«La mujer dormida» que despertó la curiosidad por los artículos científicos y de divulgación

Escrito por Patricia Y. Mayoral Loera

Camino al Iztaccíhuatl, México, Fotografía: Ricardo Mayoral. 

La mujer dormida

En la búsqueda de motivación en tiempos recientes y complicados, mi familia logró mantener la actitud —pues implicaba mantenernos vivos y sanos—, planeando un viaje muy retador. Subiríamos el volcán Iztaccíhuatl también conocido como «Mujer dormida», la tercera montaña más alta de México, en cuanto las circunstancias nos lo permitieran. Llegado el momento, el grupo explorador lo integramos individuos primerizos, no primerizos —segundo ascenso y no hasta la cima—, y expertos —tercera o cuarta oportunidad de alcanzar la cima—, la información con la que contábamos cada uno era muy diferente.

En un ascenso inmediatamente anterior, nadie sufrió mal de montaña como sí ocurrió en ocasiones previas, aunque los exploradores éramos los mismos. Desde luego, surgieron muchas dudas ¿Qué pasa con ese padecimiento, no siempre da? ¿Depende de la condición física? ¿Es grave? ¿Cuánto tiempo es suficiente para adaptarnos? ¿Qué debíamos llevar en el botiquín? Aunque en aquél entonces no invertimos tiempo en responder estos cuestionamientos, consideramos que para este 2021 queríamos conocer las respuestas. Así que decidimos aprovechar para responder también otras preguntas ¿Qué animales y plantas viven allá arriba? ¿Hasta qué altitudes podemos encontrar vida? ¿Por qué encontramos ciertos organismos animales y vegetales y otros no? Para informarnos, acudimos desde luego a internet.

Un mundo de información en Google

Específicamente para el mal de montaña buscamos información en Google, utilizando como palabras clave «montañismo» y «mal de montaña» y obtuvimos ¡más de 500 000 resultados! Evidentemente tendríamos que descartar los resultados que no se ajustaban a nuestros intereses y los que eran más bien una anécdota o un conjunto de ellas, de los confiables. ¿Cómo saber cuál era cuál? Uno de nosotros dijo en algún momento «les paso este documento, está en un PDF así que es confiable». Se trataba de una tesis que tenía efectivamente mucha información interesante, pero que yo no podría considerar como confiable ¿Por qué? Aunque el estudiante que realizó el trabajo ciertamente se informó y estuvo asesorado por personas académicamente más preparadas que él, la información contenida en ese documento no fue revisada por especialistas en el tema. Entonces, ¿qué información sí es confiable y dónde puedo encontrarla?

Revistas científicas

Podemos catalogar como información confiable a la contenida en las llamadas «fuentes primarias de información» o revistas científicas. Estas se especializan en distintos temas (zoología, botánica, hongos, bioquímica, etc.) y cumplen con varios requisitos para ser reconocidas como científicas. Están avaladas por una institución editora, son dirigidas por científicos y son evaluadas frecuente y estrictamente por varias instancias que revisan que se cumplan criterios de política y gestión editorial, presentación y contenido, de acuerdo con normas nacionales e internacionales. Cuando una revista está incluida en servicios de evaluación diferentes al país donde se edita, quiere decir que el estándar de calidad que cumple es internacional. El proceso para publicar un artículo científico no es cosa sencilla. La información que ahí se da a conocer debe estar muy bien sustentada y debe soportar fuertes críticas y contraargumentos de los revisores, personajes que conoceremos más adelante.

 

Lupinus montanus (Fabaceae), en las faldas de Iztaccíhuatl, México. Fotografía: Ricardo Mayoral

Artículos científicos

Los artículos científicos se distinguen por las siguientes características: 1) dan a conocer los resultados del trabajo de los investigadores, por lo que sus datos son originales y no han sido publicados antes, 2) se trata de hallazgos relevantes dentro de su área de conocimiento, 3) los métodos que dan a conocer permiten que su experimento sea repetible, 4) la información se presenta con la estructura IMRD (Introducción, Métodos, Resultados, Discusión) y utiliza un lenguaje técnico que no se presta a confusión, y 5) el manuscrito, ya en su proceso de publicación, ha sido revisado por especialistas en el tema. Estos especialistas, también llamados árbitros o revisores, junto con los editores, se aseguran de que esas revisiones sean imparciales, críticas y objetivas. Esto es muy importante porque quiere decir que no importa si los árbitros son amigos o no de los autores, si se caen bien o no, o si tienen preferencias o creencias respecto a lo que están leyendo; es decir, no se da favoritismo o sesgo. De hecho, muchas revistas usan la revisión «doble ciego» que se refiere a que los árbitros no conocen el nombre de los autores del artículo ni los autores el de los revisores.

