¿Pueden los niños y niñas prevenir la violencia?

Escrito por Mariana Morales Alejandre y Adriana Rodríguez Barraza

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En cualquier medio de comunicación podemos ver, escuchar o leer noticias relacionadas con la violencia, crónicas que pueden dar cuenta de la manera en que se presenta o bien de las estrategias utilizadas para evitarla y prevenirla. En cuanto a las estrategias, ¿cuántas veces participan personas en la etapa de la niñez o la adolescencia? En este sentido, en los siguientes párrafos hablaremos de la Convención sobre los Derechos del Niño y la promoción de la participación infantil como una oportunidad para que niñas, niños y adolescentes reconozcan situaciones que ponen en riesgo su integridad e imaginar otras maneras de convivir en el mundo.

¿Qué es la Convención sobre los Derechos del Niño?

La Convención sobre los Derechos del Niño es un documento internacional publicado en 1989, que surgió como una medida que exigía a los países promover leyes que protegieran a personas entre 0 y 17 años, quienes por su edad, requieren cuidados y atenciones especiales brindadas por adultos, hasta que alcancen su mayoría de edad. Está conformada por 54 artículos que buscan la protección, sano desarrollo y libertad de niñas, niños y adolescentes. Los artículos 12 y 13 hablan del derecho a un juicio propio y de la libertad de expresión; el 14 sobre libertad de pensamiento, conciencia y religión; el 15 acerca de la libertad de asociación y celebración de reuniones pacíficas; el 17 y 28 señalan el acceso a la información y educación, respectivamente. Estos derechos permiten visibilizar la participación activa de niños en múltiples temas y asuntos públicos.

Sin embargo, aunque existe un documento internacional que detalla cuáles son los derechos de niñas, niños y adolescentes, ¿por qué en el mundo hay tantas diferencias en la manera que se vive esta etapa de la vida? La respuesta tiene que ver con la diversidad, con la amplia diferencia entre costumbres y tradiciones, con las características económicas y sociales de las regiones, con las ideas que se tengan sobre las etapas de la niñez y la juventud, y con el papel que los adultos adquieren respecto a las normas de crianza y cuidado.

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Por ejemplo, en algunas partes del mundo, niños y niñas trabajan para contribuir a la economía familiar, mientras que en otros lugares las necesidades básicas, como alimento y vestimenta, son cubiertos con facilidad, así que las niñas, niños y adolescentes, pueden dedicarse específicamente a sus juegos y estudios. También existen familias que dedican especial atención al tiempo de convivencia entre todos los integrantes; hay otras que optan por las relaciones de pares, es decir, entre niñas y niños, o entre personas adultas. Hay familias que promueven la religión, otras el desarrollo de habilidades artísticas; las hay donde los roles de género son muy marcados o en las cuales se promueve la equidad. Existen otros casos donde niñas, niños y adolescentes conviven con otras personas que no son sus familiares directos, o viven en una institución responsable de sus cuidados.

La participación infantil

Independientemente de las características del entorno, la Convención sobre los Derechos del Niño reconoce la importancia de niñas, niños y adolescentes en la sociedad. La participación infantil ha sido abordada por investigadores, como el caso de Roger Hart en 1993, quien la considera necesaria en el quehacer ciudadano. No se trata de que niños y niñas cambien el mundo, pues eso sería colocar en sus hombros un peso que no les corresponde, tampoco de depositarles preocupaciones y responsabilidades que no está en sus manos atender; se trata de reconocerlos como integrantes de la sociedad y acompañarlos en el desarrollo de habilidades que les permitirán cumplir con la función de adultos responsables y comprometidos al alcanzar su mayoría de edad.

Ahora, considerando que la participación infantil consiste en que niñas, niños y adolescentes tengan la disposición de expresar su opinión respecto a temas de su interés, tomemos en cuenta que hay diferentes maneras de participar. No obstante, es importante tener en cuenta que el nivel de participación dependerá de la postura de las personas adultas frente a la infancia, o inclusive de los intereses que acompañen a esa participación. Para ilustrarlo, puede el lector imaginar una escalera en que el peldaño más bajo de participación infantil responde a las expectativas, es decir, hay manipulación para que las palabras o acciones de niñas, niños y adolescentes, vayan en la dirección que las personas adultas deseen, mientras que en el peldaño más alto de la escalera se ubica el escenario donde la participación infantil es ideada por niñas, niños y adolescentes, y organizada en colaboración con los adultos.

