Tener la oportunidad de comer en un bufet, cuando tomamos los alimentos a discreción, quizá es una experiencia que despierta diferentes emociones. Una de las primeras ideas al ver la variedad de platillos es ¡Voy a comer de todo! Sin embargo, aunque estemos dispuestos a comer todo lo que está servido, resulta casi imposible cumplir esa meta. Así que, cambiamos la estrategia y nuestra idea se alinea en seleccionar lo que más nos gusta.
El bufet que ofrece la naturaleza
Algo similar ocurre en la naturaleza, la cual ofrece un banquete para diversas especies que conforman la fauna silvestre como las abejas, en especial para la Apis mellifera, que es utilizada por excelencia en la apicultura, ya que viven formando grandes colonias que dependen de diferentes plantas para alimentarse y mantener el crecimiento de su población.
Así como en un bufet seleccionamos los alimentos que nos parecen más sabrosos y de mejor calidad, las abejas hacen una selección similar y eligen las flores que les ofrecen lo mejor de lo mejor, como la mayor calidad y cantidad de alimento (néctar y polen), así como su abundancia alrededor de la colmena. Fieles a estos criterios, las abejas dicen ¡Adiós! al bufet y tan solo eligen un grupo de plantas para comer, las cuales se conocen como «flora melífera». Por lo tanto, en el campo o en un jardín, las abejas prefieren alimentarse de sus flores favoritas, pero ¿Cómo saber cuáles son sus preferidas?
Fotografía: Blanca Castellanos-Potenciano
¿Cómo saber el menú de las abejas?
Para conocer la flora melífera, podemos realizar sencillas observaciones al momento en que las abejas están colectando el alimento, por ejemplo, ¿cuántas veces las hemos visto volando alrededor de las flores o posadas encima de ellas? Pues bien, cuando vemos estas acciones de forma repetitiva, podemos suponer que la abeja ha elegido esa flor o flores para alimentarse, sencillo como suponer que del bufet, una comida nos ha gustado por las veces que nos servimos de ella.
Similar sucede con las abejas, por lo que a esas observaciones los especialistas les han llamado «registros apibotánicos», que son de gran valor para los apicultores, investigadores y la sociedad que está a favor del ambiente. Si bien estos registros son útiles como base para conocer la flora melífera de diferentes regiones, no es un método exacto, por lo que requiere de análisis de laboratorio para respaldar las preferencias de las abejas por una flor, por dos, tres, cuatro o más.
Para conocer específicamente las flores que las abejas prefieren para elaborar la miel, se requieren estudios muy específicos en un laboratorio de investigación científica. Uno de ellos es el análisis de los granos de polen. Recordemos que cada planta produce millones de granos de polen que tienen una forma y tamaño únicos para cada especie. De niños o ya de adultos, ¿cuántas veces al tocar una flor hemos observado ese polvo amarillo o naranja que se nos queda en los dedos o en la ropa y que en ocasiones puede causar alergias? Pues bien, ese «polvo amarillo» es el polen y, como ya mencionamos, tienen la particularidad de ser únicos e irrepetibles entre las flores de una misma especie, algo así como una huella digital en las plantas.
Por esta característica, el análisis del polen ayuda a identificar a qué planta pertenece y así poder saber el menú de las abejas de un cierto lugar o área. La melisopalinología se encarga de hacer este trabajo.
Fotografía: Blanca Castellanos-Potenciano
Meliso… ¿Qué?
Melisopalinología, ¡vaya trabalenguas! Va de nuevo y más despacio, meliso-pa-lino-logía, una palabra que se refiere al estudio de identificar la flora melífera de una región. Con ello, se identifican los granos de polen contenidos naturalmente en la miel que se produce en una región en particular, para hacerlo, se toman muestras de miel y en el laboratorio un especialista extrae los granos de polen e identifica a qué planta (as) pertenece (n). De esta forma podemos conocer el platillo favorito de las abejas dentro del bufet de la naturaleza.
El método palinológico que es el más utilizado, depende de un especialista que, por lo laborioso de la técnica, pueden demorar en los resultados. Por lo tanto, actualmente se trabaja en establecer métodos moleculares que emplean la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa, conocida como PCR (por sus siglas en inglés), para que, a través del material genético contenido en el polen, se identifique la flora melífera de un área determinada en un menor tiempo de respuesta y de forma más precisa. Por lo que, próximamente podríamos contar con otra herramienta de identificación complementaria para conocer, lo que le gusta comer a las abejas.
Y ahora… ¿Qué hago con el menú?
