Caminos que albergan vida
Morelia es una ciudad del centro occidente de México que está rodeada de cerros (Punhuato, San Andrés, pico de Quinceo, Cuto y Uruétaro) y lomas (Santa María de los Altos y Tarímbaro), por ello es común que, sobre todo los fines de semana, la gente que practica senderismo, ciclismo de montaña, enduro, escalada y rappel, o que simplemente gusta de dar un paseo, recorra sus caminos y disfrute de sus hermosos paisajes.
Los seres vivos que observamos en esos parajes son diferentes entre cerros y —aún en uno mismo— en las distintas temporadas. A mediados de año, cuando ya ha llovido, es muy entretenido ver los distintos colores, formas y sustratos donde crecen los hongos, los cuales podemos ver creciendo sobre tierra, madera o excremento, y cerca de escarabajos peloteros o rodacacas. Los sapos y ranas, por otro lado, son animales que difícilmente veríamos en otra época del año. En el caso de las plantas, también los elementos que podemos observar son diversos, pues algunos vegetales se hacen presente o no, dependiendo de la estación y sus épocas de floración y fructificación. Las aves, según la hora del día, acompañan con sus cantos a los paseantes, mientras que los insectos voladores, aunque a veces causen miedo, forman nubes de polinizadores en una explosión de ruidos y colores.
Resulta interesante poder relacionar los seres vivos que observamos con el lugar en el que viven, y así poder ubicarlos y regresar a ellos, de allí que sea frecuente que asignemos un nombre a los lugares visitados.
Diversas plantas y hongos que se encuentran en el mes de julio en los cerros de Morelia, México.
Fotografía: Patricia Mayoral Lorea.
La orquídea que resultó ser un frijol
Mi familia y yo hemos denominado las rutas por donde caminamos con base en experiencias curiosas y personales que nos ocurrieron en esos lugares. Por ejemplo, la «ruta del huevo»: la nombramos así porque una vez llevamos huevos duros de refrigerio y los comimos ahí; la «curva de Gatell»: es un ascenso muy pesado que parece que nunca termina; «las angustias»: es otra pendiente que te hace sudar en serio; y también está el «camino de las orquídeas que son frijoles». Esta última ruta es la que nos motivó a escribir esta nota.
Hace unas semanas, por ese camino, encontramos una planta con una flor muy bonita que llamó nuestra atención y le tomamos fotos de varios ángulos. Bióloga yo, con mucha seguridad, dije: «Es una orquídea» y todos la miraron con asombro. Lo raro era que, a lo largo de ese recorrido, había muchas «orquídeas» muy cerca una de otra, pero nos pareció una situación curiosa. Cuando compartí las imágenes (varias) de mi «orquídea» en una de mis redes sociales, una amiga —que es botánica— me preguntó por qué «ese frijol» me había llamado tanto la atención.
Resulta que la plantita que vi no es una orquídea, sino una leguminosa, familia de plantas a la que pertenece el frijol. Parecía muy fácil y divertido ir por el cerro llamando a las plantas «por su nombre». Sobra decir que desde entonces me hacen burla; cuando digo «mira un pájaro carpintero», aunque claramente sea un pájaro carpintero, ya no me creen.
Pero, ¿cómo podía yo saber que no era una orquídea si no un frijol y por qué mi amiga lo supo enseguida? Resulta que hay, dentro de la biología, distintas especialidades y una de ellas es la botánica, uno de sus quehaceres consiste en asignarles nombre a las plantas.
A. Orquídeas, B. Leguminosas. Fotografías A: Emmanuel Pérez-Calix;
fotografías B: Patricia Mayoral Lorea.
El quehacer del botánico
Los botánicos se encargan, entre otras cosas, de identificar las plantas, es decir, de reconocerlas con un nombre científico. Esto lo pueden conseguir utilizando claves dicotómicas publicadas en literatura especializada y comparando las plantas recién observadas con otras ya secas resguardadas en el herbario a modo de ejemplares botánicos, previamente identificadas. Si se trata de una planta a la que no le pueden asignar un nombre porque sospechan que se trata de una novedad científica —es decir, una especie nueva—, entonces proceden a preparar un manuscrito con argumentos que sustenten su propuesta, le asignan un nombre científico y lo publican en alguna revista especializada.
Gracias a la labor de los botánicos, se han descrito aproximadamente 320 000 especies vegetales a nivel mundial, poco más de 29 000 para México. Su actividad es relevante, porque a partir de esa investigación básica de recolectar plantas en los diferentes ecosistemas, identificarlas y guardar especímenes en las distintas colecciones, es que se ha logrado reconocer especies vegetales tóxicas, ubicar las que tienen propiedades medicinales o son comestibles, proponer y establecer planes de manejo para aquellas que se explotan con distintos fines (maderables, comerciales, ornamentales, cercas vivas, etc.) o señalar las que se encuentran en riesgo o en peligro de extinción.
