En este año, el 2021, se cumple el primer centenario del premio Nobel de Física que recibió Albert Einstein, por «sus servicios a la física teórica y especialmente por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico». Sus contribuciones científicas son mundialmente reconocidas; sabemos que dedujo la ecuación quizá más famosa de todos los tiempos: E=mc2.
Existen libros donde se explica esa ecuación y aún muchos más libros y artículos donde se puede encontrar toda la enorme producción científica del genio. Algunos piensan que el físico bien habría podido ganar otro premio Nobel. Se sabe que el dinero que recibió de su único Nobel lo utilizó para cumplir con los acuerdos en la atención de sus hijos tras su divorcio en 1919.
Debido a este centenario, muy probablemente se escribirán muchos artículos divulgativos sobre su figura y obra científica. Colegas físicos mucho más expertos en relatividad especial y general, en mecánica cuántica y en estado sólido, seguramente escribirán al respecto para seguir recordando y apreciando el gran legado del científico. No obstante, mi interés es platicarles sobre la contribución de Einstein en un campo no tan conocido: el humanístico.
Una vez escribió: «el individuo, con su existencia breve y frágil, solo puede encontrarle sentido a la vida por su actuación sobre la sociedad». Así, durante su vida, fue escribiendo sobre sus pensamientos y experiencias: cuando tuvo que huir, emigrar, establecerse en diversas partes del mundo, hasta acabar sus días en Estados Unidos. Esos escritos fueron publicados en varios libros y en este artículo les compartiré algunas de sus ideas plasmadas en sus obras.
Einstein el humanístico
Sus escritos fuera del ambiente de la física fueron recopilados en varios libros. Dos de ellos, a los cuales me referiré, son: De mis últimos años e Ideas y opiniones. Estas obras incluyen una serie de ensayos sobre múltiples temas, algunos cortos, otros más elaborados, los cuales invitan a la reflexión y al debate, por ejemplo, desde cuestionarnos sobre la autoridad que tiene para escribir sobre algún tema hasta basarse en ella para elaborar críticas, escritos e inclusive tesis sobre sus ideas.
La motivación de hablar sobre este lado no tan conocido surgió al leer un libro donde se recopilan las memorias de un congreso llevado a cabo en el centenario de su nacimiento en 1979, en donde se expusieron temas de su obra científica y también algunos ensayos sobre su obra humanística. Mi propósito es compartir, de este libro y de las obras de Einstein antes mencionadas, este otro perfil e invitarlos a que nos acerquemos más a estos pensamientos del genio, los cuales no han sido tan difundidos como debieran serlo.
Pienso que existen dos razones principales de esta limitada difusión. La primera es su gran fama como físico, pues ha dado a la humanidad una contribución científica prácticamente inigualable, comparable solo a la de Galileo y Newton. Así, cualquier otra contribución que haya hecho en otra área quedaría naturalmente opacada. La segunda razón está ligada a lo siguiente: siendo un físico genial, sus escritos humanísticos caen como máximo en «ideas y opiniones» que adquirió durante su vida y se basan únicamente en experiencias, es decir, se puede pensar que estas no están a la altura de las aportaciones de otros grandes humanistas y filósofos de la historia.
Si recordamos o leemos un resumen de la vida personal de Einstein, encontraremos en algún momento frases como: emigró, adquirió la nacionalidad suiza y la estadounidense, escapó del régimen nazista, es el padre de la bomba atómica, se relacionó con cuestiones políticas, etc. Es verdad que tanta gente tiene sus propias experiencias probablemente mucho más interesantes e impresionantes, y los genios o sabios que ha dado este mundo, asimismo tuvieron experiencias impactantes que forjaron sus caracteres y vida profesional.
¿Por qué los pensamientos de Einstein son especiales?
Quizá la respuesta tiene que ver por la manera en que se le conoció en el mundo: un navegante solitario, experto en experimentos mentales, pacifista. No podemos ignorar que, al convertirse en una celebridad, sus opiniones pesaban mucho y eran tomadas en cuenta, de tal manera que él mismo debía limitarse y cuidar que no fueran mal interpretadas. Sus «ideas y opiniones» se fueron forjando con el paso de tiempo, adquiriendo cada vez más valor ya que seguramente aplicó en ellos el método científico, la objetividad, la autocrítica que todo científico debe tener; además, no es difícil aceptar que sus pensamientos no tenían el sesgo (intereses escondidos) que muchos otros actores mundiales exhiben.
Es común que el científico famoso, así como los políticos, artistas y otros actores públicos, se sientan expertos no solo en su área de trabajo o formación, sino en cualquier otro tema. Al tener como actividad cotidiana el descubrir, aplicar el método científico, leer de la historia y de la realidad política y social del momento, es natural que estas mentes tengan una claridad poco común a los problemas del mundo en muchas áreas. No es raro encontrar gente formada en alguna área en particular dando conferencias y puntos de vista en otros campos: los líderes de opinión son eso, líderes en opinar de cualquier cosa. Muchas veces ellos lo creen así porque la gente los convierte en ello, y muchas veces también ellos se la creen. Yo pienso que él no era de esa clase de gente, y baste como ejemplo lo siguiente.
