Adicciones, ¿Debilidad o fallas en el cerebro?

Escrito por Christian Gabriel Toledo Lozano y Silvia García

Los trastornos adictivos son padecimientos con múltiples factores biológicos y ambientales involucrados, en los cuales hay cambios en los circuitos cerebrales que provocan que la persona busque de forma persistente y le sea difícil disminuir el consumo de sustancias o realizar ciertos comportamientos, priorizando su uso sobre actividades como trabajar, comer, dormir y otros intereses del individuo. Aunque se ha mencionado la importancia de la voluntad en el origen y mantenimiento de estas conductas, el conocimiento sobre los procesos cerebrales cuando se presenta una adicción nos permite conocer mejor estos problemas de salud.

 

¿Qué es una adicción?

La mayoría de las personas relacionan la adicción con el consumo de ciertas sustancias como marihuana, cocaína, metanfetaminas, entre otras. Sin embargo, es común que se cuestionen respecto a si otros consumos o conductas también son adictivas o no, como es el caso de la ingesta de algunos alimentos (p. ej. chocolate, pan, palomitas, café, refresco), realizar ejercicio, hacerse tatuajes o perforaciones, comprar, apostar, jugar videojuegos, e incluso en las relaciones con otras personas (parejas, amigos, familia), con un límite poco claro entre lo que se considera sano y patológico respecto de dichas conductas «placenteras» que realizamos.

Muchos de los comportamientos mencionados, pese a producir placer y gratificación, deben ser considerados diferentes a las adicciones, las cuales se caracterizan por una búsqueda y uso compulsivo e incontrolable de consumir sustancias psicoactivas (esto es una sustancia que actúa en el sistema nervioso) o de tener un comportamiento problemático, además de utilizar cada vez más tiempo y mayores «dosis», lo cual implica repercusiones negativas en sus vidas como problemas laborales, familiares, mayor riesgo de accidentes, daños a terceros o afectaciones en su salud física y mental.

No todas las personas que consumen desarrollan un trastorno adictivo (enfermedad), puesto que para ello influyen diversos factores como genética, crianza, apoyo familiar, habilidades para afrontar la vida, cambios en el funcionamiento cerebral, entre otros elementos. Por lo tanto, un trastorno adictivo va más allá de la voluntad y el dominio que pueda tener una persona sobre estos consumos y conductas. En este sentido, a continuación describiremos de manera somera sobre lo que sucede en el cerebro de una persona que presenta una adicción.

El sistema de recompensa, o de gratificación del cerebro humano, es un proceso biológico que se ha adquirido a lo largo de la evolución; es natural, complejo e involucra varias estructuras del cerebro, sus conexiones y distintas sustancias (neurotransmisores) que pasan la información de unas neuronas a otras. Este intrincado proceso nos permite asociar determinados comportamientos con el placer, de hecho, es uno de los mecanismos de adaptación con los que cuenta nuestra especie para asegurar su sobrevivencia. De manera cotidiana, las actividades que, en general, nos producen una alta sensación de bienestar (gratificantes), suelen ser conductas que satisfacen nuestras necesidades básicas como alimentarnos o tener actividad sexual, las cuales tienen como finalidad última la subsistencia de la persona y la perpetuación de la especie humana. No obstante, el proceso evolutivo de nuestra especie condujo al desarrollo de estructuras cerebrales «más especializadas» que han permitido adaptar las respuestas instintivas para mostrar comportamientos adecuados socioculturalmente, por ejemplo, para comer hay horarios y para la actividad sexual se han adecuado espacios ex profeso, así como para vincular al sistema de recompensa con estímulos que nada tienen que ver con la supervivencia y perpetuación, sino con la sensación de placer per se, generando conductas en las que la persona se somete voluntaria, repetida y vehementemente al estímulo para lograr placer, un comportamiento característico de las personas con problemas por consumo de sustancias.

 

Una pregunta que inevitablemente surge es ¿Qué partes del cerebro, cuáles de sus conexiones y qué sustancias participan en este sistema de recompensa?

Antes de dar una respuesta puntual a este cuestionamiento, es pertinente entender de manera global el funcionamiento de nuestro cerebro, considerando algunas premisas: primero que muchos de los procesos que realiza el cerebro ocurren de manera simultánea, esto es, las funciones relacionadas al movimiento, sensaciones corporales, pensamientos, entre otros, están sucediendo al mismo tiempo; segundo, los procesos neuronales ocurren muy rápidamente; y tercero, todas las funciones están interrelacionadas, tanto las primitivas (placer) como otros procesos más complejos (pensar, planear, razonar, juicio etc.).