 

 

Bibliotecas digitales

Las revistas científicas, además de estar en sus propios sitios o plataformas en línea, también están en bibliotecas digitales. De modo que, si buscas información, pero no tienes idea de la revista en la que la puedes encontrar, debes agregar a tu palabra de búsqueda el nombre de una biblioteca digital. Para nuestro viaje al Iztaccíhuatl se ingresaron en el buscador «montañismo» y «mal de montaña» y se añadieron las palabras SciELO en una primera búsqueda y Redalyc, en otra oportunidad. La primera es una biblioteca digital, mientras que la segunda es un sitio que compila la información de muchas revistas, y las dos pueden ser de gran utilidad. El número de documentos encontrado en Google se redujo a menos de 3 000 —sobre todo, pero no solamente, escritos en español— en el caso de SciELO, y a menos de 6 000 en el de Redalyc. Bastante lejos de los 500 000 que salieron en un inicio, sin agregarle los nombres de las bibliotecas.

Para nuestros fines, aunque seguían siendo muchos documentos y todavía era necesario depurar los resultados, el trabajo se volvió sustancialmente menor, pues la localización de la información se restringió al subgrupo de «información confiable».

 

Revistas de divulgación

Otra información confiable, pero que no se da a conocer en revistas científicas, es la publicada en revistas de divulgación. Por ejemplo, para conocer la flora y fauna del Iztaccíhuatl y aspectos ecológicos interesantes, quisimos leer documentos en los que la información ya estuviera integrada, interpretada y que pudiéramos entender fácilmente. Encontramos artículos muy interesantes que hablan de la vegetación alpina, de las interacciones biológicas que se dan entre los organismos que viven en esas altitudes y otros de la conservación de su vegetación. Sabemos que podemos fiarnos de esas lecturas porque, al igual que la información que se publica en las revistas científicas, esta también es revisada por científicos conocedores —aunque no expertos en los temas tratados— que pertenecen al cuerpo editorial de una revista que cumple con ciertos estándares de calidad y que también es evaluada continuamente. Los autores de los artículos de divulgación están plenamente identificados y generalmente la revista proporciona sus correos electrónicos y afiliación, por si es necesario contactarlos. Situación que no ocurre con la información que encontramos en internet así nada más, aunque esté en formato PDF.

 

Iguales, pero diferentes

En conclusión, tanto los artículos científicos como los de divulgación se publican en revistas que están respaldadas por una institución y son dirigidas por científicos que forman parte de su cuerpo editorial, lo que garantiza que lo que leemos ahí pasó por las manos y ojos de un experto. Las diferencias entre un artículo científico y uno de divulgación estriban, sobre todo, en lo siguiente: 1) el primero da a conocer lo que el científico encontró en su experimento y el de divulgación no suele ser el resultado primario de una investigación; 2) la información en el artículo científico está organizada bajo un esquema que permite que otros expertos lo puedan repetir, mientras que en el de divulgación la estructura es más bien narrativa y no se pretende que otros lo repitan, sino que el contenido sea comprensible; 3) en un artículo científico —para situarlo en un contexto y argumentar la validez de sus resultados—, el investigador cita otros trabajos, en tanto que en el de divulgación el autor (investigador o no) no utiliza citas, solo referencias; 4) la redacción del manuscrito científico contempla un lenguaje técnico, inequívoco, difícil de interpretar para la mayoría de la gente, pero perfectamente entendible para sus colegas, mientras que el de divulgación está escrito de manera que todos lo podemos entender; y 5) el artículo científico está dirigido a otros científicos y es útil para el avance de la ciencia en sí misma y para el desarrollo tecnológico o de patentes, mientras que el de divulgación se dirige a toda la población y sus contenidos suelen ser de mucha utilidad para la toma de decisiones de la vida cotidiana y también para el disfrute informado de los lugares que visitamos.

En nuestra expedición a la «La mujer dormida», la lectura de los artículos científicos nos ayudó a planear nuestra aclimatación o adaptación, a configurar el botiquín y a elaborar un plan de acción en caso de emergencia médica causada por el mal de montaña. Por otro lado, los artículos de divulgación nos fueron de utilidad para reconocer los nombres de las plantas y animales que veíamos, y para valorar la majestuosa naturaleza que nos rodeaba.

 

 

 Para Saber Más:

Bueno Guerra N. (2019). «Las revistas científicas ¿Qué quieren decir los científicos cuando dicen que “publican artículos” en “revistas científicas”?» Investigación y Ciencia. https://www.investigacionyciencia.es/blogs/psicologia-y-neurociencia/105/posts/las-revistas-cientficas-17178

 

Espinosa Santos, V. (2010). «Difusión y divulgación de la investigación científica». Idesia (Arica), 28(3), 5-6. DOI: https://dx.doi.org/10.4067/S0718-34292010000300001

 

Steinmann V. W., Arredondo Amezcua L., Ramírez Amezcua Y., Maza-Villalobos Méndez S. y Mastretta Yanes A. (2019). «La vegetación alpina mexicana: islas frías sobre las nubes». Biodiversitas, 142, 2-6. https://bioteca.biodiversidad.gob.mx/janium/Documentos/14840.pdf

 

Patricia Y. Mayoral Loera. Técnico Académico Titular del Instituto de Ecología, A.C., Centro Regional del Bajío, Pátzcuaro, Michoacán, México.

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