Los árboles son imagen de longevidad en distintas culturas del mundo. Un ejemplo de árboles longevos son las especies de Quercus, conocidos comúnmente como robles en Europa y encinos en México. Estos árboles pueden vivir alrededor de 400 a 500 años, aunque hay registros de árboles de más de mil años. Tal es el caso de un ejemplar de Quercus palmeri que habita las montañas de Jurupa, en el condado de Riverside, California, EE.UU., que tiene una edad calculada de alrededor de trece mil años, siendo un relicto del Pleistoceno. En México, un ejemplar de Quercus obtusata que se encuentra en Aculco, Estado de México, llamado El Churrasco, tiene una edad calculada en 327 años.
Origen de los encinos y su diversidad en México
Aunque la mayoría de los encinos son árboles, algunas especies son arbustos como Quercus coccifera y Quercus lusitanica. Un rasgo característico de ellos, son sus frutos que muchos conocemos como bellotas, formadas por la nuez que es la semilla y la copita que la cubre llamada cúpula. Se estima que existen entre 300 y 400 especies de encinos en el mundo. Los encinos se distribuyen en el hemisferio norte y tienen su origen en el sureste asiático hace aproximadamente 60 millones de años. En ese tiempo existía una conexión geográfica entre el sureste asiático y Norteamérica, lo que permitió la dispersión de las especies de encinos. En la actualidad existe un linaje euroasiático y otro americano, este último surgió hace 35 millones de años aproximadamente. Durante la última glaciación, donde el clima se enfrió a nivel global provocando zonas cubiertas por hielo, los encinos migraron hacia latitudes más bajas, como México, donde la gran diversidad de climas y tipos de hábitats promovió la diversificación de las especies de encinos. México se convirtió en un hotspot, es decir, un punto caliente de concentración de diversidad de encinos, con 170 especies aproximadamente, de las cuales 100 son endémicas, es decir, solo las podemos encontrar en México.
Importancia de los encinos en las culturas indígenas de México
Las culturas indígenas en México como la Mazahua, Náhuatl, Otomí, Popoluca, Purépecha, por mencionar algunas, han aprovechado alrededor de 55 especies de encinos, principalmente como alimento, forraje para ganado, para hacer artesanías y para uso medicinal. Los encinos son utilizados para enriquecer la dieta de las comunidades indígenas por su contenido de proteína, lípidos y carbohidratos. Especialmente las bellotas tienen propiedades nutricionales por la alta concentración de ácidos grasos insaturados, por la actividad antioxidante asociada a los taninos y por la ausencia de gluten.
En cuanto al uso medicinal, casi todas las partes del encino se emplean para tratar padecimientos del aparato digestivo y la piel. Los taninos de la corteza del árbol, compuestos químicos fenólicos, de sabor áspero y amargo, tienen propiedades astringentes que detienen el sangrado, poseen propiedades vasoconstrictoras y antiinflamatorias. Los taninos extraídos de las especies de encinos también han sido utilizados para el curtido de pieles, ya que se unen a las moléculas de colágeno de la piel animal, aportando mayor resistencia al calor y evitando la putrefacción, proporcionando elasticidad, mayor suavidad y resistencia.
Pero ¿Qué importancia ecológica tienen los bosques de encinos?
Los encinos son muy importantes en términos de biomasa. En México, la cobertura de bosques templados es del 16 % del territorio con 323,300 kilómetros cuadrados. Son proveedores de muchos servicios ecosistémicos como belleza escénica, retención del agua de lluvia, facilitando que se infiltre al subsuelo. Los bosques de pino-encino están relacionados con zonas de recarga de agua subterránea, por ejemplo, el porcentaje de humedad en sitios con encinos es del 16.6 % en comparación a sitios con eucaliptos (15.4 %). Los encinos capturan altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2), contribuyendo a mitigar el cambio climático. Por ejemplo, la cantidad de CO2 acumulada por Quercus ilex es de 0.402 toneladas fijadas de CO2 por árbol en comparación de otras especies como Pinus pinaster que capta 0.277.
Por otro lado, los encinos son recursos clave que proveen hábitat y alimento a muchos organismos. Las ramas pueden actuar como sustrato para el desarrollo de plantas epífitas, como orquídeas, bromelias y muérdagos. Por ejemplo, la orquídea Laelia speciosa, conocida como flor de mayo, endémica de México, requiere para su crecimiento condiciones provistas por Quercus deserticola, uno de sus hospederos preferidos con una corteza muy rugosa que ayuda al óptimo establecimiento de la orquídea. Otro ejemplo de interacción de los encinos son con los hongos Russula emetica, Russula decolorans, Clitocybe gibba, que mantienen una relación simbiótica con las raíces de los encinos, formando estructuras micorrícicas para la fijación del carbono. Los bosques de encino poseen todo un mosaico de microhábitats en el dosel para la fauna de artrópodos como las arañas, abejas, avispas, que no se encuentra en ningún otro tipo de bosque. Por ejemplo, Quercus laurina, hospeda en su dosel a 142 familias de artrópodos, agrupadas en 15 órdenes.