Actualmente la producción de miel en el trópico ha disminuido por diferentes factores como la presencia excesiva de lluvias, inundaciones y las sequías prolongadas, que no permiten la correcta floración de las plantas. A esos factores se deben sumar la deforestación de las áreas naturales y la urbanización, que limitan las áreas naturales para que las abejas obtengan su alimento. Ante esto, con la correcta identificación de la flora melífera podemos alcanzar tres propósitos generales:
1) Una mejor producción de miel a través de la identificación de áreas donde se presentan las «especies favoritas» para las abejas, como es el caso del estado de Tabasco, que a pesar de que posee un bufet de plantas en cada una de sus regiones, no todas son del agrado de las abejas. Con los estudios palinológicos se conoce cuál es el menú preferido de ellas, integrado por flores de las siguientes plantas: palo mulato (Bursera simaruba), guarumo (Cecropia obtussifolia), dormilona (Mimosa albida), zarza (Mimosa pigra), guayaba (Psidium guajava), jobo roñoso o espinoso (Spondias mombin), capulín (Muntingia calabura), zarza (Mimosa orthocarpa), mangle blanco (Avicennia germinans), palma de coco (Cocos nucifera), jonote (Heliocarpus appendiculatus), chipilcoy (Diphysa carthagenensis), palo de tinto o tinto (Haematoxylum campechianun), hierba de pájaro o botoncito blanco (Borreria verticillata), encino (Quercus oleoides) y lippia (Phyla nodiflora).
2) Producir e identificar mieles especiales de una sola especie en la región donde se desarrolla la apicultura, como es el caso de las mieles de azahar, proveniente de la flor de los cítricos como el limón, naranja y mandarina, en el estado de Veracruz, Tamaulipas y Monterrey; miel de la flores compuestas (asteráceas) y de aguacate como la que se produce en Michoacán; mieles de la flor de café o cafetales, característica de Chiapas y Oaxaca; cada una con propiedades únicas en color, sabor y aroma.
3) Con el conocimiento de esas especies, es posible realizar proyectos de reforestación o restauración ecológica activa en zonas potenciales, con plantas que integren el menú que las abejas prefieren, de manera que se desarrolle una apicultura sustentable con las especies de la flora melífera que contribuyan, además de la conservación de los recursos naturales, en la captura de carbono, reestructurar los niveles tróficos, la recarga de mantos freáticos y la activación económica sustentable del sector rural.
Por lo tanto, decirle ¡Adiós! a un bufet por no poder comer todo lo que está servido, no está mal y quizá, así como las abejas, es mejor tener un menú específico que provea lo que nos gusta comer. Esto permite que los alimentos se aprovechen mejor, así como con la flora melífera que brinda la oportunidad de realizar un uso racional de las plantas y las colmenas.
Araujo-Mondragón F. y Redonda-Martínez R. (2019). «Flora melífera de la región centro-este del municipio de Pátzcuaro, Michoacán, México». Acta Botánica Mexicana, 126:1-20. http://abm.ojs.inecol.mx/index.php/abm/article/view/1444
Castellanos-Potenciano B.P., Ramírez-Arriaga E. y Zaldivar-Cruz J.M. (2012). «Análisis del contenido polínico de mieles producidas por Apis mellifera L. (Hymenoptera: apidae) en el estado de Tabasco, México». Acta Zoológica Mexicana, 28(1):13-36. http://azm.ojs.inecol.mx/index.php/azm/article/view/813
SNIEG. (2019). Atlas Nacional de las abejas y derivados apícolas. INEGI-SADER (Ed.). https://atlasapi2019.github.io/
Blanca Patricia Castellanos-Potenciano. Bióloga de la Universidad Autónoma de Campeche (UAC) con estudios de Doctorado en Agroecosistemas Tropicales, en el Colegio de Postgraduados (COLPOS) Campus Veracruz. Actualmente es Investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) CIRPAS-Valles Centrales de Oaxaca. Su línea de Investigación es la cadena Abeja-Miel, con énfasis en la relación planta insecto y el aprovechamiento de la flora melífera de las regiones apícolas, así, como los impactos potenciales del cambio climático sobre el sector.
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Eder Ramos Hernández. Ecólogo en la División Académica de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT) y Doctorado en Ecología y Manejo de Sistemas Tropicales. Actualmente es Investigador Titular C del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) CIRGOC-Huimanguillo Tabasco. Su investigación se ha enfocado en la relación planta-insecto, con énfasis en las relaciones de fitopatógenos y plantas hospederas. Los temas abarcan la detección molecular de fitoplasmas en plantas hospederas e insectos. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y del Sistema Estatal de Investigadores de Tabasco.
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