Nota: Escalera de la participación infantil.png por Olgaberrios tiene derechos de autor. Para ver una copia de esa licencia acceda a: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f7/Escalera_de_la_participación_infantil.png

La participación activa de niñas, niños y adolescentes, debe posibilitar un espacio de apertura al diálogo, a la expresión de una opinión, la cual tiene que ser respetada y valorada con la intención de dar espacio al error con el propósito de promover el aprendizaje (no para desprestigiar el esfuerzo o avergonzar). El adulto cuenta con la capacidad de identificar riesgos o peligros que niñas, niños y adolescentes no alcanzan a visualizar, por ello, la insistencia en hablar de colaboración y no de dirección: la primera promueve el trabajo conjunto, el respeto y el autocuidado, mientras que la segunda se sostiene en atender jerarquías o instrucciones, y hay menor espacio para la reflexión.

 

¿Cómo prevenir la violencia?

Reflexionar sobre otros y sobre uno mismo permitirá cuestionar, entre otros temas, situaciones que puedan ser riesgosas o peligrosas. Alcanzar una convivencia participativa entre niños y adultos implica un cambio de paradigma respecto a cómo se identifican unos con otros. Cuando en un grupo familiar predominan dinámicas de autoritarismo, hay mayor riesgo de violencia y menor posibilidad de participación infantil (callar, minimizar las opiniones o ignorar a otros, también es una forma de violencia). Afortunadamente, hay múltiples escenarios en las comunidades para promover relaciones de convivencia participativa, por ejemplo, escuelas, parques, iglesias y otros lugares donde se concentra la población de niñas, niños y adolescentes.

La participación es importante porque motiva y promueve el involucramiento de niñas, niños y adolescentes en asuntos públicos. La violencia tiende a ser privada, porque la manera de conservarla es manteniéndola en secreto; esto propicia emociones como la culpa o la vergüenza que rara vez se comparten con otras personas. Para combatir esta situación, primero hay que reconocerla, esto ocurre en su difusión; el conocimiento es la herramienta que impulsa la participación y la colaboración la hace posible. Cuando se colabora, se respeta la opinión de las demás personas y se construye comunidad.

Aunque han pasado más de 30 años desde la Convención sobre los Derechos del Niño, aún es importante abordar lo relacionado con la interpretación de la participación que los niños pueden ejercer, esto debido a la diversidad de opiniones al respecto, las cuales pueden ir desde aquellas intenciones de cuidado que derivan en la sobreprotección (en las cuales la inclusión y participación se obstaculiza por el miedo infundado sobre el mal manejo de temas sensibles), hasta las relacionadas con una apertura extrema (sin límites claros, ni guía u orientación por parte de las personas adultas, lo que puede desencadenar confusión), o incluso aquellas que ven en la participación infantil la posibilidad de evidenciar una realidad violenta que pretende ocultarse.

Finalmente, reconocemos que hoy en día niñas, niños y adolescentes, se encuentran participando activamente sobre diversos temas en distintos lugares; lo valioso de sus aportaciones estriba en la manera de ver el mundo, sus percepciones y sus preocupaciones concretas. Cuando se abren las posibilidades de mirar esas aportaciones con el cuidado, escucha, acompañamiento y respeto de las personas adultas que les cuidan, se genera su participación democrática en asuntos públicos de acuerdo a su desarrollo y, en consecuencia, podría prevenirse la violencia que se ejerce contra ellos.

 

 

Para Saber Más:

Hart, R. (1993). La participación de los niños: de la participación simbólica a la participación auténtica. Florencia, Ensayos Innocenti, UNICEF, vol. 4.

https://www.researchgate.net/publication/46473553_La_participacion_de_los_ninos_de_la_participacion_simbolica_a_la_participacion_autentica.

Organización de las Naciones Unidas, Asamblea General. (1989). Convención sobre los Derechos del Niño. Naciones Unidas, vol. 1577.

https://www.refworld.org.es/docid/50ac92492.html

UNICEF/SIPINNA. (2020). Compilación de procesos exitosos de participación de niñas, niños y adolescentes en México, América Latina y otras regiones del mundo.

https://www.unicef.org/mexico/informes/participación-de-niñas-niños-y-adolescentes-en-méxico-y-el-mundo

Mariana Morales Alejandre. Estudiante de Doctorado en Psicología, Universidad Veracruzana. Veracruz, México.

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Adriana Rodríguez Barraza. Profesora e Investigadora, Universidad Veracruzana. Veracruz, México.

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