Las amenazas de los bosques de encinos en México
La deforestación es un gran problema en México, la mitad de los cincuenta millones de hectáreas de bosque templado en México se ha transformado en pastizales, huertos y campos de cultivo. La madera de encino ocupa el segundo lugar de aprovechamiento a nivel nacional, después del pino. Debido al cambio de uso de suelo, extensas superficies de encinares son transformadas para áreas de cultivo temporal de maíz, frijol, cebada y árboles frutales. Otro ejemplo destacado es el cultivo de aguacate en México, que supera las doscientas mil hectáreas, siendo un gran problema que afecta el ciclo hidrológico, además de presentar un elevado uso de agroquímicos y pérdida de la diversidad de especies en los estados del centro del país que conforman la franja aguacatera. El cultivo de aguacate se recomienda en climas templados con una temperatura promedio de 20 °C y en altitudes entre 800 y 2,500 metros, precisamente los requerimientos que son cubiertos por los bosques de encinos, de ahí una gran amenaza.
Como hemos visto, los encinos constituyen importancia económica y ecológica; sin embargo, no hay programas de manejo para el aprovechamiento de ninguna especie de encino. Incluso, algunas especies están clasificadas en peligro según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés), debido al cambio de uso de suelo y su distribución restringida como es el caso de Q. cupreata y Q. monterreyensis, distribuidas solo en el estado de Nuevo León, Q. brandegeei en Baja California Sur y Q. radiata en Durango, Jalisco y Zacatecas. Por ejemplo, en la costa de Veracruz, los encinares ocupaban una superficie de 1,956 hectáreas, que se redujeron a 500 hectáreas, siendo la principal causa la expansión de la actividad ganadera.
A pesar de las estrategias aplicadas para la conservación de bosques templados, como son las Áreas Naturales Protegidas, entre otras, no han sido exentas de la deforestación y cambio de uso de suelo. Por ejemplo, en la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca, la tala ilegal es un gran problema, la cubierta forestal cede el paso a tierras agrícolas e invernaderos.
Estrategias para la conservación de los bosques de encinos
Una estrategia de conservación se ha centrado en ampliar las zonas de bosques de encinos que estén dentro del programa de pago por Servicios Ambientales. En estos programas se busca compensar económicamente a los dueños de los terrenos forestales por mantener los bosques y los servicios ecosistémicos, con la finalidad de conservar y cubrir los gastos de realizar prácticas de buen manejo del territorio. De esta manera, se involucran las comunidades para mantener o mejorar el bosque a cambio del pago de los servicios, apoyados por las instituciones mexicanas como la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), Pronatura y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (INIFAP).
Otras estrategias han impulsado la difusión sobre la importancia de los bosques de encinos, permitiendo involucrar a los ayuntamientos y las comunidades para el desarrollo de programas de manejo forestal. Un ejemplo es el manejo forestal comunal en la comunidad de Ixtlán de Juárez, en Oaxaca, donde desde agosto de 1986 han mantenido 19,310 hectáreas de uso comunal, en las que se encuentran bosque tropical y bosque templado. Producen dieciocho mil metros cúbicos de madera de pino y ocho mil de madera de encino anualmente y mantienen la diversidad de los bosques con programas de reforestación. Este manejo forestal comunitario les ha permitido ser una fuente de trabajo, un centro ecoturístico y un programa de monitoreo de flora y fauna.
Es un gran desafío conservar y restaurar los bosques de encinos, ya que se debe de contar con una planificación del manejo forestal combinando conocimientos ecológicos y técnicas que se apliquen para el aprovechamiento de los bosques de encinos. Algunos métodos de regeneración de los bosques como la siembra de árboles jóvenes, ayudan a mejorar la regeneración natural. Otro ejemplo son los aclareos por cortes que regulan la densidad de los árboles, se extraen los árboles defectuosos, lo que disminuye la competencia por los recursos, favoreciendo así el crecimiento entre los mejores árboles.
Las medidas del manejo forestal orientadas a la conservación deben implementarse principalmente en áreas donde se espera un mayor éxito para la conservación de especies de encinos, pues es lo que puede garantizar la persistencia a largo plazo de estos bosques, hábitats de los cuales dependen muchas especies. Cuidemos nuestros bosques y no permitamos que el cambio de uso de suelo sea una amenaza latente, no solo para los bosques de encino.
Silvia Ecaterina Garcia Jain. Estudiante del Programa Institucional de Doctorado en Ciencias Biológicas de la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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Yurixhi Maldonado López. Investigadora Cátedras CONACyT. Instituto de Investigaciones sobre los Recursos Naturales, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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Luna-José, A. L., Montalvo-Espinosa, L. y Rendón-Aguilar, B. (2003). Los usos no leñosos de los encinos en México. Boletín de la Sociedad Botánica de México, 72, 107-117. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=57707204
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