salida, aun cuando tenga el anuncio enfrente.
¡Bajo en el puente peatonal!, —gritó proFer para comenzar su recorrido a casa—. Cierto es que todo este período de la pandemia había sido frustrante, pero es mejor mirar el vaso medio lleno y darse cuenta de que hubo y habrá alumnos que lo logran, que sí pueden, que sobrepasan las expectativas y que, a pesar de la adversidad, aprenden. Definitivamente, son luces que alumbran el camino del educador. Cuando la cuarentena termine y volvamos a las aulas a plenitud, sin importar que sea un salón de jardín de niños, bachillerato o universidad, seremos varios los que apreciaremos más la presencia del resto, habrá también quienes hubieran preferido quedarse en casa (un lugar más cómodo para seguir haciendo nada). Lo cierto es que aquellos que sí participaron y sí trabajaron, se descubrirán a sí mismos más preparados, más autónomos y más capaces de afrontar y superar los problemas por venir. Habremos recorrido el camino de la serpiente y seremos más fuertes.
Llegó el día… de volver
Un día también para recordar fue cuando proFer se levantó de la cama a las 5:20 de la mañana, el tercer lunes de febrero de 2022, como lo hacía en el pasado, antes de ese 19 de marzo de 2020. Lavó su cara, cepilló sus dientes y se vistió (se había bañado la noche anterior, no piensen mal). Desayunó cereal con leche, cepilló nuevamente sus dientes y salió de casa. El sol todavía no había salido, eran las 6:10 de la mañana cuando miró llegar el transporte que lo llevaba a su escuela, esta vez sí de manera puntual en la parada. Miró por la ventanilla el camino incierto. No era una nueva vida, era la misma, pero distinta.
Para Saber Más:
Aretio, L.G. (2021). COVID-19 y educación a distancia digital: preconfinamiento, confinamiento y posconfinamiento. RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 24(1), 9-32. https://revistas.uned.es/index.php/ried/article/view/28080/21886
Bailey, T.L., Johnson, J., Grant, C.E. y Noble, W.S. (2015). The MEME suite. Nucleic acids research, 43(W1), W39-W49. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25953851/
Grupo Técnico Asesor de Vacunación Covid-19. (2021). Priorización inicial y consecutiva para la vacunación contra SARS-CoV-2 en la población mexicana. Recomendaciones preliminares. Salud pública de México, 63(2), 286-307. https://saludpublica.mx/index.php/spm/article/view/12399/12082
José Fernando López Pérez. Profesor del Colegio de Bachilleres del Estado de Hidalgo. Hidalgo, México.
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