Las estructuras del sistema de recompensa están estrechamente conectadas entre sí, comenzando en la parte superior del tronco del encéfalo, el cual establece conexiones con el sistema límbico (que es el conjunto de estructuras alojadas en la profundidad del cerebro, responsables de la codificación y generación de las emociones) y llegan al núcleo accumbens, el cual parece ser el responsable de la sensación del placer que, junto con las emociones, se proyectan al lóbulo frontal (estructura de reciente adquisición/desarrollo) en donde la información es integrada, generando motivaciones abstractas que originan la planeación secuencial de acciones voluntarias para lograr el objetivo. Dicho de otra manera, es una conducta consciente y voluntaria que permitirá alcanzar los estímulos placenteros. En cuanto a las sustancias químicas cerebrales involucradas, son muchas y diversas las que interactúan al mismo tiempo, pero de manera simplista diremos que una de ellas, la dopamina, es el neurotransmisor implicado de manera preponderante.

Debido a que las adicciones provocan alteraciones en diferentes funciones, se requiere que los tratamientos incluyan la atención adecuada de cada una de las necesidades de la persona aquejada, así como en las consecuencias de la adicción, de tal forma que, el individuo pueda mantener un estilo de vida libre de adicciones y con ello un funcionamiento óptimo y productivo en sus ámbitos personal, familiar, laboral y social.

 

Atención a las adicciones

Para que un tratamiento sea eficaz debe incidir en dejar la adicción, evitar recaídas y lograr una vida normal, para lo cual es necesario que se base en principios clave: 1) la adicción es una enfermedad que se manifiesta con fallas del comportamiento; 2) es tratable; 3) el tratamiento debe estar disponible y de fácil acceso; 4) debe enfocarse en las necesidades individuales y no solo en la adicción; 5) debe realizarse un seguimiento individualizados y hacer los ajustes necesarios de manera oportuna.

El uso de medicamentos, la consejería y otros tipos de terapias conductuales utilizadas para la atención de las adicciones, son los pilares del manejo. En las personas con adicciones suelen coexistir otras patologías mentales que deben tratarse paralelamente. Debido a la complejidad de los trastornos adictivos, el manejo es competencia de diferentes especialistas y suele ser a largo plazo; es prioritario incluir en los programas la detección de enfermedades infecciosas (p. ej. hepatitis B y C, VIH/SIDA, tuberculosis u otras), tratarlas y ofrecer recomendaciones para evitar conductas de riesgo.

Por fortuna, existen medicamentos que pueden suprimir los síntomas propios de la abstinencia, ayudar en el restablecimiento de la función normal del cerebro, prevenir las recaídas y reducir el deseo de consumir la o las drogas (p. ej. opioides, tabaco, alcohol). Por otra parte, los tratamientos conductuales (terapias psicológicas) ayudan a fortalecer el compromiso de las personas con su tratamiento, modificar actitudes y comportamientos relacionados con la adicción y favorecen las destrezas necesarias para llevar una vida saludable.

 Podemos concluir que las conductas adictivas son enfermedades que surgen de la exposición prolongada a drogas o ciertos comportamientos donde están involucrados circuitos cerebrales. Si bien el consumo inicial suele ser un acto voluntario, al paso del tiempo dicha voluntad se ve supeditada a la búsqueda y consumo de sustancias, y a las conductas inherentes.

 

 Saber Más:

Cía A.H. (2013). Las adicciones no relacionadas a sustancias (DSM-5, APA, 2013): Un primer paso hacia la inclusión de las Adicciones Conductuales en las clasificaciones categoriales vigentes. Revista de Neuro-Psiquiatría, 76(4), 210-217. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=372036946004

 

Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas. (2010). Principios de tratamientos para la drogadicción: Una guía basada en las investigaciones, 15-22. https://nida.nih.gov/sites/default/files/podatsp.pdf

 

National Institute on Drug Abuse. (NIDA). (2009). Enfoques para el tratamiento de la drogadicción. www.findtreatment.samhsa.gov.

 

Christian Gabriel Toledo Lozano. Médico adscrito al Servicio de Investigación Clínica, Centro Médico Nacional «20 de Noviembre», Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, Ciudad de México.

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Silvia García. Médica Jefe de Servicio de Investigación Clínica, Centro Médico Nacional «20 de Noviembre», Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, Ciudad de México.

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