Lo que no se usa se atrofia

Escrito por Rocío del Carmen Montoya Pérez

«Lo que no se usa, se atrofia, se muere y se olvida»

Parece ser una frase que todo el mundo ha escuchado, e inclusive replicado. Dependiendo del ámbito en el que nos encontremos se puede usar prácticamente para todo; sin embargo, en este artículo me centraré en nuestro cuerpo y más concretamente en el funcionamiento muscular.

 

Hablemos de músculos y de atrofia muscular

Los músculos esqueléticos se componen de cientos y cientos de miles de células individuales, alargadas, multinucleadas llamadas fibras. El número de fibras en un músculo dado se determina en el nacimiento y cambia poco durante la vida, excepto en casos de lesión o enfermedad. El número de fibras musculares por cada músculo dependerá del tamaño y de la función de este.

En contraste, el número de miofibrillas, y en consecuencia el área de sección transversal de la fibra muscular, puede cambiar drásticamente, bien sea que aumenta con el crecimiento normal o inducido por entrenamiento de la fuerza (hipertrofia), o que decrece con la atrofia asociada con la inmovilización por alguna enfermedad o debido la vejez. En general, se describen tres tipos de atrofia: patológica, fisiológica y neurogénica.

 

Atrofia patológica

La atrofia del músculo esquelético es una condición clínica que se desarrolla como consecuencia de diversas enfermedades y por condiciones fisiopatológicas como el envejecimiento, inanición, reposo en cama, inmovilización del miembro o desuso del mismo, e incluso por enfermedades tales como el síndrome de Cushing, causado por el uso de corticosteroides, fármacos usados en el tratamiento de enfermedades como el lupus, el asma, algunos tipos de alergias y la artritis reumatoide, entre otras. En realidad, la pérdida de masa muscular puede ser causada por una disminución de los acontecimientos anabólicos o por la activación de las vías catabólicas o regeneración deteriorada.

 

Atrofia fisiológica

Este tipo de atrofia se debe principalmente al estrés oxidativo a nivel celular, de ahí que hay que definir qué son los radicales libres. Estos son especies químicas con un único electrón no apareado en una órbita externa, por lo que son extraordinariamente inestables y reaccionan fácilmente con sustancias químicas orgánicas e inorgánicas. Al ser generados en las células de nuestro organismo, atacan ávidamente a los ácidos nucleicos, así como a diversas proteínas y lípidos que componen nuestras células. Además, los radicales libres dan comienzo a reacciones autocatalíticas y las moléculas que reaccionan con radicales libres son convertidas a su vez en radicales libres, propagando de este modo la cadena de daño.

Las especies reactivas de oxígeno (ERO) son un tipo de radical libre derivado del oxígeno, cuya función en la lesión celular está bien establecida. Son producidas normalmente en las células durante la respiración mitocondrial y la generación de energía, pero son degradadas y eliminadas por los sistemas de defensa celular. Estas ERO tienen una doble función a nivel metabólico, por un lado, en altas concentraciones son altamente tóxicas, pero también sirven como sustratos en el metabolismo, como señales de regulación, en la prevención del envejecimiento, en la destrucción de patógenos invasivos por el sistema inmune, entre otros. La mayoría de las ERO son producidas a niveles bajos y cualquier daño que causen en la célula es reparado constantemente.

Cuando hay un aumento en la producción de ERO o los sistemas de limpieza celular son inefectivos, se produce un desequilibrio entre la producción de ERO y las defensas naturales antioxidantes, dando lugar a lo que se denomina estrés oxidativo u oxidante. Este desequilibrio ha sido implicado en la aparición de fatiga muscular, dolor muscular, alteración de las miofibrillas y disfunción de la respuesta inmune.