Einstein, sus ideas y opiniones
En su artículo titulado «¿Por qué el socialismo?», publicado en su libro Mis ideas y opiniones comienza así: «¿Debe quién no es un experto en cuestiones económicas y sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo que sí». El escrito sigue con la justificación de su respuesta. Daremos más extractos de este artículo y de otros más adelante, pero antes quisiera resaltar este hecho, él escribió sobre el socialismo en 1949, ¡cuando estaba radicando en Estados Unidos! Al lector interesado no le será difícil averiguar cuál era el sentir en la política y, por ende, de la sociedad estadounidense sobre el socialismo en ese año. Más adelante nos dice:
«La experiencia que se acumuló desde el comienzo del denominado periodo civilizado de la historia humana fue grandemente influida y limitada por causas que no son de ninguna manera de naturaleza exclusivamente económica. Por ejemplo, gran parte de los estados mayores de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron ellos mismos, legal y económicamente, como la clase privilegiada del país conquistado. Se adjudicaron el monopolio de la propiedad de la tierra y nombraron sacerdotes, gente de su propia clase. Los curas, al tomar el control de la educación, transformaron la división de clases de la sociedad en una institución permanente y crearon un sistema de valores que pasó a guiar el comportamiento social de las personas que en gran medida obedecían inconscientemente».
Físicos de México y en particular el físico brasileño J. Leite Lopes, en su artículo llamado «Einstein, la pasión de un científico por los problemas del hombre», basado en una conferencia que dio en la Facultad de Ciencias de la UNAM el 25 de abril de 1979 —incluido en el libro de memorias antes mencionado—, hace una completa reflexión de estas ideas. Lopes nos dice:
«La conspiración universal, que presentan a un Einstein místico y preocupado exclusivamente con estrellas, átomos y gravitación, es la que conviene a las sociedades autoritarias de hoy en día (donde hasta en las grandes democracias occidentales, se dice que el científico debe ocuparse solo de ciencia, debe ser políticamente neutro, pero naturalmente debe estar listo para hacer los servicios que le solicita el poder central). Nuestro sistema educacional se basa sobre un elitismo que tiende a fortalecer la posición de mando de las clases dominantes. Dentro de este sistema elitista, la ciencia y la tecnología aparecen como instrumentos manipulables por esas clases en provecho del fortalecimiento de su sistema».
Considero que esta problemática persiste actualmente en nuestro país.
¿Acaso Einstein escribió o criticó el capitalismo?
En su mismo artículo sobre el socialismo nos dice:
«La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción —es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional— puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares. En aras de la simplicidad, en la discusión que sigue, llamaré trabajadores a todos aquellos que no participan de la propiedad de los medios de producción. El propietario de los medios de producción está en posición de comprar la fuerza del trabajo del trabajador. Utilizando los medios de producción, el trabajador produce nuevos productos que pasan a ser propiedad del capitalista. El punto esencial de este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y su salario, medidas ambas en términos de valor real. En tanto el contrato de trabajo es libre, lo que el trabajador recibe es determinado no por el valor real de los bienes que él produce, sino por sus necesidades mínimas y por las demandas de los capitalistas, de la fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores que compiten para el empleo».
Al parecer esto es algo que también todavía se da en nuestro tiempo. Sigamos más adelante:
«El capital privado tiende a quedarse concentrado en algunas manos, en parte por motivo de competencia entre los capitalistas y en parte porque el desarrollo tecnológico y la división de trabajo en aumento estimula la formación de unidades más grandes de producción a costa de las más pequeñas. El resultado de este desarrollo es una oligarquía de capital privado cuyo poder enorme no puede ser efectivamente controlado aún por una sociedad política, democráticamente organizada. Es verdad que los miembros de organismos legislativos son seleccionados por partidos políticos, ampliamente financiados, o influidos por otros medios, por los capitalistas privados quienes, para todos los fines prácticos, separan al electorado de la legislatura. Y los representantes del pueblo, entonces, no dan suficiente protección a los intereses de las clases no privilegiadas de la población. Sobre todo, en las condiciones existentes, los capitalistas controlan de un modo inevitable, directa o indirectamente, de las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil y en verdad, en la mayoría de los casos imposible, para el ciudadano individual sacar conclusiones objetivas y hacer uso inteligente de sus derechos políticos».