La importancia de identificar correctamente
Además de evitar que te molesten por no saber la familia botánica a la que pertenece alguna planta —aunque seas bióloga—, reconocer las distintas especies adecuadamente les resulta útil a los expertos. Así pueden contar con información de la época del año en que los vegetales florecen o fructifican (su fenología), conocer qué plantas son poco frecuentes o comunes en un determinado lugar, localizar las plantas novedosas, diferenciar las invasoras, estudiar las poblaciones silvestres para ubicarlas en algunas de las categorías de riesgo, conocer patrones de distribución y, sobre todo, proponer sistemas de clasificación. Es decir, asignar nombres válidos y ubicar a las especies en los grupos y subgrupos de organización, o categorías taxonómicas, correspondientes.
Diferenciar una especie vegetal de otra, a cualquier ciudadano le resulta útil para evitar aquellas urticantes o venenosas. ¿Se imaginan que se dijera que una planta es peligrosa cuando en realidad no lo es, o viceversa? De hecho, junto a una de las falsas orquídeas se encontraba un anfibio que mi hijo, emocionado por su descubrimiento, se apresuró a atrapar, pero no era una rana ¡Era un sapo! ¿Era venenoso? ¿Cómo saberlo? Solamente identificándolo podríamos conocer algunos de sus atributos.
A. Escarabajos peloteros o rodacacas; B. Sapo.
Fotografías: Patricia Mayoral Lorea.
Plataformas digitales auxiliares en la identificación de organismos
Plataformas digitales auxiliares en la identificación
La foto del sapito la subimos a la plataforma naturalista —es una de varias plataformas digitales cuyo objetivo es ampliar el conocimiento que se tiene de la biodiversidad—. En esta plataforma, las personas con o sin conocimientos de biología pueden compartir sus fotos y observaciones y los especialistas en los diferentes grupos biológicos, a distancia, las identifican y actualizan su información taxonómica. De hecho, ya algunas de estas observaciones han servido de material examinado en la descripción de nuevas especies por parte de los taxónomos. De este modo, aunque no tengas mucho conocimiento botánico o zoólogo, puedes contribuir a que otros con los mismos conocimientos que tú, conozcan la vida vegetal y animal que nos rodea, y a que los expertos ubiquen los sitios en donde se han visto los miembros de los grupos que trabajan.
Hay otras plataformas además de naturalista, entre ellas, Pl@ntNet y NatureID, que te apoyan en la identificación mediante la comparación por fotografía; también están MOL (por las siglas en inglés, Map of Life), que tiene una base de datos de flora y fauna a nivel mundial y se recomienda para registrar más que para consultar; Merlin Bird ID, un auxiliar en la identificación de aves; y Redtox, que resulta útil para identificar animales ponzoñosos, y muy práctica en caso de necesitar primeros auxilios.
Todas las anteriores son aplicaciones gratuitas que se pueden descargar fácilmente en el teléfono celular y que, después de crear una cuenta, te permiten identificar organismos y acceder a información relevante como distribución de las especies a distintos niveles, regional o mundial, o conocer su estatus de conservación, entre otros detalles. Hay muchas más aplicaciones, pero por su contribución al conocimiento de la biodiversidad mexicana y por la practicidad y utilidad en nuestro entorno cotidiano, podemos decir que naturalista y Redtox, son muy recomendables.
Afortunadamente tengo amigos botánicos que me ayudan a identificar lo que veo en mis caminatas y evitan que cometa errores asignando, públicamente, nombres erróneos. Si vas a presumir lo que ves —porque realmente hay cosas hermosas que vale la pena dar a conocer, aunque sea un frijol—, lo mejor es auxiliarte con esas plataformas en las que detrás hay expertos —como mis amigos— para darles nombre a esas cosas interesantes que encuentras en tus salidas.
Para Saber Más:
Pérez-Calix E. y Mayoral Loera P. (2020). «Conocer las plantas: un trabajo de botánicos». Saber Más, 51. https://www.sabermas.umich.mx/archivo/articulos/444-numero-51/849-conocer-las-plantas-un-trabajo-de-botanicos.html
Portela R. (2016). «¿Qué es la botánica?» Ciencia y Biología. https://cienciaybiologia.com/ramas-de-la-biologia-botanica/
Vega Aviña R., Delgado Vargas F. y Pío León J. F. (2020). Graptopetalum sinaloensis (Crassulaceae), una nueva especie de Sinaloa, México. Acta Botanica Mexicana 127: e1550. DOI: https://doi.org/10.21829/abm127.2020.1550
Patricia Y. Mayoral Loera. Técnico Académico Titular del Instituto de Ecología, A.C., Centro regional el Bajío, Pátzcuaro, Michoacán, México.
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Emmanuel Pérez-Calix. Investigador Titular del Instituto de Ecología, A.C., Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Pátzcuaro, Michoacán, México.
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