Al escribir estas líneas no pudimos dejar de ver algunas cicatrices que nos ha dejado la vida, las cuales surgieron entre juegos y accidentes, seguramente todos tenemos más de una. Es curioso notar que la forma del tejido de dichas cicatrices es distinta, e incluso la sensibilidad al tacto es diferente, en comparación con otras áreas sanas de la piel, lo que significa un cambio en la función de las células que formaron estas cicatrices respecto a las células normales del tejido circundante. Ese tejido que se formó para generar una cicatriz, provino de células especializadas que generaron una especie de «cemento» (matriz extracelular) para volver a unir ese pedazo de piel que se afectó. Es decir, esas cicatrices fueron fundamentales para mantener la integridad de la piel en nuestro cuerpo y de esta manera evitar posibles infecciones u otras afectaciones.
Cicatrización y fibrosis
Sin embargo, indagando sobre este proceso de cicatrización, para nuestra desgracia, la mayoría de nuestros tejidos lo experimentarán de manera más exacerbada conforme vayamos envejeciendo. Hay que mencionar que con el envejecimiento ocurren cambios metabólicos que afectan prácticamente todas nuestras funciones vitales. Uno de estos cambios se relaciona con el aumento en la generación de «cicatrices» en todos nuestros tejidos, el cual se conoce como tejido fibrótico.
En esencia, la fibrosis se podría definir como el crecimiento excesivo, endurecimiento y cicatrización de los tejidos y, debido a esta cicatrización excesiva, se puede afectar la función de múltiples órganos y sistemas en nuestro cuerpo, incluidos, entre otros, los vasos sanguíneos, corazón, pulmones, riñones, hígado y piel. Es decir, a diferencia de otras enfermedades devastadoras como el cáncer, que solo afecta a cierta parte de la población, el descontrol en el proceso de la fibrosis, conocida como fibrosis patológica, tiene el potencial de afectarnos a todos, debido a la fuerte correlación entre el aumento en la fibrosis y el envejecimiento.
Hay que mencionar también y separar los procesos de desregulación que suceden durante la fibrosis asociados a enfermedades que pueden ocurrir desde el nacimiento, o en individuos relativamente jóvenes, como son los terribles casos de fibrosis quística, la cual afecta desde el nacimiento a ciertos individuos con un desorden a nivel genético, o el caso de la cirrosis hepática, causada por diversos factores como el consumo excesivo de alcohol o la infección por ciertos virus como el de la hepatitis C. Estos tipos de fibrosis posiblemente tengamos la oportunidad de describirlas en otra ocasión.
Hay que hacer notar que la fibrosis que estamos describiendo en este artículo, es aquella que ocurre de manera normal (como las cicatrices que nos hemos hecho) y está presente en un individuo sano desde su nacimiento. Aunque hay que aclarar que el proceso de fibrosis está muy controlado en personas jóvenes y, lejos de perjudicarnos, es indispensable para mantener nuestros tejidos funcionando normalmente. Sin embargo, en las personas de edad avanzada, este proceso que era normal en la juventud se descontrola. Uno podría pensar ¿Qué más da que se exacerbe la fibrosis con la edad?, pero déjanos contarte que la capacidad regenerativa de los tejidos está limitada por el aumento o el descontrol del proceso fibrótico.
Efectos del descontrol del proceso fibrótico
Como mencionamos, esta disminución de la capacidad regenerativa de los tejidos, asociada al descontrol de la fibrosis, afecta negativamente la función de diversos órganos y sistemas, como el corazón, pulmones, sistema nervioso central y riñones. Se estima que los trastornos fibróticos contribuyen con el 45 % de todas las muertes en los Estados Unidos de América. Por ejemplo, la fibrosis pulmonar idiopática (FPI, idiopática, de causa desconocida) es una enfermedad pulmonar progresiva y mortal, para la cual actualmente no se cuenta con un tratamiento médico eficaz. El envejecimiento es un factor de riesgo de la FPI, de allí que la incidencia y prevalencia aumentan con una edad mayor de 65 años al momento del diagnóstico. A pesar de la fuerte asociación entre el envejecimiento y la FPI, existen pocos estudios respecto a los mecanismos celulares y moleculares que expliquen su relación con la edad avanzada, ¿no te gustaría ser tú quien descubra esta asociación? De igual manera, aquellas personas de más de 60 años que sufrieron un infarto al miocardio son más propensas a generar una mayor cantidad de tejido fibrótico en el corazón, respecto a personas jóvenes que hayan padecido de igual forma un infarto.
