Los insectos y el olor de la muerte

Escrito por Yensi Recinos-Aguilar y Julio C. Rojas

Los insectos han demostrado tener las cualidades y características necesarias para aportar información relevante durante una escena forense. Su gran abundancia, su pequeño tamaño, su fácil acceso a casi cualquier escenario y su capacidad de localizar restos en descomposición, los ha situado como agentes potenciales para estimar el tiempo transcurrido desde su llegada a un cadáver y su hallazgo, conocido como intervalo post mortem mínimo. Además, se ha demostrado que los insectos son piezas claves en el establecimiento de posibles situaciones y causas asociadas a la muerte. Por ejemplo, en el traslado de un cuerpo, al encontrarse evidencias entomológicas que no corresponden con el sitio del hallazgo, evidencia de sustancias tóxicas o drogas en el contenido gástrico de las larvas que se alimentan directamente del cadáver o, incluso algunas situaciones de maltrato y negligencia en el cuidado de adultos mayores y niños.

Es así que, la entomología forense, dentro del área médico-legal, se ha situado como una rama de las ciencias forenses encargadas de estudiar aquellos insectos asociados directamente con el proceso de descomposición de un cadáver y su utilidad en la resolución de casos judiciales.

 

Pero, ¿cómo los insectos pueden localizar un cadáver a kilómetros de distancia?

Los insectos poseen receptores quimio-sensoriales ubicados prácticamente en todo el cuerpo, pero estos ocurren más frecuentemente en las antenas, que equivalen a la nariz en los insectos. Las neuronas olfativas están invaginadas en los pelos (sénsulos) de las antenas, en donde puede haber hasta miles de estos, como es el caso de las antenas de la mosca Calliphora sp., una especie encontrada al inicio de la descomposición del cadáver. Este tipo de neuronas son las responsables de dotar a los insectos de esa capacidad infalible para detectar un cadáver a partir del olor que el cuerpo comienza a liberar una vez se ha producido el deceso.

La mayoría de los componentes del olor de la muerte son compuestos químicos volátiles, es decir, que se propagan fácilmente a través del aire, llevando información esencial o útil para los insectos atraídos a este tipo de recursos en donde encontrarán sitios de alimentación, parejas o lugares para la oviposición.

Los insectos, en general, interactúan diariamente con un gran número de olores producidos por los diferentes organismos de su medio (plantas, otros insectos y otros organismos). De esta gama de compuestos volátiles, ellos son capaces de identificar y responder únicamente a aquellos que les son ecológicamente relevantes, generando en ellos una respuesta específica en su comportamiento o en su fisiología.

En el caso de las moscas necrófagas, se ha demostrado que la actividad de algunas de sus neuronas olfativas, responden de manera inmediata ante el estímulo de un determinado olor, generando un espectro de respuestas fisiológicas y que eventualmente, junto con la integración de otros estímulos en el cerebro, desencadenan el comportamiento del insecto, mientras que otras neuronas prácticamente no muestran señal de actividad. Este comportamiento peculiar a determinadas moléculas de olor, representa una ventaja para estas moscas al momento de evaluar las condiciones del cadáver, identificando a distancia, si el cadáver presenta las condiciones necesarias para que sus larvas puedan alimentarse sin competencia o sin correr el riesgo de ser depredadas por otros organismos, es decir, las moscas tienen la capacidad de reconocer si el cadáver se encuentra al inicio o al final de la descomposición.

La respuesta específica de las moscas a algunos de los compuestos volátiles emitidos por el cadáver, puede ser uno de los principales factores involucrados en la sucesión de insectos que se observa a lo largo de la descomposición de un cadáver, facilitando a los investigadores asociar el tiempo de llegada de estos insectos con el tiempo de muerte.

Ejemplar de mosca macho de la familia Sarcophagidae. Los miembros de esta familia generalmente son observados sobre restos en descomposición. Fotografía: Eduardo Rafael Chamé Vázquez.