En condiciones de reposo y durante el aumento de la actividad contráctil, el músculo esquelético genera niveles bajos de ERO. Como ya mencionamos, cuando hay un desequilibrio entre la producción de ERO y las defensas naturales antioxidantes, se genera el estrés oxidante, que puede afectar directamente a las diversas biomoléculas ya mencionadas, generando a la vez un incremento en la exposición oxidante de miofilamentos, retículo sarcoplásmico y otras estructuras celulares afectadas por la fatiga. Se han descrito ataques a estas moléculas mediante procesos de peroxidación, como lo que ocurre de manera específica cuando se genera daño sobre los lípidos celulares mediante la incorporación de oxígeno a la estructura de estos, denominado peroxidación lipídica.

 

Atrofia neurogénica

Este tipo de atrofia comprende todos aquellos sucesos que inhiben el funcionamiento muscular a través de la ineficiencia del sistema neuromuscular. Esta atrofia es considerada la más grave de todas, puesto que es una convergencia entre la propensión genética y la aparición espontánea de la misma. A la atrofia neurogénica están asociados diversos síndromes como:

 

a)La esclerosis lateral amiotrófica o enfermedad de Lou Gehrig, que consiste en un desgaste parcial o total de las neuronas motoras, por lo que el músculo deja de recibir información de parte del sistema nervioso para contraerse. La fase más grave de esta enfermedad es cuando la falta de estímulo se da a nivel de los músculos de la caja torácica, lo cual provoca que la respiración y, por lo tanto, la supervivencia sea cada vez más difícil.

 

b)El síndrome de Guillain-Barré, en el cual hay una sobreactivación del sistema inmune y este ataca al sistema nervioso periférico, lo que lleva a la inflamación del tejido nervioso con pérdida de mielina y, por consecuencia, la falta de actividad de nivel muscular. Es importante mencionar que este síndrome también se puede presentar en presencia de otras enfermedades como la influenza, la neumonía por micoplasma, mononucleosis y, en menor medida, en enfermedades virales como el SIDA. También puede estar asociado con otras enfermedades del sistema inmune como el lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide y la enfermedad de Hodgkin.

 

¡Muévete o te atrofias!

Al haber una pérdida considerable de movimiento y de masa muscular, la solución parece ser evidente, esto es, hacer movimientos, a lo que comúnmente se le conoce como ejercicio y, por otra parte, para subsanar la pérdida de masa muscular, se debe tener un incremento en la ingesta diaria de proteína. En el caso de la atrofia neurogénica se deben implementar ejercicios de rehabilitación ortopédica, el cual está diseñado para la formación de nuevas conexiones sinápticas y angiogénesis.

Enfermedades agravadas por el sedentarismo, como el síndrome metabólico, la diabetes, la obesidad y la hipertensión, también van acompañadas por la presencia de atrofia asociada a la presencia de grasa intramuscular, resistencia a la insulina y la incapacidad de una adecuada captación de glucosa.

 

Entonces, ¡el remedio es simple!

No requiere medicación en la mayoría de los casos y está al alcance de todos nosotros. Come sana y balanceadamente, y haz actividad física por lo menos cuatro días a la semana. Si no sabes qué medidas tomar, acércate a tu profesional de la salud y no lo dejes para después, hoy es el día para comenzar a cuidar nuestra salud.

 

Para Saber Más: 

¿Qué es la atrofia muscular? Síntomas, causas y cómo tratar la enfermedad. (23 de abril de 2019). La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/salud/enfermedades-geneticas/20190423/461826590069/atrofia-muscular-atrofia-discapacidad-corticoides-ela-artritis-reumatoide-guillian-barre.html

 

Minagar, A. (2019). Atrofia muscular. Medicine Plus. https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/003188.htm

 

Montalvo-Arenas, C. E. (2011). Sistema locomotor. Facultad de Medicina, Departamento de Biología Celular y Tisular, UNAM, 31 p. http://bct.facmed.unam.mx/wp-content/uploads/2018/08/tejido_muscular_montalvo_2011.pdf

 

Rocío del Carmen Montoya Pérez. Profesora-Investigadora del Instituto de Investigaciones Químico-Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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