El envejecimiento es el principal factor (incluso más que la obesidad o la diabetes) de riesgo de la hipertensión y de accidentes cardiovasculares. Para que dimensionemos el problema, la hipertensión afecta a cerca de 1.5 mil millones de personas a nivel mundial, es decir, cerca de 12 veces la población de México. Con el envejecimiento, los vasos sanguíneos sufren cambios estructurales y funcionales caracterizados por una remodelación, lo que conduce a una excesiva rigidez de dichos vasos.
Afortunadamente, los científicos han identificado componentes clave, como los marcadores moleculares para la descripción del proceso fibrótico. En términos generales, las células normales al percibir un estímulo, como una herida, liberan ciertos factores de crecimiento como el llamado TGF-β (factor de crecimiento transformante-Beta), que estimula la diferenciación (transformación) de las células «originales» (ej. células epiteliales) hacia un tipo distinto de células, llamadas miofibroblastos, las cuales secretan ciertos compuestos que conforman la matriz extracelular (el cemento antes descrito), cuyos componentes son el colágeno, fibrina y glucoproteínas, entre otros. Esta secreción excesiva de la matriz extracelular resulta finalmente en la formación del tejido fibrótico característico de las cicatrices. Esta matriz extracelular generada alrededor de los miofibroblastos crea una alteración del tejido, por lo tanto, impide su adecuada función.
Cabe aclarar que el TGF-β se encuentra normalmente formando parte de la matriz extracelular, pero este factor de crecimiento es inactivo ya que está «atrapado» por ciertas proteínas. Sin embargo, al presentarse una herida se activan ciertas enzimas que degradan a las proteínas (proteasas) que atrapaban a dicho factor, conduciendo a su liberación y, por ende, a su activación. Esto induce la diferenciación celular hacia los miofibroblastos produciendo una gran cantidad de componentes de la matriz extracelular y conduciendo a la fibrosis.
Como podemos observar, el descontrol que ocurre durante la fibrosis se relaciona estrechamente con el envejecimiento, lo cual sugiere que independientemente de lo saludables que pudiéramos llegar a la vejez, el aumento de la fibrosis conducirá a una eventual falla de uno o más órganos de nuestro cuerpo, lo cual finalmente terminará con un desenlace mortal. Sin embargo, a pesar de esto, la ciencia ofrece una alternativa positiva para el control de la fibrosis.
¿Cómo controlar la fibrosis?
Podríamos concluir que la fibrosis, como la descripción en la mitología Griega de las Moiras, quienes giraban el hilo de la vida y decidían la muerte de los seres humanos, es un proceso que tiene un papel dual en la salud (procesos de fibrosis normal) y en la enfermedad (fibrosis exacerbada o patológica). El control de la fibrosis es un área de investigación muy activa a nivel mundial, ya que su entendimiento ofrecerá no solo la posibilidad de controlar enfermedades que la involucran, tales como la fibrosis quística y la cirrosis, entre otras, sino también la posibilidad de retrasar el proceso de envejecimiento al regenerar los órganos afectados por este proceso.
Para Saber Más:
Harvey A., Montezano A.C., Lopes R.A., Rios F. y Touyz R.M. (2016). «Vascular fibrosis in aging and hypertension: Molecular mechanisms and clinical implications». The Canadian Journal of Cardiology, 32(5), 659-668. https://www.onlinecjc.ca/action/showPdf?pii=S0828-282X%2816%2900215-4
Ocampo J.M. y Gutiérrez J. (2005). «Envejecimiento del sistema cardiovascular». Revista Colombiana de Cardiología, 12(2), 53-63. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-56332005000400002
Zorrilla-García A.E. (2002). «El envejecimiento y el estrés oxidativo». Revista Cubana de Investigaciones Biomédicas, 21(3), 178-185. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-03002002000300006&lng=es&tlng=es
Fabiola Vázquez Lemus. Egresada de la Facultad de Químico Farmacobiología, tesista del Instituto de Investigaciones Químico Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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Víctor Meza Carmen. Profesor Investigador del Instituto de Investigaciones Químico Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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