Entonces, ¿a qué huele la muerte?

Una vez que la muerte se produce, inmediatamente una serie de procesos bioquímicos tienen lugar a nivel celular. La autolisis generalizada que va presentado el cadáver, propicia que las barreras tisulares que mantenían al margen a los microbios como Lactobacillus, Clostridia, Streptococcus, Coliformes, Proteus, Pseudomonas, entre otros más, presentes en el cuerpo, principalmente el sistema digestivo, se dispersen y degraden carbohidratos, proteínas y lípidos, produciendo diferentes compuestos químicos responsables de los cambios de color, olor y consistencia de un cadáver.

Durante el primer estado de putrefacción, se libera una gran cantidad de compuestos volátiles al ambiente, y aunque aún no se han caracterizado todos, la mayoría de los estudios enfocados en este campo, coinciden en que los responsables de este olor particular, se debe a las grandes cantidades de compuestos sulfurados (dimetil sulfuro, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), así como a compuestos productos de la fermentación (metano, hidrógeno, sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono). Algunos otros compuestos de importancia forense son producto de la fermentación de alcoholes (etanol y butanol), acetona, y aquellos compuestos producto de la desnaturalización de proteínas (putrescina y cadaverina).

Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el perfil de olores va cambiando, ya que la descomposición es un proceso dinámico, por lo que estas moléculas nunca se encuentran en la misma concentración y proporción. Se ha demostrado que el olor de la muerte es responsable de la atracción principalmente de moscas de la familia Calliphoridae, Sarcophagidae y Muscidae. Pero es interesante saber, que no todas son atraídas al mismo tiempo o con el mismo propósito, ya que al cadáver pueden llegar hembras grávidas, no grávidas y machos. Por lo tanto, es importante analizar cuáles y en qué concentración estas moléculas desencadenan la atracción de una especie en un estado fisiológico determinado.

 

¡Te contamos más!

Es importante saber que esta mezcla de compuestos que se liberan constantemente durante la descomposición de un cadáver, está influenciada principalmente por varios factores ambientales como la temperatura y la humedad. Se ha observado que ambos factores abióticos juegan un papel importante en la velocidad de desarrollo de los microorganismos que se alimentan directamente del tejido en descomposición. Las bajas temperaturas, generalmente ralentizan el metabolismo y la proliferación de los microorganismos en el cadáver, propiciando una degradación inicial lenta de los tejidos.

Esta desacelerada participación de los microorganismos en la destrucción de las macromoléculas, evita que los compuestos volátiles, productos de estas reacciones primarias, sean liberados al ambiente en grandes cantidades, como sucede en condiciones de temperatura y humedad elevadas. Sin embargo, aunque las moléculas volátiles se liberen lentamente y el olfato humano no sea capaz de percibir la presencia de un cadáver bajo estas condiciones, se ha observado que las neuronas olfativas de los insectos han evolucionado para detectar estas pequeñas trazas de olor difundidas en el ambiente.

No obstante, es necesario también considerar que, durante la descomposición de un cadáver, participan una variedad de factores bióticos que pueden interferir en el proceso de atracción de las moscas. Ejemplo de esto, es la misma actividad de las especies que llegan al cadáver, en consecuencia, existe un momento en que es visible una gran cantidad de larvas sobre el cadáver, evitando que las moscas adultas realicen nuevas puestas de huevos sobre el tejido restante. Estas observaciones, hacen suponer que en estas condiciones, se emiten compuestos volátiles que inhiben a las hembras para nuevas puestas de huevo y, por consiguiente, a los machos para la búsqueda de pareja.