De todo esto Leite Lopes nos dice:
«Sí señores, es el autor de la teoría de la relatividad quien escribe estas palabras. Físicos de los países desarrollados, premios Nobel, científicos de todo el mundo, hombres de ciencia con premios menores, escuchas a Einstein no solo cuando habla de su física sino también cuando habla como hombre responsable, como ciudadano íntegro y no como medio-hombre, solidario con sus hermanos, preocupado con la estructura y el destino de las sociedades, militante contra las injusticias y las arbitrariedades. A aquellos que nos hablan de nuevos planes de desarrollo en los países menos desarrollados, a los tecnócratas que enaltecen la apertura de las economías de esos países a los grandes capitalistas internacionales, no les haría mal meditar sobre lo que dice el gran físico».
Lopes nos invita —y yo me uno a él— a leer estas obras de Einstein.
En su artículo del socialismo, el físico lanza frases como: la producción se realiza para el lucro, no para el uso... Un ejército de desempleados existe casi siempre. El trabajador está constantemente con miedo de perder su empleo… Nuestro sistema educativo inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura. Es ahí donde propone su visión de cómo evitar estos y otros males: una economía socialista. Y por supuesto, sigue en el texto la justificación del por qué propone esto. Por ejemplo, dice sobre la educación en una economía socialista que «la educación del individuo intentaría desarrollar en él su sentido de responsabilidad hacia sus conciudadanos en lugar de la glorificación del poder y del éxito de la sociedad actual». Asimismo, lanza una advertencia:
«Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?»
Al exponer todo lo anterior, Leite Lopes concluye su intervención diciendo:
«Así pues Einstein no era el sabio puro, exótico, apolítico; era un ciudadano del mundo preocupado por los grandes problemas humanos. Pero ustedes comprenden que realmente el citar los trabajos de Einstein en el dominio político no les es muy cómodo a los científicos. Si se trata de un físico de EUA ¿Sería de su interés mencionar los escritos de Einstein sobre el socialismo? ¿No correría el riesgo de ser tomado como un radical y así quedarse aislado en su ambiente universitario? Resta a nosotros indicar a los jóvenes físicos, sociólogos y politólogos, la riqueza de la obra político-social de Einstein donde seguramente encontrarán una fuente de investigación y reflexión».
Y este es solo uno de los muchos ensayos que realizó, ya que también escribió sobre la vida, el ser humano, el bien y el mal, la conciencia… Temas más generales como la libertad, religión, educación y por supuesto política. Inclusive escribió sobre el pueblo judío y sobre Alemania. En el libro editado de las memorias del evento, hay discusiones en mesas redondas sobre muchos de estos temas. Por ejemplo, en una de ellas llamada: «Einstein: el hombre y su obra», Arturo Azuela critica la actitud política que tuvo después de la Primera Guerra Mundial. Opina que esa actitud del genio «es de una gran ingenuidad ya que no militó en ningún partido político, sea conservador o liberal, ni comunista ni socialista, a pesar de haberse manifestado en torno al armamentismo y pacifismo hasta los últimos días de su vida». Sin embargo, en otra mesa redonda que lleva el título de «Actividades y actitudes sociales y políticas de Einstein», Tomás Brody responde a Azuela diciendo que era «políticamente socialista. Si él se hubiese asociado a un partido político la consecuencia política que habría causado habría sido muy diferente a cualquier otro científico de la mesa participante que hubiese tomado esa decisión. Por ello, no es aconsejable imitar la actividad política de Einstein ya que él era un hombre conocido mundialmente y gozaba de un prestigio inmenso. El efecto político hubiese sido muy diferente».
En la mesa redonda con el título «Epistemología Einsteniana», hay una breve discusión sobre la ausencia en la preparación de los físicos sobre temas de historia y filosofía de la ciencia. Esta mesa fue llevada a cabo por académicos mexicanos de la altura de Jerzy Plebanski, Carlos Graef Fernández, Claudio Firmani y otros participantes. En el enlace https://www.fis.cinvestav.mx/~lmontano/plebanski.html, pueden consultar un fragmento de esta discusión.
Concluyo haciendo una invitación para que lean los escritos de Albert Einstein, los cuales sin duda, enriquecerán su formación tanto social como humanística, siempre necesaria para estos tiempos y para el futuro.
Para Saber más:
Einstein, A. (1969). De mis últimos años, México, Aguilar.
Einstein, A. (2011). Ideas y opiniones, Barcelona, Antoni Bosch.
https://latam.casadellibro.com/libro-mis-ideas-y-opiniones/9788495348593/1832925
Peña, L. (2003). Albert Einstein: Navegante solitario [3ª edición], México, FCE, SEP, CONACyT. https://elfondoenlinea.com/Detalle.aspx?ctit=046031L
Rodríguez, R. y Hojman, S. (1987). Albert Einstein: Perfiles y Perspectivas, México, UNAM, Editorial Nueva Imagen.
https://www.fis.cinvestav.mx/~lmontano/plebanski.html
Luis Manuel Montaño Zetina. Miembro de la planta académica del Departamento de Física del CINVESTAV.
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