Por otra parte, se pueden mencionar los casos de depredación o parasitismo en cuerpos en descomposición como ocurre con las avispas parasitoides (Alysia manducator, Hymenoptera: Braconidae), que parasitan huevos de la mosca azul (Calliphora vicina, Diptera: Calliphoridae), por lo que se les ha visto presentes sobre el cadáver, una vez que estas moscas han colocado sus huevos. Sin embargo, en estos casos, los compuestos químicos que atraen a estos parasitoides, aún no se han identificado. Además, se desconoce si son volátiles liberados por el cuerpo en descomposición o si son producidos por las moscas durante su actividad sobre el cadáver.

Si bien, los compuestos volátiles producto de la actividad de los microbios han sido estudiados durante mucho tiempo, no se sabe casi nada sobre el impacto de la alimentación y actividad de los insectos en la emisión de compuestos, que pudiera influir directamente en la llegada de especies posteriores.

 

¿Qué estudios se hacen en México sobre este tema?

En México, actualmente el estudio de insectos está principalmente enfocado en solucionar problemas asociados con la sanidad vegetal y vectores transmisores de enfermedades, como mosquitos y chinches hematófagas. No obstante, aunque la entomología forense cobró interés a finales de los 90 del siglo pasado, los estudios se han centrado en la caracterización de la entomofauna asociada a los cadáveres. Los primeros estudios fueron realizados por el personal del Servicio Médico Forense y de Antropología Forense de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México. Siguiendo algunas universidades y procuradurías ubicadas en los estados de Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, y recientemente se han unido algunas instituciones del sur del país.

En el caso específico del estudio y análisis de los compuestos volátiles liberados durante la descomposición de un cadáver, únicamente se han realizado estudios en El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas. Los resultados de estos estudios han demostrado la presencia de seis compuestos químicos volátiles (dimetil disulfuro, dimetil trisulfuro, dimetil tetrasulfuro, fenol, indol, p-cresol), emitidos en diferentes cantidades relativas según el tiempo de descomposición. De estos compuestos, se observó una asociación aparente entre los momentos de su mayor emisión con la presencia de moscas de interés forense (ρ-cresol con Lucilia eximia, fenol, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro con Chrysomya rufifacies e indol con Cochliomyia macellaria). Además, se demostró que los compuestos azufrados (dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), estuvieron presentes durante todo el proceso de descomposición, independientemente de la presencia de larvas de moscas sobre los cadáveres. También se logró identificar que el mayor porcentaje de moscas que visitan un cuerpo en descomposición son hembras grávidas, siendo más abundantes en los restos con un mayor tiempo de descomposición.

Aunque las investigaciones aún son escasas, el panorama es alentador, y se espera que en un futuro cercano los estudios se incrementen y su aplicabilidad pueda ser parte de los procesos legales en el país.

 

 

Para Saber Más:

Espinoza-Diaz C., Verdugo-Guilcaso A., Saquipay-Ortega H., Velásquez-Zambrano C., Ganan-Perrazo J., Falconez-Cobeña K., Nuñez-Pérez M. y Morales-Carrasco A. (2020). «La entomología forense en Latinoamérica». Archivos Venezolanos de Farmacología y Terapéutica, 39(1), 29-34. http://revistaavft.com/images/revistas/2020/avft_1_2020/8_entoma.pdf

 

Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L., Cruz-Esteban S. y Rojas J.C. (2020). «The succession of flies of forensic importance is influenced by volatiles organic compounds emitted during the first hours of decomposition of chicken remains». Journal of Medical Entomology, 57(5), 1411-1420. DOI: 10.1093/jme/tjaa064

 

Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L. y Rojas J.C. (2019). «The colonization of necrophagous larvae accelerates the decomposition of chicken carcass and the emission of volatile attractants for blowflies (Diptera: Calliphoridae)». Journal of Medical Entomology, 56(6), 1590-1597. DOI: 10.1093/jme/tjz104

 

Yensy Recinos-Aguilar. Grupo de Ecología de Artrópodos y Manejo de Plagas, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas.

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Julio C. Rojas. Grupo de Ecología de Artrópodos y Manejo de Plagas, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas.

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